- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Lo realizado hasta ahora por ir revirtiendo en forma gradual el déficit que seguimos observando a nivel país en materia de infraestructura desde hace muchos años, sería un poco difícil que dentro del mediano plazo permitan atender cualitativa y cuantitativamente las necesidades y el rezago que seguimos adoleciendo, pues al seguir orientando los gastos corrientes en mayor porcentaje al pago de sueldos y otros beneficios dentro del PGN deja escaso margen para destinarlo a obras de infraestructura a nivel país.
Los problemas y discusiones que acarrea cada año la aprobación del PGN derivado más de cuestiones políticas antes que técnicas hace que sigamos tropezando con las mismas dificultades históricas, dado que las necesidades son y seguirán siendo ilimitadas, pero en contrapartida los recursos disponibles son finitos o limitados.
Volvemos a repetir, pues tiene razón de ser que uno de los grandes problemas de fondo con que tropieza el Estado se llama superpoblación de funcionarios públicos en todo el país dentro de los tres poderes, para un país pequeño como el nuestro donde la cantidad de habitantes apenitas supera los 7,4 millones, sin que se pueda visualizar una atención de calidad al ciudadano que bien se lo merece, pues es el que permite que esta multitud siga percibiendo sus haberes mensuales, muchísimos de ellos sin aportar valor agregado.
Esta problemática hace que año a año el nivel de gastos rígidos englobados dentro del rubro de gastos corrientes acaparen mucho más del 70% de los ingresos fiscales, quedando una escasísima disponibilidad de recursos para hacer frente a la cobertura que demandan Educación y Salud Pública.
La calidad del gasto debe ser objeto de una urgente evaluación y reingeniería que permita tener un PGN más equilibrado, pues de lo contrario no quedaría otra alternativa más que la de tener que seguir incrementando nuestros niveles de endeudamiento externo e interno, golpeando fuertemente a nuestro déficit fiscal vs PIB.
Precisamos, invertir con mayor fuerza y convicción en infraestructura en toda nuestra geografía. Así de simple.
Nuestro déficit de calidad educativa es de carácter estructural, no siendo fácil superar los problemas que venimos arrastrando desde hace décadas, pero que habrá que buscar la forma de darle una solución de fondo y forma, pues con los niveles mínimos de inversión realizados vs el PIB (el más bajo de toda América Latina) dentro de un mundo cada vez más globalizado, exigente y competitivo, muy difícilmente podremos salir adelante.
La pandemia del covid-19 puso al descubierto la fragilidad estructural en nuestro país, lo que hizo que “a las apuradas” se tuvieran que construir y equipar unidades de contingencia para poder atender al aluvión de enfermos como consecuencia de este maldito virus, que ha llevado más de 16.000 vidas humanas.
La mayoría de nuestros hospitales y centros de salud del interior de nuestro país siguen adoleciendo de una infraestructura edilicia y en equipos por debajo de lo que se observan en otros países, haciendo que por más buenos profesionales médicos que tengamos no podrían hacer milagros por sus pacientes.
De nada valdría mejorar en obras de infraestructura si nuestra gente sigue adoleciendo de una deficiente calidad educativa y niveles de salud pública distante a la de otros países, pues la productividad y crecimiento de un país se logran con gente sana y fuerte.
Estamos en plena era de la tecnología, en donde lo digital es la constante, lo que hace suponer que si se hace una reingeniería profesional en el sector público, nuestras instituciones podrían funcionar con mucho menos funcionarios, lo que nos daría la posibilidad potencial de reorientar una parte de dichos recursos a reforzar otras necesidades perentorias a nivel país.
La principal obsesión del próximo gobierno, que permitan ir superando todas estas anomalías que afectan a nuestra macro y microeconomía y podamos salir a flote deberá estar concentrada en reducir la inmensa cantidad de desempleo, mejorar sensiblemente la salud pública y calidad educativa, y lograr una administración pública con funcionarios que sepan qué y cómo se deben hacer bien las cosas, pues somos un país pobre, pero, nos encanta vivir como ricos.