EL PODER DE LA CONCIENCIA

La escena es cortita y muy graciosa. Apenas dura unos segundos. Llega el dueño de casa y se encuentra con la sorpresa de un “popó” en medio de la cocina. Furioso, llama al supuesto guardián Firuláis y le pregunta con tono de reclamo: “¿Quién hizo popó en la cocina?”.

El perro, sorprendido y acorralado, responde lo primero que se le viene a la mente: “¡El gato!”, acusa con cara de la más absoluta inocencia. Sin embargo, el humano –que al instante se da cuenta de la mentira– retruca con: “Pero, nosotros no tenemos gato...”. La transformación de la cara del can es un poema y en sus ojos ahora se lee un “¡Ups!” de que fue pillado.

La edición de este reel en Facebook es simple y contundente. No tiene ni el presupuesto ni los efectos especiales de Hollywood, pero el peludito protagonista se roba toda la ternura en la escena final, al punto de merecer un premio Oscar.

Otros actores que en estos días también tuvieron destacada actuación en el mundo de la mentira fueron el ministro del Interior, Federico González, quien hasta llamó a conferencia de prensa para asegurar que en ningún momento se recibió información acerca del supuesto lugar en el que los del EPP enterraron el cuerpo del ex vicepresidente de la República Óscar Denis, como afirmara la ex coordinadora de Penitenciarías de Mujeres Ana Dina Coronel.

Como nuestro amigo Firuláis, González también ponía cara de inocente y afirmaba que el entonces ministro de Justicia, Édgar Olmedo, tampoco recibió esa información; sin embargo, pocas horas después tuvo que cambiar su exposición cuando unos reveladores chats se hicieron públicos y demostraron que el gato era inocente y que Olmedo había recibido el dato meses atrás, pero que no le había dado importancia.

Otro que también se cayó de la cama cuando era bebé y no entiende nada es el actual titular de Justicia, Daniel Benítez, quien por poco no juró con la mano sobre la Biblia que él tampoco recibió algún chat sobre el paradero de Denis. Si hubiera estado dentro de sus posibilidades habría llamado a Firuláis como su testigo... pero no tuvo tiempo para demostrar que el gato era el culpable porque unos nuevos chats lo comprometían.

Con la estrategia de poner cara de “yo no fui” y la consigna del célebre artista de la propaganda nazi Joseph Goebbels, este Gobierno lleva adelante el manual de “Miente, miente, que algo queda”.

Ninguno de ellos entiende que mentir está mal, que ellos son funcionarios públicos que reciben su salario del bolsillo de los ciudadanos y que se deben completamente a ellos, no al Presidente.

No son empleados del gobierno de turno, sino que están en su puesto ejerciendo funciones para que el engranaje del Estado se mueva en armonía y que dé resultados óptimos. Por lo tanto, no tienen derecho de mentir, ni ocultar información, y menos fingir olvidos porque como en el caso del reel, ya nadie les cree sus reiteradas acusaciones al gato.

Es fundamental visibilizar dos realidades que en estos tiempos parecen olvidadas. La primera es que los mentirosos no son aptos para servir, por tanto, deben abandonar la función pública. Siempre dan excusas según su conveniencia personal y no valoran en su justa medida conceptos básicos como ética, que debieron aprender desde la infancia. Ya sea como lección de religión, el octavo mandamiento reza “No dirás falso testimonio ni mentirás”. O como cultura popular, eso de “el que miente roba, el que roba mata y el que mata se va a la cárcel”. Es el ABC, pero retorcido.

La segunda realidad es peor ya que los mentirosos no solo traicionan la confianza que se les otorga como un bien sagrado, sino que se creen más astutos que a quienes deben servir. Y deshonran la oportunidad que recibieron, también son malos ejemplos para el entorno y además se burlan de sus mandantes.

Este gobierno normalizó la mentira y eso es inaceptable. Las denuncias se suman, ya sea en el IPS, en Dinatran, en triangulaciones de asfalto, en licitaciones dirigidas, en miles de muertes evitables, en viajes fantasma, en permisos para féretros, en sobrefacturaciones, en relaciones con narcotraficantes. Son tantas las mentiras que hasta cuando dicen que se quemaron 7.000 máquinas para votar queda la duda. ¿Se quemaron realmente? ¿Podrían ser usadas con fines ilícitos?

Muchas de las cosas que creíamos imposibles sucedieron en este gobierno. Lentamente la verdadera cara de Firuláis aparece en la imagen final. Pero a diferencia del reel, no tiene ninguna gracia.

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