Berlin, Alemania | AFP
En Siria estaba obligado a reprimir su deseo de convertirse en mujer, pero Katia, ahora refugiada transgénero que llegó en 2015 a Alemania, vive tranquila en Berlín, donde dice contar con el "apoyo" necesario para poder ser ella misma libremente.
Desde que llegó a Berlín, Katia, como se hace llamar ahora, dio el salto y decidió asumir su identidad femenina, vistiendo como una mujer. Ahora luce sin tapujos un maquillaje bien cuidado, una larga melena negra y un colgante en forma de corazón alrededor del cuello.
Ya no quiere dar su nombre "de antes" y se prepara para una etapa quizá más importante: "me operarán en los próximos seis meses, cuando mi terapia con hormonas haya terminado. Entonces esto será más natural que nunca, seré una verdadera mujer", explica Katia Al Shehaby a la AFP.
En Siria, Katia reservó su "secreto" para ella y para un puñado de íntimos, como su hermano gemelo, Nur, que es gay, y algunos amigos muy cercanos. En Siria es muy complicado mostrarse como homosexual o como trans.
Cuando los dos hermanos huyeron del país en 2015 con su padre, "nadie en la familia sabía nada de nuestra identidad (...). En Alemania, decidimos revelar nuestro secreto", explica Katia.
Como cientos de miles de otros migrantes que huyeron de conflictos y persecuciones en Siria, Irak o Afganistán, tomaron ese año la ruta de los Balcanes, antes de que fuera cerrada a principios de 2016.
"Fue un viaje de tres meses, muy duro", resume parcamente Nur, que vive con su novio en Dresde (este). Una región de la antigua Alemania del Este tristemente conocida por las múltiples agresiones a refugiados ocurridas en 2015.
Los gemelos y su padre recibieron de parte de las autoridades alemanas un permiso de residencia de tres años como refugiados. La madre, que no llegó hasta 2018, vive con su marido en Baja Sajonia y, de momento, no ha obtenido nada.
Sin voz
Katia vive en Berlín en casa de un amigo, en el barrio de Charlottenburg. Fue en la capital alemana, famosa por su espíritu de tolerancia y de apertura, que decidió vivir conforme a sus sentimientos, a su identidad sexual.
"En la sociedad, no solo la de Siria sino, de forma más general, del mundo árabe, [...] están mal vistos" los homosexuales y los trans, señala.
Pero "en Alemania, estas cosas se apoyan, hay asociaciones que nos ayudan, no molestamos a nadie [...] En Siria, si hubiéramos dicho [algo], no sé lo que nos hubiera pasado", continúa.
El sábado por la tarde, con cientos de miles de personas, desfiló bajo un sofocante calor por las calles de Berlín en ocasión del Christopher Street Day, el Orgullo Gay berlinés.
Una marcha encabezada por un lema que parecía estar hecho a la medida de Katia: "Mi cuerpo - mi identidad - mi vida".
Katia volvió a ver a su madre hace un par de días, tras una larga separación.
En su encuentro anterior, todavía no había iniciado su transformación. Katia cuenta que, antes de verse, "tenía miedo, tenía la impresión de que [mi madre] me iba a rechazar [...] Temblaba, mi corazón latía" fuerte.
"Se quedó un momento sin voz y luego volvió a estar normal. Aceptó mi nuevo estado. Dijo: 'ahora tengo un hijo y una hija, estoy muy orgullosa'", dice, sonriendo, Katia, más preocupada por la reacción de su padre. "Aún no lo he visto [desde mi transformación] porque él no lo aceptará en absoluto".
¿Qué desea Katia, ahora? “Como yo, que todo el mundo pueda ser como quiera. Y que vuelva la paz a mi país”.