- Por Mónica R. de Carvalho
- Profesora asociada de la FDC, Brasil
En 1986, el sociólogo Ülrich Beck publicó el libro “La sociedad del riesgo”. Una de las ideas centrales de la obra es que la sociedad moderna potencia la incertidumbre y la percepción del riesgo, principalmente debido a los avances tecnológicos. La velocidad de la información, el flujo de los factores de producción (como materias primas y personas) y la complejidad e interconexión de contextos y localidades (globalización) aumentan exponencialmente el número de variables que incluso el ciudadano común debe comprender y procesar en su vida cotidiana.
En el contexto de las organizaciones, el término ESG (Environmental, Social & Governance) ha sido desgastado por interpretaciones parciales de su alcance esencial. Especialmente en un escenario de variaciones extremas del clima (innegables) y de interacciones sociales cada vez más complejas, discutir el concepto sin comprender adecuadamente el equilibrio necesario entre sus tres pilares puede llevar a los gestores a tomar decisiones erróneas.
Las buenas prácticas de gobernanza corporativa tienen la característica de ser una norma global. Los movimientos hacia su estandarización en diversos mercados y contextos sociales son una realidad, resultado, en gran medida, de la necesidad del capital financiero, de conocer y sentirse seguro en el entorno donde se destina. Incluso en escenarios de altísimo riesgo, lo que el capital busca es contar con la mayor cantidad de condiciones conocidas y preestablecidas a su alrededor.
El conjunto de prácticas de gobernanza adoptadas en mayor o menor grado en un determinado mercado proporciona a los financiadores información sobre los factores que pueden agravar o atenuar el nivel de riesgo al que están dispuestos a exponerse. Como consecuencia, la capacidad de financiamiento de las organizaciones depende directamente de cómo adopten los pilares de una buena gobernanza.
Especialmente en momentos de crisis, la relación con los stakeholders adquiere una gran importancia para las organizaciones. En este sentido, es fundamental enfatizar que el principal stakeholder de cualquier organización es ella misma. Su misión es garantizar su propia supervivencia, lo que implica atender a todas las partes interesadas.
Cuando la propia continuidad de la organización está en juego, los pilares sobre los que se sustentará la gestión remiten a los principios de transparencia, integridad, equidad y responsabilidad corporativa en el tratamiento de todas sus relaciones.
En el contexto interno, la relación con los accionistas, quienes proporcionan el capital, es fundamental. Después de todo, la fundación de cualquier organización presupone la existencia de una fuente de financiamiento, la cual solo es viable en la medida en que exista la posibilidad de rentabilidad del capital, ya sea a través de resultados tangibles o intangibles. En otras palabras, remunerar al accionista es tan importante como atender a cualquier otro stakeholder, pero no más importante. Un desequilibrio en la relación entre la organización y cualquiera de sus stakeholders puede comprometer su supervivencia, generar impactos negativos en todos los involucrados e, incluso, llevar a su desaparición.
Además, los mercados financieros son, con diferencia, la industria más globalizada. El flujo de capitales entre países nunca ha sido tan libre, rápido y eficiente como en la actualidad. La forma y la velocidad con que el capital financiero se mueve no se ven afectadas ni siquiera en tiempos de crisis: solo cambian sus destinos y su apetito por el riesgo, aunque sea temporalmente. No es necesario reforzar la clásica relación entre riesgo y retorno, ni recordar cómo el capital siempre encuentra su mejor destino en función de la rentabilidad ponderada por las incertidumbres. Aquí es donde convergen la gobernanza corporativa, la percepción del riesgo por parte de los inversionistas y los movimientos del capital financiero.
Así, el tripié ESG se comprende mejor cuando se sitúa la gobernanza en el centro de la cuestión. Una buena gobernanza implica una gestión de stakeholders equilibrada, tanto a nivel interno como externo, y este proceso depende directamente de un modelo íntegro de gestión de riesgos, que incluya tanto los riesgos ambientales como los sociales. La sostenibilidad a largo plazo solo es posible cuando existe un modelo integral de gobernanza que involucre a todos los stakeholders, permitiendo una gestión eficiente de todas las dimensiones del riesgo.
La Fundación Dom Cabral, reconocida entre las 10 mejores escuelas de negocios del mundo, lleva más de 50 años desarrollando en ejecutivos las habilidades y conocimientos fundamentales para que la gobernanza esté en el centro de sus acciones en el ámbito del ESG. Una buena gobernanza es una cuestión de supervivencia; y quien viva, lo verá.
El conjunto de prácticas de gobernanza adoptadas en mayor o menor grado en un determinado mercado proporciona a los financiadores información sobre los factores que pueden agravar o atenuar el nivel de riesgo al que están dispuestos a exponerse.
La sostenibilidad a largo plazo solo es posible cuando existe un modelo integral de gobernanza que involucre a todos los stakeholders, permitiendo una gestión eficiente de todas las dimensiones del riesgo.