• Sara Valenzuela

La cancha que se encuentra frente a la Capilla San Juan Bautista en el Bañado Norte se encontraba repleta por pobladores y foráneos que aguardaban expectantes el arribo del papa Francisco, mientras a escasos metros el sumo pontífice realizaba dos paradas claves, en el hogar de doña Asunción y doña Francisca.

Por un estrecho pasillo llegaba el papa Francisco para ingresar a la casa de doña Asunción Giménez, una pobladora que horas antes ya le había preparado al sumo pontífice un desayuno al más puro estilo paraguayo: mbeyu, cocido y mate.

La pequeña casa de doña Asunción aquella mañana amaneció repleta, puesto que conocidos y extraños que sufrían de alguna enfermedad y ansiaban ser bendecidos por el papa llegaron días antes a pedirle el favor de que puedan aguardar en su patio la llegada del santo padre.

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Doña Asunción Giménez, de 88 años, fue quien le preparo el desayuno al papa Francisco. Foto: Matías Amarilla

“Cuando me dijeron que el papa vendría aquí, no creí… me parecía imposible que algo así pase, una persona tan importante como el papa en mi casa, pero después dije… porque no vendría a mi casita humilde, pero llena de amor y llegó hasta acá, compartió con nosotros y hasta tomó mi mate”, comentó doña Asunción en conversación con La Nación/Nación Media.

Con gran entusiasmo y lágrimas en los ojos, doña Asunción revivía la emoción que sintió al ver al sumo pontífice llegar a su hogar, degustar el desayuno, pero por sobre todo compartir con calidez y amor a cada uno de los presentes, a la par de orar por la salud de ellos y sus familiares.

Aquel momento, sin igual, quedó guardado no solo en el recuerdo de los presentes, sino que fue plasmado en una fotografía que, tras diez años de haber sido tomada, se ha convertido en una de las posesiones más valiosas con las que cuenta la familia.

La visita del papa a nuestro país, sin duda alguna, marcó un antes y un después para los paraguayos, quienes se vieron retribuidos en su fe. Foto: MA

Doña Asunción confesó que hasta el momento en que saludó al papa y él la arropó en un cálido abrazo, no pensó jamás en que algo así le podría ocurrir, ya que una vida llena de desafíos, pobreza e incertidumbre le había llevado a creer que una persona tan importante para el mundo no podía a su vez estar tan cerca de los pobres y ancianos, pero Francisco una vez más convirtió sus acciones en un milagro para los más desprotegidos.

Tras el fallecimiento del líder católico, recordar su paso por los estrechos pasillos del barrio otorga una idea clara del mensaje que pregonaba continuamente, donde los niños, los ancianos y los más desfavorecidos eran prioridad.

El pasillo recorrido por Francisco para llegar hasta el punto de encuentro con los bañadenses. Foto: Matías Amarilla

A escasos metros de la casa de doña Asunción, ya se encontraba presta ña Francisca Ramírez, otra de las queridas abuelitas del barrio, quien actualmente tiene 97 años y espera poder llegar a los 100 años, como lo conversó con el papa.

“Yo no podía creer, yo soy muy católica, rezo todo el tiempo, todos los días sin falta. Cuando llegó, me abrazó y me bendijo. Hablamos sobre que quería vivir 100 años y me dijo que así sería y hasta sonrió, pero lo más lindo fue cuando rezamos juntos. Recé con el papa y me regaló dos rosarios bendecidos”, recordaba a La Nación/Nación Media.

En medio del recuerdo de aquel día, que marcó indudablemente su vida, ña Francisca reflexionó sobre la importancia de ser buen cristiano, porque eso es lo que nos lleva a ser buenas personas, que se llevan bien con sus amigos, vecinos y conocidos.

Doña Francisca Ramírez, de 97 años, otra de las queridas abuelitas del barrio, quien fue visitada pro el papa. Foto: Matías Amarilla

En el dulce idioma guaraní, remarcó que quien hace el bien siempre es retribuido con cosas buenas y nunca sufre de maltratos por los demás, ya que uno cosecha lo que siembra y la recompensa se ve con los años bien vividos; de esto es, sin duda alguna, testimonio vivo.

“Yo siempre traté de ser buena persona con todos y estar en paz con Dios, sé que gracias a eso tengo una buena vida y les pude dar una buena educación a mis 13 hijos, quienes me cuidan y me quieren. Yo tengo todo lo que necesito y sobre todo salud. A mis 97 años puedo decir que casi no me enfermo y cuando lo hago, todos están conmigo y no me dejan hasta estar recuperada”, comentó doña Francisca.

La misma destacó que aquella visita fue para ella una señal clara del amor de Dios para con su persona, puesto que muy pocas personas pueden vivir un momento íntimo con alguien como el papa Francisco y experimentar en primera persona la bondad y amabilidad que el mismo no solo pregonaba, sino que la volvía acciones.

En medio del recuerdo de aquel día que marcó indudablemente su vida, ña Francisca reflexionó sobre la importancia de ser buen cristiano. Foto: Matías Amarilla

A casi diez años de aquella visita, los pobladores recuerdan el trabajo que significó la organización de aquel evento, lo impresionados que se vieron ante la respuesta de sus vecinos al sumarse a las diferentes actividades que se debieron llevar a cabo para acondicionar el lugar donde recibirían al sumo pontífice y, por sobre todo, aún tienen presente el momento en que pudieron verlo, escucharlo y compartir con él la misa.

“Nosotros sabíamos y sabemos que nuestro barrio es considerado como una zona baja o marginal, pero cuando nos dijeron que vendría y después cuando vimos que llegó, que de verdad estaba ahí, sentimos que todo el trabajo y que todo lo que hicimos valió la pena, y la realidad es que este es un barrio humilde, sí, pero lleno de personas trabajadoras que buscan salir adelante y eso fue lo que vio el papa”, relató a La Nación Norma Rojas, pobladora y una de las organizadoras de la recepción al papa.

La misma señaló que, en conmemoración de los 10 años de la visita del santo padre a nuestro país, desde su comunidad también están trabajando para realizar actos en su honor, como celebraciones religiosas y espacios de oración.

"La realidad es que este es un barrio humilde, sí, pero lleno de personas trabajadoras que buscan salir adelante y eso fue lo que vio el papa”, relató a La Nación Norma Rojas. Foto: Matías Amarilla

La visita del papa a nuestro país, sin duda alguna, marcó un antes y un después para los paraguayos, quienes se vieron retribuidos en su fe con una señal clara de amor por parte del líder católico, quien aprovechó cada minuto de su estadía para dejar marcadas pautas claras sobre lo valioso de nuestra sociedad, nuestros niños y nuestras mujeres.

La bendición dada por el santo padre en aquellas jornadas ajetreadas, pero llenas de amor, siempre será un bálsamo para los corazones de los fieles que oran por él, por su legado y el gran amor al prójimo que profesó durante su camino terrenal.

Capilla San Juan Bautista en el Bañado Norte. Foto: Matías Amarilla

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