El clima político y social de la Argentina tiende a tensionarse. Algunos analistas dicen “enrarecerse”. Inexacto. En un ecosistema social alterado desde décadas, las tensiones son parte de un paisaje necesariamente raro que, por definición, no puede enrarecer más.
El conflicto de bifrontalidad en el Frente de Todos –del que esta columna observó desde agosto del 2019 luego del triunfo que esa coalición alcanzó en las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) con las que arrasó al ex presidente Mauricio Macri– 12 meses más tarde de aquel resultado, se extiende como una pandemia política que afecta al conjunto social. Seguramente, una buena parte del deterioro en la valoración social de la gestión gubernamental que se verifica con cada encuesta que se hace pública tenga que ver con esas tensiones en el oficialismo, pero es muy probable también que una porcentaje de la incomodidad social se funde en los 165 días de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) –prorrogado hasta el 20 de septiembre venidero– que, además de afectar la economía y la producción, desestabiliza emocionalmente a todos los sectores no solo agotados al no poder desarrollar la vincularidad con fluidez sino porque los protocolos para contener el avance del SARS-COV-2 obligan a parir y morir en soledad.
Es difícil soportar lo insoportable porque, además, resulta incomprensible aunque masivamente se asuma que, sin vacuna ni tratamiento, como desde diciembre pasado, las únicas barreras de seguridad sanitaria posibles se encuentran en el uso masivo del alcohol, del jabón y el insostenible distanciamiento social. En ese contexto, el ex presidente Eduardo Duhalde (2002-2003) –uno de los cinco mandatarios que se sucedieron en una semana cuando en el 2001 el pueblo exigió “que se vayan todos”– predijo que “no habrá elecciones” parlamentarias en el 2021 y que “habrá un golpe de Estado”.
No explicó mucho más y, cuando advirtió que había obtenido sin proponérselo la unidad nacional para repudiar sus dichos, recurrió a un argumento insólito para justificar su irresponsable incontinencia verbal a una conducta “psicótica momentánea” que lo llevó a dar “una repuesta vinculada con la pérdida momentánea de la mente que se desengancha de la realidad”. Tan grave como penoso. El estupor ganó a una buena parte de los actores públicos que, desde varios meses, dialogan con Duhalde para aportar a la gobernanza. De hecho, fue uno de los firmantes de una declaración que emitió el 14 de julio pasado el Club Político Argentino titulada “Unidos en la diversidad.
Para afrontar el presente y construir un futuro digno para todos los argentinos”. El presidente Fernández sabe que tiene que recuperar el centro de la arena política de la que lo corrieron el descontento, los avances públicos sobre su autoridad de la vicepresidenta Cristina F. y dos manifestaciones masivas en todo el país para expresar el rechazo al proyecto de reforma judicial que cuenta con la aprobación del Senado de la Nación. Alberto anunciará formalmente en esta jornada el acuerdo que el ministro de Hacienda Martín Guzmán alcanzó con los tenedores de bonos del Tesoro argentino en situación de default desde setiembre del 2019.
También comunicará el inicio de conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el objeto de refinanciar unos 50.000 millones de dólares. Es posible que se anuncien además programas con los que apuntará a la reactivación económica y productiva. De todas formas, hasta que no se regularice la situación con los acreedores institucionales y privados, todo anuncio en esa dirección se parecerá mucho a las buenas intenciones. Sin embargo es necesario destacar que el mayor escollo hoy en la Argentina es político al interior de la colación gobernante.
No pocos peronistas que dialogan con frecuencia con este corresponsal suelen sostener que “la ansiedad de Cristina (Fernández, vicepresidenta) contrasta cada semana con más frecuencia con el tiempismo (sic) de Alberto (Fernández, presidente) sin darle tiempo a generar consensos”. En consecuencia, sugieren, “la coalición de gobierno trepida y parece a punto de resquebrajarse, de romperse, aunque no necesariamente eso sea lo que sucede”. Una buena parte de la sociedad también lo percibe. Antonio Cafiero –el abuelo de Santiago, el jefe de Gabinete de Ministros– tal vez el último de los grandes viejos sabios del peronismo que falleció en el 2014- con paciencia de docente, explicaba que “los peronistas, somos como los gatos. Cuando todos creen que nos estamos peleando, estamos haciendo el amor”. ¿Será así?
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Sobre la no muerte de dos barcos gloriosos
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Quienes saben de mitología –no es mi caso– sostienen que los barcos “no mueren”. Aunque inmediatamente precisan que no morir, para las embarcaciones, aplica porque devienen en leyenda o, acaso, son parte de la historia misma.
Alguna noche tormentosa pude ver cómo un viejo barco pesquero soltó amarras desde el puerto de Mar del Plata –unos 1.662 kilómetros al sur de mi querida Asunción– para navegar en medio de la borrasca hasta encallar para siempre a unos cientos de metros del cruce de dos de las más importantes avenidas de la ciudad –Constitución y Félix Ubaldo Camet–, donde quedó para siempre.
Era el 20 de junio de 1991. Inolvidable. El “buque fantasma”, como inmediatamente la imaginación popular comenzó a llamarlo, posibilitó la circulación de innumerables historias que, con increíble frecuencia, vuelven a ser parte de las conversaciones cotidianas.
Especialmente, en los inviernos cuando ese tipo de historias resultan tan atractivas en aquellas zonas de climas inclementes que estimulan los encuentros con amigos y amigas para poner límite concreto a los malos tiempos con el calor de la amistad y algunos buenos vinos.
Algunos y algunas –exóticamente, por cierto– llaman desde aquella noche a la embarcación aludida como “el holandés errante”, que –según una muy antigua leyenda marina– da cuenta de un barco que –sin sus tripulantes– (nunca me explicaron por qué) fue condenado a navegar eternamente sin poder descansar en puerto alguno.
“EL BARCO FANTASMA”
Otros, con simpleza, lo mencionan solo y simplemente como “el barco fantasma” y aseguran que el Marcelina de Ciriza –así se llama aquel pesquero español malogrado por razones que aún hoy no son tan claras– piloteado por ánimas exhaustas zarparon cuando el vendaval arreciaba.
Navegaron unos 15 kilómetros con algunas de sus luces de navegación e internas encendidas y, luego cuando no pudieron superar el desafío de olas de más de tres metros de altura, lo dejaron ir hasta que, escorado a babor, quedó allí para siempre. “Las almas del Marcelina decidieron el lugar en el que querían descansar eternamente”.
Solo Duke, un perro callejero que descansaba en su interior cuando se inició aquel último viaje, consiguió escapar a nado hasta llegar exhausto a la playa cercana. Durante algunos años los mástiles del Marcelina de Ciriza fueron atracción para lugareños y visitantes. Ya no. Sus restos están allí –algunos de los que aquí residimos lo sabemos–, pero nada de ellos emerge ni es visible.
Sin embargo, el Marcelina de Ciriza no cayó en el olvido. En una veintena de días, se trepará nuevamente a los contenidos tanto de los medios tradicionales como de los que forman parte de los ecosistemas digitales. Misterios marinos.
¿MUEREN LOS BARCOS?
¿Cómo mueren los barcos? ¿Mueren? Quienes saben de mitología –no es mi caso– sostienen que “no mueren”. Aunque inmediatamente precisan que no morir, para las embarcaciones, aplica porque devienen en leyenda o, acaso, son parte de la historia misma.
Carlos Papageorgiou –seguramente fallecido y que descanse en paz– que en el Bajo Belgrano, mi pueblo natal en Buenos Aires, comercializaba pieles y evitaba magistralmente las aduanas, decía ser marino mercante y amigo “desde la niñez” de Aristóteles Onassis.
El nombre del archimillonario propietario de la isla de Skorpios se mencionaba con frecuencia en el barrio. Sus parientes más cercanos residían justo en un chalé ubicado en la esquina de las calles Daniel de Solier y Pablo Ricchieri, a menos de tres cuadras del estadio Más Monumental de River Plate.
El caso es que el escurridizo comerciante y contador de historias muy antiguas ya mencionado relataba incansablemente que el mítico barco Caronte era el transporte de las almas de quienes morían hasta la presencia de Hades, el dios del inframundo.
Con presuntuoso tono académico (¡hasta impostaba su voz!), don Papageorgiou, a quienes con frecuencia nos sentábamos a su mesa en el desaparecido café Timi (ahora Lidoro), nos explicaba que “los nórdicos, los vikingos, también tenían un barco –el Naglfar, que llevaba a quienes morían en el Ragnarök”.
Al parecer, siempre según aquel relato atrapante para adolescentes que queríamos dejar de serlo, eso significaba conducirlos hasta su lugar, hasta los dioses, hasta alcanzar sus destinos. Por esa razón –bastante poco razonable, como casi toda cuestión en la que se involucran algunas incomprobables creencias populares– es que el viejo Carlos enfáticamente aseguraba que “los barcos nunca mueren porque son parte de la travesía hasta la batalla final”.
Apresurado, siempre, dejaba la mesa sin pagar sus varios cafés ni despejar nuestras dudas que “quedarán aclaradas totalmente otro día cuando les contaré más en detalle”.
¿Cómo mueren los barcos? ¿Mueren? ¿Dónde mueren? Tal vez porque ese interrogante no me abandona es que, asiduamente, miro hacia el mar en busca de esa respuesta que –sin dejar de lado mi curiosidad incansable– se repite una y otra vez tanto despierto como en situación de vigilia.
PRETENSIÓN
“No fue aquel un día como el de hoy. No. Ni parecido. No. Son bien diferentes. El de hoy –presiento, aunque me duela y lastime– es de recuerdos... de repasos... de búsquedas... Como desde hace algún tiempo, en procura de respuestas y de imaginar estrategias para comprender, en poco tiempo, lo que no puedo discernir en 81 años ¡Vaya pretensión de sobreviviente...!”.
Ese fue el decir susurrante que escuché. Me sorprendió. Creí que estaba solo. Miré fijamente a ese viejo –posible amante del mar o navegante entristecido– con el deseo de descubrir sus misterios y secretos.
Parecía no verme. Sentado en el punto más extremo de la “escollera sur”, a los pies de un san Salvador (patrono de los pescadores) gigantesco, en Mar del Plata –uno de mis lugares en el mundo– con sus ojos vidriosos clavados en un horizonte siempre lejano, murmuraba y, de a ratos, buscaba entre las páginas de lo que imagino como una especie de bitácora de su vida.
Leía, la guardaba celosamente en el bolsillo interno de su parca arenosa y volvía a murmurar. Me alejé unos pocos pasos. Procuré ser respetuoso de su soledad que imaginé solo habitada por fantasmas. Volví a verlo. Porteño y tanguero, al fin, creí descubrir allí sentado, de cara al mar, al “ciego inconsolable del verso de Carriego que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral” que magistralmente pintara y describiera en 1949 Homero (Manzi) en “El último organito”.
Los relojes marcaban las 7:48 del 19 de mayo de 2025. El sol asomaba imponente sobre el horizonte. El cielo regalaba algunas pinceladas tímidamente rosas. Algunas nubes pequeñas anuncian, sin embargo, que su reinado en el firmamento le será disputado rápidamente. Nada es para siempre. Gaviotas cocineras, australes y de Orlog nos sobrevuelan en busca de alimento. Algunas vuelan detrás de los barcos.
IMPRECISIÓN
Sé que no mucho tiempo atrás estas aguas tan frías como tranquilas en esta mañana fueron surcadas por algunos buques de guerra que, tal vez, hayan navegado hacia el sur. Ningún dato es preciso. “Todos mienten”, sentenció con precisión el espinoso Doctor House desde la tele. Sé qué es cierto en la era de la mentira.
Pese a ello, un par de días más tarde de aquel hoy, varios pescadores de cercanía –por llamarlos y describirlos de alguna manera comprensible para todos y todas a quienes se ocupan de la pesca costera algunas veces con barcas amarillas– me dicen que muy temprano ese lunes 19 vieron zarpar a varios buques de la Flota de Mar.
“Desde mi lancha los miramos pasar en silencio”, dijo un pescador claramente conmovido. “Dejaron la base (naval Mar del Plata) los avisos ARA Bahía Agradable y ARA Puerto Argentino y, junto con ellos, también zarparon la patrullera ARA Contralmirante Cordero y la corbeta ARA Espora. No iban hacia el mar con alegría”.
Por unos minutos enmudeció. “Remolcados iban el aviso ARA Alférez Sobral y la corbeta Drummond. Heridas gravemente por los años y agotadas por cientos de misiones”, agregó.
INEQUIDAD
El veterano pescador y sus tripulantes exudaban tristeza mientras hablaban –algunos en voz muy baja– y manipulaban las redes con las que luego irán por la corvina, la pescadilla y el gatuzo para ganarse la vida con la ‘pesca del día’”.
La inequidad también está en el mar. Volví a mirar al misterioso viejo. Por largos minutos no me atreví a hablarle. No recuerdo siquiera si lo intenté sin éxito o, finalmente, lo hice. Solo lo interrogaba observándolo. A nuestro alrededor solo viento rugiente, frío y olas que tienen el color oscuro del Atlántico Sur y golpean con fuerza contra las rocas.
“Tenemos la misma edad con el Sobral, 81. Los dos nacimos en 1944. Yo, en algún lado donde mi madre en situación de pobreza y sin mi padre a su lado encontró para parir cerca del mar y él, el 29 de setiembre en Orange, Texas. Siempre que pude lo visité y cada vez que zarpó, desde este mismo lugar, lo despedí.
Como hoy, aunque con el dolor de saber que no volverá, pero con algo de tranquilidad porque supe lo que sufría cuando lo dejaban amarrado, en algún puerto con el agua salada mojándole el casco y la quilla mientras que sus mástiles se secaban y corroían hasta ser carcomidos y mostrarse herrumbrosos”.
Silencio. Una pequeña voluta de humo blanco que la ventisca impiadosa fagocitó inmediatamente, junto con la incomparable percepción olfativa de ese aroma tan clásico como inconfundible, seductor y placentero que emerge de una mezcla aromática de tabacos madurados –seguramente Golden Cavendish– quemándose en la cazoleta de una pequeña pipa Author, me permitió imaginar que ese “viejo marino” –así lo llamaré– bien sabía de qué hablaba.
Me senté a su lado para escucharlo y percibirlo con más claridad. Curtidos pómulos rosáceos, descuidada barba entrecana. Ojos muy oscuros clavados en algún lugar y, hasta quizás, en sus recuerdos, imaginé por su impronta y sus pocas pero profundas palabras que expresara y que pude escuchar. Vivir también puede ser un ejercicio permanente de memoria.
RECUERDOS
Cubría su cabeza con una vieja gorra de capitán prisionero en el campo de concentración de algunos recuerdos recordables que, incluso, podrían remitir a tiempos fugazmente gloriosos. Nada es para siempre. Tampoco la gloria.
Durante un largo rato permanecí mirándolo. Solo mirándolo. Creo que ni siquiera registraba mi presencia. No me atreví a interrumpir la que doy por cierto era su retrospección. Me pareció sacrílego hacerlo.
“La memoria no es solo nostalgia”, sostiene el papa León XIV, quien enfáticamente asegura que también “es la raíz del propósito y el mapa del significado” que cada quien, y cada cual, procura y, tal vez, consigue para darle o encontrarle sentido a la vida… o a la muerte. Memoria y recuerdo. Dos situaciones bien diferentes que marcan con precisión la enorme distancia que existe y separa anatómicamente al cerebro del corazón.
Si el cuerpo fuera del impreciso tamaño del universo, me animo a pensar y decir que cuarenta centímetros pueden ser miles de kilómetros de años luz en otros escenarios, en otras situaciones. Inhalé profundo. Un vaho salitroso rayano en la hiperoxia saturó mis pulmones.
Unos seis mil seiscientos sesenta y pocos kilómetros hacia el este está Sudáfrica. El anchísimo Atlántico Sur se interpone entre los dos continentes. Y allí también se guardan –voluntaria o involuntariamente– millones de secretos.
Lo tengo claro. Se dice –desde hace algunos días, aunque a fuerza de ser precisos no queda claro– que los buques de guerra que partieron desde la Base Naval Mar del Plata arrastraron al ARA Drummond y al ARA Sobral hasta un lugar no precisado distante entre 90 y 100 millas náuticas de la ciudad de Necochea, unos 135 kilómetros al sur de aquí.
Según la explicación de varios marinos de guerra –casi todos veteranos de Malvinas cuyas identidades preservaré– una vez allí, “en esa posición, por la tarde del 21 de mayo, en el transcurso de un ejercicio de artillería, los dos buques fueron hundidos. Quedarán en el mar Argentino para siempre”.
Muy probablemente, los mismos sensores hidroacústicos que triangularon con total precisión dónde terminó sus días el submarino ARA San Juan el 15 de noviembre de 2017 también “escucharon” el fin de las dos embarcaciones respetuosamente cañoneadas. El alférez José María Sobral –héroe naval, en cuya memoria uno de esos buques que combatió en Malvinas fue bautizado y permanecerá para siempre en el fondo del mar– también murió cuando cumplió 81 años, el 14 de abril de 1961.
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Corresponsal de La Nación en Argentina fue distinguido como Embajador por la Paz
Desde Buenos Aires, enviado especial
El periodista y académico Ricardo Rivas, corresponsal de La Nación en Argentina, fue distinguido como “Embajador por la Paz” por la Fundación Red Voz por la Paz y durante la ceremonia expresó que “la paz no es simplemente la ausencia de la guerra” y enfatizó que “con pobreza no es posible construir la paz. Con hambre, no es posible construir la paz”.
Agregó que “con desocupación, no es posible construir la paz. Sin educación pública y gratuita no es posible construir la paz. Sin justicia independiente no es posible construir la paz. Sin techo, no es posible construir la paz. Sin el respeto profundo de los derechos humanos no es posible construir la paz”.
El emotivo discurso de Rivas se desarrolló en horas de la tarde del lunes último en la Universidad CAECE de Buenos Aires. Allí, la fundación Red Voz por la Paz consignó que para galardonar a Rivas fue determinante su “extensa y prolífica trayectoria profesional en la defensa y promoción de los derechos humanos, de la libertad de expresión y de prensa, del derecho de opinión y sus más recientes publicaciones en el diario La Nación de Paraguay en favor de la paz”.
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Rivas agradeció la distinción recibida, que dedicó a su familia, amigos, amigas, compañeros, compañeras y directivos de La Nación/Nación Media, porque “hacer periodismo -siempre- es contar historias” y un trabajo colectivo, cuerpo a cuerpo, por lo que esta distinción le enorgullece y compromete más con la “co-construcción de una cultura de paz”.
El diploma que lo acredita como “Embajador por la Paz” lo recibió de manos del Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel; del artista ítalo argentino Odino Faccia y de la académica Ayelén Tomasini, presidente y vicepresidente respectivamente de la fundación.
En el transcurso de la premiación fueron distinguidos también como Embajadores por la Paz el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Ricardo Pérez Manrique, de Uruguay; el empresario y filántropo Marcelino Muñoz, de México; el catedrático Hamurabi Noufouri de Universidad de Buenos Aires (UBA); el empresario Eduardo Eurnekián; la artista plástica Nora Iniesta; y, el doctor Paulo Falcón, abogado, académico integrante del Instituto de Educación Superior para Latinoamérica y el Caribe de la Unesco y, rector de la Universidad CAECE.
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Amenaza de Defelippe es una “guarangada antidemocrática”, dice especialista internacional
El esposo de Soledad Núñez, candidato a senador y fabricante de oenegés, Bruno Defelippe, habló durante un programa de TV de su deseo de prohibir publicaciones del diario La Nación, por exponer encuestas que no posicionan a la chapa presidencial de la Concertación donde su esposa es la candidata a la Vicepresidencia de la República.
Al respecto, el vicepresidente de la Asociación de Corresponsales en América Latina y el Caribe (Socolac), Ricardo Rivas, calificó como una “guarangada antidemocrática” las expresiones de Defelippe al ir en contra de derechos humanos fundamentales.
“¿Cuándo miente este señor? ¿Cuándo dice ‘vótenme, que soy el defensor de las libertades’ o cuando habla del cierre del diario La Nación? Esto se mira desde una perspectiva de un Estado democrático de derecho, al tener en cuenta los estándares internacionales”, expresó el especialista en contacto con La Nación/Nación Media, citando además el objetivo de desarrollo sostenible de la agenda 2030 de las Naciones Unidas, de la cual forma parte el Paraguay.
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En el punto 10 del ODS 16, se habla de garantizar el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales, de conformidad con las leyes nacionales y los acuerdos internacionales. Rivas recuerda además que las estipulaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) expresa garantías y sanciones muy claras ante cualquier hecho que vaya en contra de la democracia, como el daño a la libertad de expresión o de prensa.
“Esto sin duda pone en grave riesgo a los trabajadores del diario La Nación y ya había expuesto esta situación en el Senado, diciendo que en la medida en que los actores políticos arremeten contra los medios de comunicación ponen a los periodistas en riesgo. Esto es grave porque se trata de un discurso de odio”, resaltó el vicepresidente de la Socolac.
Ante esto, reafirmó que restablecer el funcionamiento de las instituciones, como lo indica la democracia, es un punto de partida, no un punto de llegada. Señaló, además, que Defelippe invalidó todo su discurso con sus expresiones antidemocráticas, advirtiendo además que si ataca a los periodistas por sus expresiones, le puede esperar cosas peores a la ciudadanía que no concuerde con él, si es electo como senador.
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Defelippe en contra de la democracia
“Este candidato a senador, que se aprovecha del sistema democrático, procura hacer del Paraguay una zona silenciada, como las define el exrelator especializado en libertad de expresión del sistema interamericano Edison Lanza”, expresó Rivas.
De este modo, lamentó que aparte de lidiar con la precarización y la falta de garantías existentes para la protección de los comunicadores, ahora los periodistas también se debían enfrentar a actores políticos que amenacen la continuidad de su trabajo porque el medio en el cual se encuentran no es del agrado de determinados grupos políticos.
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“La libertad de expresión no es un derecho de los periodistas, es un derecho de la ciudadanía y sin ella es imposible para alguna sociedad reclamar absolutamente nada. Defelippe va en contra de la ciudadanía, no en contra de una cuestión corporativa; con sus expresiones, nos dijo a los paraguayos que es un autoritario y que va a sacar a cualquier persona que diga algo que lo moleste”, arremetió.
El vicepresidente de la Socolac aseveró además que últimamente se ha desarrollado una manía de estigmatizar a medios de comunicación y trabajadores/as de prensa. Esto referenciando que en lugar de emitir posturas hacia el grupo político contrario a una persona, se decide atacar a los comunicadores que únicamente realizan el trabajo de informar o publicar noticias, solo porque esas publicaciones no coinciden con los intereses de la persona afectada.
“Esta clase de personas descreen de la libertad de expresión y más aún de su derivado importante que es la libertad de prensa. Al no creer en estos derechos fundamentales, tratan como adversario a todo aquel que se encuentre en un sistema de medios que no es de su agrado; esto es un fenómeno visto en toda nuestra región y el Caribe”, apuntó.
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“Sin libertad de expresión no existen otras libertades”
En esta amena charla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, emitido por el canal GEN/Nación Media, el periodista Ricardo Rivas, vicepresidente y director ejecutivo de la Sociedad de Corresponsales en Latinoamérica y el Caribe (Socolac), reflexiona sobre el oficio de informar y los cambios que este sufrió bajo el impulso del avance tecnológico y la inmediatez que este impone. Al mismo tiempo, aboga por la inclusión del estudio de los derechos humanos en los programas de las carreras de periodismo partiendo de la base de que la libertad de expresión y el acceso a la información son garantes y condiciones sine qua non para el ejercicio de otros derechos.
Fotos: Nadia Monges
–ADS: En términos de contenido, ¿cómo se puede definir la transición entre el periodismo de antes y después de internet?
–RR: Yo creo que la diferencia sustancial está en la instantaneidad, se ha inventado esto de la noticia en desarrollo. Antes tenías que esperar que algo termine para saber qué pasaba y tenías un desarrollo. Hoy ves en la esquina cinco patrulleros, dos ambulancias, cuatro camiones de bomberos, sacás una foto, ponés 140 caracteres y lo mandás por Twitter, porque hay que saturar las redes, y ponés noticia en desarrollo. Tres horas después te enterás de que en realidad lo que estaban celebrando era una nueva amante del comisario que le estaba regalando unos calzones nuevos. Entonces, ahora qué hacemos, pusimos noticia en desarrollo, el sistema, el río informativo lo pusimos en tensión, en alerta. Entonces empezamos a escribir lo que podría haber ocurrido.
–Hoy hay una casi nula evaluación del impacto que los errores pueden suscitar en los lectores.
–Sí, pero el lector tiene una cierta diferencia con el emisor de la información. El lector, como decía el viejo (comunicador argentino Mario) Kaplún, no es un receptor, es un perceptor. Ahora falta más verificación. La cantidad de veces que mataron a los papas, a los cantantes, el Puma Rodríguez cuántas veces se murió.
–Este ha de ser uno de los oficios con más anécdotas.
–Emilio Petcoff, un grande, que había nacido en Europa y sus padres migraron a Misiones y luego a Buenos Aires. Uno de los más grandes cronistas policiales que inventó unos personajes para sus fuentes reservadas. En cierta oportunidad, llegamos todos a un lugar y había que distinguirse con creatividad literaria. Y Petcoff pone fulano de tal y la identidad del muerto, demostró una vez más que no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo con vida. Su cabeza apareció en tal lugar y el torso en otro. ¡Maestro!, porque lo podía haber contado, como lo contamos todos, mal. Dio un vuelo a eso que justifica aquellos que dicen que el periodismo escrito es una forma de literatura.
RELACIÓN
–Este debe ser un momento en el que el imperio de los formatos, o sea, en qué forma tienes que meter lo que escribís, ha pasado por encima como un tsunami al que era el imperio del contenido.
–Yo no estoy tan seguro porque si bien el domingo es un día que todos los diarios suben en ventas porque enfrenta a la familia a una situación inexplicable, que es vernos. ¿Y de qué hablamos? Los hartamos durante la semana de putear a los gobiernos. Nos hartamos durante la semana de decir que todo está caro, nos hartamos durante la semana de decir que hay que pagar la luz, la tarjeta y para qué compraste esa porquería. Y a mí me pasa con nuestras Ciertas Historias Inciertas que hay gente que me escribe cuando por allí no escribo un domingo y me dice por qué no estás. O un tipo que la vez pasada me puteaba con ganas y me encantó porque me decía que yo quería escribir como Roa Bastos y no me sale. Es una coincidencia que no me sale, pero no quiero escribir como Roa Bastos, quiero escribir como yo. Entonces yo creo que la relación de las audiencias, como llaman ahora, con los contenidos es una relación muy concreta. Que se opte por contenidos en joda porque de algo hay que reírse, como hoy que está circulando por Tiktok alguien que dice que cuando escuchás a Messi al revés el “qué mirás, bobo, anda para allá”, cuando escuchas al revés y está puteando en árabe. ¿Por qué pega eso? Y bueno, qué sé yo.
–El valor que tiene el testimonio de una generación que construyó el periodismo desde la literatura periodística es fundamental en este momento.
–El Washington Post, el New York Times, los diarios pesados, van al muro de pago, la front page en el website, y el que suscribe quiere firmas, quiere tipos pesados, no es el diario free, el diario abierto. Eso sí, a veces va un poquito menos denso, un poco más risueño y es muy importante la palabra de Ricky Martin, por ejemplo, acerca de la importancia del viento en la navegación a vela.
DERECHOS HUMANOS
–¿Cómo estás siguiendo la escuela de periodismo¿, ¿crees que va al galope de estas velocidades?
–No en general en las carreras de periodismo. Ahora estamos haciendo un trabajo fuerte con la organización que yo tengo el honor de vicepresidir, que es la Sociedad de Corresponsales en Latinoamérica y el Caribe, la Socolac, que tiene personería jurídica en Paraguay, es decir, es una organización paraguaya. Estamos trabajando con el Instituto de Educación Superior de Unesco, la Iesalc, para cambiar los programas porque estamos dando respuesta a las demandas que tenía el periodismo en los últimos 30 años del siglo pasado. Primero, no se habla ni se estudia derechos humanos. En América Latina, al no estudiar estas cuestiones, hay gente que cuando vos decís derechos humanos, se espanta, se les para el pelo y dice “otra vez vamos a hablar de 40 años atrás”. Hoy hay derechos humanos de tercera y cuarta generación que no tienen nada que ver con aquello y que tienen que ver, por ejemplo, con la explotación infanti, la explotación sexual o la trata laboral. Esas cuestiones tienen que ser abordadas en las escuelas de periodismo, en las carreras de periodismo, acceso a la información pública, derecho humano sustancial, libertad de expresión. Hay quienes no entienden, hay quienes dicen “bueno, porque la libertad de expresión los periodistas lo piden de una forma casi como corporativa”. No. Sin libertad de expresión no existen otras libertades. Sin libertad de expresión no puedo hacerte saber lo que me falta. Después lo tomamos y lo escribimos y lo contamos. El derecho de opinión. Entonces, todas estas cuestiones no se abordan adecuadamente en las carreras de periodismo. Yo tengo la cátedra de opinión pública hace no sé cuántos años, pero hubo que imponerla. Porque decían que era cosa de los sociólogos, el proceso electoral, blablablá. Son cosas que también el ciudadano tiene que entender.
–¿Crees que la Justicia está acompañando este proceso de libertad de expresión en América Latina?
–Hace unos años, con el actual presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ricardo Pérez Manrique, empezamos junto con otro amigo, Guilherme Canela, a recorrer América Latina y capacitando a operadores de justicia en cuestiones de libertad de expresión, de acceso a la información pública, de derecho de opinión, libertad de prensa. Y llegamos a capacitar a 13.000 operadores de justicia, jueces, fiscales, defensores públicos. Alguien podría decir “no, pero los jueces esto lo estudian en la facultad”. Todos estudian en la facultad, pero después hay que empezar a trabajar. Hoy ese programa, que empezamos presencialmente con financiación de Suecia, es un programa de alcance global, se hace a distancia. Ya son 26.000 los operadores de justicia capacitados en el mundo. Y la cuestión de la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de opinión, el acceso a la información pública es algo que encarna todo. Pero en general no se trabaja eso. Yo soy la primera cohorte, estamos haciendo diplomaturas para periodistas especializados en derechos humanos con la Corte Interamericana. Entonces hoy ya somos 700. Y además capacitamos en nuestros medios. En diversidad, por ejemplo. En Paraguay hay más diversidad que los mismos paraguayos y paraguayas se dan cuenta porque se mantiene el idioma del pueblo originario, pero no puede haber diversidad si no tenemos, señores, señoras, pueblos originarios y como dicen ahora, afrodescendientes, porque está mal que yo te diga “qué hacés negro, cómo andás?
CHISMORREO
–En este mismo contexto está el dichoso tema de las redes sociales, que es imposible de regular y que parece que en la medida que pasa el tiempo no nos terminamos de adaptar y es un fenómeno que tiene su propia personalidad.
–Creo que el problema no son las redes. El chismorreo barrial hoy es el barrio más amplio y está en la red. Y sí, el chismorreo que pasó de la puerta del barrio pasó a la red y tenemos lo mismo desde el tipo que va en un auto y levanta el celular, fotografía algo y te dice “mirá lo que estoy viendo”.
–¿Finalmente el problema es de los tipos que creen que comunicar es un asunto de intelectuales?
–Yo creo que ahí el problema lo tienen los intelectuales. Un día me trajiste acá y yo no sabía bien a qué venía. Y me llevó hacia una universidad a hablar ya no recuerdo de qué cosa, pero estábamos los tres vestidos de negro, parecíamos casi tres cantantes de tango viejos y nos diferenciamos de ellos que no teníamos el pelo pintado en colorado. Entonces, este alguien, señor muy respetable, que creo que era el rector de esa universidad, me presentó como un intelectual y lo primero que hice fue bromear cuando empecé a hablar diciendo que yo le pedía disculpas a los intelectuales porque equivocadamente me habían categorizado en este sentido. Los intelectuales son todos aquellos que trabajan con el pensamiento. Ahora que haya intelectuales notables es una cosa, pero no todos pueden ser intelectuales notables. Y es razonable que así sea. Yo muchas veces apunto a los programas de televisión en horas de la tarde donde una conductora famosa cuenta en la Argentina que su esposo, exjugador de fútbol y periodista deportivo notable, y se puede hacer porque obviamente es muy difícil encontrar errores de ortografía al hablar, aunque hay quienes lo tienen. Entonces, esta señora cuenta que se depilan mutuamente. Y que su esposo le depila el traste y ella le depila la pelvis. Ahh mierda. Esto pega, circula, hay memes. ¿Qué diferencia tiene esto con las charlas barriales?
–El periodismo hasta hoy reniega de la fragilidad de las redes en materia de calidad, pero inexorablemente se sube a ellas para impactar.
–Es inevitable. Los estudiantes me dicen “pero vos tenés todo”. Sí, estoy en Snapchat, en Tiktok, en Instagram. Sí, por qué no voy a estar. A ver, ¿está prohibido para el vejestorio?, ¿no puedo porque dentro de un mes cumplo 72?, ¿no puedo tener todo eso? Creo que hay una apropiación de esto incluso de aquellos que hemos abrevado de tipos como Dani Prieto Castillo, esos grandes de la comunicación como Alcira Argumedo, como Marita Mata, como vos con la comunicación para el desarrollo. Señoras y señoras, público, yo he estudiado por las explicaciones de mi profe.
–Este mundo dentro de todo precisa certezas en un contexto en el que estamos descubriendo una nueva bestia que es la noticia falsa.
–Pero también nos dijeron que Nerón incendió Roma mientras tocaba la lira, pero no es cierto. Según los últimos estudios Nerón parece que no tocaba la lira, tocaba a otras personas y no incendió Roma. Esa fake news le venimos trayendo desde muchos años. Nos decía también Dani Prieto Castillo que la comunicación es una guerra de percepciones. Entonces, cuando además a la comunicación le agregás esta cosa del minuto a minuto, que tenés la cucaracha y el productor ejecutivo te va diciendo “no mandes cortes, seguí, seguí, que vamos adelante”. Eso te hace decir estupideces, que a algunos les salen estupendas, claro, con mucha calidad.
“MENTIME QUE ME GUSTA”
–Son procesos ya incambiables. O sea, probablemente todo esto que está pasando con menos calidad va a pasar con mayor calidad en el futuro.
–O no. Un estudio del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) que yo lo publiqué en el diario dice que lejos de los bots y los trolls y todas esas palabras rarotas para circular información falsa, los que más hacen circular la información falsa son los humanos sabiendo que son falsas. Mentime que me gusta. Esto no se parece nada a lo que vivimos y yo me siento un privilegiado, me siento feliz de saber que, como dice (el periodista español Ignacio) Ramonet, otro periodismo es posible, pero acá no estoy hablando del contenido que generamos, sino de la forma en que llegamos al contenido a partir de la experiencia personal. Vos y yo hoy no estaríamos en esta mesa ni dialogando todo este tiempo de todas estas cosas, que no sé si le importan a alguien, si no hubiésemos conocido aquello.
–Un pibe de secundaria te golpea la puerta y te comenta de su interés de dedicarse al periodismo. ¿Qué le decís?
–Primero si sabe de qué se trata. Primero, yo le he preguntado a los chicos en la universidad, ya no lo hago más, les daba tres preguntas sobre por qué periodismo. ¿Qué quieres hacer cuando seas periodista? Eran las dos preguntas claves. Entonces, me decían “porque me quiero parecer a...”. ¿Y a qué quieres llegar con esto? “Quiero tener plata y ser famoso”. Esa es la enfermedad de la tele. Esa cuestión no sé si se tiene demasiado en claro. Don Carlos Montero era uno de los grandes de la tele que llegó con los cubanos, con Goar Mestre y con todo. Y yo aprendí mucho de él. Una vez me dice “periodismo es correrle a la pelota, siempre correrla”. Y le digo ¿y el gol? “Usted corra a la pelota. Y si lo dejan seguir corriendo la pelota es porque la está corriendo bien, no me moleste más, váyase”. Ahora, ¿saben nuestros colegas en ciernes que de esto se trata?
–Es nuestra responsabilidad contarles.
–Y uno trata, pero te preguntan después ¿cuándo son las vacaciones?