El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, afirmó el lunes que Rusia y Ucrania mantendrán nuevas conversaciones de paz el miércoles, después de dos anteriores rondas de negociación en Estambul sin grandes resultados para poner fin a la guerra.
“Comenté con (el secretario del Consejo de Seguridad ucraniano) Rustem Umerov los preparativos para un intercambio y una nueva reunión en Turquía con la parte rusa. Umerov dijo que la reunión está prevista para el miércoles”, declaró Zelenski en su discurso diario difundido en redes sociales.
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Las dos anteriores reuniones celebradas entre Moscú y Kiev no lograron avances hacia un alto el fuego, pero se saldaron con acuerdos para el intercambio de prisioneros y para devolver los cadáveres de soldados muertos.
Durante la última ronda de negociaciones en junio, Rusia esbozó una lista de duras exigencias, entre ellas que Ucrania ceda más territorio, rechace toda forma de apoyo militar occidental y la pertenencia a la OTAN.
Kiev las calificó de ultimatos inaceptables y cuestionó el sentido de seguir negociando si Moscú no está dispuesto a hacer concesiones.
Sin embargo, el Kremlin afirmó a principios de este mes que está dispuesto a continuar las conversaciones con Ucrania, después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, diera a Rusia 50 días para alcanzar un acuerdo de paz o enfrentarse a sanciones.
- Fuente: AFP
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Trump se dirige a Alaska para un cara a cara con Putin
El presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, se reúnen este viernes en Alaska en una cumbre que podría ser decisiva para el futuro de Ucrania y tiene en vilo al mundo. Trump partió de Washington rumbo a Alaska el viernes por la mañana. “MUCHO EN JUEGO”, publicó Trump en su plataforma Truth Social poco antes de abordar el Air Force One y despegar para el vuelo de casi siete horas hacia Anchorage.
Putin en tanto, pisará suelo occidental por primera vez desde que ordenó la invasión de Ucrania en febrero de 2022, una guerra que ha causado la muerte de decenas de miles de personas y en la que Rusia gana terreno. Actualmente controla aproximadamente una quinta parte del territorio. Trump hizo la invitación por sugerencia del propio líder ruso, pero el presidente estadounidense se ha mostrado a la defensiva y ha advertido que la reunión podría terminar en cuestión de minutos si Putin no cede.
Los dirigentes europeos estarán pendientes de cada palabra y gesto. Para el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, será otro día de alto voltaje. Hasta ahora ha rechazado públicamente la presión de Trump para que ceda el territorio ocupado por Rusia. Trump alardea de talante negociador, pero ha rebajado las expectativas diciendo que es una “reunión de tanteo” para ver si Putin habla en serio.
“Soy presidente, y él no va a jugar conmigo”, declaró a periodistas en la Casa Blanca el jueves. “Si es una reunión mala, terminará muy rápido, y si es una buena, vamos a terminar logrando la paz en un futuro bastante cercano”, aseguró el mandatario, quien calcula que la cumbre tiene un “25 %” de probabilidades de fracasar. A su llegada a Alaska, el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, rechazó hacer pronósticos.
“Nunca hacemos suposiciones anticipadas”, declaró el canciller, luciendo lo que parecía ser una camiseta con la palabra “URSS” en ruso escrita en ella. “Sabemos que tenemos nuestros argumentos y nuestra postura es clara y sin ambigüedad. La presentaremos”, añadió. Trump ha prometido consultar rápidamente con los líderes europeos y con Zelenski. Según él, para alcanzar un acuerdo final hace falta una reunión tripartita con Zelenski y repartirse el territorio.
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Golpe de timón
Trump ha expresado su admiración por Putin en el pasado. Una reunión con él en 2018 durante su primer mandato (2017-2021) le valió una lluvia de reproches por, según sus críticos, haberse mostrado intimidado. Antes de regresar a la Casa Blanca en enero, Trump presumió de buena relación con Putin, culpó a su predecesor demócrata Joe Biden de la guerra en Ucrania y prometió lograr la paz en 24 horas.
Pero a pesar de las llamadas telefónicas a Putin y de una bronca pública con Zelenski en febrero en la Casa Blanca, el jefe del Kremlin se obstina. Trump ha reconocido sentirse frustrado con Putin y ha advertido de “consecuencias muy graves” si no acepta un alto el fuego. Las conversaciones están programadas para las 11:30 (19:30 GMT) del viernes en la Base Aérea Elmendorf. La elección de Alaska no es casual.
Para llegar a Alaska, Putin, objeto de una orden de arresto de la Corte Penal Internacional, de la que Estados Unidos no es miembro, solo tiene que cruzar el estrecho de Bering. Además, Alaska es un territorio con pasado ruso ya que fue cedido por Rusia a Estados Unidos en el siglo XIX. Moscú ha citado este acuerdo para demostrar la legitimidad de los intercambios de territorios.
Altos cargos rusos también están sometidos a sanciones, pero el Departamento del Tesoro estadounidense las flexibilizó temporalmente para permitirles viajar y usar tarjetas bancarias en Alaska. El Kremlin afirmó que espera que Putin y Trump se reúnan a solas con intérpretes antes de un almuerzo de trabajo con sus asesores. No está previsto que los presidentes salgan de la base. En Anchorage, la ciudad más grande de Alaska, los manifestantes han colocado carteles de solidaridad con Ucrania.
¿Victoria para Putin?
La cumbre contrasta con el enfoque de los líderes europeos y de Biden, quienes prometieron no dialogar con Rusia sobre el futuro de Ucrania a menos que Kiev esté presente. Zelenski declaró el martes que la cumbre de Alaska es una “victoria personal” para Putin. Con el viaje, Putin “sale de su aislamiento” y, de alguna manera, aplazó las sanciones que Trump había prometido imponer a Rusia.
Pero el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, ha pedido garantías de seguridad para Ucrania, una idea que Trump minimizó hace meses. Daniel Fried, exdiplomático estadounidense que ahora trabaja en el Atlantic Council, un grupo de reflexión, estima que Trump tiene forma de presionar a Putin con nuevas sanciones y el envío de armas a Ucrania. Pero Putin podría intentar distraerlo con una nueva propuesta. Según Fried, “es un maestro en el nuevo objeto llamativo que resulta ser insignificante”.
Fuente: AFP.
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Sudán: al menos 40 muertos por el peor brote de cólera
Al menos 40 muertes vinculadas con el cólera se registraron en una semana en la región sudanesa de Darfur, en el peor brote de esa enfermedad que ha sufrido el país africano devastado por la guerra, alertó el jueves Médicos Sin Fronteras (MSF). “Además de una guerra total, la población de Sudán está sufriendo ahora el peor brote de cólera que ha vivido el país en años”, afirmó la organización médica en un comunicado.
“Solo en la región de Darfur, los equipos de MSF atendieron a más de 2.300 pacientes y registraron 40 muertes en la última semana“. Desde julio de 2024, se han registrado alrededor de 100.000 casos de cólera en todo Sudán, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que alertó que la dolencia se está propagando “por todos los estados sudaneses”.
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La temporada de lluvias, que se intensifica en agosto, podría agravar la crisis sanitaria. El cólera es una infección intestinal aguda que se propaga a través de alimentos y agua contaminados con bacterias, a menudo provenientes de materia fecal. Provoca diarrea grave, vómitos y calambres musculares.
Esta enfermedad puede ser mortal en pocas horas si no se trata, pero puede curarse con una simple rehidratación oral y con el uso de antibióticos en casos más graves. Al entrar en su tercer año, la guerra sudanesa, que ha matado a decenas de miles de personas y desplazado a millones, ha provocado lo que Naciones Unidas describe como “la peor crisis humanitaria del mundo”.
Fuente: AFP.
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Cumbre Trump-Putin se celebrará en una base militar en Alaska
La cumbre del viernes entre el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo ruso, Vladimir Putin, se celebrará en una gran base militar cerca de Anchorage, la ciudad más grande de Alaska, confirmó este miércoles un funcionario de la Casa Blanca. La base aérea Elmendorf-Richardson, una vasta instalación del ejército de tierra y de la fuerza aérea al norte de la ciudad, albergará la reunión sobre la guerra en Ucrania. El presidente estadounidense y sus ministros suelen usar su larga pista de aterrizaje como parada de reabastecimiento de combustible durante sus viajes oficiales a Asia.
Es una de las dos principales bases aéreas de Alaska, desde donde despegan regularmente aviones de combate para interceptar naves rusas que se acercan demasiado al espacio aéreo estadounidense en la región. Alaska es una zona estratégica desde la Guerra Fría y aún alberga una importante base de misiles de defensa.
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Un estado con pasado ruso
Alaska, que acogerá el viernes una cumbre entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, estuvo bajo control ruso antes de ser vendida a Estados Unidos en el siglo XIX. Pese al paso del tiempo la influencia rusa sigue presente en este estado ártico estadounidense.
Excolonia rusa
Cuando el explorador danés Vitus Bering navegó por primera vez por el estrecho que separa Asia de América en 1728, lo hacía en una expedición para la Rusia zarista. El descubrimiento de lo que hoy se conoce como el estrecho de Bering reveló la existencia de Alaska al oeste. Los pueblos indígenas llevaban viviendo allí miles de años. La expedición de Bering dio inicio a un siglo de caza de focas en Rusia, con la primera colonia establecida en la isla Kodiak, al sur del país.
En 1799, el zar Pablo I fundó la compañía ruso-estadounidense para organizar el comercio de pieles. Sobreexplotadas, las poblaciones de focas y nutrias marinas colapsaron, y con ellas las economías de los colonos. En 1867, Moscú vendió el territorio a Washington por 7,2 millones de dólares, una compra criticada en aquel momento. Alaska se convirtió en un estado estadounidense de pleno derecho en 1959.
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Lengua e iglesias
La iglesia ortodoxa, establecida en Alaska desde la fundación de la Compañía ruso-estadounidense, sigue siendo uno de los principales legados rusos en el territorio. Más de 35 iglesias históricas, algunas con las cúpulas típicas de la arquitectura ortodoxa, salpican la costa de Alaska, según una asociación que busca protegerlas. La diócesis ortodoxa del estado afirma ser la más antigua de Norteamérica e incluso cuenta con un seminario en la isla Kodiak.
Un dialecto derivado del ruso y mezclado con lenguas indígenas locales sobrevivió durante décadas en diversas comunidades, especialmente cerca de la importante ciudad de Anchorage, hasta que prácticamente desapareció. Pero cerca de los inmensos glaciares de la península de Kenai, aún se enseña ruso. La pequeña escuela rural de una comunidad ortodoxa conocida como “Viejos Creyentes”, nacida de un cisma del siglo XVII y establecida allí en la década de 1960, imparte clases de ruso a un centenar de estudiantes.
Vecinos
Los rusos “son nuestros vecinos de enfrente, incluso se puede ver Rusia desde una isla en Alaska”, declaró Sarah Palin en 2008, entonces gobernadora del estado y candidata a la vicepresidencia junto al republicano John McCain. De hecho, en el estrecho de Bering, dos islas se encuentran enfrentadas. Diómedes Mayor, al oeste, es rusa, y Diómedes Menor, habitada por unas pocas decenas de personas, estadounidense. Las separan menos de 4 kilómetros.
Más al sur, dos rusos desembarcaron en octubre de 2022 en la isla San Lorenzo, a menos de 100 km de la costa rusa, para solicitar asilo en Estados Unidos y escapar de una movilización militar en apoyo a la guerra en Ucrania. Durante años, el ejército estadounidense ha anunciado que intercepta aviones rusos que se acercan demasiado a su espacio aéreo en la región. Pero Rusia no está interesada en apoderarse de Alaska, donde “también hace frío”, ironizó Vladimir Putin en 2014.
Fuente: AFP.
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.