El Arancel Cero en las universidades paraguayas ha sido sin dudas una de las grandes conquistas para el estamento terciario; se diría que es hasta una medida revolucionaria en el ámbito educativo de un país con claros déficits en ese segmento, un beneficio que no contaban generaciones de paraguayos anteriores.
Su origen y fundamento entonces se remonta a la visión de un Paraguay que reconoce en la educación un pilar fundamental para el desarrollo social y económico. Se originó como respuesta a la necesidad de ampliar las oportunidades de formación académica de calidad para todos los paraguayos, sin importar su situación económica, aunque con énfasis en aquellos sectores más vulnerables.
Esta política refleja un compromiso gubernamental con la inclusión y la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación superior. Al eliminar los aranceles, se eliminan barreras financieras que podrían haber limitado el acceso de muchos jóvenes a la universidad. Además, fomenta una cultura de meritocracia, donde el ingreso a la universidad se basa en el mérito académico y no en la capacidad económica.
De allí el convencimiento del gobierno de Santiago Peña de mantener un beneficio que favorece a unos 60 mil estudiantes de las instituciones públicas. La Ley de Hambre Cero en las Escuelas no pretende desfinanciar ni dejar desguarnecido a los futuros profesionales paraguayos, simplemente darles un reaseguro de que teniendo como base los recursos del Tesoro, estos poseen un doble cerrojo y no la limitación anterior.
En cuanto a la seguridad de los fondos para sostener esta medida, el presupuesto nacional desempeña un papel fundamental. Los recursos destinados a la educación superior se aseguran mediante asignaciones presupuestarias específicas que garantizan la sostenibilidad a largo plazo del Arancel Cero. Esta asignación demuestra un compromiso continuo del Estado con la educación y el desarrollo humano, priorizando la inversión en capital humano como motor de progreso y desarrollo social.
Las facultades que integran la Universidad Nacional de Asunción (UNA) realizan un paro administrativo y académico como medida de presión ante las autoridades que no solo han mostrado el debido interés y seriedad al caso, sino que además impulsaron un diálogo franco y directo con el estamento universitario.
La reunión realizada ayer martes en Mburuvicha Róga, donde participaron diversas representaciones gremiales, es la fórmula para alcanzar acuerdos. Si bien la medida de fuerza se mantiene, las bases echadas ayer martes por las autoridades y el compromiso demostrado en lograr un decreto reglamentario que satisfaga las demandas estudiantiles están en la senda correcta.
El compromiso que asume el Estado se basa en puntos sencillos, pero muy concretos: asegurar que el programa Arancel Cero como un gasto prioritario del Estado; que el plan financiero que la rige no tenga tope y que el plan de caja mensual respete el plan financiero. Y, por último, asegurar que los saldos que queden mensualmente sean migrados de manera automática al mes siguiente.
Son propuestas concretas que ahora el Consejo Superior Universitario, pese a la resistencia de algunas facultades, deberá analizar en su seno y tomar una determinación: volver a clases o seguir la paralización.
Sin temor a equívocos, ambas leyes, la de Arancel Cero vigente, así como la flamante Hambre Cero en las Escuelas son acciones que representan un paso significativo hacia una sociedad más justa e inclusiva, donde el acceso a la educación no sea un privilegio, sino un derecho fundamental para todos.