Versos improvisados y duelos entre poetas resuenan en la Casa de la Décima de Güines, un rincón del occidente de Cuba donde niños y jóvenes cultivan esa joya lírica que brota del alma campesina en una isla saturada de reguetón.

  • Texto y fotos: AFP

“Soy de una gene­ración que casi empieza el camino, con un sueño cam­pesino latiendo en el cora­zón”, canta en décimas Emir Amador, de 5 años, en una improvisada fiesta campe­sina o guateque, en el tea­tro de la Casa en Güines, una localidad 50 km al sudeste de La Habana.

Amador es uno de los 200 niños y jóvenes, de entre cuatro y 20 años, que asis­ten a los talleres que allí se imparten sobre repentismo, el arte de improvisar versos, generalmente en décimas, que son estrofas de diez ver­sos octosílabos.

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El repentismo es una tra­dición oral, con profun­das raíces españolas, muy popular en países hispano­hablantes, especialmente en Cuba, Puerto Rico, Colom­bia y Panamá.

“Y aquí estoy como un pichón entre verso y lealtad, haciendo con voluntad a la altura de los Andes lo que no hicieron los grandes cuando tenían mi edad”, prosigue sin titubear el pequeño.

En los guateques, los poetas repentizan décimas acom­pañados por el laúd, la gui­tarra, el tres y las claves. Esa combinación de música y poesía es denominada punto cubano, reconocido como patrimonio inmate­rial de la humanidad en 2017.

“Me gusta mucho cantar”, dice el niño a la AFP en el tea­tro, adornado con una gigan­tografía de Celina González (1929-2015), una cantante conocida como la Reina de los Campos de Cuba, que aparece flanqueada por 25 famosos repentistas.

Fundada en 2009 por el repentista Lázaro Palen­zuela (53), la Casa es un baluarte en la defensa del punto cubano.

“VA EN SANGRE”

El objetivo de los talleres, que se imparten en varias de estas escuelas en Cuba, es formar repentistas, deci­mistas (el que compone déci­mas, pero no improvisa) y tonadistas (el que solo las canta).

A sus 6 años, a Liliet Oliver también le “gusta muchí­simo” entonar décimas. “Yo soy Liliet, una estrella de este cielo improvisado y más de uno ha notado que soy pícara y soy bella”, canta la niña con una voz que retumba en el teatro.

En los talleres todos apren­den técnicas de métrica y rima, pero muy pocos se convierten en repentistas, que además son capaces de protagonizar controversias, duelos improvisados entre poetas con tono humorís­tico o satírico. Estos desa­fíos marcan el apogeo del guateque.

“De 20 niños, salen dos”, por­que “eso va en sangre”, pre­cisa Palenzuela. “La impro­visación es una de las artes más difíciles”, acota.

Algunos estudiantes provie­nen de familias campesinas que han cultivado la décima por generaciones.

“Eso nació desde mi bis­abuelo (...) y nosotros hemos continuado ese legado”, explica a la AFP Brayan Gutiérrez, un joven de 17 años miembro de una “dinas­tía” de improvisadores.

En cambio, su tocayo Bra­yan Alejandro Iglesias (20), campeón nacional juvenil de repentismo 2024, lo apren­dió “todo” en esta escuela.

“Fueron muchos años de sacrificio, leyendo, practi­cando y aquí estamos para enseñar a estos niños”, explica Iglesias.

“EL ANTAGONISMO”

En tres lustros, la Casa tam­bién se convirtió en bastión de defensa del idioma, sobre todo frente al reguetón, que señorea en el panorama musical del país.

“Tenemos que echar una guerra muy difícil y la hemos ido ganando poco a poco, porque el reguetón” es “la música que incluso algu­nos profesores le ponen (a sus alumnos) en los hora­rios de fiesta”, y sus textos son “denigrantes”, lamenta Palenzuela, que define el repentismo como “el anta­gonismo de eso”.

Gutiérrez cuenta que en su escuela organiza encuentros entre repentistas y reguetone­ros. El ritmo urbano “no puede compararse jamás con una décima”, señala convencido.

“Una décima bien hecha es una creación artística mara­villosa, no las palabras obs­cenas, las barbaridades que dicen, cantan y componen los reguetoneros”, argu­menta.

Sin embargo, Palenzuela y sus discípulos coinciden en que para ganar esa “guerra” se necesitan más “espacios”.

“Desgraciadamente, el repentismo no tiene la misma visibilidad que tie­nen otros géneros, como el reguetón, pero aquí estamos los niños y jóvenes de este proyecto, que no descansa­remos hasta que un día la décima ocupe el lugar que se merece”, advierte el cam­peón Iglesias.

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