Anacleta Benítez Giménez tiene 32 años, pertenece a la comunidad indígena Itaguazú Paí Tavyterã, asentada en el departamento de Amambay, es docente de profesión y ahora egresó de la carrera de Licenciatura en Interculturalidad de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Concepción (UNC).
Junto con ella, otros 60 nativos egresaron de la misma carrera en el marco del programa Estado de Derecho que llevaron adelante el Instituto Desarrollo (ID) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
“Egresamos de la carrera de Licenciatura en Interculturalidad de la Universidad Nacional de Concepción (UNC). Mediante este gran paso, que es convertirnos en profesionales, damos paso a otros miembros de nuestras comunidades también a formarse, es nuestro deseo, que las oportunidades de formación también lleguen a las comunidades nativas, ahora muchos otros se animan a formarse como lo hicimos nosotros”, señaló Anacleta en contacto con La Nación.
La carrera escogida por nuestra entrevistada contó con una carga horaria de 3.305 horas que fueron distribuidas en 47 módulos habilitados a la enseñanza en las comunidades indígenas con el título de licenciados en Pluriculturalidad. Los estudiantes defendieron su tesis sobre la defensa y preservación de su cultura (historia, costumbre, idioma, alimentación, vestimenta, entre otros).
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Mediante el programa de alianza estratégica se realizó la impresión y encuadernación de las tesis de grado. Además, se logró afianzar el apoyo de la Universidad Nacional de Concepción con el Instituto Desarrollo y se llevará adelante un proyecto de extensión universitaria denominado “Conocimiento y concientización sobre el acceso a la educación superior de pueblos originarios del Paraguay: estudio de caso de la Universidad Nacional de Concepción”.
“Fueron cuatro años de carrera más un año de investigación. Ahí supimos nuestros compañeros y yo que llevar una carrera universitaria no es cosa fácil, sorteamos todo tipo de obstáculos, pero llegamos a la meta, defendimos nuestra tesina y el mayor logro es que somos desde ahora ejemplo para muchos de nuestros hermanos indígenas. Ahora los jóvenes se van a animar porque ya vieron que hay oportunidad para nosotros los indígenas que luchamos”, dijo emocionada la docente.
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Sara Miranda, la joven que encontró en el violín el camino para cumplir su sueño universitario
Hace cuatro años, en plena pandemia, Sara Eunice Miranda Ojeda conoció el violín y, por medio de tutoriales en línea, logró explotar su talento y conectar con una de sus grandes pasiones, con la que además logra costear sus estudios universitarios.
Hoy Sara tiene 22 años, es oriunda de San Lorenzo y a su corta edad se encuentra cursando dos carreras de manera simultánea, la de nutrición y la de derecho. Este sueño de doble titulación también le ha traído golpes de realidad, como el hecho de que el costo de los estudios es sumamente elevado.
Ella se ha vuelto conocida tocando el violín en centros comerciales, semáforos y hasta en calles concurridas del microcentro capitalino con el fin de poder costear sus estudios utilizando sus conocimientos y su talento.
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“De ejemplo le tuve a una conocida violinista de EE. UU. que sale a las calles a ejecutar su violín, entonces, como yo amo el violín, también quise probar y me atreví a hacer esto en los lugares públicos y así también, con ese dinero recaudado, poder costear mis dos carreras”, comentó Sara en conversación con La Nación/Nación Media.
La misma relató que si bien al principio no se veía como una artista que diera este tipo de presentaciones, gracias al apoyo de su madre, quien la acompaña y anima, logró hacer su primer show público en la concurrida calle Palma, donde cautivó a quienes la oían.
Explicó que actualmente divide su tiempo entre los estudios, por la mañana, mientras que por la tarde y noche sale a ejecutar su violín en diferentes ciudades y comercios.
Desafío
Al ser consultada respecto a los desafíos más importantes con los que cuenta actualmente la juventud, Sara señaló que el principal es la falta de apoyo económico y, en algunos casos, no contar con el apoyo de los padres a la hora de perseguir sus sueños.
“A los jóvenes como yo les digo que no renuncien a sus sueños, porque valen mucho y pueden lograr lo que se propongan; mucha fuerza y ánimo para la vida”, fue el sensible mensaje que nos dejaba esta joven violinista.
Para quienes quieran conocer más sobre esta decidida artista, pueden seguirla a través de su Instagram en saramiranda.py, o si quieren contactarla, pueden hacerlo a través del 0992462027.
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Ejemplo de superación: perdió 36 kilos y hoy es orgullo paraguayo en una prueba de resistencia global
A los 18 años, Brian Pasmor no imaginaba que un día representaría a Paraguay en una de las carreras de resistencia más exigentes del mundo. Pesaba 103 kilos y buscaba una salida a una vida sedentaria.
Hoy, con 28 años, 67 kilos de pura fibra y una mentalidad de acero, se prepara para competir en el Mundial de Backyard Ultra en Tennessee, Estados Unidos, el próximo 18 de octubre, enfrentándose a campeones de más de 70 países.
“Empecé a correr porque me di cuenta de que no llevaba una vida sana. La carrera fue mi forma de manejar el sobrepeso, y con el tiempo se convirtió en mi pasión”, relató Brian en el programa Tribuna de Paraguay TV. Su historia es un testimonio de transformación, disciplina y superación.
Campeón en casa, embajador en el mundo
Entre 2024 y 2025, Brian se consagró campeón en las tres ediciones paraguayas de la modalidad Backyard Ultra, realizadas en Piribebuy, Asunción y en Itapúa. En cada una de ellas, su resistencia lo llevó a correr durante más de 24 horas seguidas.
Pero este logro no es solo individual. La Backyard Ultra es una carrera que se corre en equipo, donde el soporte emocional y logístico es clave. En ese sentido, Brian destacó el rol fundamental de su familia: “Mi hermana y mi mamá siempre me acompañan. En cada vuelta me preparan la hidratación, la alimentación y, lo más importante, el aliento”, expresó.
“Con el amanecer me recargaba de energía para seguir corriendo”, confesó. Su capacidad para mantenerse en movimiento durante horas, incluso en condiciones extremas, lo convirtió en el mejor del país en esta disciplina.
Gracias a sus logros, obtuvo el pasaporte y la visa que lo llevarán a representar a Paraguay en el campeonato mundial, un evento que reúne a los mejores corredores de resistencia del planeta.
La historia de Brian no es solo la de un atleta, sino la de un joven que decidió cambiar su vida y hoy inspira a miles. Su viaje de transformación, desde el sobrepeso hasta la élite del trail running, es un recordatorio de que con determinación, todo es posible. “No corro solo para ganar, corro para demostrar que todos podemos cambiar nuestras vidas”, concluyó.
¿Qué es la Backyard Ultra?
La Backyard Ultra es una carrera de resistencia creada por el legendario Lazarus Lake, también creador de la infame Barkley Marathons. El formato es tan simple como brutal: los corredores deben completar un circuito de 6,706 km cada hora. Si terminan antes de los 60 minutos, pueden descansar hasta la siguiente salida. El ciclo se repite hasta que solo uno quede en pie.
“La última persona en completar una vuelta dentro del tiempo es la ganadora. El resto son considerados DNF (Did Not Finish)”, explicó Patricia Ascarza, coordinadora de la edición paraguaya, en entrevista con Paraguay TV.
Así mismo, la entrenadora agradeció a la Ministra de la Senatur, Angie Duarte, por la declaración de interés turístico nacional mediante Resolución Nro. 739 del 13 de junio pasado.
Paraguay, al circuito mundial
La primera edición oficial de la Backyard Ultra Paraguay se celebrará el 15 de agosto en San Bernardino, este evento no solo consolida al país en el calendario internacional, sino que también ofrece una plataforma para talentos como Brian.
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Mayumi Sosa, primera médica cirujana de origen mbya guaraní de Itapúa
Por Valentina Jara. Entrevista de Rocío Gómez, corresponsal de Nación Media.
La doctora Mayumi Sosa se convirtió en la primera médica cirujana graduada de la etnia mbya guaraní y ahora planea especializarse en cirugía general. En una entrevista con la corresponsal de Nación Media en Itapúa, Rocío Gómez, contó un poco de sus raíces, los desafíos que superó para llegar a este gran logro en la carrera universitaria de medicina y sus expectativas a futuro.
La nueva doctora compartió su felicidad con el logro alcanzado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Itapúa: “Siento satisfacción, me siento muy orgullosa, también siento que no defraudé la confianza depositada en mí. Me siento bastante agradecida también con la vida, con Dios, mi familia, mis amigos y todas las personas que me apoyaron”.
Sosa comentó a La Nación/Nación Media que pertenece a la etnia mbya guaraní por parte de su familia materna, y que su padre es paraguayo. Declaró que tiene familia mbya, pero que no vive en la comunidad, sino en Encarnación. También dio a conocer que entre sus planes se encuentra realizar la especialidad en cirugía general en el Hospital Nacional de Itaguá o el Hospital Nacional de Encarnación.
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Superando adversidades
Sobre cómo accedió a la educación universitaria, la doctora comentó: “Acudí a un llamado que hizo el entonces gobernador de Itapúa, el doctor Luis Gneiting. Fue un llamado a jóvenes provenientes de pueblos originarios para que accedan a educación universitaria, y yo me postulé para medicina. Me dieron una beca, después de ya entrar en el primer año, que es la de EBY (Entidad Binacional Yacyretá) y de la Gobernación de Itapúa, con la que hasta el tercer año más o menos fui beneficiaria”.
Luego de tres años, Sosa tuvo que desprenderse del respaldo financiero. “Lo que pasa es que la renovación de becas muchas veces no coincide con los últimos exámenes de medicina porque nosotros rendimos hasta marzo, más o menos. No solamente yo, varios compañeros también perdieron esa beca”, dijo. Al perder el subsidio, costeó lo que quedaba de la carrera por medio del comercio. “Desde siempre vendí cosas. Vendía perfumes, cosméticos, llegué a vender comida, ropa, hice rifas y adhesiones. También tuve el apoyo de mis padres y familiares”, recordó la médica.
A pesar de sentirse muy afortunada, señaló que el camino a seguir para alcanzar esta meta no fue nada fácil: ”Fue un logro difícil e importante, porque también soy la primera en mi familia en acceder a una carrera universitaria”. Entre los mayores retos, la doctora se encontró con el fallecimiento de su madre. “Mi mamá falleció hace dos años, a mitad de mi carrera, más o menos, se le diagnosticó una enfermedad renal crónica ya en etapa muy avanzada y terminó falleciendo”, expresó.
“Para mí fue difícil porque se fue cuando yo estaba en los últimos exámenes finales. Tenía dos opciones, quedarme a llorar la pérdida y perder también la carrera, o ir a atropellar, que es lo que hice. Fui y me presenté”, recordó Sosa sobre el complicado momento que atravesó.
Un solo cupo
Además, denunció la adversidad ante la que se encuentran las personas de pueblos originarios para acceder a una educación de calidad, pues la beca ofrecida sólo posee un cupo. “Se hace cursillo y hay un sólo cupo, podes ingresar entre los 45 cupos normales, pero si vas por el de los pueblos originarios tenemos que pelear todos los que estamos representando, por así decir. Yo era la única, pasa que es costoso y si no hay apoyo en ese primer año de cursillo al menos, es difícil que puedas acceder“.
Por último, Sosa desmintió los rumores sobre discriminación durante su tiempo en la universidad: “Yo no recibí o no percibí discriminación, ni durante el cursillo ni durante la carrera, nadie de manera personal fue a agredirme por ese motivo”. Sin embargo, manifestó que sí escuchó ciertos comentarios sobre la apertura de un nuevo cupo en la época de cursillo, a pesar de esto nunca se sintió atacada, pues no lo tomó de manera personal. ”Una vez que entré sentí el apoyo de todos, me trataron siempre muy amablemente”, añadió.
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Dulce Astrid: tras años de postergar su sueño, hoy hace los mejores pasteles artesanales
Por Karina Ríos (karina.rios@nacionmedia.com)
Desde niña, Analía Benítez soñaba con ser una gran pastelera, pero con el paso de los años sus sueños se fueron esfumando. Terminó la secundaria y formó una linda familia, a la que se dedicaba 100%. Pero, con el tiempo sintió la necesidad de ayudar con los ingresos de su hogar y comenzó a estudiar.
Durante la pandemia, vio que el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) ofrecía clases virtuales de pastelería y se lanzó a la posibilidad de cumplir su sueño. “Decidí inscribirme en repostería, pero los cupos se llenaban muy rápido. Entonces, fui haciendo cursos donde sí había lugar, entre ellos, de panadería, bocaditos dulces y salados”, explicó a La Nación/Nación Media.
Analía nunca perdió su verdadero enfoque, estudiar repostería y así lo hizo finalmente. Se especializó en tortas decoradas y arte en azúcar y no se detuvo hasta dar vida a su propio emprendimiento, “Dulce Astrid”, hace tres años.
Vender para estudiar
Analía indicó que pese a que las clases eran gratuitas, cada curso tenía sus gastos porque debía preparar lo que las instructoras le pedían y debía costear ingredientes. Siempre contó con la ayuda de su marido, pero ella quería hacer más, entonces, empezó a vender lo que preparaba.
“Empecé a vender mis productos, todo lo que hacía en los cursos y en las prácticas, para así poder solventar los insumos de las próximas recetas que nos daban los profesores”, explicó.
Al finalizar las clases, Analía ya contaba con cuatro certificados y había concretado su sueño con “Dulce Astrid”, nombrado así en honor a su hija menor. Además, contaba con el apoyo de sus clientes, que la vieron formarse y conocían la calidad de sus productos, promocionándola de boca en boca.
“Vendo pasteles artesanales, personalizados y bocaditos dulces para eventos, todo por kilo”, aclaró a La Nación/Nación Media.
Local propio
Analía no se imaginaba dejar solos a sus pequeños para dedicarse a su emprendimiento. Entonces, decidió trabajar desde su casa, con la ayuda de su marido, familiares y amigos, que no dudaron en ayudar a ofrecer sus productos.
“Trabajo sola desde mi cocina, tengo todas mis herramientas, que fui adquiriendo de a poco y con mucho esfuerzo. Ahora mi sueño es tener mi local, donde recibir a mis clientes y vender mis productos a los que vayan llegando”, relató.
La emprendedora detalló que ofrecen productos artesanales, pasteles de distintos sabores y bocaditos dulces, específicamente medialunas, pastafrolas, bizcochos, cupcakes, alfajores. “La especialidad de la casa son las tortas personalizadas y las medialunas”, remarcó.
“Hasta ahora me llegan clientes nuevos. Las personas que me hacen pedidos me dicen que asistieron a algún evento o cumpleaños y que probaron mis productos y que les gustó, o que se les recomendó. Así fui creciendo de a poco, ahora tengo muchísimos clientes gracias a Dios”, confirmó.
“Quien quiere, puede”
Analía hoy puede decir que gracias a su emprendimiento puede generar dinero para ayudar a su familia y lo más importante, sin dejar a sus hijos solos en casa. Además, pudo cumplir con sus sueños y equipó la cocina de su casa para avanzar en su emprendimiento.
“A los emprendedores les digo que nunca se rindan en lo que desean, es difícil y a veces creemos que incluso puede ser imposible, pero mi lema siempre fue el que quiere puede, sin excusas. Les animo a todas aquellas mamis, en especial amas de casas, a que no desistan de sus sueños y a que se animen a emprender, porque todo sacrificio tiene su recompensa”, puntualizó.
Las personas que deseen probar los productos de Dulce Astrid pueden contactar al (0971) 526-956.
Datos claves
- Desde niña, Analía Benítez soñaba con ser una gran pastelera, pero con el paso de los años sus sueños se fueron esfumando.
- Nunca perdió su verdadero enfoque, estudiar repostería y así lo hizo finalmente. Se especializó en tortas decoradas y arte en azúcar y dio vida a su propio emprendimiento, “Dulce Astrid”, hace tres años.
- Hoy anima a las mamás y a las amas de casas a que no desistan de sus sueños y a que se animen a emprender, porque todo sacrificio tiene su recompensa.