En los estertores de su mandato, como aquel tiranosaurio verrugoso que en la agonía de su reinado sangriento seguía creyéndose omnipotente, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, continúa desparramando irritación, resentimiento y absoluta incapacidad de asimilar sus derrotas electorales y su fracaso en varios frentes en la administración temporal del Estado.
La siempre saludable autocrítica no configura presupuesto dentro de su vida de arrogancia y prepotencia. A lo largo de estos últimos cinco años de mandato gubernamental, Abdo Benítez tuvo una permanente conducta artera, insidiosa y desleal hacia quienes contribuyeron para su ascenso al poder. Y está visto que así continuará el resto de su existencia. Durante un encuentro político realizado en Atyrá, pidió a los dirigentes del departamento de Cordillera que se mantengan unidos, que es razonable que así lo haga, pero su hilacha de apóstata de la condición humana reluce cuando, tratando de darle ánimo a su desmembrado movimiento, alega que “cinco años pasan muy rápido”.
¿Cuál es el mensaje encerrado en estas expresiones? Muy fácil. Ni siquiera está encriptado. Lo que menos le importa es contribuir a que Santiago Peña, presidente electo, pueda tener una excelente gestión en el próximo quinquenio. Eso sería tener un pensamiento centrado en el bien común y una noble actitud de patriótico desprendimiento de los intereses particulares. Pero Marito persiste en su creencia, como aquel dictador que nunca se percató de que se estaba yendo, de que todo gira alrededor de él, que él es el redentor de la patria y que sin él ya nadie podrá hacer lo que él estaba haciendo. Típico caso de los enfermos de poder.
Lo que Mario Abdo Benítez, hijo, no percibe, porque para él la realidad es lo que su renegada mente imagina, es que antes de iniciarse el presente período legislativo la mayoría de los senadores y diputados electos por Fuerza Republicana, movimiento interno del Partido Colorado, decidieron abroquelarse en diferentes bancadas denominadas Bernardino Caballero y Colorada Independiente. El actual mandatario no puede leer, por ceguera intelectual o por terco o por bruto, que al movimiento Honor Colorado se han sumado, aunque sea coyunturalmente, congresistas de otros partidos, preocupados, como venimos insistiendo, en darle gobernabilidad al presidente electo en su primer año de gobierno.
Fuerza Republicana es un movimiento sin futuro. Ya lo explicamos en este mismo espacio en reiteradas oportunidades. Es el resultado de la unión de Colorado Añetete, que llevó al poder a Mario Abdo, con otras agrupaciones minúsculas, prácticamente ya inexistentes dentro de la asociación política fundada por el general Bernardino Caballero. Para sobrevivir en la llanura precisará de un liderazgo fuerte, carismático y aglutinador, que actualmente no se vislumbra. Por lo tanto, las reubicaciones en el Congreso de la Nación eran fácilmente advertibles. De riguroso cumplimiento. Solo, reiteramos, la soberbia impedía ver este escenario previsible. O quizá sea producto de su imposibilidad de una lectura comprensiva de los hechos que precisan de una mínima lógica para ser interpretados en su exacto contexto.
Así como es igualmente lógico suponer que los sectores colorados disidentes a Santiago Peña reagruparán sus fuerzas de cara a los compromisos electorales que tendrán lugar en este nuevo periodo de cinco años, especialmente para las municipales de 2025, donde la madre de todas las batallas será, obviamente, el municipio de Asunción, y más que nada para los comicios internos de 2027 y las generales de 2028. De eso se trata la política. De la búsqueda del poder. Infelizmente tuvimos que lamentar numerosas experiencias frustrantes, en que solo se ambicionaba el poder para el lucro personal y no para satisfacer las demandas de las clases populares, especialmente obreros, campesinos, jóvenes y mujeres en condiciones de vulnerabilidad. Y en este marco, Marito no figura como líder de los disidentes. Ese es un espacio que nadie le va a regalar. En el Senado, por ejemplo, dos mujeres disputan ese territorio: Blanca Ovelar y Lilian Samaniego. En Diputados el panorama es menos claro en cuanto a la visibilidad de un nuevo liderazgo. Tampoco puede descartarse que sobresalga alguien que en estos momentos no figura en cartelera. Ya ha ocurrido en ocasiones anteriores.
Lo que irrita a Mario Abdo Benítez y a sus aliados de los medios de comunicación es que Santiago Peña, a través de las negociaciones del electo vicepresidente de la República, Pedro Alliana, haya logrado construir mayoría en ambas cámaras. Una mayoría circunstancial, naturalmente, pues en el ámbito del Congreso esa situación puede variar cada año. Pero por ahora, ha conseguido su propósito esencial: tener las garantías necesarias para desarrollar su programa de gobierno con las medidas de urgencia que necesariamente tendrá que aplicar para salir del estado de descalabro en que se encuentra la administración pública, financiera y moralmente, contaminada por la ineficiencia y la corrupción.
La tarea de institucionalizar nuevamente el Estado será ardua y compleja. Y muchos estarán pendientes de su fracaso, porque solo por el camino de la destrucción pueden hacer política. De la destrucción, de los agravios, de las infamias y de la mala fe que provienen del incurable rencor. Marito utiliza sus últimos escenarios en público para continuar escupiendo veneno. Su descrédito es el mejor antídoto que tiene el pueblo para inocularse contra la maldad. Por delante solo le aguardan las páginas más oscuras de la historia paraguaya como lección viviente de lo que no hay que hacer en función de gobierno.