La inauguración e inicio de las operaciones del puerto de Chancay, a 80 km de Lima, construido, financiado y operado exclusivamente por China continental, ha hecho que varios expertos en materia geopolítica coincidan en un punto: no es un puerto que China construyó para Perú, es un megapuerto en territorio peruano que China lo ha mandado a construir para sí mismo.

China no está para altruismo, eso está claro para todos y nunca juega todas las cartas de una sola vez y para este gigante, sus reglas de juego son más importantes que toda legislación internacional.

La empresa Cosco Ocean Shipping Company (Cosco) ha encarado la construcción de esta megaobra en la costa peruana, invirtiendo aproximadamente cerca de USD 1.300 millones (algunas fuentes lo elevan a USD 3.500 millones) sin reparar en daños ambientales o sociales y mucho menos, en pensar en cómo compensar a los miles de afectados peruanos en la zona por esta obra

Cosco es propiedad del Gobierno chino, por lo tanto es un puerto construido, operado, gerenciado y financiado por el Partido Comunista chino, la única autoridad de ese país que inteligentemente ha abrazado un sistema de economía capitalista, pero dejando el control político sin modificar esa esencia desde los tiempos en que Mao Tsé Tung tomó el control del país, a fines de la década del 40.

Como tal, el puerto de Chancay utiliza recursos humanos traídos desde China, dejando en realidad migajas para los trabajadores peruanos y ni qué decir para los residentes de esta zona alejada del mundo urbano.

También los pescadores han comenzado a sentir la diferencia entre un antes y un después del inicio de la construcción del puerto. Los chinos son grandes depredadores de los recursos marinos. Tienen por costumbre o hábito pescar en los límites de las zonas económicas exclusivas de cada país y en este caso Perú no ha sido una excepción, pero ahora Chancay le brinda logística y protección a sus navíos de pesca.

Las perspectivas para que los peruanos puedan servirse de la gran obra de Chancay son casi nulas, porque China no busca beneficio para sus “aliados”, solo busca el suyo propio, algo que pensándolo bien no está del todo mal, pero el costo que pagan los gobiernos ingenuos y corruptos puede ser devastador para quien acepte “la generosa” contribución.

Al ser una lugar donde el control lo tiene una empresa del Gobierno chino, Chancay automáticamente se convierte en un puerto al servicio militar de China, ¿quien lo podría evitar?

De la misma manera en que funciona la “base meteorológica” en la Patagonia argentina, ahora también los chinos ya tienen un puerto de aguas profundas e infraestructura para desde allí, incluso, operar naves militares de todo tipo.

Este paso dado por China para posicionarse más en América del Sur es solo otro eslabón de su proyecto global conocido como la Ruta de la Seda, y para este caso, China ya tiene en Perú su propio “puerto de la seda” y nada impediría que Chancay termine convirtiéndose en una base naval del gigante asiático, pues como dice un refrán popular, “piensa mal y acertarás”.

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