Paulo César López paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: Jorge Jara

El pasado Viernes Santo se realizó otra edición más del tradicional viacrucis de la comunidad de Tañarandy, ubicada en la ciudad de San Ignacio Guasu, departamento de Misiones. Un equipo de La Nación/Nación Media tomó parte de todo el recorrido para acercarte detalles de la emotiva jornada religiosa junto con instantáneas de los momentos más destacados de la actividad, que conjuga arte y fe en su máxima expresión.

Llegamos poco antes del mediodía, cuando ya se observaba un importante movimiento en el entorno de la capilla Santa Cruz Tañarandy, donde los fieles acudían para la veneración a la Virgen de los Dolores, conocida como la Dolorosa, antes del inicio de la procesión. El operativo de seguridad se encontraba en pleno despliegue y las calles por donde se realizaría el recorrido ya estaban valladas y destinadas exclusivamente para el paso peatonal.

A lo largo de los caminos vecinales de la comunidad se aprecia un detalle curioso. Al lado del portón de entrada de cada casa luce un cartel con los apellidos de las cabezas de familia y un dibujo alusivo a la profesión que desempeñan los jefes de hogar, ya sea agricultor, comerciante, docente, etc.

En las primeras horas de la tarde terminan de acomodarse los últimos puestos de venta de la más diversa serie de artículos, ya sean algodones de azúcar, el tradicional chorizo misionero, chipas, bebidas, sombreros, quepis, suvenires, entre otros.

El movimiento de gente es tranquilo pero incesante en todas direcciones. El puesto de bomberos y de primeros auxilios se ubica en el cruce del trayecto que va de la capilla a la barraca, donde ya está puesto el retablo y los primeros adelantados ya buscan con sus sillas a cuestas ubicarse en el mejor lugar en la cúspide de la pequeña elevación que rodea la laguna en uno de sus flancos.

LOS CANDILES

Puntualmente a las cuatro de la tarde, cuando el sol aún fulgura con fuerza, los voluntarios inician la instalación de los candiles de apepu rellenos con cera de vela y una gruesa mecha de hilo en cuatro hileras y a dos pasos de distancia cada uno a lo largo del camino. “Enoheve, emoingueve (sacá un poco más, meté un poco más)”, dirige un hombre desde un motocarro buscando que las velas queden lo más alineadas posibles, lo cual a pulso directo nunca es una tarea fácil.

Seguimos el rastro hasta llegar a la estancia La Gloria, de la familia Riveros Acosta, donde aguarda la imagen lacrimosa de la Dolorosa envuelta en una capa negra con lentejuelas y mostacillas montada en una carroza adornada con crisantemos y trece velas.

Avanzamos hasta la casa para pedir un poco de agua. Por el camino nos recibe con alegría Negrito, el perro de la familia, y amablemente doña Gloria y su esposo nos convidan unas chipitas y nos ofrecen asiento para descansar un poco antes del inicio de la peregrinación.

Cuando le consulto a qué hora es traída la imagen de la Virgen desde la capilla, me cuenta que se trata de otra escultura, que es la original y cuya réplica fue solicitada por la comunidad al artista Koki Ruiz, ideólogo y líder del evento anual, para ser instalada en la iglesia debido a que durante todo el año hay visitantes de todos los puntos del país que desean venerar a la santa protectora de la localidad.

Sobre el trayecto previsto para el día, explica que el antiguo yvága rape (camino al cielo), como se llama al tramo de la procesión, fue reducida a un kilómetro debido a la entrada del empedrado sobre parte del viejo itinerario. Este cambio, que además posibilita la participación de más personas, se realizó con el fin de que el recorrido se realice íntegramente sobre caminos de tierra roja conservando la esencia de la Semana Santa a lo ymaguare (a la vieja usanza).

EL PURAHÉI JAHE’O

Respecto a la hora de salida, explica que se da cuando empieza a declinar el sol para que luzcan más los candiles. A medida que cae la tarde se empieza a escuchar a lo lejos el purahéi jahe’o (canto lastimero) de los estacioneros, que están conformados por tres grupos que provienen de las ciudades de Luque, Areguá y Capiatá. La fiesta está a punto de iniciarse. De pronto hay una invasión de libélulas danzantes que animan la tarde entre el vuelo rasante los ypaka’a.

A las cinco de la tarde llega el grupo de los estacioneros de Luque hasta el punto donde está la Virgen y desde donde partirá la procesión. “Señor mío Jesucristo, rojerure nde bendición (pedimos tu bendición/ Roipota orerovasami (queremos que nos bendigas)/Rojerure nde bendición/La Virgen de los siete dolores eĝuahemi orerehe (llega por nosotros)/ y los cuatro ángeles del cielo a Jesús oacompaña hare (y los cuatro ángeles del cielo que acompañaron a Jesús). Señores oreoyente (nuestros oyentes) /atendeme un poquitito/quiero publicar en verso la grandeza de Jesucristo”, cantan en su característico tono mientras se inicia la marcha.

Al cabo de unos 200 metros, sale al encuentro otro grupo de estacioneros que, unos de espalda y otros mirando al sol, cruzan sus cantos como en una payada de veneración.

“Ya hubo el saludo a la Virgen. Una vez que se ponga el sol vamos de acá a la barraca acompañando a la Virgen al encuentro con su hijo. Su hijo está en la cruz. Ahí se va a realizar el descenso de Cristo y a partir de ahí van a empezar todos los cuadros vivientes”, nos explica durante una de las paradas Almudena Ruiz, hija menor de Koki Ruiz.

TURISMO RELIGIOSO

Entre la numerosa concurrencia que participa de la actividad hay una gran cantidad de turistas de varios países del mundo deseosos de conocer más y tomar parte de una de las actividades más tradicionales y destacadas a nivel nacional.

Entre estas personas pudimos hablar brevemente con Cristina Länke, una estudiante noruega de 17 años que se encuentra en nuestro país como parte de un programa de intercambio y que vino a Tañarandy acompañada de su “mamá” de Paraguay, en referencia a la familia anfitriona que la acogió en su hogar. “Estoy en un colegio normal de secundaria aprendiendo la cultura. La verdad que es muy lindo todo, muy diferente de mi país”, valoró la joven.

Por su parte, la embajadora de España en Paraguay, Carmen Castilla, señaló que “es un placer poder estar participando de la Semana Santa paraguaya, que me parece se vive con enorme emoción y espiritualidad, que aúna la tradición y el arte popular poniendo de manifiesto el enorme talento que hay en este país y hasta qué punto todos nos sentimos conmovidos en una fecha como esta tan linda que también se celebra en mi país, pero acá los cantos son en guaraní, lo cual le da un sabor mucho más auténtico”.

Cuando las últimas luces del día se disipan se encienden las antorchas apostadas a ambos lados del camino. Al atravesar el puente se hace completamente de noche. Cerca de las 6 y media de la tarde llegan a la barraca la Virgen y su cortejo encabezado por los estacioneros, que son recibidos con sentidos aplausos.

CUADROS VIVIENTES

Tras el descenso de Cristo de la cruz, se realiza la representación de los cuadros vivientes basados en obras de renombrados artistas universales que recrean pasajes de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Estos son “La última cena”, de Leonardo da Vinci; “El expolio, de El Greco, y “La conducción de Cristo al sepulcro”, de Antonio Ciseri.

Acto seguido, la Virgen y su séquito se retiraron de la barraca entre los aplausos de los concurrentes rumbo a la capilla, donde la actividad del día finalizó con un concierto fúnebre que contó con la participación de varios músicos que al son de violines, violonchelos y bajos ofrecieron al público un recital en el marco de la vigilia pascual.


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