• Por Pepa Kostianovsky

Por si alguno nunca se haya molestado en leerla, o la tenga muy olvidada, les recuerdo que la Constitución Nacional establece cla­ramente que la República del Paraguay es un ESTADO SOCIAL DE DERECHO. Es explícito.

Honestamente, no conozco el Derecho Constitucional Comparado, vale decir que no estoy al tanto de si hay otros países demo­cráticos que establecen esta definición en sus leyes, o si simplemente hablan de Estado de Derecho, y lo de Social es exclusivo y para­guayo, pero lo cierto y concreto es que nues­tra Constitución Nacional lo pone clarísimo.

Un Estado de Derecho puede ser República, una Monarquía, Presidencialista, Parla­mentarista, etc, etc.

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A partir de ello, en una República deberá gobernar de acuerdo a la Constitución Nacional y las leyes.

Últimamente, y en especial, por nuestros alrededores parece haber una pequeña con­fusión con eso de capitalista, liberal y socia­lista. Lo cual deviene en grandes dificul­tades para una conciliación democrática.

Todo esto no pasa por racismos, ni hetero­fobias, que también existen, sino sencilla­mente por decidir a que bolsillos van a parar la producción y la riqueza.

La cadena de producción es un concepto creado por un par de señores (a los que no voy a citar, para evitar problemas). Y con­siste en que para obtener un producto se necesitan tres factores: la tierra, el capital y el trabajo.

El Derecho Absoluto de los propietarios de la tierra fue el feudalismo, que demar­caba la pauperización casi esclava del trabajador.

La Revolución Francesa fue el hartazgo que descabezó literalmente a los señores feuda­les, y siguió por sus carriles empoderando al capitalismo, es decir, a los dueños del dinero. Los rusos intentaron dar un salto más san­griento y se instalaron tras una y otra orgía de sangre en el comunismo. No les fue bien.

Como decía, el que quedó bastante bien parado en este mediomundo occidental y cristiano, ha sido el capitalismo, que no es precisamente una maravilla, ya que usa el mote de liberal, para disimular que aún queda pendiente una justa distribución de la producción, o ganancia, que considere también al sector más amplio y general­mente abusado, el trabajador.

Baste como ejemplo lo que anda haciendo el señor Milei, que para pagar cuentas y andar a los besitos con el BM, el FMI y otros mucha­chos impíos, genera inflaciones, desalojos, cierre de empresas, y lo peor de todo: des­empleo, el Quinto Jinete del Apocalipsis.

Por eso, no bastan los estados de derecho, que no protejan a los que ponen el hombro. Que se ocupe de una justa política imposi­tiva y laboral. Que garantice salud, educa­ción y salarios que permitan al trabajador vivir con dignidad.

Y no hablo de beneficencia, de caridad ni de limosnas, sino de remuneración justa de lo que ese “sudor de tu frente” que nos legaron Adán y Eva, se traduzca en el mejor y propio pan. Eso sí es un Estado Social de Derecho.


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