El presidente Santiago Peña compartió una reunión de trabajo con el plenario de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) que se está reuniendo en su asamblea de fin de año. En ella estaban todos los obispos del país, quienes aprovecharon la presencia del primer mandatario para hacer sus pedidos sobre la situación social de los sectores menos protegidos de la sociedad paraguaya. Entre ellos, la de los indígenas de diversas parcialidades, el combate de la pobreza extrema y la búsqueda de la equidad social para los grupos marginales.
El pedido de los consagrados no es casual. Porque el papel de civilizador y agente de progreso de los paraguayos ha sido una de las principales tareas de la Iglesia católica desde los siglos de la colonia española. Como en pocos países, aquí la cruz de Cristo y sus enseñanzas se han traducido fuertemente en la búsqueda del progreso de las poblaciones autóctonas y en la reivindicación de los valores humanos de toda la población. En diversas épocas de la historia del Paraguay, el pensamiento cristiano y la filosofía humanista que derramó fueron un importantísimo ingrediente para formar lo que hoy día es la sociedad paraguaya, con sus virtudes y defectos. Tanto, que sería muy difícil entender el modo de ser del paraguayo promedio sin tener en cuenta esas características.
El Gobierno Nacional, aunque jurídicamente es una entidad laica, está ligado a la Iglesia católica por la confesión religiosa de sus principales exponentes y de la mayoría de la sociedad, como el presidente de la República. Su programa de gobierno es fuertemente humanista y se centra principalmente en mejorar la situación de las personas mediante numerosos proyectos.
El presidente admitió que la reunión con los prelados fue una conversación muy enriquecedora en que compartió su visión de desarrollo del país y los grandes desafíos que se tienen con relación a las injusticias sociales existentes y la necesidad de construir una política de estado con visión a largo plazo.
Dado que la vida de la gente es su principal preocupación política y social, el mandatario ha declarado en numerosas ocasiones que la prioridad del Gobierno es la reducción de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo. En todas las ocasiones ha señalado la necesidad de atacar la miseria y de hacer que las personas afectadas puedan surgir mediante la ayuda estatal y su participación en la vida económica. Por lo que el pedido de los clérigos de ayudar a los más desvalidos cayó bien y en el momento en que se están accionando varios programas.
“El desarrollo que no se puede basar en números macroeconómicos, sino en el bienestar de las familias y sobre esa base identificamos que es inaceptable la pobreza en un país tan rico. Por eso nuestro objetivo es eliminar la pobreza extrema y disminuir la pobreza de una manera muy rápida, con una gestión focalizada en el sector más vulnerable”, expresó recientemente en la ANR. Por ello, una de sus promesas políticas más importantes es la creación de 500 mil nuevos puestos de trabajo, para llevar el bienestar a las familias más necesitadas y sacar de la línea de pobreza a grandes porciones de la población nacional.
Resaltó en dicha ocasión que no se puede hablar de crecimiento económico “cuando hay compatriotas que no completan tres comidas por día”. Que no se puede hablar de crecimiento económico cuando existen miles de paraguayos que luchan todos los días para conseguir un ingreso y que no tienen los recursos necesarios para darle salud y educación de calidad a sus familias.
Como puede observarse, la preocupación expresada por los obispos de la Conferencia Episcopal no solo está contemplada por el programa gubernamental, sino que forma parte del trabajo que está realizando el Gobierno desde que comenzó su gestión. En ese sentido, puede afirmarse que en esa materia existe un total acuerdo.
Teniendo en cuenta este aspecto de la realidad que se vive actualmente, sería bueno que la Iglesia, a través de sus instituciones especializadas, y los organismos del Gobierno trabajaran en forma conjunta para corregir la situación existente y hacer más llevadera la vida de los pobres. Para cumplir así el mandato fundamental de ayudar al que necesita.