• Ricardo Rivas
  • Periodista
  • X: @RtrivasRivas
  • Fotos: AFP/Gentileza

Las fakenews agregan incertidumbre en estos tiempos en los que los incansables algoritmos replican una y otra vez esas falsedades reiteradamente desmentidas.

“Agradezco de todo corazón las oraciones que hacen por mi salud desde la plaza, los acompaño desde acá. Que Dios los bendiga y que la Virgen los cuide. Gracias”, dijo con su voz debilitada pero clara el papa Francisco (88) unos pocos minutos antes de las 9 PM de Roma.

Se dirigió a quienes se apres­taban para rezar por su salud el santo rosario, en la plaza de San Pedro. Emocionante. Se escucharon vítores y hasta algunos llantos. La esperanza colectiva se dispara. Com­prensible. Es noche de jueves. Desde hacía tres semanas no se sabía de él más que lo que dicen los partes médicos.

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La evolución de la salud del pontífice –líder de la Iglesia católica universal y jefe del Estado Vaticano– es uno de los más relevantes temas infor­mativos, políticos y sociales.

Medios tradicionales –así llamados– y las más diversas plataformas que sirven de soporte para las redes socia­les publican una y otra vez con cada amanecer en Roma y hasta que el sol se pone en la Eterna los partes médicos que dan cuenta de la evolu­ción de la “neumonía bilate­ral” que padece y hasta las 8 de la mañana de Roma, el jueves último, “evoluciona de modo normal”; transcurrió “una noche serena” y, al parecer, “no volvió a tener crisis res­piratorias”.

Sin embargo, “su pronóstico sigue reservado”. Por ello, la médica Annalisa Bilotta, del Hospital Internacional Sal­vator Mundi, el papa “no está fuera de peligro”. Pese a ello escucharlo es casi balsámico.

COMUNICACIÓN RETICULAR

No obstante, después de la sor­presa y, ante lo inesperado, no hay certezas. Y, tal vez por ello, es que este tema es tendencia o –como se lo categoriza por estos tiempos de comunica­ciones reticulares– es tren­ding topic, aunque muchos y muchas lo incomprendan porque se trata del líder de una monarquía teocrática que ejerce su poder sobre un territorio de apenas 44 hec­táreas que, según lo reporta Population Today el jueves pasado, tiene una población estable de 500 personas, de las cuales 237 son hombres y 263 son mujeres. En lo que corre de este año, en el Vati­cano fallecieron dos mujeres.

La salud de Francisco preo­cupa. “Los papas siempre son noticia”, recuerdo que soste­nía un viejo periodista, cuyo nombre reservaré, algunas décadas atrás. “Y, sobre todo, cuando sus fallecimientos no son claros”, agregaba aquel editor sabio y con frecuencia emisor de palabras crueles en muy alta voz.

Con un par de tragos y después de asegurar que tenía “tres obispos muy amigos”, recor­daba que “el papa Juan XII, que reinó en la Tierra entre el 955 y el 964, fue asesinado a martillazos por el marido de una de sus amantes que lo ultimó después que los sor­prendió justo…”.

Con el tiempo supe que aquella historia que perso­nalmente descreía era total­mente cierta y, debo recono­cerlo, aquel viejo y gruñón editor la contaba como nunca nadie antes, ni después, que yo recuerde.

En la muy protegida biblioteca de una abadía –que tampoco habré de mencionar con pre­cisión, aunque sí diré que se encuentra en un barrio muy elegante de Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción– veri­fiqué que aquel papa –Ota­viano de Túsculo, su nombre– nació en el Estado Pontificio de Roma en el 937.

Hijo por fuera del matrimo­nio de Alberigo II de Spoleto y nieto de Marozia, amante de Sergio III, también papa, era popularmente conocido como el Fornicario. Fue el papa 130 de la Iglesia católica y también el más joven de la historia. Tenía apenas 18 años cuando se sentó en el trono petrino.

Tiempos tremendos aque­llos a los que el cardenal Caesar Baronius –cardenal de los Santos Nereo y Aqui­leo (1538-1607)– en el siglo XVI comenzó a llamar como “gobierno de las cortesanas” (del griego Πορνοκρατία – Pornokratía).

CAMBIOS

Desde entonces transcurrie­ron 1061 años. Los cambios en el mundo han sido muchos. No todos para bien, seguramente. Pero infinidad de ellos indu­dablemente sí. Pero la aten­ción sobre los papas, las intri­gas vaticanas, los contenidos que presuntamente se ateso­ran en los archivos secretos del Vaticano que, de divul­garse, harían trepidar a más de algún poderoso o poderosa del hoy o del ayer, mantienen singular atractivo.

Saber y asegurar que se sabe de presuntas conspiraciones o historias poco santas son clá­sicos para la literatura, para el cine, para la tele y, más recientemente, para el strea­ming. Filmes como “Monse­ñor” (1982), “La mujer papa” (2009), “Ángeles y demo­nios” (2009), “El rito” (2011), “El cardenal” (1963), “Los dos papas” (2019) siempre son atractivos. Algunos, inol­vidables.

Lo conspiranoide suele pagar bien si las historias –verda­deras o no– están bien conta­das. Muerte, sexo, violencia, corrupción son ingredientes seguros a la hora de producir contenidos audiovisuales. Y las enfermedades de los papas, también.

De la muerte de Pío XI, que falleció el 10 de febrero de 1939, oficialmente por un “ataque al corazón”, aún cir­cula la versión de que fue envenenado. La misma som­bra de dudas cubre la muerte repentina de Juan Pablo el 29 de setiembre de 1978 después 34 días de reinado.

Todos los poderes albergan misterios. No solo en el Vati­cano. La muerte accidental de Diana Spencer –Diana de Gales, Lady Di, la Prin­cesa del Pueblo– en París el 31 de agosto de 1997, en un trágico accidente automo­vilístico, sigue dando que hablar. De ella, de quien fuera su esposo, el rey Carlos III, de sus hijos Guillermo y Harry… y hasta de su sue­gra, la reina Isabel II. ¿Será inevitable?

COMPLEJIDAD

El uso de la palabra suele ser algo complejo. Siempre. Incluso cuando se quiere decir aquello que se supone como una simple expresión. Vea­mos qué intento decir cuando digo lo que digo o, más preci­samente, lo que dije. ¿Querer saber es querer informarse? No siempre.

La Real Academia Española (RAE) dice que “saber” es “tener noticia o conocimiento de algo” o “tener información sobre alguien o algo”. Acerca de “informar(se)”, destaca que “con el sentido de ‘hacer saber algo a alguien’, puede construirse de dos modos” y pasa a explicar. “a) Infor­mar [a alguien] de algo. (En cuyo caso) La información se expresa mediante un com­plemento con de o sobre”; y “b) Informar [algo] a alguien. (Que es cuando) La informa­ción se expresa mediante un complemento directo y va, por tanto, sin preposición”. Para que se comprenda acabada­mente. Informo de tal cosa; o, le informó a… de…

En ese contexto claro –aun­que no siempre taxativo ni definitivo– porque, como también lo señala la RAE, es necesario tener presente “el sentido” que quien informa pretende producir y/o el obje­tivo que quiere alcanzar con esa operación comunicacio­nal se puede dilucidar una de las enormes dificultades que entraña y exige, desde una perspectiva ética y profesio­nal, el oficio de periodista.

¡Y a esto se debe agregar –como problema, sin dudas– que no siempre quien quiere informarse para contar a quienes procuran saber se encuentra con quien esté dispuesto a responder (infor­mar) públicamente sobre aquello que millones quie­ren “saber” que, como se dijo más arriba, es “tener noti­cia o conocimiento de algo” o “tener información sobre alguien o algo”!

¿Juegos de poder… y de pala­bras? Definitivamente, sí. Entre quien quiere infor­marse para informar y quien debe informar (respon­der) para que otros y otras se informen. Complejo, por cierto. Juegos de intereses, juegos de rol. Y mucho más desde la extendida práctica de la comunicación reticular canalizada tanto a través de nuestros ordenadores y table­tas como desde nuestros telé­fonos inteligentes.

Desconocemos cuáles son las exigencias que se autoimpo­nen quienes –gratuitamente o no– se manifiestan a tra­vés de esos soportes. X, Tele­gram, TikTok, WhatsApp, Signal, Messenger, Facebook –por mencionar solo algunas plataformas entre las más populares– no son en sí mis­mas buenas ni malas, pero sí son tan dinámicas, inquietan­tes y sorprendentes como la humanidad misma que, obje­tivamente, tampoco es buena ni mala.

ERA DE LA MOFA

Nada nuevo. Cuando los telé­fonos fijos cambiaron muchas de las prácticas sociales eran comunes las llamadas falsas, anónimas y hasta aquellas que algunos realizaban para bur­larse de quienes con inocencia respondían a muy estudiadas bromas de mal gusto que ade­más muchos grababan para que miles las escucharan se burlaran y rieran.

Con las cámaras ocultas lar­gos años se hizo lo mismo. ¿La era de la mofa? “¡La realidad es compleja!”, sostiene Yuval Noah Harari en “Nexus”, su obra más reciente, en la que también señala que “en su uso cotidiano, la información se asocia con símbolos de crea­ción humana como la palabra hablada o escrita”.

Entonces… ¿qué es la reali­dad? ¿De qué se trata? Vuelvo a Harari: “La información es un intento de representar la realidad y cuando ese intento tiene éxito lo denominamos verdad”. ¿Es tan así?

“La mayoría de la información en la sociedad humana, y sin duda en otros sistemas bioló­gicos y físicos, no representa nada”, responde. ¡Y mucho menos cuando el debate es sobre la verdad, para defi­nirla! En la construcción de la verdad necesariamente intervienen la información y la cultura.

DEMANDA SOCIAL

Y, aún en ese contexto, es razonable asumir la informa­ción como carencia y nece­sidad. La ciudadanía –que carece total o parcialmente de conocimiento– nece­sita de la información para satisfacer y superar aque­llo que no conoce. Esa es la demanda social. Toda socie­dad demanda información y verdad. Desde ese lugar, entonces, Yuval Noah sos­tiene y advierte que “la ver­dad no es una representación unívoca de la realidad”.

El viejo padre Jorge está enfermo. El que fuera car­denal Bergoglio, primado de la Argentina y desde el 13 de marzo de 2013 es Francisco, el papa, se debilita. Ese hombre de fe, de creencias sólidas, que pareciera disfrutar de su trán­sito por el poder que ejerce y quiere hacer saber que lo hace, está enfermo.

Aquel porteño que nació en el barrio de Flores Sur un 17 de diciembre de 1936 y desde hace una docena de años vive en el Vaticano y, además, es el obispo de Roma, está grave. Pero, aun así, pareciera que no declinará de ninguna de sus responsabilidades. Y así lo hace saber a través del sis­tema de comunicación vati­cano extendido en el mundo.

“+++Ultimas noticias de @Pontifex_es: El papa ha pasado una noche tranquila y aún está descansando @Holy­SeePress jueves 6-3″, reporta desde Roma la colega perio­dista Elisabetta Piqué a tra­vés de su cuenta en la red X, @bettapique.

En Buenos Aires los relojes marcan 5 AM. A la misma hora el Vaticano oficialmente comunica que “el pontífice sigue descansando tras una noche tranquila”. Un poco más tarde agrega que “tras despertarse, continuó con sus terapias, incluida la fisiotera­pia motora activa”.

Agrega que “su estado de ánimo seguía siendo bueno”; que “ha retomado algunas actividades laborales”; “ha pasado el día en un sillón”; “participó en el rito de ben­dición de las Santas Cenizas que le impuso el celebrante y luego recibió la Eucaristía”; que “después se dedicó a algu­nas actividades de trabajo”; que “por la mañana, llamó al P. Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia de Gaza”; y, finalmente, reporta que en “la tarde, alternó descanso y trabajo”.

BULOS

Pero no toda es información oficial la que circula desde que el pontífice enfermó y fue internado. “Con profundo dolor, anunciamos el falleci­miento de nuestro amado Santo Padre, Jorge Mario Bergoglio. El papa Francisco ha entrado en el descanso eterno hoy a las 19:39 en el Hospital Universitario Agostino Gemelli de Roma”, dijo un mensaje en la red TikTok el 25 de febrero.

Las redacciones de los medios tradicionales se paralizaron en procura de establecer la veracidad de ese breve texto. “El papa Francisco no ha fallecido el 25 de febrero de 2025 a los 88 años. El pontí­fice continúa ingresado en el Hospital Universitario Geme­lli de Roma”, reporta el 26 de febrero a las 16:00 VerificaR­TVE (Radio Televisión de España).

Agrega que “el portal informa­tivo Vatican News no ha emi­tido el anuncio de la muerte del pontífice” y precisa que el fallecimiento que no fue se lo “atribuye la publicación de TikTok (y) se trata de una imagen manipulada para que parezca una publicación real”.

Episodios como este se repi­ten casi sin interrupción. Bulos, fakenews, putas menti­ras. Llámalas como más te dé en gana. Lo de siempre, siem­pre. Y un poco más de incer­tidumbre en estos tiempos en los que los incansables algo­ritmos replican una y otra vez esas falsedades reiterada­mente desmentidas. Comple­jidades del ecosistema digital.

En “La salud de los papas”, un libro magnífico del colega periodista Nelson Castro que publicó Sudamericana en 2021, cuenta que el 9 de julio de 1903 –cuando León XIII estaba enfermo de grave­dad– el diario L’Osservatore Romano, que informaba coti­dianamente sobre el estado de salud del pontífice, consi­deró necesario asegurar que lo hacía sin tener “otra inten­ción ni otro interés que el de enterar al lector, capaz de formarse una idea exacta y adecuada, día a día, incluso varias veces al día” de cuál era la situación.

Y en ese contexto hizo foco sobre los difusores de menti­ras con claridad. “Dejemos a otros (medios) algunos lujos particulares, en gran parte fantásticos, que a menudo traicionan el propósito de explorar la curiosidad del público” y aseguró “lamen­tar mucho que otros cediendo a los estímulos de un interés que no sea moral, que sea mar­cadamente material, se dejen llevar por comentarios, conje­turas y pronósticos, incluso inconvenientes o al menos inútiles e inoportunos”.

“Desde hace varios siglos, el Vaticano se empeña en hacernos creer que los papas conservan la lucidez hasta el último aliento y que mueren, en la gloria divina, de un modo casi envidiable, dulce y apasionante”, sostiene el periodista y médico Nelson Castro

VERDAD INCOMPLETA

Seis días antes, al papa León XIII “se le diagnosticó una pleuritis aguda”. Cuenta Cas­tro que 48 horas después “Su Santidad recibió la visita del cardenal de Estado, Mariano Rampolla del Tindaro, quien sostenía que se debía dar a conocer un parte médico (y se acordó hacerlo) con la condición de excluir cualquier referencia a diagnósti­cos que hicieran mención a las palabras ‘pulmonía’ o ‘neu­monía’”.

Contar una verdad incom­pleta. El también jefe de Estado Vaticano –el primero que falleció en el siglo pasado– dejó esta vida a las 15:59 del 20 de julio de 1903 cuando tenía 93 años. El reporte oficial consigna que “murió ‘pláci­damente’ (y) según esos docu­mentos, el Sumo Pontífice no perdió la conciencia ni por un segundo hasta que su corazón dejó de latir”.

Castro, también médico –que tengo la convicción de que escribió ese libro por pedido o, al menos, sugerencia de Fran­cisco– consiga en el texto que “desde hace varios siglos, el Vaticano se empeña en hacer­nos creer que los papas con­servan la lucidez hasta el último aliento y que mueren, en la gloria divina, de un modo casi envidiable, dulce y apa­sionante”.

En la página 257 reseña: “Marzo de 2013. La Iglesia católica vivía días de agita­ción. (…) La renuncia del papa Benedicto XVI la había puesto en un trance desconocido en la modernidad”.

¿Cuál es el contexto en la Iglesia católica y la aldea glo­bal amenazada de guerra, una docena de años después, cuando el viejo padre Jorge –el Jesuita, como lo llaman los apreciados colegas perio­distas Sergio Rubin y Fran­cesca Ambrogetti, en el libro de coescribieron en 2010– a los 88 enferma con “pronós­tico reservado”?

Allí está una de las claves de los días que inevitablemente corren más allá de la “neu­monía bilateral” que padece Francisco.

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