El ingreso al país de productos de manera ilegal causa graves problemas al sector productivo nacional en los más diversos renglones. No solo al manufacturero donde están las industrias con sus maquinarias, sino también a áreas de producción no fabril, como la agricultura, la avicultura y la ganadería. Aparte de los daños económicos y tributarios, también produce perjuicios sociales muy sensibles. Porque no solo dificulta el desenvolvimiento de las empresas que no pueden comercializar bien lo que producen, sino que dejan sin empleo a muchos trabajadores en un momento en que la desocupación sigue siendo muy elevada porque la economía no se ha podido recuperar aún de los efectos de la pandemia.
La lucha contra el ilícito está ahora en momentos críticos, sobre todo porque los productos de los vecinos países tienen baja cotización. Esto se da sobre todo con la Argentina y en menor medida con Brasil, y en su conjunto constituye una amenaza constante para la producción nacional, por la fragilidad de la frontera y las debilidades de los organismos paraguayos de control.
Una empresaria de la producción avícola recientemente explicó el drama que está viviendo el área por el ingreso masivo de carne de aves desde los países vecinos. Dijo que pone en riesgo no solo los empleos de las industrias de ese ámbito por la menor venta; sino también porque puede producir el desabastecimiento de materia prima, ya que muchos avicultores van a dejar la producción para dedicarse a otros renglones. Y en ese caso, ocasionaría la muerte de la industria mencionada. Lo que sería muy grave para el país y su gente.
“Lo que no queremos es que nos llegue a faltar a nosotros la producción nacional, porque muchos están creyendo, como pasó con el huevo, que la producción no iba a poder venderse y salieron del rubro”, refirió la empresaria Blanca Ceuppens.
La Unión Industrial Paraguaya (UIP), muy sensible al problema porque es el gremio que más sufre el ingreso de mercaderías ilegales, ha criticado a los organismos estatales porque no han sido capaces de frenar el contrabando, que tiene temporadas de mayor auge. En julio último presentó una denuncia contra las autoridades de la Dirección Nacional de Aduanas porque no hacen el debido control de las fronteras, sobre todo en los ríos fronterizos donde refirió que existe un “paso liberado” para la entrada del contrabando a nuestro país. Señaló que ingresan de manera ilegal cerca de 50 toneladas de pollo por mes, lo que está generando un perjuicio del 40% al comercio formal y a los productores nacionales.
Uno de los representantes de la Unidad Anticontrabando de la UIP en el este del país había señalado que cuando están activas las balsas en Tres Fronteras, los pollos ingresan de contrabando en autos y furgones, colocados en las proximidades del motor de los vehículos o en los costados, ya que no existía ninguna revisión. “La administración aduanera operativamente no funciona”, había señalado el denunciante.
Justamente por las deficiencias estatales en el freno al ingreso ilícito de mercaderías, los gremios que forman parte de la UIP se habían retirado en marzo de la mesa de trabajo con el Gobierno. En la ocasión habían exigido cambios en la Unidad Interinstitucional para la Prevención, Combate y Represión al Contrabando (UIC) y en la Armada Nacional por sus deficiencias en la tarea de represión del delito.
A pesar de los esfuerzos que dicen los funcionarios haber realizado en la materia, la realidad es que el contrabando sigue castigando duramente al país. Lo que hace necesario replantear y mejorar fuertemente la lucha contra el ilícito en todos los ámbitos. Sea en los puntos fronterizos por donde ingresan los productos, en las rutas por donde se los transporta sin mayor control, como también en los puestos de ventas al público que abundan y no son supervisados.
Es necesario hacer una fuerte campaña de educación para que los ciudadanos adquieran la conciencia de que comprando productos ilegales están colaborando con el delito y perjudicando el empleo formal y los beneficios de la legalidad. Es un capítulo de vital importancia que no se debe descuidar. El consumidor es el que tiene la decisión final, por lo que su colaboración es totalmente imprescindible.