La famosísima socialité e influencer tuvo que someterse a varias semanas de dieta estricta para caber en el estilizado traje que luciera la platinada diosa de Hollywood en 1962 para cantarle el “Happy birthday, Mr. President” a John F. Kennedy.
Kim Kardashian estaba decidida a robarse el espectáculo (y así lo hizo) el pasado primer lunes de mayo, fecha en que tradicionalmente se celebra el mayor evento de moda de Nueva York, la MET Gala, que regresó con todo tras dos años de realización a medias por la pandemia del covid-19.
La famosísima y multimillonaria socialité e influencer pergeñó durante varios meses qué hacer para sobresalir entre las más de 400 celebridades que este año se darían cita en la alfombra roja más top del mundo en el Museo Metropolitano de Nueva York. Sabiendo que el evento, considerado el “Super Bowl de la Moda”, retornaría con una explosión de sorpresas en cuanto diseños y figuras de alto calibre, la ex del rapero Kanye West quería que su aparición en la cita fuera realmente épica. Y qué mejor idea para conseguirlo que el icónico vestido “nakeddress” de una de las divas más grandes que dio Hollywood: Marilyn Monroe.
La pieza, hecha especialmente para la protagonista de “Los caballeros las prefieren rubias” por el diseñador francés Jean-Louis y por la que Marilyn pagó un poco más de 1.400 dólares, fue la misma que lució en mayo de 1962 en un gran evento del Partido Demócrata en el Madison Square Garden de Nueva York. Allí, Marilyn le cantó el “Happy birthday, Mr. President” a John F. Kennedy a días del 45 aniversario de nacimiento del malogrado mandatario.
El vestido fue confeccionado con una tela del mismo color de piel de la actriz y adornado con cientos de cristales. Era tan pero tan ceñido que, según la leyenda, el equipo de costureros del diseñador tuvo que coserlo en su cuerpo, como una segunda piel, momentos antes de subir al escenario. Estos detalles hicieron que esta prenda fuera considerada como una de las más emblemáticas del guardarropas de la actriz y que por casi cuatro décadas permaneció guardada. Fue subastada a finales de los 90 por 1 millón de dólares por la Casa Christie’s, y en el 2016 fue nuevamente vendida en Julien’s Auctions, pero esta vez por la sideral suma de 4,8 millones de dólares. Nunca antes se había pagado tanto por un vestido.
BENDITAS CURVAS
Custodiado celosamente en el museo Ripley’s Believe It Or Not de Orlando, Florida, como si se tratara de la propia corona de Isabel II, el vestido nude reliquia reapareció en escena de la mano de Kim Kardashian, una de las celebridades más conocidas en el mundo entero, quien no la tuvo fácil para lucir el traje. En efecto, el atuendo era tan ajustado que cuando la celebrity se lo probó por primera vez se dio cuenta de que su voluptuosa figura no cabía en la estilizada pieza; el cierre no se le cerraba en la parte posterior a causa de su prominente derriére.
Pero esto no amilanó a la actual pareja del comediante Pete Davidson. Estaba decidida a llegar con ese vestido a la cita del MET. Se puso entonces en campaña para bajar unos cuantos kilos, sometiéndose a una dieta estricta durante tres semanas, según ella misma contó en un Instagram Live de la revista Vogue. Reveló que logró reducir su talla gracias a que pudo bajar siete kilos y así enfundarse el mentado vestido. “Me ponía un traje de sauna dos veces al día, corría en la cinta, me quité por completo el azúcar y los carbohidratos y solo comía verduras y proteínas sanas”, confesó a Vogue.
Sin embargo, según contaron tras bambalinas, no logró que el cierre subiera totalmente, por lo que tuvo que valerse de otra prenda para cubrir esa parte. Fue esta la razón por la que llegó a la gala con un tapado de piel blanco.
Debido a los años que tiene, la celebérrima prenda se volvió tan frágil y delicada que, tanto Kim como sus asistentes, debieron usar guantes para tocarla. Por ello, y teniendo en cuenta el valor histórico del icónico atuendo, aconsejaron a la empresaria lucirla solo por algunos minutos, justo lo que daría su gloriosa aparición en la alfombra del exclusivo evento. Inclusive, tuvo que practicar varias veces la subida de la emblemática escalera del MET para no dañar tan precioso tesoro.
UNA RÉPLICA PARA LA FIESTA
Tras su épica hazaña, la socialité debió cambiarse y usar una réplica del traje, que también pertenece a Ripley’s, para seguir disfrutando con tranquilidad de la fiesta benéfica que reunió a lo más granado de la moda, del cine, la música, los deportes y otros ámbitos. A propósito, el precio de las entradas de esta fiesta ronda los 35.000 dólares y el valor de las mesas se puede elevar hasta 300.000 dólares. Lo recaudado es para el Costume Institute del Museo Metropolitano de Arte.
“Me siento muy honrada de llevar el icónico vestido que llevó Marilyn Monroe en 1962 para cantar el cumpleaños feliz al presidente John F. Kennedy. Es un impresionante vestido ceñido adornado con más de 6.000 cristales cosidos a mano por Jean Louis”, escribió orgullosa Kim en su Instagram.
Sobre cómo surgió la idea de lucir este estilismo, la empresaria contó que, como la temática de esta gala giraba en torno a la moda de la época dorada de Estados Unidos, pensó que no había nadie tan distintivamente estadounidense como la figura de Marilyn Monroe, una de sus mayores estrellas. “Pensé al instante: ‘¿Qué es lo más estadounidense posible?’ y resultó ser Marilyn Monroe”, le dijo a Vogue. “¿Cuál fue el momento más americano de Marilyn… Para mí es cuando le cantó el cumpleaños feliz a JFK”, afirmó.
Pero bajar de peso no fue el único sacrificio que hizo la figura más cotizada del clan Kardashian, quien pasó también largas horas de peluquería para teñirse de rubio platinado. Se puso en manos de su famoso peluquero, Chris Appleton, por interminables 14 horas seguidas para lograr el color de Marilyn, al que le puso un sello propio con un peinado recogido, terminado en un perfecto moño.