• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

A horas de que Paraguay enfrente a Bolivia en el muy complejo escenario de El Alto, a más de cuatro mil cien metros de altura sobre el nivel del mar, aún retumba en el corazón de todos los paraguayos la victoria sobre Argentina y un titular que la presentó de manera impecable: “La Albirroja tumbó a la campeona del mundo”. La magnífica obra de arte sin precedentes firmada por Tony Sanabria y todo el desempeño reflejado en la actuación de jugadores como Alderete, Gustavo Gómez, Velázquez, Cubas, Diego Gómez y el extraordinario partido que hizo Almirón, nos transmiten esos aires de optimismo como que tanto necesitamos como pueblo. El coraje, la garra, el buen juego en equipo, la capacidad de superación y rebeldía para afrontar los obstáculos y remontar un resultado adverso contra la selección campeona del mundo y bicampeona de la Copa América que volvió a Buenos Aires con las manos vacías. Tal vez con un poquito menos de egocentrismo, pero solo tal vez.

En su siempre recomendable obra “La metamorfosis”, Kafka nos expone la fragilidad de la identidad. Nos recuerda que, en un mundo repleto de normas, expectativas sociales, juicios y prejuicios, la verdadera tragedia se da cuando perdemos la conexión con nuestra propia identidad, con nuestras raíces. Finalmente queda la pregunta que al finalizar el libro es casi obvia: ¿Cuánto de nuestra identidad está definida por los demás?

La suma de estas sensaciones y otras que podrían citarse son coincidentes con la recepción que tuvo en un segmento mayoritario de la población la promulgación realizada por el presidente de la República, Santiago Peña, a la ley de transparencia de las organizaciones sin fines de lucro. La iniciativa legislativa cumple con un objetivo bastante sencillo pero muy resistido: igualar la cancha, una reivindicación expresada por la ciudadanía ya en plena campaña electoral pasada, que un grupo de organizaciones que no tenían sobre sí prácticamente ningún control ni mecanismo de transparencia y que paradójicamente sí hacían las veces de contralores, fiscales y jueces de facto. Un grupo muy exclusivo, poderoso y reducido de personas y familias manejan estas organizaciones hace décadas y las usan como plataformas de financiamiento de campañas de instalación de temas de agenda pública, posicionamiento de algunas figuras políticas y menoscabo de otras. Ejercen una influencia excesiva en áreas e instituciones del Estado vinculadas a la educación y el ambiente, solo por citar ejemplos. Reciben todos los beneficios, pero sin el desgaste que implica la toma efectiva de decisiones.

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La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, pasa por el cumplimiento de las propuestas electorales, por darle al electorado que delega su poder la confianza de que se hace lo que se dice y se dice lo que se hace. Finalmente, se trata de previsibilidad, esa es la mejor forma de responder a las aves de paso y carroña de la politiquería que buscan medrar sobre la unidad de los paraguayos. Por eso, la promulgación del presidente Peña es un golazo.

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