- Jorge Zárate
- jorge.zarate@nacionmedia.com
- Fotos: yaguaron.gov.py
A solo 50 kilómetros de Asunción se puede realizar un viaje en el tiempo a través de la música y el arte religioso. La celebración del rito con las partituras que se hallaron en Chiquitos, Bolivia, adquieren gran significado en la brillante ejecución de los músicos locales. Además, el evento incorpora a los estacioneros, que mantienen vivo el ñembo’e purahéi, y la banda Peteque Peteque.
El historiador y gestor cultural Fernando Díaz cuenta que la “la misa guarayo es un espectáculo musical que combina repertorios de partituras encontradas y recuperadas en el proceso de restauración de las iglesias de la Chiquitanía boliviana. Hans Roth las encontró tiradas, tomó contacto con el maestro Luis Szarán y allí se dieron con que contenían canciones litúrgicas que estaban escritas en lengua guarayo, entre ellas muchas de las canciones de la misa”.
Relata que fue en la Escuela de Música Maestro Cecilio Valiente de Yaguarón donde “se inicia el proceso de desarrollar un espectáculo musical en el templo San Buenaventura y buscando repertorios llegan hasta el maestro Szarán, quien a través del proyecto Sonidos de Paraquaria investiga y difunde el repertorio barroco misionero y desarrolla la recuperación de esas músicas y las cede gentilmente para su puesta en escena en Yaguarón”.
El director de la escuela arriba citada, Pedro Sosa Villalba, recuerda que fue el propio Szarán el encargado de dirigir la orquesta de la institución en el estreno de la obra: “En aquella oportunidad nos dejó las partituras para que puedan seguir interpretándose todo este tiempo”, recuerda.
CONCURRENCIA
Tiempo después, “nosotros ideamos un concierto que decidimos sea exclusivamente de música de las reducciones jesuíticas y franciscanas. Quisimos hacer los Miércoles Santo porque queríamos aprovechar el movimiento de gente que había en nuestra ciudad durante la Semana Santa”.
Desde esa vez, hace ya más de 20 años, la cita “se volvió una tradición a la que le fuimos agregando algunos elementos como las túnicas franciscanas que usan los cantantes como para evocar el pasado de la ciudad y decidimos iluminar la iglesia con candiles y velas para darle ese aire que habrán tenido las misas durante las reducciones jesuíticas y franciscanas”, apunta.
El concierto se desarrolló el Miércoles Santo en la iglesia de San Buenaventura, cuya construcción fue iniciada en 1755 y finalizó en 1772, uno de los templos históricos que atesora el Paraguay.
Sosa Villalba recordó que para llevarlo adelante “contamos con el apoyo de la Municipalidad de Yaguarón para las presentaciones. También de Sonidos de la Tierra y el ensamble Sonidos de Paraquaria, dirigido por el maestro Luis Szarán. Este año también contamos con el apoyo de la Fundación José de la Sobera”, destacó.
CANTO EVANGELIZADOR
Díaz recuerda que los franciscanos adaptaron la misa a los diferentes pueblos que iban evangelizando. “Los cantos y oraciones se hacían en latín, castellano y en la lengua propia de cada pueblo. En nuestro caso, el mayoritario en guaraní, así como también las procesiones, los estacioneros, los ritos de piedad popular, los pasos, las coplas, las novenas, los pesebres, los calvarios, todos sirven para enseñar de manera sencilla la fe”, explicó.
Sosa Villalba apunta que “el mejor instrumento que tuvieron los evangelizadores fue la música porque a través de ella pudieron enseñar el dogma católico a los nativos. A ellos les encantaba y eran buenos músicos también, aprendían rápido. Así que es muy importante el rol que jugó la música durante la evangelización”.
Añade luego que “para los músicos es realmente una experiencia única. Siempre nos hacen saber al término de cada presentación que les emociona hasta las lágrimas incluso. Es una música realmente bella y todos disfrutamos la oportunidad que tenemos de presentarla cada año”.
Siendo una misa que los franciscanos representaban en territorios de Paraguay, Argentina y Bolivia, se les preguntó si tuvieron oportunidad de acercar esta puesta a los países vecinos. Sosa Villalba comenta: “Todavía no tuvimos la oportunidad de llevarla al extranjero, aunque nos gustaría. Hemos elaborado algunos proyectos, pero lastimosamente la cuestión financiera no nos ayuda porque bien sabido es que para salir al exterior se necesita de recursos económicos, de los que carecemos hoy, pero no perdemos la fe y la esperanza de que alguna vez se dará”.
INNOVACIÓN E INTERCAMBIO
Entre tanto siguen “innovando en el formato de nuestro concierto porque como es tradición presentamos en la primera parte la misa guarayo y en la segunda lo que hacemos es darle espacio a la música de tradición oral, a la banda Peteque Peteque, que tiene casi 300 años de vigencia”.
El director musical recordó que “tocan instrumentos que fueron elaborados por ellos mismos, todos con elementos extraídos de la naturaleza y recrean la música que vino transmitiéndose de boca en boca prácticamente de generación en generación hasta nuestros tiempos”.
También tienen su espacio los miembros del grupo estacionero San Buenaventura, “que mantienen vivo el ñembo’e purahéi, algo bastante tradicional en nuestro país durante la Semana Santa, y mostramos también el trabajo en conjunto que hacemos con ellos en la institución. Por ejemplo, ya tenemos en la escuela de música formado un ensamble que toca los instrumentos y la música de la banda Peteque Peteque, así como tenemos un coro que canta las músicas de los estacioneros, es decir, vamos educando también en estas artes tradicionales”, expone.
HERENCIA CULTURAL
Díaz destaca que “la importancia de esta puesta en escena radica fundamentalmente en restituir un poco del pasado barroco al templo con una visión, más que nada, de una cultura compartida y con expresiones propias, algunas desaparecidas, otras aún preservadas, pero todas fruto de ese contacto, de ese influjo que aún está latente, debilitado o invisible. Capaz haya más de lo que vemos o sabemos”.
Recordó entonces que “en la región hay grandes espectáculos y festivales de barroco misionero, sobre todo en Bolivia y Argentina, donde estos repertorios tienen gran difusión y estudio”, dijo para alentar el intercambio.
Luego insistió en la invitación a visitar Yaguarón más allá de los eventos de la Semana Santa porque “tenemos una gran cantidad de espacios que ofrecen todos los servicios que el visitante pueda necesitar, aparte de vivir una verdadera inmersión en las tradiciones y la cultura religiosa del Paraguay en cada una de sus calles y rincones”, destacó.
UNA CONMEMORACIÓN ESPECIAL
Milciades Larrosa, director de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Yaguarón, destaca que la presentación de la misa guarayo es posible gracias al apoyo municipal. “Es una inversión que se hace para ofrecerle a todos los turistas dentro del circuito turístico denominado Yaguarón de Ensueños y especialmente en estos días del Araguasu Yaguarón”, dice.
Lo hace recordando que toda la comunidad se prepara para la Semana Santa, limpiando sus casas, pintando las veredas, tenemos el hermoso paseo de los Mitos, donde los artistas pintan los murales, las esculturas que fueron restauradas, todo con participación comunitaria”, destaca.
Asegura que todo es producto de “un silencioso y coordinado trabajo que se viene ejecutando desde hace años entre gestores culturales, promotores de turismo, músicos, artesanos, artistas plásticos, historiadores, trabajadores de la gastronomía, pobladores entusiastas y autoridades, con un enfoque de desarrollo sostenible”.
Larrosa entiende que Yaguarón es una suerte de capital de la Semana Santa, ya que fueron declarados de interés turístico nacional y “eso es un gran compromiso para nosotros, que nos alienta a seguir apostando a las actividades religiosas, culturales y turísticas propias de nuestro pueblito pintoresco de gente con encanto”.
JESUITAS SUIZOS EN LA HISTORIA
Es posible que la misa guarayo, que estaba entre esos papeles, sea del también suizo Martin Schmid, inspirado en Domenico Zipoli, o una creación colectiva de los sacerdotes y los músicos indígenas. La versión que llegó a nuestros días fue recopilada en 1988 por el historiador José A. Perasso en el pueblo guarayo de Ascensión y revisada nuevamente en origen en sucesivas visitas por el maestro Luis Szarán.
Vale recordar que estas partituras fueron encontradas por el arquitecto suizo Hans Roth Merz, que tuvo a su cargo la restauración de las iglesias jesuíticas de la Chiquitanía boliviana. “Como legajos inservibles, los salmos, himnos y misas barrocas habían sido usados para cubrir tallas antiguas o tapar algún agujero de un muro resquebrajado en una sacristía. Roth trajo expertos de Europa y de Chile, y dirigió las delicadas tareas de restauración de las partituras”, cuenta el colega La Nación de Argentina.
Las misiones jesuíticas de Chiquitos, situadas en el noreste de Bolivia, obra urbanística y cultural creada a finales del siglo XVII eran parte del sueño de la orden de realizar la utopía de una ciudad de Dios en la tierra.
Schmid, jesuita, suizo de nacionalidad, vivió entre 1694 y 1772 y fue, además de sacerdote, arquitecto y músico. De hecho, fue también un gran luthier. Bajo su guía, los nativos dieron a luz violines, violas y violoncelos; flautas, oboes y chirimías; arpas, clavicordios y salterios en el taller de San Javier.
Hans Roth, quien nació en el mismo cantón suizo de Zug que su compatriota Schmid, se congratulaba de haber encontrado esas 5.000 hojas de partituras de música barroca en Santa Ana y San Rafael. Este acervo conforma el Archivo Musical de Chiquitos, uno de los más importantes a escala mundial de este período artístico. A tal punto que dio lugar a la creación de un Festival Bienal de Música Barroca que ya lleva 14 ediciones realizadas.
ROTH, OTRO GRAN JESUITA
Roth llegó a Bolivia en 1972 enviado por jesuitas suizos para restaurar la iglesia de San Rafael, “tarea que concluiría tras dos años de trabajo delicado y minucioso por la importancia implícita”, cuenta el sitio Swiss Info. Luego entiende que debe hacer lo propio con los templos de Concepción y San Javier. Su labor se expandiría más tarde a San Miguel, Santa Ana, San Rafael y San José.
Para ello pasa más de 30 años y trabaja en otras 200 edificaciones, entre ellas escuelas, hospitales, iglesias, capillas, casas para sacerdotes y de religiosas en la región de la Chiquitanía. Su respeto a las edificaciones originales y la practicidad de su obra se resumen la iglesia de Asunción de Guarayos, erigida con un techo de unos 20 por 40 metros sostenido por solo cuatro columnas de quebracho o el santuario Mariano de la Torre en el Chochis, que fue construido en piedra arenisca roja. Este último en 1996 postuló al premio Mies van de Rohe de Barcelona.