La mujer más longeva del Centro Penitenciario para Mujeres “Casa del Buen Pastor”, se llama Hilda. Ella no sabía leer ni escribir, pero no se dio por vencida, sino que se inscribió como alumna en el Centro Nº 79 San José para cursar el segundo grado.

Ahora Hilda ya puede hojear libros y revistas con sueños. Los lunes, miércoles y viernes acude hasta el Centro donde recibe las clases. Hilda se casó a los 14 años, matrimonio que le dio como fruto 14 hijos con 11 nietos y luego enviudó.

Además, también aprendió a moldear el hilo en delicadas piezas de ñandutí para la venta, por lo que exhibe orgullosa su carnet de artesana profesional que le fue otorgado dentro de la penitenciaría.

“Muchas venimos acá porque no conseguimos un trabajo. No soy una mala persona. Siempre pienso en esos inocentes sin estudios que por la necesidad hacen cosas feas. Yo ahora ya tengo mi certificado y todo de artesana. Quiero que la gente se acerque y si puede solicite nuestros productos”, expresa Hilda o la “Abuela”, como cariñosamente la llaman las demás internas.

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Sus apliques de ñandutí se apilonan en variados diseños, tamaños y colores para decorar colchas, toallas, remeras, camisas, camineros, termos, tarjeteros o manteles. Mientras que sus joyas de artesanía nacional pueden alcanzar a convertirse en productos de hasta 5 por 2 metros. En tanto, cada ojo de ñandutí, tan prolijo en su destreza, le consume más de un día.

Por ejemplo, en cajas etiquetadas entregó 200 ñandutíes blancos para una boda donde se distribuirán en los detalles del vestido de novia, tocado, portaanillo y ramo, por lo que trabajó junto con sus demás compañeras.

Hilda trabaja de 8:00 a 12:00, pero ahora la producción disminuyó desde el brote de casos de COVID-19. En tanto que a veces toma pedidos particulares y hace chales de hilo con técnica de grampo, camisas de ao po’i, bordados y manteles con punto ruso. Los domingos apoya los oficios en la capilla del centro.

Hilda lleva 4 años de encierro de los 13 de condena con que cuenta; detrás, un pasado de pobreza y necesidades. De pequeña, sus manos se curtieron en la chacra cosechando porotos y maíz junto con sus 3 hermanos y su madre en su ciudad natal Gral. Morínigo en Caazapá, mientras su padre se apostaba en una panadería para llevar el sustento.

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A pesar del encierro, Hilda trata de poner el mejor ánimo con el estudio y el trabajo, lo cual también la ayudará para reducir su condena. Además, baila danza paraguaya con un elenco conformado en el penal.

Los productos elaborados por Hilda se encuentran en la página web de Latente (www.latente.gov.py). Los pedidos pueden ser realizados vía WhatsApp al +595 972 600646.

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