El descanso después del mediodía es una práctica muy común para recuperarse del sueño insuficiente por la noche e, incluso, reposar el “estómago” a la hora de realizar la digestión. No obstante, lejos de lo que se cree, tomar una siesta podrían no ser tan beneficioso para la salud como se cree, especialmente cuando son de larga duración.
Según investigación publicada en la revista científica “Obesity”, las siestas de duración superior a 30 minutos están relacionadas con una serie de indicadores negativos para la salud como el aumento del índice de masa corporal, la presión arterial alta y otras condiciones cardiovascularmente peligrosas, además de la diabetes tipo 2.
Todo parece indicar que quienes duermen siestas prolongadas padecen de índices de glucosa elevados y presiones arteriales más altas. Las siestas extensas también se asocian con prácticas como acostarse tarde por las noches, cenar tarde y excesos en el almuerzo y el consumo de tabaco, cada uno con sus propias connotaciones negativas para la salud.
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Las siestas pueden influir igualmente en los niveles de cortisol, conocida como la hormona del estrés. El cortisol aumenta al levantarse de la siesta, más si se trata de una pausa de larga duración. De modo que, al momento de descansar por la noche, el sueño no llega y aumente el estrés.
Los efectos de la siesta sobre la salud dependen principalmente de su duración. Los descansos breves, de no más de 30 minutos, podrían aportar a la productividad laboral y al bienestar general, a diferencia de las siestas más largas, relacionadas con una serie de complicaciones para la salud.
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