Aunque intentaron huir después de su cobarde acción, los dos policías eran tan populares en esas calles que los vecinos no tardaron en reconocerlos como los que merodeaban en el mismo lugar donde encontraron a los dos hermanos.
- Por Óscar Lovera Vera
- Periodista
Al instante que se retiró su compañero, Silvio descargó su pistola sobre el hermano que quedaba, una de calibre 9 milímetros. Los disparos dieron en la espalda y pecho, perforando órganos vitales. Gerardo no tardó en morir. Las detonaciones despertaron a los vecinos, muchos salieron con sus linternas a iluminar en dirección a los disparos.
Eso intimidó a los policías y escaparon en la patrullera, esta vez sin encender las luces. Querían evitar que los pobladores del barrio los reconozcan.
EL PLAN NO FUNCIONÓ COMO ESPERABAN
Varias personas los reconocieron. El aspecto de ambos y el tiempo que pasaban como compañeros hizo que muchos vecinos los tengan como dos patrulleros frecuentes de esas calles del barrio.
Cada uno dio su descripción de aquellos agentes. En tanto, los que fueron convocados por el homicidio colocaron una cinta para cerrar el perímetro de la escena del crimen. El fiscal llegó al lugar y pidió que el médico forense intervenga.
El doctor llegó treinta minutos después, la medianoche tomaba posición en los relojes.
-Doc, acérquese. Estos son los cuerpos. Ambos viven a dos calles de aquí, son hermanos y al parecer se trata de un caso de gatillo fácil, los vecinos dicen que fueron policías de la ciudad. Es por eso que necesito una opinión suya, dijo el fiscal en un preámbulo de la investigación.
El médico tomó sus herramientas y luego se acercó al cuerpo de Nolasco, le llamó la atención la distancia y la posición. Intuyó que se acercaba al otro, ya que se trataba de su hermano. Se colocó los guantes de látex y estiró en cada dedo para acomodarlos. Luego clavó una rodilla en el suelo y comenzó a examinarlo iluminando con una linterna.
En voz alta comenzó a relatar lo que observaba, de manera que su ayudante tome nota y lo sume al acta de procedimiento.
-El mayor de los hermanos recibió en total cinco disparos de un arma calibre 9mm, dos de ellos recibió por la espalda, otros dos impactos perforaron su abdomen y el último fue tiro de gracia, en el pecho, este desde menor distancia. Punto y aparte. Vamos al otro cadáver, ordenó el forense.
-Su hermano menor, Gerardo Javier, tiene puestas esposas en el brazo izquierdo, noto un fractura posmuerte en el brazo derecho y laceraciones en la piel, sospecho que al intentar sacar el grillete. Además, presenta varios rastros de violencia en la espalda y los costados. Los golpes fueron hechos con mucha violencia, puedo presumir golpes con el pie. Tiene orificios de entrada y salida hechas por proyectiles de arma de fuego, contabilizo siete; a la altura del tórax y abdomen y en la espalda. Puedo concluir que la muerte de ambos es a consecuencia de un shock hipovolémico. Concluyó el especialista y luego firmó el documento que garantizaba su pericia.
Los agentes de criminalística tomaron huellas dactilares y encontraron un revólver calibre 38 milímetros junto al cuerpo de Nolasco. Etiquetaron el arma y la colocaron en una bolsa para evidencias.
Con los datos recabados en el lugar, los dos policías tenían mucho que explicar. El fiscal ordenó que sean demorados de inmediato.
La paradoja se cumplió en menos de una hora. Esa misma noche los dos agentes fueron arrestados y llevados por sus propios camaradas hasta la Comisaría 3era. de la ciudad de Luque.
UNA COARTADA
Los dos fueron interrogados por un superior. Silvio y Quirnos idearon una cortada para intentar convencer que actuaron como dicta el manual de procedimiento. El primero en hablar fue Silvio: -Mi comisario, nosotros llegamos por una denuncia sobre abigeo. Al llegar a esa zona boscosa pudimos reducir a uno de esos dos, al menor, Gerardo nos dijo que se llamaba y este se resistió al arresto…
En eso se sumó a la historia Quirnos: -Sí, sí señor, después apareció –de entre los matorrales– el mayor, Nolasco y a él le ordenamos que se detenga con la linterna. Pero no obedeció y continuó caminando, y ahí mi compañero hizo disparos intimidatorios al aire.
Silvio continuó diciendo que al quedar sin municiones fue hasta su patrullera para recargar el arma y al volver vio a su compañero siendo golpeado por los hermanos. La versión poco convincente igual complicaba la investigación. Para la Policía no estaba fácil.
Sin embargo, varios cabos sueltos permitieron a los investigadores centrarse en el hecho de que los policías habían hecho un excesivo uso de la fuerza. Descubrieron que Silvio tenía antecedentes de este tipo que los arrastraba de otras comisarías.
Los investigadores determinaron que, lejos de intentar controlar la situación, Díaz actuó de la forma más violenta, pese a que superaba en tamaño a los sospechosos.
A los primeros datos se sumó un testigo. Un joven vio todo lo que pasó a una distancia de 20 metros. La claridad de la escena fue gracias a un alumbrado que daba de lleno sobre aquel brutal ataque. El hombre observó cómo los dos policías atacaron a los hermanos, sin que ellos se resistieran. Para concluir su testimonio mencionó que otra patrullera se acercó minutos después para borrar evidencias, dos agentes bajaron del vehículo y tomaron las gorras que olvidaron sus compañeros. Luego colocaron un arma cerca de uno de los cuerpos y se fueron. Esto los sentenció.
El 10 de agosto, tres días después del crimen. El Tribunal de Calificaciones de la fuerza decidió darlos de baja. Desde ese momento ya no eran policías. El fiscal Nicasio Galeano, uno de los investigadores del caso, los imputó por homicidio doloso y pidió su reclusión en la cárcel de varones en el barrio Tacumbú.
DOS AÑOS DESPUÉS…
Esta vez las esposas las llevaban ellos, lejos de ese aspecto de ordenados y con disciplina, lucían sucios y desaliñados. Silvio y Quirnos ocuparon sus asientos en el último día del juicio. Era para escuchar la lectura de la sentencia. El tribunal tomó su lugar y el presidente del cuerpo se preparó para finalmente cerrar el caso.
-Este tribunal los condena a 20 años de cárcel por el homicidio de los hermanos Nolasco y Gerardo Riveros… fue lo último que se escuchó en la sala.
UNA NOTA EN EL PUÑO
El padre de Nolasco y Gerardo recordó aquello que escuchó en los alegatos de los jueces. El documento de compra del animal estaba en el puño de Nolasco, en el escrito estaba el monto: 2 millones de guaraníes y la firma del vendedor. Eso fue determinante porque probó que su hijo tenía el documento que demostraba que todo era legal. Eso retumbaba en su cabeza, tanto como aquella orden que les dio, la de faenar la vaca porque se quebró una pata. Nunca más será igual para él. Perdió a sus dos hijos…
FIN