- DE LA CABEZA
- Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
- Dr. Mime
“Si no leo, me aburro”, decía un adagio con la ilustración de un burrito que hacía honor a la cualidad de romper la ignorancia que tiene la lectura, y que nos servía de señalador en los libros de la época de la facultad. La lectura es un hábito que enriquece, y, sin ir más lejos, hace que usted y yo, querida lectora, querido lector, podamos conocernos, letras mediante, y convivir unos minutos cada semana en el interior de su cerebro. Y justamente ese es el hincapié que deseo hacer en la columna de esta semana: la importancia cerebral de la lectura.
Además de generadores de empatía, bienestar y compañía, los libros también son perfectos “simuladores de realidad” en la medida en que nos permiten testear situaciones y aprender sin necesidad de la experiencia directa. La cantidad de notas y estudios dedicados a indagar en los efectos de las historias en los últimos años es abrumadora. Desde la psicología de la narrativa se plantea que nuestras historias de vida son más que páginas imaginarias de Wikipedia que citan datos específicos en un orden cronológico, sino series de vivencias que vamos hilvanando, integrando, separando y volviendo a unir en la búsqueda de sentido. El modo en que lo hacemos, las cosas omitimos y que incluimos moldean nuestra persona; querer contarla es una pulsión natural en tanto se considera somos “animales narrativos”, acostumbrados a comunicarnos a través de relatos.
Ahora, ¿qué sucede en el cerebro cuando leemos? Resulta que no solo podemos suponer el impacto profundo de una historia, sino que también podemos “verlo”. Mediante imágenes por resonancia magnética funcional, científicos de las universidades de Princeton y California observaron cómo reaccionaba el cerebro de voluntarios mientras escuchaban un cuento. En el emisor y el receptor se activaban áreas que regulaban la decodificación de los sentimientos ajenos y la sensibilidad moral. Desde el descubrimiento de las neuronas espejo (aquellas que se activan cuando ejecutamos una acción y cuando observamos esa misma acción realizada por otro), la llamada “neurociencia de la empatía” se ha vuelto un campo de estudio en alza. Un trabajo publicado ya en el 2011 en el Annual Review of Psychology mostraba de qué manera la gente que leía acerca de una experiencia exhibía actividad neuronal similar a la generada al experimentar en carne propia estas vivencias. Es así que, cuando nos topamos en la lectura con un pasaje de acción se activan áreas encargadas del procesamiento del lenguaje a la vez que se activa la corteza motora, la misma área que se activaría si estuviéramos viviendo la escena. Si la lectura nos atrapa, hay cambios reales en la estructura cerebral que pueden medirse, y esa modificación se mantiene por cinco días, aún cuando hemos terminado el libro en cuestión. Por eso la lectura promueve la empatía.
Si bien para algunos estas hipótesis son demasiado complejas para ser corroboradas por resonancias magnéticas o discursos bienintencionados respecto de que la lectura se traduzca en un comportamiento más altruista, existen beneficios directos que se desprenden del hábito. Hay evidencia que señala que desde un punto de vista neurobiológico, leer tiene similitudes con el acto de meditar, con los mismos beneficios para la salud que los de la relajación profunda. Asimismo, los lectores regulares duermen mejor, tienen niveles de estrés menores, mejor autoestima y menos depresión que aquellos que no leen. Cuando adquirimos nuevos conocimientos a través de la lectura el cerebro cambia su estructura. Se fortalecen las conexiones neuronales (la famosa neuroplasticidad). Al entrenar el cerebro a través de la lectura ponemos en acción a una velocidad tremenda, complejos procesos semánticos, ortográficos y fonológicos. Hay muchas diferencias entre los cerebros de las personas alfabetizadas de aquellas que no lo están. Y también tiene que ver cuál género leemos: diversos trabajos postulan que leer novelas supone una ventaja por sobre otros géneros. Según un paper del 2013 publicado en Science, aquellos que leen ficción literaria en vez de ficción popular o no ficción obtienen mejores resultados en test de percepción social y en el llamado espectro de la llamada “teoría de la mente” (la habilidad para anticipar lo que otros pueden estar pensando/sintiendo).
La lectura y escritura producen efectos benéficos. Esto se apoya en el hecho de que son procesos cognitivos que a través de los personajes y las narrativas ayudan a la comprensión del acontecer de la vida, de las emociones y angustias. Resta ver hasta dónde influyen los libros en nosotros, o nosotros en el proceso de la lectura. Mientras tanto, para los amantes de la lectura, sus beneficios no necesitan mayores pruebas científicas: solo nos volcamos a este hermoso placer que nos tiene DE LA CABEZA. Nos seguimos leyendo siempre.