Los Angeles, Estados Unidos | AFP
El legendario actor y director de cine Robert Redford, de 81 años, anunció el lunes su retiro de la actuación tras una larga y fructífera carrera, pero aún no está dispuesto a decir adiós a la dirección.
El veterano galán de ojos azules y tez curtida por el sol, ganador de dos premios Óscar, dijo a la revista Entertainment Weekly que "The old man & the gun", el filme de David Lowery basado en una historia real en el cual encarna a un ladrón de bancos que fue atrapado 17 veces y se escapó otras 17, será su última película.
"Nunca digas nunca, pero concluí que hasta aquí llego en términos de actuación, y avanzaré hacia la jubilación tras esto porque lo he estado haciendo desde que tengo 21", dijo Redford a EW.
"Pensé, ´Bueno, es suficiente'. ¿Y por qué no salir con algo que es positivo y muy optimista?", añadió la estrella, una de las más queridas y respetadas de Hollywood.
Un gran elenco lo acompaña en su última película, que también produjo y que será estrenada el 18 de septiembre por el estudio Fox Searchlight: Sissy Spacek, Danny Glover, Tom Waits y Casey Affleck.
Consultado sobre si seguirá dirigiendo películas, dijo a EW: "Veremos sobre eso".
Redford es fundador del Sundance Institute en Utah y del Sundance Film Festival. La revista Time lo bautizó como "El padrino del cine independiente" en 2014, cuando lo eligió como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Nacido en Santa Monica, California, el 18 de agosto de 1936, comenzó su carrera como actor de cine y televisión hace casi 60 años. Algunos de sus grandes filmes como actor fueron "Todos los hombres del presidente" (1976), donde encarnó al periodista Bob Woodward, "Butch Cassidy and the Sundance Kid", "The Sting" y "Memorias de Africa" (1985).
En 1981 ganó un Oscar al mejor director por "Gente como uno", la primera película que dirigió y que cosechó cuatro estatuillas en total, incluida la de mejor filme. Fue nominado a mejor director otras veces, incluido por "Quiz Show" en 1995.
En 2002, recibió su segundo Oscar en reconocimiento a su trayectoria.
Casado en segundas nupcias con Sibylle Szaggars, de 61 años, Redford tiene tres hijos y varios nietos.
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Cinco películas notables de Robert Redford
Robert Redford, figura emblemática del cine estadounidense que cosechó seis décadas de carrera frente y detrás de las cámaras, murió el martes 16 de setiembre por la mañana en Utah a los 89 años. Redford murió mientras dormía “en su casa en Sundance, en las montañas de Utah, el lugar que amaba, rodeado de sus seres queridos”, dijo su agente Cindi Berger en un comunicado. La familia “pide respeto a su intimidad”, agregó, sin informar la causa del deceso.
Tras 20 años como actor, asumió las riendas de las cámaras y se convirtió en un oscarizado director que además cofundó el festival Sundance para los cineastas independientes en ciernes. Activista ambiental comprometido, Redford también luchó para preservar el paisaje natural y los recursos de Utah, donde vivía. Nacido como Charles Robert Redford Jr. el 18 de agosto de 1936 en Santa Mónica, California, era hijo de un contador.
Robert Redford, arquetipo de héroe de Hollywood y a la vez defensor del cine independiente estadounidense, participó en más de 70 filmes y dirigió nueve largometrajes. Estas son algunas de sus películas más conocidas.
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“Butch Cassidy and the Sundance Kid” (1969)
Es con este wéstern de George Roy Hill (“Dos hombres y un destino” en España), inspirado en una historia real de finales del siglo XIX, que la carrera de Redford despegó. En ella forma junto a Paul Newman el carismático dúo entre “Butch Cassidy” y “Sundance Kid” (nombre que dará a su propiedad en Utah y luego a su festival de películas independientes). Estos dos gánsters son también cómplices en el arte de dinamitar trenes. Esta película, con su conocida melodía de Burt Bacharach “Raindrops Keep Fallin’ on My Head”, marcará el inicio de una gran amistad entre Redford y Newman.
“El golpe” (1973)
Tras los cuatro Óscar de “Butch Cassidy”, George Roy Hill vuelve a reunir a Redford y Newman en “El golpe”y su también pegadiza melodía. Newman es Henry Gondorff, un maestro del engaño que se asociará con un joven estafador (Redford) para tender una trampa al capo de la mafia local en el Chicago de los años 30. La película, ganadora de siete estatuillas, funciona como una obra de teatro (con una escenografía, una trama y una música extremadamente cuidadas) en la que el espectador, que cree estar al tanto del secreto de los dos timadores, acaba siendo engañado.
“Todos los hombres del presidente” (1976)
Este gran clásico del cine político estadounidense, “Todos los hombres del presidente”, de Alan Pakula, narra la investigación de Bob Woodward (Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman), dos periodistas del Washington Post que sacaron a la luz el escándalo del Watergate y provocaron la caída de Richard Nixon.
La producción del largometraje fue una iniciativa de Redford. Pakula lo construyó como una película policíaca, reconstruyendo minuciosamente los hechos y gestos de los dos investigadores y el ambiente del conocido diario estadounidense. La película, ganadora de cuatro Óscar, ensalza el papel de contrapoder de la prensa.
“Cuarenta y cinco años después del Watergate, la verdad vuelve a estar en peligro”, declaró Redford en el Washington Post en abril de 2017, comparando entonces el odio del presidente Trump hacia los periodistas con el de la administración de Richard Nixon.
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“África mía” (1985)
Clásico entre los clásicos, “África mía” (“Memorias de África” en España) consagra el mito de Redford, un indomable cazador del que se enamora Meryl Streep. Después de “El gran Gatsby”, el actor rubio de ojos azules profundos se convierte en el arquetipo de amante ideal, valiente y astuto, libre y romántico, con los grandiosos paisajes de la sabana keniana como telón de fondo.
Nominada a 11 premios Óscar, esta adaptación de la autobiografía homónima de la escritora danesa Karen Blixen se lleva siete estatuillas y tres Globos de Oro. Es la sexta (de siete) colaboraciones del actor con Sydney Pollack.
“El hombre que susurraba a los caballos” (1998)
En su quinta película como director y siete años después de “El río de la vida” (1991), Redford vuelve a triunfar con la adaptación de la novela “The Horse Whisperer” del escritor británico Nicholas Evans. Redford, realizador y productor del filme, también forma parte del elenco de esta oda a los grandes espacios naturales de Montana y a los caballos. La película está protagonizada por Kristin Scott Thomas y una jovencísima Scarlett Johansson, en el papel de una niña traumatizada por un accidente a caballo. Tuvo varias nominaciones a los Óscar, pero no ganó ninguno.
Fuente: AFP.
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El actor Robert Redford murió a los 89 años
Robert Redford, ícono del cine estadounidense de las últimas seis décadas, murió el martes por la mañana en Utah a la edad de 89 años, según el diario New York Times. Redford murió mientras dormía y no se informó de una causa específica de su deceso, según un comunicado de Cindi Berger, jefe ejecutiva de la firma de publicidad Rogers & Cowan PMK, citada por el diario.
Con su insolente belleza, Robert Redford encarnaba una cierta cara de Estados Unidos: ecologista, comprometido, independiente y próspero. El galán de pelo despeinado y pecoso hizo su gran debut junto a Paul Newman como el delincuente simpático en el Western hippie “Butch Cassidy y el niño” (1969).
Además, actuó en otros grandes clásicos como “El golpe” (1973) y “Todos los hombres del presidente” (1976). Después de 20 años como actor, pasó detrás de la cámara, convirtiéndose en director ganador del Óscar y cofundador del festival emblemático Sundance para aspirantes a cineastas independientes.
Activista ambiental comprometido, Redford también luchó para preservar el paisaje natural y los recursos de Utah, donde vivía. Nacido como Charles Robert Redford Jr. el 18 de agosto de 1936 en Santa Monica, California, era hijo de un contador.
Fuente: AFP.
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Almodóvar vuelve al español con “Amarga Navidad”
- Madrid, España. AFP.
Pedro Almodóvar, el cineasta español más reconocido a nivel internacional, comenzó a rodar su nuevo largometraje “Amarga Navidad”, su vuelta al español tras su film en inglés “La habitación de al lado”, anunció este lunes su productora El Deseo. El vigesimocuarto largometraje del realizador manchego de 75 años se filmará entre Madrid y la isla de Lanzarote, en el archipiélago atlántico de Canarias, y su estreno en cines será en 2026, indicó la productora de los hermanos Agustín y Pedro Almodóvar en una nota de prensa.
El reparto contará con el actor argentino Leonardo Sbaraglia y los españoles Bárbara Lennie, Aitana Sánchez-Gijón, Victoria Luengo, Patrick Criado, Milena Smit y Quim Gutiérrez. Sbaraglia, Lennie, Luengo, Sánchez-Gijón y Smit ya participaron en películas anteriores del oscarizado director, quien suele repetir intérpretes en sus obras.
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“Amarga Navidad” contará dos historias paralelas, la de Elsa, una directora de publicidad quien emprende un viaje sanador a Lanzarote junto a una amiga tras la muerte de su madre, y la del director de cine Raúl Durán, que entremezcla “ficción y realidad”, indicó la nota de prensa.
El film “desarrolla cómo la vida y la ficción están unidas de un modo indisoluble, incluso doloroso en ocasiones”, agregó. Almodóvar vuelve al español tras su debut en inglés “La habitación de al lado” (2024), una película sobre la amistad y la muerte protagonizada por Tilda Swinton y Julianne Moore que ganó el León de Oro a la mejor película en Venecia y tres Premios Goya del cine español.
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Daniel Burman: “El cine revela las cosas que la sociedad niega”
- Fotos: Pánfilo Leguizamón
En esta edición del programa “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al director de cine argentino Daniel Burman, quien se encuentra de visita en nuestro país por razones de trabajo. Además de algunas de sus producciones y de la función del cine en nuestros tiempos, Burman habla de la construcción de la identidad y de la necesidad de que la sociedad aprenda a sentir como propio el dolor de los otros.
Daniel Burman nació el 29 de agosto de 1973 en Buenos Aires; es conocido por la serie “Iosi, el espía arrepentido” (2022), así como las películas “Esperando al mesías” (2000), “Todas las azafatas van al cielo” (2002), “Derecho de familia” (2006), “El rey del Once” (2016), además de “El abrazo partido” (2004), galardonada con el Gran Premio del Jurado del Festival de Berlín. Otros títulos destacados: “El nido vacío” (2008), “La suerte en tus manos” (2012), “Dos hermanos” (2010), “El misterio de la felicidad” (2013). Su último trabajo es “Transmitzvah” (2024).
–Hay mucho que hablar de cine, pero mi primera pregunta es bien provinciana. ¿Qué le trae por el pueblo, don Daniel?
–Un montón de cosas. Es muy curioso. A veces en mi actividad ocurre que hay algo que va más allá de lo racional y hay una alineación de proyectos que te empiezan a llevar a todos lados. Ahora hay tres proyectos muy importantes en diferentes etapas que me empezaron a traer para Paraguay. Todo empezó con Andrés Gelós, que es un gran amigo y colega y colaborador que me viene hablando de Paraguay hace muchos años. Yo no conocía a Asunción, es increíble, estando a una hora y media. Entre paréntesis, es impresionante el desconocimiento que tenemos de un país hermano, vecino, que cuando entré a Asunción no tenía nada que ver con el prejuicio o el preconcepto. Me quedé muy sorprendido de lo que tiene que ver con el sector audiovisual del enorme potencial, el enorme presente también, porque el potencial siempre habla como de algo por venir. Lo que está sucediendo con el audiovisual en Paraguay y las posibilidades que se están abriendo en esta coyuntura son increíbles.
–Este vaticinio de que la pandemia en algunos aspectos era un punto de inflexión en nuestra manera de ver, de reflexionar las historias, ¿sucedió?
–No, no sucedió, no va a suceder y tiene todo el sentido porque uno de los mecanismos más comunes que tenemos todos y más activos, más presentes, una de las mayores herramientas de su providencia es la negación. Vivimos en estado de negación permanente, primero negamos quiénes somos todo el tiempo y también ni hablar de las situaciones externas que la vivimos negando. Entonces era de esperar que neguemos la pandemia, el efecto traumático y, sobre todo, neguemos lo que nos reveló sobre nosotros mismos, sobre nuestra vulnerabilidad, sobre su fragilidad y tiene un sentido. No juzgo ese mecanismo. La supervivencia incluso en condiciones óptimas de alimentación y sanitarias es muy compleja por la propia crisis existencial de estar, con lo cual entiendo que hayamos tirado en un abismo todo aquello que aprendimos en esos tiempos tan dramáticos.
IDENTIDAD POLIFACÉTICA
–Estaba reflexionando de que Argentina debe ser de los cines, después de Hollywood probablemente, obviamente Israel supongo, que más incurren en la temática judía.
–Tiene que ver con que hay una comunidad judía muy grande y también una diferencia con las demás comunidades judías. La dicotomía identitaria no ha existido en gran parte de la comunidad. Yo siempre he sido judío y argentino al mismo tiempo y nunca me puse a preguntar cuánto había de cada uno, no hay ninguna dialéctica digamos porque también creo personalmente que la identidad es absolutamente polifacética y soy judío y soy padre y soy hijo y soy argentino y soy una persona de cuentitos y soy un montón de cosas y no soy nada al mismo tiempo. Soy la persona que busca saber quién es como cualquiera de nosotros. Creo que tiene que ver con eso, que también no nos tuvimos que aferrar a esa identidad de una manera reactiva. Encima viniendo del país que sufrió los atentados terroristas más cruentos contra la comunidad judía fuera de Israel.
–Quiero detenerme en “Iosi”, una de las series más vistas acá en Paraguay. Fue un episodio muy fuerte a partir de toda esa fortaleza que tuvo unos años de incertidumbre al respecto de si se hacía justicia o no se hacía justicia, ¿no?
–Sí, no se hizo justicia finalmente. Y creo que también lo que quise reflejar, o sea, la sociedad argentina se anestesió ante la falta de justicia y que la impunidad formó parte de la identidad colectiva. Es algo tremendo. Pero me parece importante que la impunidad no es responsabilidad de un político o de una época política, es de una época de la sociedad en la cual la gente estaba anestesiada y admitía que la impunidad era un activo social con el cual se podía vivir y muy bien.
–Que tiene un pariente, que es el miedo.
–Ojalá fuera el miedo. Yo creo que es más la desidia, porque básicamente nadie soporta la impunidad respecto a uno mismo. Las víctimas nunca soportan la impunidad, esto está claro. El chiste es que la sociedad que no es directamente influenciada por un hecho lo sienta como propio. A mí me fascina el concepto de Spinoza sobre la escala del amor y la generosidad. Uno puede amar a cualquiera pero la generosidad es actuar como si uno amara al otro. Esto es lo mismo, que la sociedad actúe como si hubiera sido lesionada ella misma y cuando eso se desarticula puede existir la impunidad. Entonces básicamente hablamos de un cierto quiebre en el contrato social, de cierta dilución de una empatía.
VERDADES OCULTAS
–¿Te parece que el cine sigue reivindicando el lugar de la verdad?
–Una de las misiones del cine, porque cristaliza de manera física y evidencia ciertas verdades o a contrario sensu, que es más fácil porque darle un lugar de portador de verdad es un poco riesgoso, evidencia estos momentos de impunidad, estos momentos de la verdad que es mirada o atacada, que no es lo mismo que ser un lugar de definición de verdades. Yo en “Iosi” no digo “el atentado lo hizo tal persona”, porque la Justicia es la que tiene que hacer eso. Yo lo que digo es que durante 30 años se construyó una conspiración de actores muy diferentes de la sociedad, todos alineados de manera sincronizada para garantizar un pacto de impunidad. Hay una verdad que no conocemos y el cine puede develarnos las verdades ocultas.
–¿Cuándo fue la vez en tu vida, para hablar de tu historia personal, que dijiste “yo quiero hacer cine”?
–No existió ese momento y es bastante decepcionante cuando me preguntan eso, porque yo quería ser escritor. Yo tengo una fascinación por la literatura, me encantaba escribir y todavía la verdad que escribo y siempre digo a mis hijos “cuando sea grande me dedicaré a ser escritor” y me miran y me dicen “cuánto falta para eso” (risas). Escribía, pero en cierto momento sentí que tenía que transformarlo en un ambiente para contarle algo a alguien. Tengo el recuerdo de esperar que mi madre llegue del trabajo para contarle algo, la fascinación de contar algo. Y tomé cine como un instrumento, que podría haber sido cualquier otro. Nunca tuve una fascinación por el dispositivo cinematográfico y de hecho hoy no la tengo. Tengo una relación totalmente instrumental. No hay nada que me aburre más que hablar de una cámara. Cuando viene el fotógrafo y me dice ¿salió tal lente? Ni me cuentes. Mi relación con el cine es instrumental y de puente.
LA FIGURA DEL HÉROE
–Quiero continuar con tu obra y quedarme en “El abrazo partido”, porque además es un juego de palabras muy bonito.
–“El abrazo partido” me dio muchísimas satisfacciones y me cambió la vida. Fue la película donde dije “soy algo así como un director de cine”. Siempre parto de un dilema moral irresoluble. Yo cuando era chico vivía en el barrio judío de Once de Buenos Aires y había escuchado una historia que nunca se termina de saber si fue verdadero, pero me inspiró la película de que en la época de la guerra de los Seis Días hubo muchos judíos argentinos que dijeron “vamos a luchar por Israel” y en esa época se tardaba en llegar. Muchos llegaron después del sexto día y la guerra ya había terminado. Y alguno dijo “bueno, me quedo” y dejó una familia con un local. A mí esos dilemas de ir a luchar por un ideal dejando una familia, la idea de ir a salvar al mundo, pero abandonar tu responsabilidad más próxima, siempre desconfié. Siempre desconfié mucho de los héroes porque para mí son gente que se escapó de la casa, que no quiere asumir o que prefiere ir a salvar las ballenas en Australia en lugar de cuidar a su hijo de cuatro años y explicarle ciertas cuestiones existenciales.
–¿Qué cosas está mirando el cine?, ¿qué profecías está haciendo te parece?
–Yo creo que el cine no hace profecías. Yo creo que mucha gente que hace cine tenemos una conexión con nuestro tiempo. Entonces, no somos proféticos, sino revelamos cosas que la sociedad niega. Niega por el frenesí, por la falta de debate, por la agenda. Normalmente cuando uno va a promocionar una película, lo que te sucede hoy día es que la mayoría cuando vas a un programa de televisión te dice “la agenda de hoy es muy política, la agenda es otra cosa”. Yo creo que somos nuestra agenda. Estoy bien convencido de que somos qué hago hoy, somos eso y cómo tratamos al otro en ese eso y nada más.
EXPERIENCIA SOCIAL
–Dentro de unos años tendremos personas que pudieron no haber ido al cine, pero igual haber visto todas las películas del mundo. ¿Cómo te llevás con esos cambios?
–Tengo contradicciones al respecto. Por un lado, la idea de la masividad y la posibilidad de cuando pongo una serie y que pueden verla en cualquier parte del mundo y toda la penetración que tiene y el acceso que tiene porque sigue siendo un lujo burgués finalmente, pero tiene un acceso muy grande. Pero yo recuerdo que cuando estrenaba una película, mi mayor placer era salir y ver la gente llegando al cine. Había un momento de su vida que giraba en torno a ese evento y todo lo que significaba y que ahora todo se pueda hacer desde la cama comiendo una pizza. No es que me afecta a mí, me da pena que nos estemos perdiendo todo eso, porque en ese circular había un contacto humano, una circulación.
–Es como que se perdió el templo, ¿no?
–Se perdió el templo, pero lo mío no es la cuestión romántica, sino que nos perdimos una experiencia social que para eso nació, de a quiénes tengo al lado, que me encuentro con alguien, el tránsito con el otro, que lo vamos perdiendo. A mí eso me da pena, pero no por el cine en sí mismo, sino por la pérdida social, porque se van perdiendo y eliminando momentos de contacto humano, de contacto real.
HERMANDAD ESTÉTICA
–¿Te parece que hay un cine regional identificable como un corpus o hay experiencias aisladas?
–Yo siempre desconfío un poco del cine del hermano latinoamericano. Me parece que nunca terminé de entender por qué no podemos ser unidos, cercanos, colaborativos desde nuestra singularidad. Me parece que también es una pose totalmente innecesaria y es una retórica que el goce está en un supuesto sentimiento de hermandad estética o narrativa que no hay. Lo hubo en la literatura en cierto momento. Desde afuera nos miran como latinos, pero ¿nos tenemos que sumar a esa mirada? ¿O tenemos que reivindicar nuestra singularidad y tener una mirada más pragmática de colaboración entre los países para hacernos más fuertes en todas las cinematografías, generar hub de producción?
–¿Cómo está el cine argentino?, que siempre fue productivo.
–Creo que está en el momento más delicado de su historia. La interrupción del fomento público generó una crisis muy grande. El cine argentino hoy día se sostiene básicamente por el aporte de las plataformas y me gusta. Prefiero pensar que de alguna manera el sistema de fomento público de alguna manera se va a reinventar para lograr que personas como yo, que hemos sido hijos de la educación pública y hemos contado con apoyo, después podamos crear como yo compañías de producción independiente, pero el aporte público es el puntapié. Hay que entender que una cinematografía es mucho más que lafacturaciónoel valor agregado que genera porque tiene un enorme impacto cultural y sobre otras industrias.
–Hay una especie de desvalorización de lo público también, ¿no?
–Latinoamérica es un continente, y ahí sí estamos hermanados, con abismales asimetrías irresolubles por el mercado. Esto no es una posición ni ideológica ni política, es absolutamente descriptiva. Hay comunidades, hay espacios, hay territorios, que además de las cuestiones de asimetrías históricas, están bajo riesgo por cuestiones climáticas. Ahí la sociedad, más que el Estado, puede tener una decisión de si como humanos tenemos una empatía y queremos entre todos ayudarnos. Es una cuestión humanística y no política.