Finalmente, el presidente de la República, Santiago Peña, promulgó la Ley de Transparencia de las Organizaciones Sin Fines de Lucro (OSFL), que busca establecer un régimen de transparencia y un registro oficial de estas organizaciones, con el objetivo de mejorar la coordinación entre estas y el Estado, fomentando la rendición de cuentas y el impacto positivo para la ciudadanía.

En el mismo decreto, se encomienda al Ministerio de Economía y Finanzas que, a través del Equipo Nacional Estrategia País (ENEP), se inicien los trabajos para la reglamentación de la ley de manera participativa con todos los sectores involucrados. Eso implica que la aplicación e implementación de la normativa no será inmediata y, además, se abre nuevamente un diálogo para garantizar que se cumpla con la finalidad para la cual fue creada.

Cabe resaltar que el ENEP está integrado también por representantes de la sociedad civil lo que demuestra que la ley está lejos de ser un “garrote”, tal como falsamente quisieron instalar ante la opinión pública varias de estas organizaciones. Lo irónico es que muchas de estas oenegés son las que precisamente se embanderan con la transparencia y la lucha contra la corrupción.

Acá lo importante es que finalmente el Gobierno, representado por los tres poderes del Estado, legítimamente constituidos, va a poder requerir informes y las organizaciones estarán obligadas a proveerlos y publicarlos en su página web para que toda la ciudadanía conozca los detalles de lo que hacen, quiénes son sus aportantes y en consecuencia a qué intereses responden.

Es importante recalcar lo que mencionaba el senador Gustavo Leite, uno de los proyectistas de la ley, quien aclara que acá no se prohíbe nada sino lo que se busca simplemente es que quienes quieran hacer política pública o incidir en la gestión pública sin pasar por las urnas, tengan que demostrar de dónde vienen sus fondos y, por tanto, para quiénes trabajan.

Está claro que hace referencia y afecta exclusivamente a aquellas organizaciones y entidades que tienen algún tipo de participación e incidencia en las políticas públicas, que es donde precisamente estos sectores intentan instalar las agendas foráneas que son bien conocidas y que, en muchos casos, atentan contra los pilares de nuestra sociedad.

Por eso lo que realmente molesta e indigna es que quienes tanto pregonan la transparencia y la tolerancia sean los que más se oponen al control de su gestión y sus cuentas. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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