Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: gentileza
Un hecho poco conocido de la historia moderna paraguaya, al menos fuera de los ámbitos especializados, es la declaración del estado de guerra efectuado por nuestro país a las potencias del Eje cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. Esto le garantizó al Paraguay participar como país beligerante en las deliberaciones que tendrían lugar en el seno del emergente nuevo orden internacional que se construyó tras la gran conflagración, que reconfiguró el mapa geopolítico mundial.
En esta entrevista con Nación Media, el diplomático e historiador Ricardo Scavone Yegros, coautor junto con Liliana Brezzo del libro “Historia de las relaciones internacionales del Paraguay” (El Lector, 2010), nos brinda detalles sobre los alcances políticos y diplomáticos de esta medida adoptada por nuestro país frente al régimen del Tercer Reich, que por entonces ya se precipitaba hacia su final inexorable con la consumación de la irreversible victoria militar de las fuerzas aliadas.
–¿En qué fecha se dio la declaración de guerra del Paraguay a la Alemania nazi?
–El 8 febrero de 1945, poco antes de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del Paraguay declaró al país en estado de guerra con Alemania, Italia y Japón, las denominadas potencias del Eje. De tal manera, aseguró su intervención en las deliberaciones entre los Estados aliados vencedores para el establecimiento de un nuevo orden internacional, que se concretó con la firma de la Carta de las Naciones Unidas.
–¿Qué consecuencias militares y jurídicas traía aparejada esta declaración?
–Militares, ninguna; el Paraguay no intervino en las acciones bélicas, aunque sí lo hicieron pilotos paraguayos dentro de las fuerzas brasileñas. Ahora bien, sí se generaron consecuencias en el orden jurídico interno y en la política exterior. Hay que recordar que ya en enero de 1942, tres años antes de la declaración del estado de guerra, el Gobierno paraguayo había resuelto, después del ingreso de los Estados Unidos a la guerra y de acuerdo con lo recomendado por la Reunión de Consulta de Cancilleres americanos efectuada en esos días en Río de Janeiro, la ruptura de las relaciones políticas, comerciales y financieras con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón. En consecuencia, se interrumpieron las relaciones diplomáticas mediante la expedición de pasaportes para que los representantes de los tres países se retirasen del Paraguay y se dispuso el retorno de los agentes diplomáticos y consulares paraguayos acreditados en aquellos países.
Asimismo, se determinó que los nacionales de Alemania, Italia y Japón continuaran gozando de los derechos y garantías consagrados por la Constitución, pero con la prohibición de realizar cualquier actividad que pusiera en peligro la seguridad de la República y la del continente en general. En consecuencia, no podían ejercer los derechos de reunión, de asociación y de libre emisión del pensamiento con fines patrióticos; ni entrar o salir del país sin permiso especial del gobierno. Se prohibió también que comerciaran o utilizaran armas de fuego, explosivos, aparatos radiotransmisores u otros instrumentos de propaganda, espionaje o sabotaje, y que formasen parte de organizaciones controladas por los países de su nacionalidad. Las instituciones culturales, educativas, de beneficencia y socorros mutuos, deportivas o de mero esparcimiento creadas por las colectividades alemanas, italianas y japonesas debían abstenerse de realizar propaganda o cualquier acto en favor de sus respectivas naciones o en contra de sus enemigos; y el Gobierno las intervino de manera permanente, por medio de funcionarios que debían ser remunerados por las mismas colectividades.
Además, se prohibió toda transacción comercial y financiera con las potencias del Eje y los territorios que ocupaban, al igual que las transferencias de fondos de los nacionales o de personas jurídicas dirigidas o controladas por nacionales de esos países residentes en el Paraguay, para lo cual se habilitó la fiscalización de las operaciones comerciales y financieras que efectuasen. Con la declaración del estado de guerra, estas restricciones se endurecieron aún más.
–¿En la decantación del Paraguay hacia el bando aliado hubo de por medio asistencia financiera norteamericana?
–Hubo dos elementos o factores determinantes. Por una parte, la construcción previa de un sistema de solidaridad continental, que se activó cuando Estados Unidos entró en guerra. En la ruptura de relaciones, el Gobierno paraguayo procedió conforme a los compromisos sobre defensa continental y solidaridad, asistencia recíproca y colaboración defensiva entre los Estados americanos asumidos en la Conferencia de Lima de 1938 y en las posteriores Reuniones de Consulta de Cancilleres de Panamá y La Habana, y siguiendo lo recomendado por la Tercera Reunión de Consulta de Cancilleres, celebrada en Río de Janeiro después de la agresión japonesa a los Estados Unidos.
A su vez, la declaración del estado de guerra se fundamentó en el deseo de “reafirmar la más completa solidaridad y determinación del Paraguay de seguir cooperando en un plano de mayor y recíproca protección de los intereses comunes del continente”. Pero, a más de esto, había reforzado significativamente las relaciones con el Paraguay mediante la concesión de asistencia técnica y financiera. En 1939, concedió tres millones de dólares para la construcción de una carretera de Asunción hacia el este, en dirección a la frontera con el Brasil, y medio millón más para mejorar las reservas del Banco de la República, y se comprometió a enviar misiones técnicas para colaborar en la modernización del sistema financiero y la atención de la salud pública en el Paraguay.
En 1941, acordó transferir a nuestro país armamentos y municiones en el marco de la ley de préstamos y arriendos; y tras la ruptura de relaciones con los países del Eje, a mediados de 1942, aprobó un nuevo paquete de ayuda, destinado a financiar proyectos de obras públicas, agricultura, salud y desarrollo industrial. En diciembre del mismo año se convino el establecimiento en el Paraguay del STICA (Servicio Técnico Interamericano de Cooperación Agrícola), que suministró asistencia técnica, recursos y capacitación para el desarrollo de la producción agraria. Al año siguiente, Estados Unidos comprometió el envío de una Misión Militar Aérea y poco después de otra Misión Militar con instructores para la Escuela Superior de Guerra. Las relaciones culturales y comerciales también se incrementaron significativamente.
–¿Cuál es el provecho que sacaba Estados Unidos de este trato?
–Naturalmente, la ayuda estadounidense no era desinteresada. El Paraguay debió comportarse durante la guerra como un “buen amigo”, aplicando las medidas que se estimaban necesarias a efectos de contrarrestar cualquier acción que pudiera ser favorable a los países del Eje. Para ello, el Gobierno paraguayo, ejercido por el general Higinio Morínigo desde 1940, debió afrontar la resistencia de algunos jefes militares que lo respaldaban y que no consideraban apropiado inclinarse completamente hacia Estados Unidos, observando el ejemplo cercano de la Argentina que, a pesar de los compromisos de solidaridad continental, mantuvo su neutralidad durante la conflagración.
Hay que considerar, igualmente, la influencia de los inmigrantes de aquellos países, sobre todo los italianos y los alemanes, en la sociedad paraguaya. Las medidas adoptadas a su respecto no fueron muy suaves. Aparte de la intervención de sus asociaciones y establecimientos educativos, y de la internación o deportación de los considerados peligrosos, los comerciantes de esas nacionalidades sufrieron perjuicios directos al ser incluidos en las listas negras elaboradas por Gran Bretaña y los Estados Unidos.
–¿Esta ayuda norteamericana implicó como contraprestación que el Paraguay se alinee al país del norte en las votaciones en las Naciones Unidas?
–Concluida la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno paraguayo fue reafirmándose en su posición de rechazo al comunismo internacional, la que quedó completamente definida desde 1947. Cabe recordar que, a pesar de que la Unión Soviética fue uno de los aliados en la lucha contra el Eje, el Paraguay resistió la posibilidad de establecer relaciones diplomáticas con dicho país, lo que se planteó con más fuerza en 1945 en vista de la creación de la Organización de las Naciones Unidas.
En consecuencia, además de la importancia concedida a la asistencia estadounidense, esa definición de política interna y de política exterior, que se mantuvo por largo tiempo, contribuyó a que el país se alineara resueltamente con los Estados Unidos en el marco de la confrontación ideológica, económica y militar sostenida con la Unión Soviética durante la Guerra Fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, tanto en el ámbito de las Naciones Unidas como en el hemisférico, dentro del Sistema Interamericano.
–¿De qué manera influyó la Guerra Fría durante la continuidad de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y el Paraguay?
–Dentro del orden mundial bipolar, el Paraguay reafirmó durante los sucesivos gobiernos del Partido Colorado y la larga dictadura del general Alfredo Stroessner su alineamiento internacional, desde una posición periférica, con los Estados Unidos, la potencia predominante en el hemisferio americano. Tal alineamiento aseguró al país la continuidad de la asistencia técnica y financiera estadounidense, que fue relevante. En esos años, el Paraguay sostuvo una sólida posición anticomunista y apoyó las iniciativas estadounidenses en los foros globales y regionales.
Las coincidencias con Estados Unidos quedaron manifiestas, por ejemplo, en la actitud del gobierno de Asunción frente a la Revolución Cubana. El Paraguay respaldó con energía las medidas adoptadas contra el régimen cubano por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y estuvo entre los primeros países en concretar la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Las buenas relaciones paraguayo-estadounidenses comenzaron a deteriorarse a partir de la década del 70. Primero, por las dilaciones y dificultades suscitadas en el proceso para la extradición del francés Auguste Ricord, residente en el Paraguay y reclamado por tráfico de heroína a los Estados Unidos, caso que afectó seriamente la imagen internacional del país y de su gobierno, a los que se vinculó con el tráfico de drogas ilícitas.
En segundo lugar, porque se intensificaron las denuncias de violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte del Gobierno paraguayo formuladas por organismos no gubernamentales y en el propio Congreso de Estados Unidos. En consecuencia, el gobierno de Washington redujo drásticamente la asistencia militar y financiera al Paraguay, y asumió una actitud más crítica contra la dictadura que imperaba en el país.