Irán quiere que los países europeos garanticen que respetarán el acuerdo sobre el programa nuclear de la República Islámica que debe discutirse próximamente en Viena, afirmó el lunes el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Said Khatibzadeh.
“Las capitales europeas, como Berlín, han sido espectadores pasivos. Esperamos, pues, que todas las partes, cuando vengan a Viena, sepan que no tienen más opción que cumplir con sus obligaciones en el marco del acuerdo sobre el [programa] nuclear”, declaró Khatibzadeh durante una rueda de prensa semanal. “Ellos [los europeos] deben asegurar completamente a la República Islámica que, esta vez, ninguna de las partes violará el acuerdo”, recalcó.
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El acuerdo, alcanzado en Viena en 2015 entre Irán y Estados Unidos, el Reino Unido, China, Rusia, Francia y Alemania, ofrecía a Teherán una retirada parcial de las sanciones occidentales y de la ONU, a cambio de que la República Islámica se comprometiera a reducir drásticamente su programa nuclear y no dotarse de una bomba atómica.
Pero tras la salida de Estados Unidos en 2018 durante la administración de Donald Trump y el restablecimiento de las sanciones, Irán empezó a incumplirlo. “Los países europeos saben que, sin la inacción de Europa, Trump nunca se habría atrevido a retirarse de todos los acuerdos y a violar el acuerdo sobre el [programa] nuclear” iraní, insistió Khatibzadeh.
Fuente: AFP.
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Australia expulsó al embajador de Irán por ataques antisemitas
Australia expulsó el martes pasado al embajador de Irán tras acusar a ese país de estar detrás de ataques incendiarios antisemitas perpetrados en Melbourne y Sídney. Es la primera vez que las autoridades australianas expulsan a un embajador desde la Segunda Guerra Mundial. Los servicios de inteligencia llegaron a la “conclusión profundamente inquietante” de que Teherán dirigió al menos dos ataques antisemitas, aseguró el primer ministro australiano, Anthony Albanese.
Según el gobernante, Teherán estuvo detrás de un ataque incendiario en octubre de 2024 contra una cafetería kosher, el Lewis Continental Cafe, en el suburbio de Bondi, en Sídney. También dirigió un ataque contra la sinagoga Adass Israel en Melbourne en diciembre de ese mismo año, de acuerdo con el primer ministro, que citó las conclusiones del organismo de inteligencia.
“Se trata de actos de agresión extraordinarios y peligrosos orquestados por una nación extranjera en suelo australiano”, dijo Albanese. “Fueron intentos de socavar la cohesión social y sembrar la discordia en nuestra comunidad. Es totalmente inaceptable”, añadió. En respuesta, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Esmail Baqai, negó las acusaciones y prometió una “reacción recíproca” a cualquier medida australiana.
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“Rechazamos totalmente la acusación que se ha formulado”, declaró Baqai en una conferencia de prensa semanal. Australia declaró “persona non grata” al embajador iraní Ahmad Sadeghi y le ordenó, junto a otros tres funcionarios, abandonar el país en un plazo de siete días. Canberra también retiró a su representante diplomático en Irán y suspendió las actividades de la embajada en Teherán.
Todos los diplomáticos australianos se encuentran “a salvo en un tercer país”, afirmó el primer ministro. Avanzó además que Australia legislará para incluir los Guardianes Revolucionarios, el ejército ideológico de la República Islámica, en la lista de organizaciones terroristas. Su ministra de Relaciones Exteriores, Penny Wong, indicó que era la primera vez en la posguerra que Australia expulsaba a un embajador.
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Sin embargo, dijo, Canberra mantendrá las relaciones diplomáticas con Irán para salvaguardar los intereses de los australianos. El jefe de los servicios de inteligencia australianos, Michael Burgess, dijo que una “minuciosa” investigación había descubierto vínculos entre los ataques antisemitas y los Guardianes Revolucionarios. La pesquisa reveló que la Guardia dirigió los dos ataques y “probablemente” más contra intereses judíos, añadió. Pero los diplomáticos de Irán en el país no estuvieron involucrados.
La embajada de Israel en Australia acogió con satisfacción la intención designar a la Guardia como “organización terrorista”. “El régimen iraní no solo es una amenaza para los judíos o Israel, sino que pone en peligro a todo el mundo libre, incluida Australia. Es una medida firme e importante”, dijo.
Fuente: AFP.
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Inspectores de la agencia nuclear OIEA retornaron a Irán
El director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, ha asegurado que un equipo de inspectores de la agencia “está de vuelta en Irán”, por primera vez desde su salida a raíz de la ofensiva militar de Israel contra el país centroasiático en junio, a la que se sumó Estados Unidos con bombardeos contra tres instalaciones nucleares iraníes.
Las autoridades de Irán anunciaron tras los doce días de conflicto, cerrados con un acuerdo de alto el fuego en vigor desde finales de junio, su decisión de suspender su cooperación con el OIEA y acusaron directamente a Grossi por sus informes sobre su programa nuclear y su postura ante la ofensiva israelí-estadounidense.
Grossi ha afirmado ahora en una entrevista concedida a la cadena de televisión estadounidense Fox News que “el primer equipo de inspectores del OIEA está de vuelta en Irán”. “Estamos a punto de reiniciar (los trabajos)”, ha sostenido, sin que Teherán haya confirmado por ahora este extremo.
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Así, ha resaltado que las inspecciones “no fueron posibles” durante la ofensiva militar contra Irán y ha argumentado que, debido a los ataques, los inspectores “abandonaron el país”. “Desde entonces ha habido conversaciones y negociaciones con Irán para un regreso. No es una situación fácil, como se puede imaginar, ya que para algunos en Irán la presencia de inspectores es negativa para la seguridad”, ha agregado.
“Para mí, no es el caso, así que era cuestión de ver qué sería necesario para poder volver y hacer lo que tenemos que estar haciendo”, ha dicho Grossi, quien ha reseñado que “Irán es miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y debe ser sometido a inspecciones”.
En este sentido, ha manifestado que en Irán “hay muchas instalaciones” nucleares. “Algunas fueron atacadas, otras no. Estamos discutiendo el tipo de modalidades, modalidades prácticas, que puedan ser aplicadas para facilitar el reinicio de nuestro trabajo allí”, ha explicado, al tiempo que ha incidido en que un diálogo entre Estados Unidos e Irán para alcanzar un nuevo acuerdo “es más difícil” tras la ofensiva, “pero no imposible”.
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“No es imposible en absoluto. Por supuesto, deben cumplirse algunas condiciones”, ha puntualizado el jefe del OIEA, quien ha hecho hincapié en que la labor de los inspectores del organismo “es indispensable”. “Si no estamos comprobando qué está pasando no se puede entrar en una negociación seria, especialmente si se quiere evitar una repetición de lo que se vio en junio”, ha remarcado, en referencia a la citada ofensiva.
Irán acusó a Grossi de “oscurecer la verdad” con un “informe sesgado” que fue “instrumentalizado” por el llamado E3 --Francia, Reino Unido y Alemania-- y Estados Unidos para preparar la resolución aprobada el 12 de junio por la Junta de Gobernadores del OIEA, que sostuvo que Irán estaba violando sus obligaciones por primera vez en dos décadas.
Israel lanzó apenas un día después una ofensiva contra Irán --que respondió disparando misiles y drones contra territorio israelí--, a la que se sumó el 22 de junio Estados Unidos con una serie de bombardeos contra tres instalaciones nucleares iraníes --las de Fordo, Natanz e Isfahán--, si bien desde el 24 de junio hay un alto el fuego en vigor.
Fuente: Europa Press.
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Afganistán: choque de bus con camión cisterna deja 76 muertos
El saldo de muertos del accidente entre un bus que trasladaba migrantes afganos procedentes de Irán y otros dos vehículos en el oeste de Afganistán subió a 76, informó el miércoles una autoridad provincial. En total “76 ciudadanos del país (...) perdieron la vida en el incidente, y otros tres están gravemente heridos”, dijo en un comunicado Yousuf Saeedi, portavoz del gobierno de la provincia de Herat.
La policía del distrito de Guzara, cerca de la ciudad de Herat donde ocurrió el accidente la noche del martes, indicó que el bus colisionó con una motocicleta y un camión cisterna que transportaba combustible, lo que causó un incendio. El autobús llevaba afganos que se devolvían a Kabul desde Irán, dijo Saeedi a la AFP.
Al menos 1,5 millones de personas han regresado a Afganistán en lo que va de este año desde Irán y Pakistán, que han expulsado a los migrantes después de albergarlos durante décadas, según la agencia de la ONU para las migraciones. El servicio noticioso estatal Bakhtar señaló que el accidente del martes es uno de los más mortales de los últimos años en el país.
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Sequía e inundaciones repentinas
Junto a pequeños bultos con sus pertenencias, Maruf espera un vehículo que lo llevará a él y a su familia lejos de su pueblo, en el norte de Afganistán, donde la tierra, azotada por la sequía, lleva años sin producir nada. La mayoría de las viviendas de tierra cruda de su pueblo están vacías. Los residentes huyeron de “la sed, el hambre y una vida sin futuro”, dice a AFP este padre de familia, de 50 años.
“Nuestros campos se rindieron. En estas condiciones, la gente se ve obligada a irse”, dice. “¿Cómo puedes permanecer en semejante vacío cuando tienes hijos que mantener?”, pregunta. Décadas de guerra obligaron a millones de afganos a abandonar su territorio, pero desde que los talibanes recuperaron el poder en 2021, la principal causa del desplazamiento ya no es política ni de seguridad.
En Afganistán, uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, casi cinco millones de personas se vieron afectadas y 400.000 tuvieron que abandonar sus hogares debido a fenómenos meteorológicos a principios de 2025, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La mayoría de los 48 millones de afganos, que ya enfrentan una de las peores crisis humanitarias del mundo, viven en casas de tierra cruda y dependen de la agricultura, afectada también por el aumento de las temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos. De los últimos cinco años, cuatro estuvieron marcados por un aumento de la sequía, mientras que algunas regiones han sufrido devastadoras inundaciones repentinas que arrasaron con viviendas, cultivos y ganado.
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“Al borde del precipicio”
“Las cosechas infructuosas, la sequía de los pastos y la desaparición de las fuentes de agua están llevando a las comunidades rurales al borde del precipicio”, advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “Cada vez es más difícil para las familias producir alimentos, obtener ingresos y permanecer en sus hogares”.
El norte del país es el más afectado. En la provincia de Yauzyán, Abdul Jalil Rassuli vio cómo cambió Bakawal, su aldea. Donde antes los melones crecían como por arte de magia, ahora hay que comprarlos en la ciudad porque la tierra ya no da más. “Todo se reduce al agua”, reflexiona Rassuli, de 64 años, a la sombra de uno de los pocos árboles que quedan. “La escasez de agua lo destruye todo: la agricultura está devastada, los árboles están muriendo y ya no plantamos”.
Los residentes huyeron a los países vecinos Irán y Pakistán hace una década con la esperanza de un futuro mejor. Pero muchos tuvieron que regresar: más de 4 millones de afganos fueron expulsados desde finales de 2023, según la Organización Internacional para las Migraciones, cuando Pakistán inició repatriaciones masivas.
A su regreso, ya no trabajaron la tierra, sino que realizan trabajos esporádicos. Abdul Jalil Rassuli espera que el canal Qosh Tepa, en construcción desde hace años, permita irrigar los campos con el río Amu Daria. Sin embargo, podría tardar más de un año en terminarse, según funcionarios del gobierno talibán.
“Nunca habíamos visto algo así”
Cuando Abdul Latif Mansur, ministro de Energía y Agua, enumeró los proyectos de represas y canales, tuvo que reconocer en julio que “las medidas adoptadas no son suficientes”. “Hay muchos episodios de sequía. Debemos recurrir a Dios”, suplicó, mientras las autoridades talibanas rezaban regularmente para que vuelva la lluvia. Pero la lluvia no siempre es buena noticia.
En caso de inundaciones repentinas, la tierra reseca no puede retener el agua. Según la ONU, este año las lluvias se adelantaron en el país, con temperaturas más altas de lo habitual, lo que aumentó el riesgo de inundaciones. En junio, el agua arrasó con todo a su paso en la provincia central de Maidan Wardak. “Tengo 54 años y nunca habíamos visto algo así”, dijo Mohammed Qassim, de pie sobre el lecho agrietado y lleno de piedras de lo que antes era un río.
Wahidullah, de 18 años, vio cómo su ganado se ahogó y su casa quedó dañada e inhabitable. Ahora su familia, compuesta por 11 personas, duerme en una carpa en un terreno ligeramente elevado con algunas pertenencias rescatadas de las aguas. Wahidullah no puede evitar contemplar el peor escenario posible: “Si hay otra inundación, no nos quedará nada ni adónde ir”.
Fuente: AFP.
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.