Aunque el tiempo pase, este no tiene la capacidad de borrar lo fundamental. Por más que se intente ocultar o negar, tarde o temprano la realidad termina imponiéndose. Por más que se entorpezca una y otra vez, aunque se silencie, aunque se monten embustes o se levanten barreras, la verdad tiene un peso propio. Como bien cantaba Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Su llegada es, en una palabra, inevitable, aunque a veces pueda demorar.
Una verdad que demoró casi tres años en imponerse está relacionada con el invento del abdismo y sus aliados de la oposición y los medios de las supuestas conexiones del presidente Horacio Cartes con el terrorismo, específicamente con la organización terrorista Hezbolá. Pero el viaje que realizó el exmandatario al Estado de Israel terminó sepultando la farsa que intentaron instalar. El líder colorado fue invitado especialmente por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para participar en la conferencia internacional sobre la lucha contra el antisemitismo, celebrada en Jerusalén, donde Cartes no solo asistió, sino que también fue uno de los oradores.
El simple hecho de que Cartes fuera invitado por la máxima autoridad de Israel –un país no cualquiera, sino uno de los principales aliados de Estados Unidos en el mundo– es elocuente en sí mismo. Este gesto demuestra cómo Israel trata a sus amigos y, al mismo tiempo, desmonta las calumnias lanzadas en su momento por el gobierno de Mario Abdo Benítez y sus aliados, quienes insinuaron vínculos entre Cartes y Hezbolá, organización hoy considerada terrorista por sus nexos con el régimen iraní.
La visita del expresidente echa por tierra esa farsa montada en 2022. Israel está en guerra con Hezbolá, que representa la frontera norte de sus operaciones militares. ¿Acaso una nación en conflicto con esta organización terrorista recibiría con honores, elogios y acceso a sus autoridades a alguien con la más mínima sospecha de conexiones con Hezbolá? La respuesta es obvia.
Desde su llegada a Medio Oriente, Cartes fue tratado como un invitado especial: en su visita al parlamento israelí (la Knesset), en el emotivo recorrido por las zonas del sur devastadas por la masacre de Hamás del 7 de octubre de 2023, o en la recepción ofrecida por el presidente israelí en su residencia. Todos estos actos dejan en claro que Horacio Cartes no es un expresidente más, sino un aliado y un amigo de Israel.
Este trato se reflejó en cada encuentro: en el Parlamento, en las reuniones con autoridades, en las recepciones oficiales e, incluso, en el cálido y fraterno abrazo de ayer entre Netanyahu y Cartes durante la conferencia en Jerusalén. Netanyahu no abrazaría a un enemigo de Israel. Ese gesto selló una amistad de años y contribuyó a derribar la infamia que se intentó instalar sobre estos supuestos vínculos con el terrorismo.
En este viaje –el tercero de Cartes a Medio Oriente–, Israel dejó en evidencia que su visitante no era uno más, sino un aliado reconocido. Como expresó el ministro de la Diáspora, Amechai Chikli, quien acompañó al expresidente paraguayo en el recorrido por las zonas atacadas por Hamás, el expresidente no solo apoya la causa de Israel, sino que fortaleció las relaciones entre Paraguay y el Estado hebreo. De hecho, Chikli lo consideró “el padre fundador y pionero de las nuevas relaciones entre Israel y América Latina”.
No es para menos: durante su presidencia en 2018, Cartes fue uno de los tres mandatarios en el mundo –junto a Donald Trump (de Estados Unidos) y Jimmy Morales (de Guatemala)– que ordenó el traslado de la embajada paraguaya a Jerusalén, reconociendo así a esta ciudad como la capital “eterna e indivisible” de Israel.
Estos gestos no se olvidan en Israel, un pueblo que sabe agradecer a sus amigos y aliados.
Desde que dejó el poder en 2018, el expresidente ha sido objeto de innumerables ataques por parte del abdismo y sus aliados, todos con un objetivo común: minar su influencia política y socavar su poder económico. Para lograrlo, recurrieron a mentiras, información falsa y tergiversaciones, valiéndose incluso del aparato estatal (desde Seprelad hasta la Senac) para impulsar una persecución orquestada.
Hoy, nadie duda del verdadero propósito de esa campaña. Pero el tiempo pone las cosas en su lugar, y la verdad, aunque tarde, termina imponiéndose. El siniestro montaje construido por el abdismo, la oposición cómplice y cierto sector de la prensa comienza a desmoronarse, y la realidad emerge con absoluta claridad.