El martes 9 de julio, a las 19:00, con la presentación del libro “Historia, fotografía y guerra. Un estudio sobre las Fotografías de la Guerra contra la Triple Alianza” de María Belén Strassera y José Ignacio Sánchez Durán, iniciará en la Casa Bicentenario de las Artes Visuales “Ignacio Núñez Soler” (Azara 845 casi Tacuary), el ciclo dedicado a la historia de la historia de la fotografía en el Paraguay, donde destacadas investigadoras desarrollarán charlas y exhibiciones sobre el uso de imágenes en nuestro país.
A partir del libro “Historia, fotografía y guerra”, ambos investigadores trabajaron sobre los usos, las prácticas y las representaciones fotográficas de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1864-1870), con el que reflexionan sobre los aportes y los límites de este tipo de documentos para los estudios históricos y culturales.
Por este trabajo recibieron el Premio a la investigación latinoamericana, otorgado por el Centro de Fotografía (CdF) de la Intendencia de Montevideo, además de otros en su país. La obra fue presentada en la última Feria Internacional del Libro - FIL Asunción, y es distribuida a nivel local por la Editorial Arandurã.
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Siguientes charlas
Con esta charla, la Casa Bicentenario de las Artes Visuales inicia el ciclo en el que se realizará un recorrido cronológico del uso de la imagen fotográfica en nuestro país. Hasta ahora es escasa la bilbiografía sobre la historia de la fotografía en nuestro país, por el que un objetivo principal es la contribución de unir las diferentes investigaciones que realizan, tanto historiadores como cientistas sociales, incluso coleccionistas, autores que desarrollan parte de su obra sobre los usos sociales de la fotografía y su arribo a nuestro país, en el siglo XIX. Nombres como Du Graty, Juan Estiene, Fulgencia Almirón, Louis de Bocard, Javier López, Manuel San Martín, Auguste François, entre muchos otros dedicados a la fotografía, con cuyo desembarco tenemos imágenes y relatos sobre sus trabajos y procesos.
Las presentaciones, además de Strassera y Sánchez, estarán a cargo de Juan Migliore, Milda Rivarola, Ana Barreto, Adriana Almada, Sebastián Scavone Yegros, Luis Vera, además de otras personas invitadas. Serán los martes de julio y agosto, a las 19:00, y los temas serán dados a conocer semanalmente.
La Casa Bicentenario de las Artes Visuales “Ignacio Núñez Soler”, es parte de la Red de Casas Bicentenario del CCR Cabildo, extensión cultural del Congreso de la Nación. Como su nombre lo indica está dedicada especialmente al campo de las artes visuales y audiovisuales, con espacios dedicados a la cinematografía paraguaya, así como a muestras temporales de arte contemporáneo. Fue habilitada el 3 de abril de 2013, en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia Nacional.
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Sobre los autores
María Belén Strassera nació en Buenos Aires, Argentina, 1984. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación Social, con orientación en Políticas y Planificación. También, estudió Realización y Dirección en Televisión en el Instituto de Formación Técnica Superior.
José Ignacio Sánchez Durán nació en Buenos Aires en 1977. Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires. Colabora con la redacción para el sitio web de Todo Noticias (TN). Fue docente de periodismo y desempeñó tareas en publicidad, medios de comunicación e industrias culturales Ambos trabajan en el archivo audiovisual de noticias de Artear, en Argentina.
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Asunción, madre de la evangelización del Río de la Plata
- Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos: Archivo/Gentileza
El 1 de julio de 1547, el papa Paulo III, por medio de la bula “Super specula militantis ecclesiae”, crea la Diócesis del Río de la Plata con sede en Asunción. Más adelante será conocida como la Diócesis del Paraguay, elemento neurálgico para el despliegue de sacerdotes y la evangelización de estas tierras. Aquí un repaso a esa historia fundacional.
Pasaron 478 años desde la creación, con sede en Asunción, de la Diócesis del Río de la Plata. “Así se establece la consolidación completa de la posesión española y se otorga protagonismo a Asunción como centro no solo de las estructuras de conquista y poblamiento, sino también de la misión evangelizadora y organizativa de la Iglesia católica”, cuenta el presbítero Hugo Fernández, director del Museo Eclesiástico Monseñor Juan Sinforiano Bogarín.
Lo hace invitando a visitar el local del museo, al costado de la Catedral, donde “se puede ver el vestigio histórico, artístico y social de la acción de la Iglesia durante estos casi 500 años de labor y de fe en estas tierras”.
Entiende por ello importante historiar cómo se llega a ser diócesis. Fernández recuerda que en 1541 Asunción deja de lado su condición militar de casa fuerte para convertirse en ciudad. El despoblamiento de Buenos Aires y otras fortalezas sobre el río Paraná la convirtieron en un punto privilegiado para el abastecimiento, reparo y punto de camino para la pretensión de llegar a la plata y el oro del Potosí.
“Los españoles acostumbrados a un régimen de gobierno en donde la Iglesia, por real patronato de la corona, conformaba parte de las estructuras de gobierno no tenían un obispo. Esta ausencia, sumada a la necesidad de conducción moral y espiritual tanto de los españoles como de los naturales, motivó que desde 1543 sean muy frecuentes las cartas pidiendo al rey un obispo y la demarcación de las jurisdicciones propias”.
UN PEDIDO INSISTENTE
El desenfreno de los españoles es reconocido en los pedidos que van haciendo por carta a la Corte para que se les envíe un rector religioso, según aporta Fernández, que es licenciado en Teología.
“La terrible situación moral de los españoles y su relación con las indígenas en especial se acrecentaba a causa de la falta de la presencia regia de la Iglesia. Aunque para 1545 Asunción contaba con más o menos 10 sacerdotes, la situación no pintaba para bueno. Ejemplo de esto es el testimonio de fray Juan de Salazar (no confundir con Espinoza), quien en carta al emperador Carlos V afirmaba que Asunción era un “pueblo de más de quinientos hombres y más de quinientas mil turbaciones”.
Pedro Dorantes, soldado factor, pedía al rey ya en 1543 “un prelado que sea letrado y de buena vida, con la cual nos dé ejemplo a vivir y sea protector de los indios”. El contador de la ciudad Felipe Cáceres requería “una persona eclesiástica, juez protector en lo espiritual para que nos haga ser buenos cristianos”.
CASTIGO Y EJEMPLO
El mismo gobernador Domingo Martínez de Irala solicita al rey en carta del 5 de marzo de 1545 por “un pastor para la Iglesia (…) que sea tal que su vida, castigo y ejemplo tengamos todos temor y vergüenza…”.
En marzo de 1547, el emperador Carlos V envía como comisionado a don Diego de Mendoza para que tramitara ante el papa la creación de una diócesis, puesto que esta región es tan extensa que no puede ser atendida por el Obispado de Cusco y “para que los indios naturales de ella que están sin luz ni fe ni conocimiento de ella sean alumbrados y se conviertan”, decía el pedido al santo padre.
Como resultado de las gestiones, el 1 de julio de 1547 el papa Paulo III creaba la Diócesis del Río de la Plata y elegía al franciscano fray Juan de Barrios como su primer obispo.
LOS AÑOS FUNDANTES
El primer obispo no pudo llegar porque el navío que lo tenía que traer nunca pudo zarpar. Pasado ya el tiempo, De Barrios fue designado por el papa primero a la Diócesis de Nueva Granada para finalmente ser destinado a la de Santa Fe de Bogotá.
En 1554, el papa nombra a fray Pedro Fernández de la Torre como obispo del Río de la Plata: “Llegó a Asunción en 1556 y fue recibido con mucha algarabía. Mandó construir otra iglesia que sirva de catedral porque hasta el momento la única iglesia mayor de Asunción y que funcionaba como tal era la parroquia de la Encarnación, erigida desde 1539 y hasta el día de hoy considerada la más antigua de toda la región. El fray acompañó al gobernador Domingo Martínez de Irala en varias de sus incursiones al Chaco, después proclamó gobernador a Francisco de Vergara, que surgió de una elección popular y con quien más adelante riñó fuertemente en enemistad. Murió en España en 1573”, historia Fernández.
El presbítero apunta además que desde sus inicios la Catedral de Asunción fue sede de diversos acontecimientos históricos, sala de deliberaciones del Cabildo, sínodos, refugio en tiempos de catástrofes y levantamientos armados, etc.
Desde su creación hasta 1609 dependió de la Arquidiócesis de Lima. En 1620 se crea la Diócesis de Buenos Aires, que se desprende así de la del Paraguay.
Desde 1609 hasta 1865 Paraguay dependió de la Arquidiócesis de Charcas. Desde 1865 hasta 1929 pasó a formar parte de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
Asunción recibió la categoría de arquidiócesis recién en el año 1929, siendo su primer arzobispo monseñor Juan Sinforiano Bogarín.
ANHELO
“A pesar de ser la primera diócesis de toda la región del Río de la Plata, fue una de las últimas sedes elevadas a la categoría arzobispal y aún hasta hoy no le ha sido otorgado oficialmente el título de iglesia primada”, cuenta el presbítero Fernández.
Entiende que esta posibilidad está abierta y solo depende de gestiones. “Desconozco si en algún momento los representantes de la Iglesia en el Paraguay hayan gestionado o al menos promocionado ante el papa la conveniencia de este privilegio. Si aún no se ha hecho, sería bastante interesante que los prelados actuales lo hagan. Sería un privilegio otorgado por el papa que nos llenaría de mucho orgullo y alegría como pueblo”, afirma.
TRAYECTORIA
Fernández destaca, entre varios otros elementos y momentos históricos, la importancia de la acción de la Iglesia en la defensa de los indígenas en los siglos XVI a XVIII, la confirmación de las “doctrinas de indios” organizadas por los franciscanos y jesuitas para la defensa y formación de los indígenas y de cuyas doctrinas provienen la mayoría de los pueblos paraguayos hasta inicios del siglo XX inclusive, la promoción de la lengua guaraní y los saberes ancestrales en sintonía con la ciencia y la religión.
También “un segundo momento es el rol clave de la Iglesia en pos de la defensa de la dignidad humana durante el gobierno militar de 1954-1989. Y aunque siempre toda sociedad es imperfecta, los errores y las falencias cometidas también dentro de la Iglesia son motivo de profunda reflexión y una revisión interna para seguir caminado buscando la semejanza a Cristo que nos impulsa y nos acompaña para seguir caminando, luchando y perseverando en la fe mientras construimos una sociedad que nos beneficie a todos por igual”, concluye.
SOBRE EL PRESBÍTERO
El presbítero Hugo Fernández V. es licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación. Es también museólogo, director del Museo Eclesiástico Monseñor Juan Sinforiano Bogarín y secretario ejecutivo de los Bienes Culturales de la Iglesia por la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP).
EL ROL DE LOS RELIGIOSOS EN LA INDEPENDENCIA
A inicios del siglo XIX, existían en todo el territorio 55 sacerdotes y al menos cinco de ellos actuaron de modo especial a favor de la Independencia. Tras la revolución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, surgieron varios partidarios que propiciaban algo similar en Paraguay y entre ellos “fue constante la participación de los clérigos. En setiembre de 1810, se descubrió un grupo cuyo plan era apresar al gobernador, al obispo y a los capitulares. Fueron detenidos y confinados al Fuerte Borbón el padre Franciscano Baca y varios otros civiles”, nos recuerda Fernández.
También en Concepción se reunía “una peña revolucionaria encabezada por los curas José Fermín Sarmiento y Nicolás Ibarbals. Los implicados motivaban la causa revolucionaria y criticaban abiertamente inclusive desde el púlpito al gobierno de Velasco”. Siguiendo con este derrotero, “durante la expedición de Belgrano en 1811 la actuación del capellán José Agustín Molas, joven de 23 años, fue relevante en motivar la persecución a los invasores.
Durante la revolución del 14 de mayo el gobernador trató de apaciguar los ánimos enviando al obispo Panes a dialogar con los revolucionarios junto con otros clérigos, pero no tuvieron éxito al ser considerados españoles. Los clérigos paraguayos se encontraban muy comprometidos con la revolución.
Entre los más decididos estaba el fray franciscano Fernando Caballero, tío del Dr. Francia, así como la mayoría de los franciscanos eran partidarios de los patriotas. Otros como el padre Leal, el padre Baca y Orué alentaban a los nacionales. Otro clérigo de gran prestigio era el carapegüeño Francisco Xavier Bogarín, profesor en el Real Colegio de San Carlos y posteriormente vocal de la Junta Superior Gubernativa”, recuerda.
PREOCUPACIÓN POR LOS INDÍGENAS
Desde los primeros pasos de la conquista “la labor de los clérigos ha sido trascendental, sobre todo en el ámbito de la defensa de sus derechos. Conocemos el caso del padre Gabriel Lezcano, quien en 1545 ante la decisión de Irala de exterminar a una comunidad de indios agaces fue a entrevistarse con el cacique Abacotté consiguiendo la paz”, cuenta el presbítero para explicar lo importante del rol eclesiástico para intentar parar los abusos de la conquista.
“El padre Diego Andrada, primer párroco de Asunción, fue también conocido por ser ‘protector de indios’ y el caso más emblemático son las cartas del padre Martín González, quien constantemente denuncia los abusos de los españoles hacia los indios”, recuerda.
“Si bien en el Paraguay no se observa aquella brutalidad que ensangrentaron masivamente los primeros días de la conquista en México o Perú, la conquista paraguaya se basó en la unión y procreación de españoles e indígenas, el mestizaje. Sin embargo, las estructuras económicas y coloniales rápidamente causaron grandes conflictos, sobre todo por el requerimiento de la mano de obra de los indios y las exigencias de los españoles. Habrá sido muy difícil entre los pocos clérigos de aquellos días mediar ante estas situaciones”, reflexiona.
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“El retrato es una forma de crear un espacio con el otro”
El fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar se instaló por primera vez en ese alejado territorio en 2009. Ahora vive en Seyðisfjörður, transformado por el contexto, un planeta distinto, como dice. El artista visual nos habla sobre la esencia de su nueva muestra y sus vivencias en la “tierra del fuego y el hielo”.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Juanjo Ivaldi
El pasado 17 de junio se habilitó en Islandia la muestra “Dejar aparecer”, del fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar, una propuesta coordinada por Auður Mikaelsdóttir que presenta un centenar de retratos de ciudadanos de Höfn, un pueblo de alrededor de 2.200 habitantes, donde el compatriota vivió un tiempo. “Dejar aparecer” es una forma de buscar pasivamente el momento artístico, tanto para permitir que este logre manifestarse, en este caso la imagen frente al observador, así como para el artista permitirse ver y captar la obra, en el caso de Juanjo, registrar con la cámara con el máximo respeto al retratado.
Ivaldi vive su segunda estadía en la isla. En 2009 fue por primera vez, para volver en 2014. Cinco años después volvió a instalarse y a revivir la conexión que le permite ese planeta que se le representa como Islandia, como paisaje y humanidad como contexto. “En el retrato, lo esencial no se fabrica: se revela”, cita el texto de convocatoria a la muestra. Juanjo habló con La Nación del Finde sobre esta iniciativa, su experiencia en Islandia, y la búsqueda ética y estética que propone él con esta colección.
–¿Cuál tu primera vinculación con Islandia antes de ir y la primera en construir al llegar allá?
–Pensar en esto me llevó directo a una memoria de una sala de fotografía con un piso de ajedrez en el “Instituto de la imagen”. Coincidentemente, la primera vez que escuché sobre Islandia fue en un curso de fotografía que tomaba en Paraguay, allá por el 2006 o 2007, no recuerdo muy bien. Alguien puso música de Sigur Rós… ese sonido… lejano, como si viniera de otro mundo. Hoy, mientras te respondo a estas preguntas, vuelvo a poner Sigur Rós y preparo un café. Mi primer vínculo real con Islandia fue por Sunna, una mujer bellísima de estas tierras, a quien siempre voy a estar profundamente agradecido por invitarme a llegar hasta acá. Con ella tuvimos una relación de jóvenes curiosos en esos años, y un día me dijo: “¿Por qué no nos vamos a Islandia?” Yo le dije “¡Jaha!”. Y bueno, fue así como Islandia pasó de ser ecos sonoros (primero conocí su música), después solo imaginación, a convertirse en un hogar.
Llegar desde Paraguay en 2009, con 25 años, fue como aterrizar en otro planeta, Islandia es otro planeta. Recuerdo un paisaje más negro que verde: extensiones de lava, montañas, cielos inmensos, inmensidad más inmensidad, bum, un aura boreal, 24 horas de día, 24 horas de noche y silencios. Hermosos silencios. No era el Islandia “turístico” de hoy, era un país más reservado, lleno de barrios y a la vez más salvaje. Esa naturaleza en todas sus formas, honesta, me atrapó de una forma que nunca imaginé. Creo que, en ese primer invierno, mientras la nieve caía sobre un planeta que apenas empezaba a conocer, supe que algo en mí también estaba cambiando. Para siempre.
–¿Cómo definirías al retrato, y cómo lo diferenciarías de otras formas fotográficas?
–Para mí, el retrato es una forma de crear un espacio con el otro. No es una imposición de la mirada, del “yo fotógrafo” quiero que vos persona hagas esto para que el “yo fotógrafo” sobresalga. En mi experiencia, un retrato ocurre cuando el otro puede emerger, cuando no se lo interrumpe ni se lo fuerza a ser algo. En este sentido, lo diferencio de otras formas fotográficas que a veces buscan captar lo espectacular, lo inmediato o lo evidente. El retrato, en cambio, es más lento. El retrato es espera. Uno se queda esperando un gesto, una pausa, un silencio donde algo del otro se revele. Es como transitar el mundo analógico de la fotografía. Suele haber un segundo donde la persona decide darte algo, o a veces se le escapa, porque siempre está ahí. En mi búsqueda del retrato, no trato de fabricar una imagen, sino dejar que algo que ya está, como la dignidad, una verdad, incluso una herida, se asome, de formas diferentes. Y cuando hay escucha, cuando hay tiempo, ahí entre dos personas, esa imagen puede convertirse en un espejo donde alguien se reconozca con una dignidad que quizás había olvidado. Por eso, para mí, retratar es también un acto de respeto.
EL TRAYECTO
–¿Cuándo empezó a tener forma de muestra esta colección de fotos?
–Esta última exhibición de retratos tiene sus raíces en una experiencia previa del año 2023, cuando trabajé junto a Greta Clough en una región del norte de Islandia. Allí realizamos una serie de entrevistas y retratos que culminaron en la muestra Fl(j)óð, una exposición fotográfica centrada en mujeres de origen extranjero que vivían en Húnaþing Vestra. Compartimos las historias de 33 mujeres de la comunidad, celebrando sus raíces y abriendo espacios de reflexión sobre el lugar que ocupan las mujeres inmigrantes dentro de la sociedad islandesa. Este proyecto fue muy bien recibido y tuvo buena cobertura mediática en el país. Inspirada en esa experiencia, Auður Mikkelsdóttir se puso en contacto conmigo con la idea de hacer algo similar en Höfn, una localidad del sureste a donde llegamos juntos con Tess Rivarola en 2019 y donde vivimos por más de un año. Esta vez, el enfoque estuvo puesto en las y los habitantes de la comunidad. Así comenzó esta nueva etapa.
Durante tres meses hice lo que más me gusta en la vida; manejar en ruta islandesa, escuchar música y fotografiar. Viajé desde Seydisfjördur (un pequeño fiordo del este donde vivimos desde el 2020) a Höfn todos los fines de semana, unos 150 km, atravesando dos rutas de montaña que alcanzan los 600 metros de altitud y no pocas veces están cubiertas de niebla. Conocí y fotografié a 114 personas. En cada encuentro conocí algo nuevo de esta cultura. Tomé café como nunca antes en mi vida. Acá cada vez que llegas a una casa no importa la hora que sea te invitan café. Cada persona me mostró algo nuevo de la forma de ver la vida que tienen los islandeses. Y así fue tomando forma la muestra: como un retrato colectivo que busca reflejar la diversidad del pensamiento, la memoria compartida y lo cotidiano de quienes habitan este rincón del sureste islandés.
–¿Qué sensaciones o intenciones conectan o vinculan entre sí a las fotos de esta muestra?
–Una serie de fotografías puede narrar una historia, pero en esta muestra de retratos el hilo no es argumental. No hay un relato lineal, sino una atmósfera que se construye desde la escucha. Para cada retrato, lo único que pedía era que la persona eligiera el lugar donde quería ser fotografiada. Algunos escogieron sus casas; otros, los caminos donde pasean con sus perros. Algunos volvían a las granjas de sus abuelos, a los establos donde cuidan caballos, ovejas o gallinas. Esas elecciones no fueron casuales: en esta serie de retratos el paisaje no es fondo, es parte del cuerpo. Creo también que lo que une estas imágenes es una intención compartida porque para ser retratado hay que querer ser visto.
En muchos de estos retratos se puede leer el arraigo profundo que cada islandés tiene con su tierra. Para muchos, decir “soy de tal lugar” es un acto de orgullo. Y no es solo una frase: es literal. Algunos nunca salieron de su pueblo Son de ahí, y lo son a mucha honra. Cada persona retratada iba trayendo una nueva perspectiva; su forma de pensar. Y, sin embargo, algo se repetía, remitiendo a algo ya escuchado antes, al otro lado de la isla. Y así se fue tejiendo más o menos, una sensación de intimidad, de presencia, de pertenencia. Quizás lo que une estas imágenes no sea lo que se ve, sino lo que se intuye: una vibración, una confianza, una forma de mirar que no busca transformar, curiosea. Lo que deseo es que cada retrato sea una puerta entreabierta entre la presencia y el misterio.
OBSERVACIÓN Y ESPERA
–¿Cómo llegás vos a la idea de “dejar aparecer” y qué pensás que te aporta como fotógrafo en el contexto donde te manejás?
–El concepto de “dejar aparecer” lo tomo prestado de Humberto Maturana, biólogo chileno, quien plantea que amar es permitir que el otro sea, sin forzarlo a cumplir con nuestras expectativas. Me quedó resonando, y con el tiempo entendí que eso también era lo que yo buscaba al retratar. Coincide con mi manera de aproximarme al retrato, no desde la dirección ni la construcción, sino desde la observación y la espera. Yo no me siento tanto un fotógrafo que “arma” imágenes, sino alguien que observa, que acompaña. En el contexto donde vivo, el “countryside” de Islandia, el tiempo se percibe de otra forma, las personas tienen otras formas de relacionarse. En el momento del retrato, las personas acá pueden llegar a ser muy cerradas para nosotros los “sudacas”. Pero eso es una interpretación desde una expectativa del otro. Aquí, se vuelve clave ser observador, quedarse quieto. Acompañar el silencio entre los dos, acompasar el momento. Aquí no se pueden forzar las cosas. Entonces uno, como fotógrafo, va generando el espacio, las condiciones donde la persona pueda mostrarse, si quiere, si lo siente. Puedo decir hoy que “dejar aparecer” se ha vuelto para mí una ética del mirar y del convivir.
–¿Podrías comentarnos algo de Höfn?
–Höfn es un pequeño pueblo al sureste de Islandia, rodeado de playas negras, glaciares del Parque Nacional Vatnajökull y montañas que respiran con el clima. Tiene tormentas de viento, neblinas… y unos amigos maravillosos. Llegamos allí con Tess Rivarola en mayo de 2019. Hay algo en su paisaje: el viento te habla, o la luz cambia de golpe y te muestra otras formas. A primera vista puede parecer un lugar aislado, pero después de esta experiencia fotográfica me di cuenta de que tiene una vida comunitaria generosa. Vivimos un año con Tess en las afueras de Höfn, Hólmur, en una casa amarilla, con el glaciar como jardín. Después de esa experiencia armamos una exhibición en conjunto: con poesías de Tess y fotografías mías, que se llamó “Mirada extraviada”. Tess tiene mucho que ver con mi desarrollo como artista. Me empujó a buscar más profundidad, a ir más allá. Exige como loca, y eso sirve muchísimo.
–¿Cómo es tu vida allá?
–Ahora vivimos en Seyðisfjörður, en el este de Islandia, a 661 kilómetros de la capital. Mi vida hoy es bastante tranquila, ya no farreo tanto, también intensa en otros aspectos. En el día a día cocino, saco fotos, tomo helado, voy a nadar, chismoseo con la gente, me plagueo… y otras cosas que no te voy a contar porque seguro que mi vieja va a leer esto. Siento que, en lugares como estos, donde el tiempo se mueve más lento, uno puede escuchar mejor. Mirar las cosas en sus diferentes formas y estados.
Escuchar a los demás, y también a uno mismo. La naturaleza no es solo un complemento o una foto para Instagram: es un personaje más que convive entre nosotros, con el que uno dialoga todos los días. Te guste o no. Reykjavik, Höfn, Seyðisfjörður… Islandia me ha dado algo valioso: la posibilidad de mirar con más atención, de reinventarme, de sanar, de perdonar, de crecer de muchas formas. De vincularme con la gente de otra cultura, desde las diferencias y el respeto. Y de construir un ritmo de vida más acorde con lo que necesito en este momento.
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Pueblo serbio se impone a Rumania con leyenda del primer vampiro
Rumania es conocido como el país del legendario Drácula, pero es en Serbia, hace 300 años, donde un vampiro habría sido visto por primera vez. El pueblo de Kisiljevo busca reivindicar su título de cuna de estos personajes chupasangres... y a los turistas que conlleva. Para seguir la pista de Petar Blagojevic, primer vampiro, hay que adentrarse en un pequeño cementerio situado entre tres maizales y un lago, a unos 100 km al este de Belgrado.
Cuenta la leyenda que fue allí, a principios del verano de 1725, donde los aldeanos desenterraron el cuerpo de Peter Blagojevic, de quien sospechaban que se levantaba de entre los muertos por la noche para matar a gente inocente. “Fue un día de junio o julio. Llamaron a un sacerdote y abrieron la tumba”, explica Mirko Bogicevic, cuya familia ha vivido en Kisiljevo durante once generaciones.
“Encontraron un cuerpo completamente intacto. Cuando le clavaron una estaca de madera de espino en el corazón, empezó a manar sangre fresca de la boca y los oídos. Todos los que estaban allí se dieron cuenta de que no era ninguna broma”, afirma el exalcalde del pueblo y biógrafo oficioso de Petar Blagojevic. “Probablemente era un hombre corriente que tuvo la suerte -o la desgracia- de convertirse en vampiro. Todo lo que sabemos de él es que procedía de Kisiljevo, y su nombre aparece en los registros desde 1700 aproximadamente”, prosigue, sosteniendo un ejemplar del Wienerisches Diarium del 21 de julio de 1725, la gaceta de la corte vienesa.
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El artículo marca el inicio del mito del vampiro de Kisiljevo. Basándose en los relatos de médicos y militares austriacos, es probable que la histopria surgiera de un error de traducción, afirma Clemens Ruthner, director del Centro de Estudios Europeos del Trinity College de Dublín.
“Hay una antigua palabra búlgara, Upior, que significa ‘mala persona’. En mi opinión, los aldeanos la murmuraron y los médicos la malinterpretaron, escribiendo ‘vampiro’ en su informe”, explica Ruthner.
Potencial
Trescientos años después, nadie sabe que Serbia vio surgir al primer vampiro, pero varios habitantes de Kisiljevo están decididos a remediarlo. Son ellos quienes encontraron la tumba de Blagojevic, cuya ubicación se había mantenido en secreto, por olvido y superstición.
“El potencial es inmenso”, asegura Dajana Stojanovic, directora de la oficina de turismo. “Hay muchos mitos y leyendas vinculados a nuestra región. Y no hablo solo de la historia de Petar Blagojevic, sino también de la magia valaca. Cada pueblo tiene sus propias tradiciones”, añade, refiriéndose a los ritos, a veces tachados de magia negra, que aún existen en esta región fronteriza con Rumanía.
“Creo que hay cosas que no se pueden explicar”, coincide Mirko Bogicevic. “Nuestras almas no están solo dentro de nosotros. Y si creemos en la vida después de la muerte, en Jesús, ¿por qué no íbamos a creer en todo eso?“.
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Entonces, ¿Petar era un vampiro? “El vampirismo, como la brujería, son modelos muy comunes para explicar lo que no podemos explicar. Especialmente fenómenos colectivos como las epidemias”, dice Ruthner, citando la teoría de una epidemia de carbunco ocurrida en Serbia a principios del siglo XVIII y que habría sido responsable de las muertes atribuidas a Blagojevic.
“La narrativa del vampirismo es pensamiento mágico. En lugar de suponer una razón desconocida, como las bacterias, se encuentra un culpable: una persona malvada muere y se lleva a otros con ella a la tumba”, agrega. En Kisiljevo, por si acaso, la gente guarda botellas de Rakia, el aguardiente serbio, infusionado con guindilla y... ajo, el más conocido ‘espantavampiros’.
Fuente: AFP.
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De 32 horas de vida a 15 años, la inspiradora historia de Nigel
Un 30 de junio, hace 15 años, la llegada de una nueva vida marcaba un antes y un después en la historia de Víctor y Rossana, unos entusiasmados padres que esperaban con amor a su pequeño bebé Nigel Domínguez.
El matrimonio había seguido al pie de la letra cada indicación y recomendación médica, sometiéndose a todos los estudios necesarios, por lo que la noticia que les esperaría tras el nacimiento de su hijo en el Hospital de Barrio Obrero no la vieron venir ni podían estar preparados.
En conversación con La Nación/Nación Media, Víctor Domínguez recordó el gran día en que conoció a su pequeño y el camino largo y difícil por el que debieron caminar en familia para superar una enfermedad que hasta ese momento en nuestro país no había tenido antecedentes y de la cual se sabía muy poco.
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Don Víctor relató que al día siguiente de la llegada de Nigel ya se empezó a percatar de que su apariencia no era la esperada, ya que su piel presentaba un color azulado, pero a pesar de que manifestó esto a su esposa y a la enfermera, primeramente se creyó que este color era a raíz del proceso de parto.
“Al día siguiente viene el pediatra y le consulto nuevamente y me dijo que le harían un chequeo general, y le llevaron para hacerle el test del piecito también y ahí mi bebé se puso más morado e inclusive azul. Lo que me llamaba también la atención era que él no lloraba con normalidad, no lo hacía ni fuerte”, comentó Domínguez.
El mismo destacó que aquellos minutos se volvieron horas y esas horas terminaron en un diagnóstico que debía ser a su vez confirmado por otro especialista con el cual no contaba el hospital y necesitaba que fuera trasladado. Recién cuando esta especialista aparece y analiza la situación del pequeño Nigel da una noticia aterradora.
“Cuando la doctora sale de hacerle los estudios, nos dice que tiene una atresia pulmonar más cinco malformaciones, y nos explicó que esa patología cardiaca hacía que el corazón y el pulmón funcionaran por un agujerito alternativo que, una vez que se cierre, ya no habría vuelta atrás. La doctora nos dijo crudamente: ”Treinta y dos horas de vida le doy a la criatura, más de eso no va a poder”, relató don Víctor.
Correr contra reloj
Ante esta noticia que empañaba la felicidad de toda una familia, iniciaba a su vez una carrera contra el reloj en busca de soluciones que ayuden a que el pronóstico del pequeño Nigel mejore y pueda continuar luchando por la vida que para él recién empezaba y a la que ya le ponían fecha de tope.
Víctor aseguró que las siguientes horas fueron críticas y que la ayuda del entonces director del hospital de Barrio Obrero fue clave para poder lograr el traslado de su hijo hasta el Hospital Pediátrico de Acosta Ñu y poder ser tratado con los especialistas que en el lugar se encontraban.
“Al día siguiente llegamos sin ninguna esperanza. Después, solo cada 24 horas le podíamos ver a nuestro bebé y sale el cirujano y nos dice que ellos no tienen aún el conocimiento para hacer esa cirugía, pero que había posibilidades y que le harían una intervención paliativa para que mi bebé pueda vivir hasta hacerle otra cirugía y le dimos la autorización; no existía otra opción”, recordó don Víctor.
Con tan solo 15 días de nacido y ante un futuro aún muy incierto debido a la magnitud de su patología, Nigel fue sometido a su primera cirugía a corazón abierto, saliendo airoso y logrando burlar la terrible predicción de 32 horas de vida.
De aquella primera cirugía debieron esperar tres años hasta su segunda intervención y luego, cuando cumplió cinco años, el pequeño luchador pudo ser beneficiado con una corrección cardiaca de la mano de un equipo de médicos norteamericanos que eran parte de un proyecto de colaboración con el Hospital de Acosta Ñu.
La lucha sigue.
Tras tres intervenciones a corazón abierto y otros tres cateterismos complejos, hoy Nigel cumple 15 años, demostrando que el amor y la dedicación de una familia pueden ser el mejor motor para seguir viviendo y vencer cualquier adversidad.
“Nosotros pasamos por muchísimas cosas. Había falta de medicamentos en el hospital, existían inclusive remedios que no había acá, que debían traerse de la Argentina y que eran cruciales para que mi hijo siga viviendo y logramos conseguir siempre, luchando contra reloj. Buscábamos quién nos podía ayudar para que mi hijo pudiera vivir”, comentó Domínguez.
Este padre luchador reconoció que tanto Nigel como toda su familia continúan luchando en pos de la salud, ya que su hijo nunca ha abandonado su tratamiento y cumple con todos los procesos médicos que le son solicitados, ya que, a pesar de ser un joven con una salud estable y realizar una vida completamente normal, ahora debe someterse a otro cateterismo que debe solucionar una filtración de sangre importante que lo pone en riesgo.
Agradecimiento
Ante este camino que han afrontado y continúan haciéndolo, Víctor comentó que lograr salir adelante no fue fácil, pero que no hubieran logrado llegar a este festejo de cumpleaños si no fuera gracias a cada médico y personal de blanco que los ayudó, asistió y participó de los diferentes procesos.
En la misma tesitura, agradeció a cada una de las personas que, tanto con su apoyo moral y espiritual, al igual que con sus donaciones a las diferentes campañas de recaudación para costear los tratamientos de Nigel, hicieron posible que este adolescente luchador continúe sus tratamientos y su proceso de recuperación completa.
“Sé que hay muchas personas que siguen en la lucha en casos similares a los de mi hijo y a ellos quiero decirles que tengan fuerza, recordarles que mi hijo sigue vivo y que después de ese drástico pronóstico que tuvimos seguimos luchando hasta ahora”, expresó Domínguez como mensaje final.