En la era digital, las interacciones a menudo se despliegan a través de plataformas virtuales, donde las personas pueden compartir fragmentos de sus vidas, construir identidades y conectarse con otros de maneras antes inimaginables. Sin embargo, este nuevo paradigma comunicacional erosiona la forma en que percibimos y nos relacionamos con nuestros semejantes.
- Por Gonzalo Cáceres Periodista
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Si bien la tecnología puede ser un medio poderoso para conectar a las personas, también impone la necesidad de reflexionar sobre cómo preservar la riqueza de la presencia real y la apreciación auténtica del otro en un mundo cada vez más digitalizado. A medida que las relaciones se construyen a través de puentes digitales, surge la pregunta crucial sobre cómo estos cambios afectan la autenticidad, la intimidad y el sentido de la alteridad en nuestras relaciones interpersonales. El reconocido filósofo surcoreano Byung- Chul Han plantea el concepto de la “desaparición del otro” como una preocupación central en su obra “La agonía de Eros”, supuesto que refleja la manera en que la tecnología y la hiperconectividad repercuten en “la percepción y la presencia” del “otro” en las relaciones humanas.
Al explorar este tema, Han plantea preguntas cruciales sobre “cómo la interacción digital y la exposición constante a través de pantallas impactan la autenticidad, la intimidad y el sentido de la alteridad en las relaciones interpersonales”.
La idea de la “desaparición del otro” se desarrolla en varios aspectos, de acuerdo a la visión de Han. En primer lugar, la pantalla, ya sea en computadoras, tabletas o teléfonos inteligentes, actúa como una interfaz que media nuestras interacciones. A través de esta, las personas pueden comunicarse, compartir experiencias e incluso establecer relaciones románticas. Sin embargo, Han argumenta que esta “mediación tecnológica” puede conducir a la “desaparición del otro” al convertir a las personas “en meros objetos de percepción visual y auditiva”.
Es en este campo en que se deja ver que la riqueza de la presencia física, con todos sus matices emocionales y sensoriales, se pierde en el mundo digital, donde la comunicación se reduce a texto, imágenes y emojis.
IDENTIDADES DIGITALES
La “desaparición del otro” también se relaciona con la forma en que las redes sociales presentan identidades construidas digitalmente. En plataformas como Facebook e Instagram, las personas tienen la capacidad de seleccionar cuidadosamente los aspectos de sus vidas que comparten, creando una versión idealizada de sí mismos. Esta “representación selectiva” puede llevar a la formación de una imagen “distorsionada del otro (solo vemos lo que la persona elige mostrar)”.
Es así que, en lugar de interactuar con individuos “completos y complejos”, y todo lo que ello encierra, nos encontramos con “proyecciones cuidadosamente curadas que pueden no reflejar la auténtica realidad”.
El fenómeno de la “desaparición del otro” también se manifiesta en la falta de empatía y conexión emocional en las interacciones en línea. La distancia física y la ausencia de señales no verbales pueden dificultar la comprensión de las emociones y experiencias del otro. Además, la rapidez con la que se pueden realizar conexiones y desconexiones en el mundo digital puede llevar a una disminución de la “inversión emocional” en las relaciones.
La facilidad con la que podemos bloquear, dejar de seguir o eliminar contactos en línea puede contribuir a crear/ alimentar una “actitud desechable” hacia los demás, donde la conexión puede ser “efímera y fácilmente reemplazable”.
ATRACCIÓN Y DESEO
La sobreexposición a imágenes y representaciones idealizadas en las redes también afecta el modo en que percibimos “el atractivo y el deseo en el ámbito sexual”.
La constante comparación con estándares poco realistas puede influir en la autoestima y generar presiones de rendimiento (tensiones) en la esfera íntima. La búsqueda de validación en línea puede distorsionar la autenticidad de las relaciones al enfocarse en la presentación de uno mismo en lugar de en la conexión genuina con el otro. La “desaparición del otro” también se vincula con la idea de la “sociedad del rendimiento” que Han desarrolla con especial atención. En esta sociedad, el valor de las personas se mide en términos de productividad, eficiencia y éxito. Esta mentalidad tiende a infiltrarse en las relaciones, por lo que el rendimiento y la presentación de uno mismo pueden volverse “más importantes que la autenticidad y la aceptación mutua, restando valor a la experiencia misma y al compromiso con el otro”.
La presión para mantener una imagen positiva puede inhibir la expresión honesta de deseos y necesidades en la esfera erótica, contribuyendo a una pérdida del “eros genuino”. Para contrarrestar la “desaparición del otro”, Han apunta a la importancia de cultivar la presencia real en las interacciones. Esto implica estar plenamente presente en el momento, desarrollar empatía y reconocer la complejidad del otro como ser humano, con todos sus matices.
¿Cómo evadir este paradigma? Para Han, resulta imposible. En cambio, sí se puede reducir a niveles tolerables desarrollando la habilidad de resistir la lógica de la sobreexposición y la sobreexigencia en la esfera digital, fomentando un enfoque más reflexivo y auténtico hacia las relaciones y la necesidad de las personas.
Por ello, Han insta a considerar “cómo podemos preservar la autenticidad, la intimidad y la conexión humana”. La “desaparición del otro”, según Han, no es inevitable; de ahí que la conciencia y la resistencia pueden allanar el camino hacia relaciones más significativas y satisfactorias.