DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- marianonin@gmail.com
Mientras lees estas líneas, está sucediendo. Cada semana se registran en promedio 9 partos de niñas de entre 10 y 14 años asociados al abuso sexual y falta de servicios de consejería amigable.
En adolescentes de entre 15 y 19 años la cifra asciende a 32 partos por día.
La muerte de mujeres adolescentes por causas relacionadas al embarazo fue la sexta causa de muertes en esa población. No son casos aislados. Son parte de una triste y cotidiana rutina.
Según las Naciones Unidas en Paraguay en los últimos 10 años, la gravidez de las niñas de 10 a 14 años aumentó en un 62,6 % con relación a los datos de la década anterior.
Se trata de niñas abusadas.
Nos escandalizamos. Pero no es un problema nuevo. Es terrible y va en aumento. Es una realidad que la mayoría ignora, otros tapan y muchos callan. Trasciende al tiempo... y sobrevive.
Un aumento de casos descontrolado, violento y progresivo.
La violación sexual es quizás la forma más repugnante de violencia contra los niños.
Cuando publicamos casos de violación sexual de niños no son solo estadísticas. Es un golpe que nos está recordando que todos fallamos en algo.
Los números solo ratifican eso que escondemos. La Unicef recuerda en las conclusiones de un informe: “En Paraguay existe cierta tolerancia o permisividad hacia el abuso sexual y la trata de personas, delitos que afectan mayoritariamente a jóvenes del sexo femenino”.
Es una mala señal.
Los casos que nos horrorizan solo son la punta del iceberg. Para los más controversiales debería aplicarse el aborto a niñas abusadas a fin de salvaguardar su vida. Para los religiosos el aborto está condenado y no es el camino. Y para los médicos la evaluación de la salud determinará qué camino seguir. Pero la raíz del problema seguirá allí.
No soy experto, pero creo que la solución debería venir primero en el seno de las familias. Luego debería mirarse hacia las políticas educativas. La sociedad debería denunciar y la Justicia simplemente debería hacer su trabajo y condenar con firmeza los abusos.
Muchos dirán que es fácil decirlo o escribirlo en un papel, pero ponerlo en práctica deberá aglutinar un compromiso social. Eso es lo difícil.
De todas maneras por algo deberíamos comenzar. Pero esa es otra historia...