La Unesco reconoció el martes 3 de diciembre a la guarania como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en el marco de la reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial en Asunción. Entre martes y jueves, esta organización de la ONU dictaminó la inclusión de 66 nuevos elementos presentados desde el punto de vista de las tradiciones comunitarias.
Junto con el popular género musical creado en 1925 en Paraguay, también admitió a la henna y sus tradiciones. La henna es una planta cuyas hojas se secan, se machacan y se transforman en una pasta para tatuar los antebrazos y pies de las mujeres que participan en una boda, así como para teñir el pelo y dar suerte a los bebés, explicó la agencia de la ONU.
“La henna simboliza el ciclo de vida de un individuo, del nacimiento a la muerte, y está presente en las grandes etapas de la vida de cada uno”, indicó el texto que defendió su inscripción como patrimonio inmaterial, defendido por 16 países árabes. La artesanía del famoso jabón de Alepo, elaborado con métodos que se remontan a hace 3.000 años, integró también la lista al igual que el de Naplusa, en Cisjordania ocupada.
La Convención sobre Patrimonio Cultural Inmaterial fue adoptada en 2003 y entró en vigor en 2006 tras la ratificación de 30 Estados miembros, y actualmente constituye un éxito diplomático con 183 signatarios -casi toda la comunidad internacional. Unos 145 Estados han tenido al menos un elemento cultural reconocido. Entre los bienes o ecosistemas de valor excepcional reconocidos por la Unesco figuran la pizza napolitana (2017), la capoeira brasileña (2014) y el flamenco español (2010).
El sake japonés
El sake japonés, el famoso licor de arroz íntimamente vinculado a la cultura y la religión del archipiélago nipón, fue inscrito en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. El anuncio, realizado el miércoles, también incluye el shochu, un licor destilado elaborado con camote, cebada, arroz y otros ingredientes, muy popular en el suroeste de Japón.
Por su parte el sake se produce en todo el país y, en algunos casos, también en el extranjero. Actualmente existen alrededor de 1.400 fábricas de sake en funcionamiento en Japón, según la Asociación Japonesa de Fabricantes de Sake y Shochu (JSS). La producción se expandió a otros países como Francia, Estados Unidos y Nueva Zelanda.
Los historiadores creen que los habitantes del archipiélago ya fabricaban una bebida similar hace más de 2.000 años. Documentos chinos del siglo III describen a los japoneses como un pueblo amante del alcohol. La técnica de fermentación en varias etapas, que caracteriza al sake moderno, se habría desarrollado a mediados de la era Edo (1603-1868) y, desde entonces, experimentó pocos cambios significativos.
En la religión shinto, el arroz, los pasteles de arroz y el sake son las principales ofrendas tradicionales a las deidades. Esta bebida está presente en todos los rituales sintoístas, especialmente en las bodas, donde los novios beben sake de la misma copa como símbolo de su unión. El sake también se utiliza para diversas celebraciones y eventos, desde la inauguración de un negocio hasta victorias electorales o el inicio del Año Nuevo.
Sin embargo, debido a la creciente popularidad de otras bebidas como la cerveza o el vino, los cambios en los hábitos de consumo y el menor interés de las generaciones más jóvenes por esta bebida nacional, el consumo de sake en Japón se redujo a una cuarta parte en los últimos 50 años. En 2023 los japoneses consumieron 390 millones de litros de sake, frente a los 1.700 millones de litros registrados en 1973.
Barriletes gigantes de Guatemala
Los barriletes gigantes de los pueblos mayas guatemaltecos de Santiago y Sumpango, declarados este miércoles patrimonio inmaterial de la Unesco, se elevan cada 1 noviembre para conectar dos mundos: el de los vivos y el de los muertos. Esas increíbles creaciones artísticas, algunas de las cuales alcanzan más de 20 metros de altura, son reconocidas, además de por la riqueza de la tradición, por su meticulosa técnica de elaboración y los mensajes que contienen: ambientalistas, sociales, de amor o convivencia.
“Representan la riqueza de nuestra cultura guatemalteca, representa este reconocimiento un homenaje a la creatividad, a la resiliencia y la cosmovisión de los pueblos indígenas”, celebró el presidente Bernardo Arévalo. Cientos de guatemaltecos y visitantes extranjeros acuden a presenciar cuando se elevan, en la conmemoración del Día de Todos los Santos, sobre los cementerios de esos dos poblados colindantes del departamento de Sacatepéquez, ubicados a unos 40 km al suroeste de la capital.
Según la tradición, los barriletes espantan a los malos espíritus con el ruido que hacen al chocar con el viento y así las almas de los difuntos pueden llegar a compartir con sus familias. “Historia, arte y colorido” se integran en este evento con el que esas comunidades “se identifican, vinculando este mundo con el otro, a través del vuelo de los barriletes”, comenta el historiador Miguel Angel Álvarez.
La elaboración tarda más de seis meses desde que se hace a pequeña escala el boceto de los complejos diseños hasta que se arma la estructura de bambú, atada con varios metros de cordel, se cortan las piezas de papel china y se pegan para dar forma al enorme barrilete multicolor. Todo de forma artesanal. En la actividad participan familias enteras que se reúnen en asociaciones para financiar los proyectos, que cuestan varios miles de dólares.
En un video del Ministerio de Cultura, Rudy Bucu, de la agrupación Corazón de Maíz, de Santiago, comenta que en su familia la elaboración de barriletes pasa de generación en generación: su abuela, su padre y ahora sus hijos. Julio Asturias, del Comité de Barriletes de Sumpango, cuenta que sus abuelos, tras hacer volar el barrilete, lo quemaban cuando descendía nuevamente: “El fuego, como es purificador, hacía que se ahuyentaran los malos espíritus”, explica.
Según el Ministerio de Cultura, la técnica de elaboración va “más allá de la expresión material que el barrilete representa, pues engloba una serie de procesos y significados enmarcados en el contexto social y cultural de las comunidades”. Ambas poblaciones son mayoritariamente maya-kaqchikel, por ello “tienen como principal influjo la cultura maya dentro de su cosmovisión”, donde se puede “comunicar y celebrar a quienes ya hicieron el tránsito por la muerte”.
Techadores y ornamentistas parisinos
La Unesco añadió el miércoles a su lista de patrimonio cultural inmaterial las habilidades de los techadores y ornamentistas parisinos, en reconocimiento al oficio de estos artesanos responsables de los emblemáticos tejados de la capital francesa. Los trabajadores especializados en la instalación y restauración de los grises techos de Paris, en un 80 por ciento de los casos realizados con zinc y pizarra, desempeñaron un papel crucial en la reconstrucción de la catedral de Notre Dame.
“Siempre vi esta candidatura como una valorización de un patrimonio que se proyecta hacia el futuro”, afirmó Delphine Bürkli, alcaldesa del distrito XIX de París, mostrándose “emocionada y orgullosa” de este reconocimiento, impulsado por ella misma en 2014. “París sin sus tejados es como París sin su Torre Eiffel”, resumió la edil parisina.
La candidatura, presentada en 2017, fue seleccionada por el Ministerio de Cultura francés a finales de 2022 y enviada oficialmente a la Unesco como propuesta nacional en marzo de 2023. “Nuestro objetivo era ante todo dar a conocer este oficio que se transmite de generación en generación”, explicó Mériadec Aulanier, delegado general del sindicato de las empresas del sector.
Con este reconocimiento Aulanier espera atraer a jóvenes talentos, ya que el sector, que actualmente cuenta con entre 5.000 y 6.000 techadores en París, lleva años enfrentándose a la falta de mano de obra. Los tejados de zinc y pizarra se generalizaron en Paris en la segunda mitad del siglo XIX durante la transformación de la urbe medieval en una ciudad moderna bajo la impulsión del prefecto Georges-Eugene Haussmann.
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Cuadros vivos de Colombia
Los cuadros vivos de Galeras, Colombia, una tradición en la que los habitantes recrean inmóviles durante horas escenas artísticas como si estuviesen detenidos en el tiempo, fueron declarados este miércoles patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) realizó el anuncio en la red social X.
A inicios de cada año, los habitantes de este municipio caribeño del departamento de Sucre (norte) convierten sus calles en un teatro a cielo abierto con representaciones actorales de escenas que se asemejan a un cuadro. Los protagonistas, con pinturas corporales y vestimentas coloridas, permanecen inmóviles durante dos horas representando personajes, actividades cotidianas y las tradiciones, según una reseña del Ministerio de Cultura.
Los cuadros vivos generalmente se realizan en enero, pero también en fechas especiales como la Semana Santa. La práctica se ha mantenido por décadas. Desde los niños hasta los ancianos convierten parajes del pueblo y las fachadas de sus casas en lienzos tridimensionales similares al escenario de un teatro, armados de forma artesanal y muchas veces con materiales reciclados.
De una manera “pacífica” crean “representaciones vivas de temas políticos, ambientales, culturales y sociales de Colombia y el mundo entero”, explica la Unesco en su sitio web. El origen de los cuadros vivos no es claro. Un documento del Ministerio de Cultura señala que la “versión más fuerte” es que “fue introducido durante la segunda mitad del siglo XIX como práctica de la religión católica para evangelizar, a través de la imagen, a las comunidades agrarias iletradas asentadas en estos territorios”.
El texto oficial asegura que la práctica articula “las expresiones escénicas del catolicismo europeo con las tradiciones teatrales precolombinas”. Galeras está ubicado en La Mojana, una región famosa por sus tierras fértiles y óptimas para la ganadería, por lo que fue desde muy temprano un punto clave de la colonización española.
La Unesco anunció su decisión de incluirla en el listado de patrimonio inmaterial durante la sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que se realiza desde el lunes en Asunción. Las calles de Galeras también se llenan de comparsas y desfiles ambientados con música de gaita, un tradicional instrumento de viento de la costa del Caribe de origen indígena fabricado con la madera de un cactus.
Casabe, un ancestral pan de yuca
De textura crocante y sabor neutro, el casabe, una tortilla de origen indígena a base de yuca, fue incluido este miércoles en la lista de patrimonios inmateriales de la humanidad por la Unesco. Venezuela, Cuba, República Dominicana, Haití y Honduras introdujeron la candidatura de este ancestral y muy popular alimento.
El casabe es una especie de pan plano, circular y de tamaño variado, pero siempre mayor que el de una tortilla tradicional. Muy crujiente, puede ser blanco o dorado, si está más tostado, y se elabora a partir de yuca, o mandioca, un tubérculo rico en almidones. La yuca rallada se exprime para retirar el exceso de humedad, luego se extiende en una superficie metálica muy caliente.
Su uso es amplio en la cocina tradicional y también gana terreno en el mercado de los productos “gluten free”, en muchos casos es una guarnición que se acompaña con carnes, vegetales, quesos o salsas. También puede ser la base de postres. “Desde la llegada de los europeos a América, a ellos les llama la atención el casabe, pero al probarlo pensaron que era como comer aserrín, su primera reacción fue despectiva”, cuenta a la AFP Gabriel Atiles Bido, miembro de la Academia Dominicana de Gastronomía.
Más tarde, al ver que la preservación del pan hecho a base de trigo no funcionaba en esta isla caribeña, se volcaron al casabe. “Así surge el primer refrán del nuevo mundo: a falta de pan, casabe”, añade Atiles, un estudioso del tema. Es también una comida típica de los garífunas, una mezcla de afrodescendientes y caribes, que viven en la costa del Caribe de Honduras. Acompaña sopas marineras y otros platillos. Lo mismo en Venezuela: su preparación y consumo predomina en las zonas costeras y llaneras.
En puestos improvisados, es común ver preparación y venta a orillas en carreteras como la de Cúpira (Miranda, centro-norte), de donde es Maritza Zambrano. “Yo nací con el casabe, mis padres hacían el casabe”, cuenta a la AFP Zambrano, que vende diferentes presentaciones de este alimento en un mercado de Caracas, la capital venezolana. De niños, “el pan de nosotros era el casabe”, cuenta esta mujer de 57 años.
“Pan de Indias”, lo bautizaron conquistadores españoles en Cuba, según el diario Granma, aunque “lentamente fue desapareciendo de la cotidianidad, refugiándose, hasta el momento actual, en ciertas partes del oriente cubano”, explicó a ese medio el investigador Fernando Fornet. “Mira hasta dónde ha llegado el casabe”, sonríe Zambrano, que se dice “emocionada” por su inclusión en la lista de patrimonios inmateriales. Venezuela también solicitó a la Unesco declarar la tradicional arepa como patrimonio de la humanidad.
Un queso brasileño
Los métodos tradicionales de elaboración de un queso artesanal típico del estado brasileño de Minas Gerais (sureste) fueron incluidos en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Este queso fabricado con leche cruda de vaca se conoce como “Queijo Minas”, en alusión al estado donde se produce, de fuerte tradición agrícola y minera.
Con más de 20 millones de habitantes, Minas Gerais es el segundo estado brasileño más poblado y el primer productor de leche y queso del país sudamericano, que es una gran potencia agropecuaria. El “Queijo Minas” suele ser producido por “familias de agricultores (...) en pequeñas fincas rurales” entre las verdes colinas del estado, según la candidatura presentada ante la Unesco, reunida esta semana en Paraguay.
Cerca de 9.000 productores elaboran el queso, que presenta distintas variedades según las zonas del estado en que se fabrica. El método tradicional de elaboración empezó a desarrollarse en el siglo XVIII, cuando la mitad del oro del mundo se extraía de Minas Gerais, en la época de la colonización portuguesa en Brasil. “Los portugueses trajeron a esta vasta región minera las técnicas europeas de fabricación de queso porque necesitaban conservar este alimento cuando viajaban”, dice el expediente de solicitud ante la Unesco. Estas técnicas se adaptaron luego según las costumbres locales y se fueron transformando de generación en generación.
“Es realmente una manera muy especial de preservar la memoria, la sabiduría de nuestro pueblo”, declaró la ministra de Cultura de Brasil, Margareth Menezes en un video publicado el miércoles, en el que evoca también la “preservación de la agricultura familiar, que pasa de madre a hijo”. Se trata del séptimo bien cultural brasileño inscrito como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, a la altura de la ‘capoeira’ y el ‘frevo’, ritmo típico del carnaval de Recife (noreste). Pero esta es la primera vez que una comida de Brasil se incluye en la lista, en la que también figuran, entre otras, la pizza napolitana y el ceviche peruano.
Fuente: AFP.