El caso de Silvina Luna conmocionó a toda la Argentina. La modelo y presentadora de TV, de 43 años, falleció hace un mes, el 31 de agosto, como consecuencia de una mala praxis.
Aunque el concepto “mala praxis” es usado en casos de medicina, también se refiere a otros profesionales que cometen un error. En medicina sería, por ejemplo, cuando una persona acude por un problema menor y tras el procedimiento el paciente fallece o queda con secuelas.
Es como si alguien fuera al facultativo a causa de una uña encarnada. Lo revisan, le aplican anestesia local, le cortan la uña que provoca el problema y luego le vendan la herida. Tras unos días, esa experiencia debería quedar en el recuerdo, pero ocurre que el paciente regresa para su control y al retirar el vendaje descubren que el dedo está infectado porque en el momento de la cirugía no se tomaron las precauciones de asepsia debidas y se produjo una infección.
El cuadro puede llevar a la muerte del paciente o en el mejor de los casos a la amputación del dedo o al uso de antibióticos para evitar semejante desenlace.
En el caso de la modelo argentina, los medios informaron que el deceso se produjo mientras luchaba “contra una insuficiencia renal aguda provocada por mala praxis en una operación estética a la que se sometió en 2011. Este es solo un caso, pero los ejemplos se replican por todo el mundo y aunque no en todos los casos el resultado es fatal, el final puede ser tanto o más doloroso.
En marzo de este año, en el Hospital San Donato de Arezzo, de Italia, detonó otro caso de mala praxis que indignó a todo el país cuando un cirujano le amputó el miembro a un hombre de 69 para “librarlo de un tumor”. La cirugía fue todo un éxito y la vida del paciente estaba a salvo gracias al doctor, pero… tras analizar los resultados de la biopsia se percataron de que no había rastros de tumor.
Desde entonces se desató una batalla legal, pero la vida del hombre y de la familia había cambiado para siempre.
Aunque este caso parezca una anécdota, este tipo de situaciones son más frecuentes de las deseadas. En Encarnación, Paraguay, este jueves, hace apenas dos días, una mujer de 46 años denunció que el martes anterior había sido víctima de mala praxis.
Según cuenta, ella acudió al hospital y los médicos le recomendaron una cirugía por una hernia de ombligo. La operación también fue exitosa y todos estaban felices… hasta que la hija se dio cuenta del error: ¡le habían extirpado la vesícula!
¿Cómo fue posible? Como si uno fuera al médico porque tiene problemas con la pierna derecha y terminan cortándole la izquierda. Y, sin embargo, sucede.
El caso también ocurrió en Paraguay cuando el 8 de julio del año pasado, un hombre de 78 años acudió de urgencia al hospital. Le diagnosticaron trombosis en la pierna derecha y la recomendación fue amputársela. Horas después, tras el “éxito” de la intervención quirúrgica, los familiares se dieron cuenta de que la pierna cercenada había sido la izquierda y no la derecha. La confusión se dio, supuestamente, porque la izquierda también tenía problemas y había sido vendada, lo que confundió a los cirujanos.
Aunque este episodio causó gran revuelo en su momento, lo cierto es que pasó al olvido como los cientos que ocurren en mayor o menor grado en los hospitales y pasan desapercibidos por conveniencia o por alguna orden. Pero no debería ser así.
¿Es mala praxis firmar un contrato de salud, pagar por un servicio y no recibir la atención prometida? ¿O cuando una institución debe proveer medicamentos y no cumple con la normalizada e inconcebible excusa de que “no hay”? ¿O cuando los enfermos oncológicos dejan de recibir su sesión de quimio por falta del fármaco?
Los casos se visualizan todos los días, los pacientes hacen las denuncias, pero en realidad y reflexionando objetivamente, no deberían ocurrir nunca. Y, sin embargo, nos acostumbramos a las excusas.