• Gonzalo Cáceres
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Slavoj Žižek es un filósofo, psicoanalista, sociólogo y crítico cultural esloveno dueño de un inconfundible estilo que conjuga elementos del marxismo, la dialéctica hegeliana y el psicoanálisis lacaniano.

Provocador y sin filtros, hizo importantes contribuciones a la crítica contemporánea con obras como “El sublime objeto de la ideología”, “Bienvenidos al desierto de lo real” y “Violencia”, siendo acreedor de múltiples premios y un lugar de privilegio en importantes círculos académicos.

Nacido en 1949 en Liubliana (cuando Eslovenia aún era parte de la antigua Yugoslavia), Žižek ejerció de profesor invitado en instituciones de renombre como las universidades de Columbia, Princeton, Michigan y la New School for Social Research de Nueva York.

En 2012, una reseña de Foreign Policy lo llamó una “celebridad filosófica”, al tiempo de incluirlo en su lista de los cien mejores pensadores globales. Toda una revista académica, el International Journal of Žižek Studies, se fundó para comprender su trabajo.

Actualmente dirige el ala internacional del Instituto Birkbeck de Humanidades de la Universidad de Londres.

PENSAMIENTO

“El problema no es que la gente no entienda la realidad, sino que no soporta imaginarla de otra forma”.

Žižek ilustra sus supuestos sobre el capitalismo, la ideología y el poder con referencias de la cultura popular como las películas. Por ejemplo, todavía es recordada la entrevista cuando explicó el funcionamiento del capitalismo a través de “The dark knight”, al mostrar cómo la figura del Guasón encarna lo “real” y cómo Batman representa la “ideología” que necesita del “caos” para reafirmar el “orden”.

Este filósofo utiliza el humor y la ironía para estimular reflexiones sobre la política, que es su campo de especialidad. En este sentido, la “ideología” que, según su visión, opera en la sociedad actual a pesar de que ya no estamos en una época de corrientes tradicionales (como el comunismo o el liberalismo clásico), aduciendo que el capitalismo se presenta como natural, inevitable y deseable, lo cual oculta sus aspectos opresivos y destructivos.

Žižek retoma la frase “ellos no lo saben, pero lo hacen” y la amplía a “ellos lo saben, pero aun así lo hacen”, mostrando cómo incluso con conciencia de las estructuras ideológicas seguimos atrapados en ellas (y hasta preferimos convivir con ellas).

“El cinismo es la ideología de hoy: todos sabemos que el sistema es injusto, pero seguimos actuando como si no lo supiéramos”, dijo.

ENFOQUE

Su enfoque le hizo explorar la forma en que los deseos y las fantasías inconscientes de los individuos –y las colectividades– alimentan las estructuras de poder y el consumismo, dando a entender que existen “nuevas formas de subordinación”.

A su entender, el sujeto humano está irremediablemente dividido, siempre en conflicto entre lo simbólico, lo real y lo imaginario, porque la idea del “Yo” coherente es una ficción ideológica; lo real es la fisura, la falta.

Así también, en su libro “Violencia” distingue entre la violencia visible (crimen, terrorismo) y la violencia estructural (pobreza, exclusión), que el sistema produce pero invisibiliza, sosteniendo que a las personas “nos escandaliza la violencia subjetiva, pero ignoramos la violencia sistémica”.

POLÉMICAS

Žižek también jugó su parte en la política de Europa del Este con una postura crítica frente a la izquierda, a la que acusó de ser demasiado complaciente con las contradicciones del sistema capitalista.

Para el filósofo la política no es solo objeto de reflexión, ya que se presentó como candidato a presidente de su país en las primeras elecciones de la era democrática, a inicios de los años 90, pero no ganó.

Y, en una suerte de Foreman vs. Ali de la filosofía contemporánea, Žižek mantiene un ida y vuelta con el célebre intelectual Noam Chomsky, quien –en clara alusión a su persona– habló de “filósofos posmodernos oscurantistas” que “juegan con palabras sin aportar nada útil”.

Žižek respondió acusando a Chomsky de ser un “ingenuo” respecto al funcionamiento de la ideología, y de reducir la política a “hechos verificables sin entender los mecanismos simbólicos y psíquicos que sostienen el poder”.

APARIENCIA

El trabajo de Žižek ha sido blanco de los movimientos progresistas por sus críticas al multiculturalismo liberal, al que considera “una forma de mantener la desigualdad estructural” bajo la apariencia de “respeto a la diferencia”.

Leer a Žižek es como entrar a una sala donde suenan al mismo tiempo una clase de filosofía, una película de ciencia ficción y una sesión de psicoanálisis. Es seguir a un pensador que mezcla alta teoría con cultura pop sin pedir permiso.

A veces parece que se desvía, que se va por las ramas, pero de repente lanza una frase que atraviesa todo y revela el núcleo oculto de la idea. Su estilo es vertiginoso, lleno de humor y paradojas, pero detrás del desorden hay un método: empujar al lector a ver más allá de lo evidente.

El filósofo utiliza a menudo referencias de la cultura popular para ilustrar sus planteamientos

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