La memoria de José Enrique Sequera sobre la mansión familiar de los Netto, que cuenta con uno de los jardines más grandes del centro asunceno, es rescatada por Toni Roberto en estas páginas de domingo de “Cuadernos de barrio”. Restaurada recientemente, vuelve a recuperar su brillo de otros tiempos.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Es de noche y la nostalgia me lleva a una de las esquinas más hermosas de Asunción, uno de los patios más amplios del centro de la ciudad, enclavado en el medio del terreno en lo que era en su momento media manzana. Ahí se encuentra escondida entre frondosos árboles y el ruido de la esquina de Parapití y Tte. Fariña la mansión Netto, que hace más de 120 años se proyectó como una residencia neoclásica italianizante. Su primer propietario, un ciudadano francés del siglo XIX, pensó hasta el último detalle de sus interiores de refinado “estilo parisino”, con muebles de firma de importantes diseñadores franceses.
Con el paso del tiempo, en las primeras décadas del siglo XX adquiere la propiedad el señor Da Rosa, quien nunca la habitó, alquilándole desde 1938 a 1942 a la Embajada de Bolivia. Su segundo propietario la vendió al empresario Oscar S. Netto, uno de los más prósperos de la época, quien la mandó acondicionar para vivir con su madre, su señora, su única hija y sus hermanos menores, que habitaron en la residencia hasta formar sus respectivas familias. Primero se casó Carlos, después Juan, uno de los más renombrados médicos de su época; luego Osvaldo, Gabriel y María Aurora, una de las más destacadas diseñadoras de moda paraguaya del siglo XX.
EL MEMORIOSO JOSÉ ENRIQUE SEQUERA NETTO
Siempre digo que cuando existe un memorioso en una familia, se convierte en el narrador oral de las pequeñas batallas urbano-familiares, que al escribirlas se perpetúan para siempre. Ese es el caso de José Enrique Sequera Netto, penúltimo hijo de María Aurora Netto de Sequera, conocida popularmente como Nena de Sequera, quien nos cuenta sus recuerdos de niño, corriendo por los jardines y corredores de la amplia residencia del barrio San Roque en la que vivieron cuatro generaciones en más de 50 años.
Una noche de 1942, cuando el legendario Oscar S. Netto le presenta la mansión a su madre, doña Aurora, y a su señora, María Ángela “Chichí” Fernández Gatti de Netto, en una solemne ceremonia con todas las luces encendidas, le dice: “Mamá, esta casa la compré para vos”. A partir de ahí la residencia tuvo un brillo distinto, no cesaban las recepciones, casamientos, aniversarios, bautismos, té canastas de beneficencia, que se realizaban en los salones hasta entrados los años 90. Tal vez fue una de las casas más concurridas de mediados del siglo pasado, que se puede constatar por la cantidad de fotos acumuladas por la familia.
Es que Chichí de Netto fue presidenta de varias instituciones de ayuda social, como la de las Damas Salesianas y la Escuela de Ciegos Santa Lucía. Además, en varias ocasiones María Aurora realizaba encuentros con sus colegas, las más importantes diseñadoras de la época: Chichú Villamayor de González Núñez, Semí Salerno, Esperanza de Portaluppi o Chafana Sienra. Todo en aquellos finos salones, con muebles directamente traídos de Francia.
Notablemente, Nori, la única hija del empresario Netto, se casó en el templo del Perpetuo Socorro. Sin embargo, María Aurora Netto lo hizo con el entonces joven Guillermo Sequera en los jardines de la gran casa en 1947. Una larga alfombra roja prestada por la iglesia remarcó el escenario natural del gran patio al son del “Ave María” de Schubert. La ceremonia fue oficiada por el padre Rogelio Duarte, conocido sacerdote de aquellas décadas.
A la boda asistieron, además de los parientes, grandes personalidades de la época y sus amigas, las connotadas pianistas Neneca Montórfano, Lula y Chiní Terrenoire, y la destacada abogada Chingola Burró, todas alumnas de Juan Carlos Moreno González, a las que se las puede ver en varias instantáneas que hoy publicamos en estas páginas.
Si bien el patio posterior perdió parte de su encantado naranjal hacia la calle Ortiz Guerrero, queda en la memoria de Sequera Netto la dulzura de aquellos árboles frutales plantados ya en la década de los años 20.
Dicen que todo pasado fue mejor. Hoy, la puesta en valor de esta importante residencia asuncena de fines del siglo XIX nos refresca la memoria de toda una época en que el paso del viejo tranvía de la calle Tte. Fariña engalanaba una arteria de la que solo quedan los recuerdos de una antigua Asunción que tal vez ya no volverá, pero que se perpetúa en la minuciosa restauración de una mansión de otras épocas, testimonio del pasado opulento de una de las más acaudaladas familias asuncenas del siglo XX.