No existe guerra en donde no exista el dolor, pero la humanidad desde que tiene noción de su existencia ha estado rodeada de enfrentamientos, algunos más intensos y sangrientos que otros.

Hay uno que desde el 7 de octubre de 2023 acapara los medios de prensa. Es la guerra que libran el Estado de Israel ante un poderoso grupo terrorista islámico, Hamás.

Desde el día de aquella masacre de niños, jóvenes, adultos y ancianos israelíes y extranjeros que se encontraban por algún motivo en Israel, hasta el 19 de enero de este año, fecha del inicio de una tregua de 42 días, acordada entre ambas partes, la maquinaria propagandística radical islámica comenzó a operar y rápidamente encontró su eco en medios alineados con la izquierda política, tomando una postura abiertamente antiisraelí y de manera repugnante, tratando de ocultar bajo la alfombra los crímenes cometidos por los terroristas de Hamás, el 7 de octubre.

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Quienes no tuvieron el valor (o el estómago) de ignorar lo ocurrido en las comunidades del sur de Israel, donde más de 1.200 personas fueron asesinadas a sangre fría, algunas de ellas abrazadas y abrasadas junto a sus hijos pequeños, intentaron justificar lo hecho por los terroristas de Hamás como un “acto de resistencia”, como si violar niñas, mujeres y adultas, para luego asesinarlas o secuestrarlas, se puede considerar como un “valiente acto de resistencia”.

Sería interminable comenzar a detallar los crímenes cometidos por esos demenciales asesinos en esa mañana pero mientras duró el ataque.

La parafernalia mediática hizo su trabajo y a pocas horas de iniciarse la réplica del ejército israelí, voces en todo el mundo cuestionaban la moralidad de esos ataques, mientras miles de familias en Israel, enterraban a sus muertos, buscaban a sus desaparecidos y se aterrorizaban al saber que podrían haber sidos secuestrados por la horda asesina que los llevó a Gaza.

Tras mucho rogar a los terroristas, porque esa es la calificación que se puede dar a las negociaciones, se llegó a una tregua y la llamaron Fase 1.

En esta fase, Hamás liberaría a parte de los secuestrados, vivos y muertos, a cambio de centenares de presos por diferentes crímenes, que cumplían condena en cárceles de Israel. Todo eso llevaría 42 días.

En coincidencia con la tregua de 42 días, en el Congo, fueron asesinadas más de 50 personas a machetazos, todas cristianas, por terroristas islámicos locales, una filial de Boko Haram. También el nuevo gobierno sirio inició persecuciones sangrientas a sus ciudadanos cristianos y drusos. Más de 1.500 personas fueron muertas de manera violenta a causa de sus convicciones religiosas. Pareciera como que no había necesidad de hablar de eso, desde los medios de prensa hasta la ONU.

Tras concluir la tregua, Hamás dio muchas vueltas para seguir negociando, escudado en los rehenes que aún guarda en sus túneles, casi como un desafío al ejército de Israel. Y le dieron el gusto. Israel ahora de nuevo ha ingresado sus fuerzas a Gaza para liquidar de una vez por todas con este expediente de terror llamado Gaza.

Y nuevamente la maquinaria mediática se puso de pie para atacar a quien, casi con toda seguridad, está librando una guerra para salvar a Occidente del terrorismo islámico, que cada vez se pone más de moda en Europa y en algunos países de Latinoamérica, todos escudados detrás de gobiernos y activistas de izquierda.

En realidad es el antisemitismo que nunca desapareció, solo se ocultó y esperaba un motivo para reaparecer. No importa que ese motivo lleve al mismo final de la civilización judeo-cristiana occidental.

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