Para el director periodístico del Grupo Nación, Augusto Dos Santos, la esencia del periodismo fluye entre los nuevos desafíos de esta época. El fenómeno de las redes sociales aparece como un determinante dentro de la etapa de transición de la profesión, así como tener a la tecnología como nueva aliada de todos los días, según su óptica profesional.
“Vivimos en una etapa difícil para el ejercicio de la profesión por diferentes motivos, por los desafíos que representa la etapa de transición y la innovación de la red mundial de internet vuelve a potenciar lo tecnológico”, expresó en una entrevista con LN Live.
Considera que los medios dejaron de ser una élite que lee un diario y más bien se transformó en algo masivo. “Desde la perspectiva de que cada persona genere su comunicación, tenemos el fenómeno de redes sociales como absolutamente determinante”, dijo.
Renovación de esperanza en el periodismo
Explicó que dentro del plano local, se tiende a la polarización “que define el discurso de los medios como un hecho negativo, porque deprime la calidad de ejercicio del periodismo”. No obstante, se alista a una renovación de esperanza con nuevos periodistas.
“La gente que mira el futuro lo mira con la bandera de la justicia, la bandera esencial del periodismo, pero con nuevas tecnologías. Sus formas han cambiando, pero la esencia es la misma”, confirma Dos Santos.
En medio todo el desafío que conlleva informar y comunicar responsablemente, comentó que realizar una entrevista genera la misma tensión o la carga emotiva como cuando inició su primera experiencia en el oficio para un periódico de Pilar. Allí su aliado era una extinta grabadora, que lejos de ser profesional, la recuerda por ser grande y pesada.
“Todavía me genera tensión o una carga emotiva importante una entrevista que debería de ser una rutina de 20 años, me genera la inquietud de documentarme y generar información para que esa entrevista tenga sustancia”, confesó. Pero dentro de ese desafío, está presente “saber si vamos a estar preparados para lo nuevo, aquello que no sabemos, pero que tiene la misma herramienta, la información y preparación”, expresó.
Para Augusto Dos Santos el periodismo es la única profesión del mundo que se encuentra todos los días con un escenario distinto, con supuestos distintos, con un contexto distinto. Sostuvo que pese a que haya un reloj que marque el horario del final de jornada, y en el calendario el sábado y domingo se marca con colores distintos, para los periodistas son iguales, aún así, la profesión sigue siendo la mejor.
“Nuestra línea de base es una nube rara que se llama opinión pública, por eso es cambiante. Es imposible hacer periodismo sin opinión pública”, sentenció.
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“Gracias al Paraguay ahora vivo mi vida más plenamente”
En esta edición del programa “Expresso”, del canal GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al documentalista e influencer estadounidense Nathan Seastrand, quien reside en nuestro país hace varios años, se casó con una paraguaya y es padre de un pequeño paraguayo. Personaje popular en las redes, se presenta como un yanquiguayo y recorre los diversos escenarios naturales de nuestro país, especialmente en el Chaco, del que se declara como un profundo amante.
- Fotos: Emilio Bazán
–¿Cuándo fue que saliste de donde habías nacido y qué es lo que te inspiró a venir a Paraguay?
–Mi historia es muy extraña. Yo era un misionero mormón. Yo soy de Utah. Los mormones tienen en su cultura mandar a los chicos a los 18 años a diferentes países. Y vos no escogés. Cuando yo tenía 18, me dijeron: “Vas a Asunción, Paraguay”. Y realmente en esa época yo estaba superfeliz. Aunque no conocía nada, me parecía fantástico porque era Sudamérica en el corazón.
–Y después ¿qué pasó?
–Pasé dos años como misionero. Yo estaba en la Chacarita, el Bañado. Llegué a amar a esa gente, amar la cultura única que hay en el Bañado. Después volví a mi país y extrañaba Paraguay. Yo siempre pensaba en Paraguay. Buscaba videos en Youtube de Paraguay, que en esa época no había muchos. Y siempre pensaba en volver acá a Paraguay. Y mi sueño era, porque no tuve la oportunidad en mi misión, de salir de Asunción, siempre escuchaba sobre el Chaco. Entonces tenía en mi mente muy fijo volver a Paraguay e ir al Chaco, conocer a los indígenas, el mundo salvaje. Yo siempre amé la aventura y el Chaco me parecía ese lugar mítico. Y yo sabía adentro de mi corazón que algo especial me esperaba.
–Ese amor por la aventura y el monte ¿viene ya de alguna cuestión de tu niñez o tenía más relación con tu presencia en Paraguay?
–Desde niño. Mi papá es un hombre muy de la naturaleza. Desde niño nos llevaba a las montañas en Estados Unidos para ver alces, osos, arroyos. Y yo también fui un boy scout. Yo estaba decidido. Yo sabía que Paraguay era donde tenía que volver.
–¿Y un día armás la mochila y te vas para el Chaco?
–Yo volví a Paraguay en 2018. Tenía un amigo que conocía un poco de Filadelfia y Neu land. Y él me dijo: “Yo conozco a los nivaclé”. Y nos fuimos y tuve mi primera aventura en el Chaco en 2018.
INSPIRACIÓN
–Y supongo que empezaste a leer a gente que trabaja esta temática, ¿no?
–Yo veo a José Zanardini como mi padrino de todo esto. Yo leía todos sus libros. He hablado con él varias veces. Sus libros, en especial “Los indígenas del Paraguay”, me enseñaron la base de todo y también su amor hacia los ayoreos, él habla ayoreo. Eso me inspiró mucho. Su vida en sí. Él es, como yo siempre decía, el Indiana Jones de Paraguay. Él es el original. Yo aspiro mucho a ser como él.
–Tu tarea esencialmente es el registro fílmico, o sea, sos realizador, videasta, ¿no? Y te nutrís de temas de biología, de antropología y todo lo demás, ¿verdad?
–Sí, básicamente con algunos otros amigos extranjeros. Un húngaro, mi hermano que también es estadounidense y un lituano. Nosotros estamos formando un estudio de cine acá en Paraguay que se llama Deep Jungle. Y nuestra idea es contar las historias desconocidas, perdidas, de los lugares más lejanos en el Chaco o de la selva que nadie conoce. Esa es nuestra misión como cineastas y documentalistas. Cada uno tiene su rol. Yo conozco más por la parte antropológica, mi otro amigo es más el biólogo, el otro conoce lo logístico, mi hermano es el camarógrafo. Así trabajamos en equipo.
–¿Cómo en estos años que estás en el Chaco has visto que la modernidad ha cambiado o no la vida y la cultura de las comunidades?
–Es algo tan complicado. No es blanco y negro. Es difícil de decir porque, por un lado, obviamente tener agua potable, tener la facilidad de comida, tener una casa digna. Nadie va a discutir que eso podría ser algo bueno, pero yo no sé si valió la pena la muerte extrema de su cultura antigua. Porque en el momento del contacto que hace un silvícola al mundo moderno, cuando ya entra en el proceso de cambiar a ser una persona entre nosotros, su mundo cambia tan radicalmente y en casi ningún caso ha sido bueno para la gente. Ellos siempre han tenido enfermedades, grandes cantidades de ellos han muerto, han perdido toda su identidad como personas. Hay un grupo de ayoreos que fueron contactados en 2004. Es el último grupo de silvícolas que entraron en el mundo moderno.
–¿Por qué salen? ¿Ya no tienen alimentos? ¿Porque sencillamente cambiaron de cultura?
–Yo le pregunté a Zanardini lo mismo. Él habló con los ayoreos directamente y ellos le dijeron que el monte ya no era como antes. Antes era como un supermercado. Ahora es un poco más difícil de encontrar tu alimento. Y también dijeron que los yaguaretés se estaban poniendo más y más bravos con cada año que pasaba. Ellos realmente pensaban que entrar en el mundo del coñón, del hombre blanco, les iba a proteger. Pensaban que unirse con nuestro mundo era la respuesta a sus problemas.
–¿Ellos tienen fórmulas para enfrentar el monte y a los animales peligrosos?
–Sí, claro. Hacer ruido. El yaguareté nunca se va a acercar a vos si hacés ruido. Por ejemplo, si nosotros vamos ahí en plan de ver animales, todos estamos en silencio. Nadie hace un sonido, nadie fuma, nadie está orinando. Justamente tienes que aguantar tus ganas de orinar porque tu orina ya hace un olor, los animales ya saben que un humano está cerca. Entonces tienes que básicamente ponerte como en tu manera más silvestre, natural. No hay que ducharse por unos días porque hasta el jabón y esas cosas te pueden oler. Los animales están increíblemente adaptados para evitar humanos porque saben que nosotros somos su mayor amenaza. Los humanos somos los animales más peligrosos del Chaco. Yo tengo mucho más miedo de un humano en el monte que de un yaguareté.
TRANSCULTURACIÓN
–¿La cultura de ellos te parece que sigue muy vigente o creés que están perdiendo su cultura, sus tradiciones, sus cantos?
–Los que viven en el monte, hasta donde sabemos, ellos son casi 100 % como siempre eran. Aunque se encontró una zapatilla en el monte lejano que no va a ser de un latino ni nadie y nos mostraron y no era de su manera. Era de una rueda de goma que ellos habían encontrado y hecho una zapatilla. Ellos van a usar lo que ellos pueden agarrar. Entonces ahí sí vemos que el mundo moderno va entrando en su mundo también. Hay incluso flechas que tienen alambre. Hay cambios grandes adentro de su cultura. La mayoría ya no cree en su dios antiguo, son católicos o evangélicos ahora. En la parte religiosa los misioneros han hecho mucho trabajo, yo diría por mal, y yo siendo un exmisionero creo que puedo decir eso. Lamento eso, la pérdida de cultura siempre hay que lamentar, porque la diversidad de culturas es lo que hace al mundo interesante. Cuando todos somos lo mismo ya nada es interesante.
–¿Cuáles son los aspectos más fuertes que te parece que no pierden?
–Número uno, su idioma. Los ayoreos fuertemente hablan su idioma. En otras comunidades indígenas que ya casi no hablan su idioma, hablan guaraní o español, los ayoreos no. Los ayoreos hablan ayoreo y hablan cerradamente ayoreo. Ellos también saben todavía cazar en el monte. Ellos saben todo eso extremadamente bien. Las mujeres saben hacer la artesanía antigua del caraguatá de una manera muy especial. Con sus pies sacan el hilo y pueden hacer bolsas y eso no se ha perdido.
–¿Se puede temer que eso se pierda o por de pronto no?
–De lo que yo he visto, hasta ahora no. Si siguen ahí en el Chaco, si siguen rodeado por naturaleza, nunca se va a perder eso. Pero si el monte desaparece, su cultura va a desaparecer enseguida, pero por ahora todavía queda suficiente. La gente a veces quiere ser muy negativa en cuanto al mundo ambiental. Yo siempre quiero ser positivo. Vale la pena luchar por eso, porque yo quiero vivir en un mundo donde todavía hay los misterios de la selva.
EL LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO
–¿Te parece que hay poca presencia de los académicos o estás satisfecho con lo que ves?
–Yo estoy satisfecho con lo que hay escrito, como Zanardini, como la gente que ha hecho un trabajo increíble. Muchos antropólogos, biólogos que han trabajado ahí. Se puede leer mucho, pero no se ve tanto. Yo espero que nuestro estudio de cine sea el primero y el más fuerte en mostrarlo en el mundo del video, el mundo cinematográfico. Por eso justamente yo creo que mis redes están teniendo muchas vistas y repercusión.
–¿Cómo es un día en la vida de tu grupo?, ¿qué hacen?, ¿cómo producen?, ¿qué producen?
–Nuestro lema es nada ficticio, nada fingido y nada actuado. Nosotros somos 100 % real. Tal cual como nos ven ahí es exactamente lo que sucedió, lo que nosotros hacemos en los documentales y los videos que producimos. Nosotros queremos volver a una época en la que la expedición era real, donde lo que ven ahí es lo que pasó. Hay muchos grandes en el mundo de hoy en día que salen en National Geographic y yo sé con seguridad y ya se ha filtrado varias veces que todo eso es fingido. Ellos ponen una escena.
–Y toda la producción ¿tiene como vehículo de difusión las redes sociales o están pensando también en algún documental más extenso?
–Todo lo que hago en las redes solo es extra. Todo lo que estamos haciendo es para un documental grande. De hecho, estamos trabajando en dos proyectos a la par. Uno que se enfoca más en una aventura por el río Paraguay que va a terminar hacia la frontera de Bolivia y otro que tiene que ver netamente con los ayoreos y su cultura. La idea es mostrar de una forma que nadie nunca ha mostrado.
CONTRASTES
–La vida en el litoral es un ambiente totalmente distinto al ambiente silvícola, ¿no?
–Sí. El mundo del río y lo que nosotros estamos haciendo por ahí es distinto. De hecho, queremos mostrar las diferentes caras del Chaco también, porque el Chaco cerca del río Paraguay es muy distinto al Chaco cerca de la frontera con Bolivia. Ahí es muy seco, cerca del río es muy verde, parece más como acá en el Jardín Botánico.
–Supongamos que un grupo de amigos sin ninguna intención depredatoria ni nada quiere sencillamente conocer esos lugares. ¿Es muy difícil llegar ahí?
–Sí, sin una guía sí. Aunque la ruta Transchaco ya no es lo que era antes. Hay buen asfaltado hasta Filadelfia, pero más arriba sí es más complicado. Cuanto más al norte vayas, más salvaje se pone básicamente.
–Finalmente, ¿cuáles son los valores o ideas que aprendiste en este tiempo en que viviste en Paraguay que considerás un aprendizaje?
–Acá en Paraguay he aprendido mucho. Paraguay me enseñó muchísimo. Yo agradezco mucho a la gente de Paraguay por lo que pude madurar en este tiempo. Yo antes era un niño y ahora me considero más un hombre. Y eso yo sé que es por mi vivencia acá. Aprendí a tomar la vida más lenta, capaz de ser un poco más humilde, ver a la gente más como hermanos en vez de otros. La vida estadounidense es más “yo tengo lo mío, vos tenés el tuyo”, pero acá se comparte mucho.
Cuántas veces llegamos a un pueblo y nosotros no teníamos nada para comer. Yo tengo la memoria de que estábamos muriendo de hambre y una abuelita nos ofreció un caldo de surubí y era como el día más feliz de nuestra vida.
Algo tan sencillo puede ser tan importante. Y yo totalmente cambié mi perspectiva de la vida acá en Paraguay. Era esperar un poco. La vida es ahora. Los momentos son ahora. Disfrutar de este momento. Yo capaz antes no hubiera visto de esa manera. Por la gente de Paraguay yo siento que ahora disfruto más de mi vida porque lo estoy viviendo más plenamente.
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Un viaje sonoro entre los fuelles
En este “Expresso” a puro bandoneón, Augusto dos Santos recibe al instrumentista carapegüeño Hebert Cáceres, quien entre un repertorio de tango, chamamé y guarania habla de los inicios de su carrera, la instrucción inicial de su padre y la que él mismo ejerce actualmente con su hijo para estimular el siempre necesario recambio generacional. Elevada música en este clásico de los viernes a las 21:00 por el canal GEN, algunos de cuyos pasajes transcribimos en este resumen escrito.
- Fotos Jorge Jara
–¿Cómo empezó esta historia? ¿Cómo te encontraste con el instrumento?
–La verdad que probablemente antes de nacer ya lo conocí porque mi papá es bandoneonista. Heredé prácticamente este maravilloso don de ser bandoneonista, de amar este instrumento. Mi papá tiene 83 años hoy en día, don Bruno Cáceres, sigue tocando. Mañana (por el sábado) justamente tiene un show y tengo que acompañarle, yo soy su staff. Él es una persona que trabajó mucho, sigue trabajando en la cultura y es un músico reconocido y con él empecé todo.
–¿Su instrumento siempre fue este?
–Siempre fue el bandoneón.
–¿Y sabés cómo empezó él?
–Él tiene una historia bastante más difícil que la mía, porque en su familia nadie fue músico en su época. Él vivía en una compañía de Carapeguá y él conoció la música a través de amigos ya siendo adolescente y tuvo que ir a las cosechas de algodón hacia la Argentina para comprarse su primer instrumento para aprender. Tiene una historia bastante conmovedora en ese sentido.
PRECOCIDAD
–¿Qué canción que tocaba tu viejo te enroló en este camino?
–Según él me cuenta, yo tenía como 6 años y yo le insistía que quería tocar y que como este instrumento es grande y mi mano era pequeña, él no me quería forzar ni nada, pero dice que yo le insistía que quería tocar. Una de las primeras canciones que me pasó, porque él es un chamamecero y una de las primeras canciones era Bañado Norte, que es un clásico. Algo lento y fácil.
–Qué notable que el tango y el chamamé son muy de fuelle.
–Totalmente, es característico.
EL PRIMER MAESTRO
–¿Qué pasó en los siguientes años de tu vida?
–Y yo estudiaba con él, con mi papá, que fue mi primer gran maestro. Me enseñó los primeros pasos en el bandoneón. Empecé con él, aprendí muchas cosas. Era muy novedoso en ese momento porque no existían niños ni jóvenes que tocaran, que aprendieran el bandoneón. Era una época bastante difícil, yo me acuerdo en la época de la escuela mis compañeros me hacían el famoso bullying, se reían porque yo era músico. No era como hoy en día que gloriosamente vemos a chicos con su guitarra. A mi papá le decían que no deje que su hijo sea músico.
–Luego llegó un momento que fue crucial a los 11 años, ¿no?
–Sí. Tuve la oportunidad de presentarme al prefestival del Takuare’ê, que se hace en la ciudad de Guarambaré. Yo me fui con mi papá, quien me acompañaba en la guitarra y con un contrabajista. Nos presentamos en el prefestival y ganamos para competir en la noche central. Me fui a competir en la noche central y gané el primer premio, pero no sabían qué premio me iban a dar porque no había premio al solista del bandoneón. Inventaron un premio esa noche, que se llamó el Premio Revelación en el año 1994. En el jurado estaban Rudi Torga, Luis Bordón, grandes personalidades. Ellos quisieron que yo tenga un estímulo para seguir porque era algo que ya estaba desapareciendo, el instrumento.
–¿Hay algunos ritmos que son más apropiados para el bandoneón y otros para el acordeón?
–Hoy en día en realidad se universalizó más, pero en realidad es más característico de nuestro folclore latinoamericano. En cuanto al tango, la milonga, el chamamé, la polca, el bandoneón se usa mucho. El acordeón también. Pero hoy en día hasta Shakira usa bandoneón. Está usando en algunas cosas y se está abriendo más, universalizando más.
TRASPASO GENERACIONAL
–Pero antes de ir más adelante, no acaba esta dinastía contigo. ¿Quién vino después?
–Tengo un hijo que se llama como mi papá, Bruno Luis Cáceres Gauto. Él tiene hoy en día 8 años. Cuando cumplió 7, porque me insistía también que quería ya tocar, yo le dije “esperá, tu manito es muy chica”. La misma cosa de mi papá. Entonces cumplió 7 años y me dijo “papi, acordate de lo que me prometiste y quiero empezar a tocar”. Y ya está tocando y está tocando superbién, está muy entusiasmado y cualquier momento le vamos a traer para que toque.
–¿Dónde estuvo tocando últimamente?
–Estuvo tocando en Carapeguá, en la catedral, con la Orquesta de Instrumentos Reciclados. Ese día yo estaba invitado a ir a tocar y él se fue conmigo al ensayo. Tuve un problema de salud, no me pude ir a tocar. Sobre la hora me dijo “yo me voy a reemplazarte”. Y se fue. Tocó sin ensayar con ellos, porque él solamente escuchó el ensayo que yo hice y se fue y tocó.
–¿Y cuál es un problema serio de un instrumento que tiene 150 años?
–Si se rompe algo o si se moja de repente porque adentro tiene una estructura increíble y se hace de un pino especial que los alemanes añejaban creo que 70 a 80 años una madera para fabricar los instrumentos. Entonces se quemó todo cuando se bombardeó esa materia prima, entonces ahora recién está cumpliendo la edad para fabricar el instrumento. El bandoneón ahora resurgió en todo el mundo. La mecánica que tiene el bandoneón es difícil porque no tiene una lógica. Es un instrumento que primero empezó con pocas teclas y después se fueron sumando hasta llegar a 71 teclas, pero no tiene una lógica por ejemplo como el piano, que es gradual, hasta visual podés estudiar. Pero el bandoneón no tiene esa lógica.
ÍCONOS
–¿Cuáles son icónicos para vos en la ejecución de este instrumento?
–En el tango el bandoneón hoy en día el más reconocido a nivel mundial es Astor Piazzolla, que en su momento fue un transgresor del tango. Piazzolla es un ícono, no solo del instrumento, sino que él revolucionó el tango, lo cambió, él lo enfocó de otra manera, que en su momento fue muy criticado en Argentina por los tangueros convencionales conservadores. Él vino de una mezcla de música clásica con jazz, porque él creció y se formó fuera de la Argentina, en Estados Unidos. Se formó con el jazz y con la música clásica, con Bach, él tocaba piano y con el bandoneón tocaba música clásica. Él se fue a estudiar, a hacer un curso de dirección musical y compositiva en Francia con una gran maestra, Nadia Boulanger, y ella en una de sus clases él le estaba tocando el piano, le estaba mostrando sus composiciones y en un recreo agarró el bandoneón y tocó tango. Y ella le dijo que él tenía que hacer eso, que él tenía que tocar su bandoneón y él tenía que evolucionar su música, porque la música clásica ya estaba hecha. Entonces vos tenés que evolucionar tu propia música, entonces ella le dio ese espaldarazo.
–Qué notable. Los incomprendidos terminan siendo terriblemente admirados posteriormente. Es más, no solamente fue incomprendido lo que él hacía, fue quizás el primero que valoró el rock y a los ejecutores del rock de ese tiempo. Digo entre los tangueros claro.
–Él era un rockero dentro de los tangueros. Y Piazzolla, su último matrimonio, no sé si vos sabías que vino a casarse acá en el Mercado 4.
–¿Cómo fue eso?
–No conozco muy bien la historia, pero sé quién fue el padrino del casamiento: Marcos Brizuela. Y si le invitás te va a contar y te va a mostrar fotos porque él tiene. Bueno, pero una historia maravillosa que Piazzolla vino acá a casarse con su última esposa, porque no podía casarse en la Argentina. Y compartió mucho con Perú Rima, con don Mauricio Cardozo Ocampo en esa época.
–¿Y qué otros maestros del instrumento podría citar?
–Y bandoneonistas paraguayos para mí uno de los mejores que vive todavía el gran maestro Neneco Orrego, director de los Orrego. Un gran bandoneonista que muy poco se lo recuerda es el maestro Luis Cañete, quien fue un gran conocedor de la música y entre los argentinos, aparte de Piazzolla, en el chamamé está don Isaco Abitbol. Volviendo al tango Aníbal Troilo, que fue un conservador. Cuando Piazzolla vino de Estados Unidos a querer tocar tango, él ingresó como bandoneonista de la orquesta de Aníbal Troilo. Él le animó a que se lance solo y que haga solo su carrera porque vio en él un talento diferente.
–¿Y el acordeón es un instrumento que va más con la polca que el bandoneón? ¿O se comparten?
–Se comparten. Dentro de la polca hubo una época en que se tocó muchísimo. Yo creo que el acordeón entró después. Creo que primero entró el bandoneón, porque según lo que veo en los registros fotográficos y discográficos de las orquestas típicas formadas acá de los años de posguerra incluso antes de la guerra del Chaco y dentro de la guerra, yo veo bandoneones. Después ingresó el acordeón acá en Paraguay, según lo que veo. Aparecieron en los conjuntos, en los dúos. Bernardo Ávalos, cuarteto Panambi Rory, acordeón, bandoneón, todos ellos usan acordeón y bandoneón.
ESCUELA Y SOPORTE
–No podemos dejar de hablar del Grupo Generación. Forma parte de una etapa potentísima de tu vida, ¿no?
–El Grupo Generación es mi gran escuela de música, mi gran universidad dentro de la música. La verdad que fue y es un soporte para mi carrera y para el talento que traje a este mundo, para poder desarrollar con solvencia y aprendí muchísimo con los compañeros, sigo aprendiendo mucho. Es un privilegio formar parte de la historia de la gran familia del Grupo Generación.
–¿Cuántos años son? Tuvo un par de configuraciones, pero algunas figuras fijas que recorrieron toda la historia.
–Claro, Alejo y Adolfo están desde la fund a c i ó n d e l grupo. Mi compañero Toti, el hijo de Alberto de Luque, está hace 25 años y yo estoy hace 23 años. Yo tenía 18 años cuando entré al grupo.
–Y el grupo atravesó por diferentes etapas de ser un grupo más tradicional, incluso de fiestas y compañía en la primera etapa.
–Sí, originalmente el grupo tocaba en fiestas. En los 80 había muchas orquestas que hacían covers, pero ellos siempre se jugaron por hacer un sonido propio dentro del folclore, siempre apostaron a la armonía vocal para hacer versiones de música paraguaya con un estilo nuevo. Fueron transgresores en su época.
–Además, Villarrica también es una ciudad donde sale fácil el arte por toda su historia.
–Sí, la verdad que hay mucha música allá, ellos hablan luego cantando (risas).
GOLPE
–Algunos tienen un preconcepto sobre el músico y el hacer música, ¿verdad?
–La verdad que es muy difícil describir lo que es este trabajo. ¿Por qué? Porque para que tengas vigencia, tenés que tener trabajo, para tener trabajo tenés que convencerle al otro de lo que vos estás haciendo le va a gustar al otro y le tiene que gustar y te tiene que pagar por eso. Por eso es muy difícil lo que nosotros hacemos. Los músicos y todos los que trabajamos en eventos públicos sufrimos muchísimo con el golpe de la pandemia.
–¿Cómo transcurrió el tiempo desde ese golpe fuerte que fue la pandemia?
–Y los grupos fueron reinventándose, como dice la palabra que agarró todo (risas). Al Grupo Generación le afectó muchísimo. Nosotros prácticamente un año no pisamos ni un escenario y la vida continúa. Y después paulatinamente hoy en día puedo decir que recuperamos.
–Le agradezco muchísimo por haber estado acá y qué importante es que haya generaciones nuevas que creen los clásicos para los próximos 50 años.
–Yo te agradezco la oportunidad por venir a hablar un poquitito de este instrumento e instar a los jóvenes que muchas veces tienen miedo de agarrar, de que no es un instrumento que muerde. Yo voy a seguir también por el camino de la docencia y te agradezco mucho la oportunidad.
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Augusto dos Santos presenta su libro sobre asesoramiento de comunicación política en Corrientes
El periodista Augusto dos Santos hará la presentación de su libro: “Hay un mito en la nevera”, enfocando la asesoría de comunicación política en medio de la diversidad. Será en el marco de la XV Feria del Libro Corrientes 2025. El evento se desarrollará este martes a las 20:00 en el salón auditorio Ceferino Miranda, ubicado en el quinto piso de la Galería Colón, en la ciudad de Corrientes, Argentina.
El acto de lanzamiento contará con la participación de invitados especiales y se convertirá en una ocasión imperdible para que estudiantes y docentes conozcan a uno de los comunicadores políticos más influyentes de Paraguay y autor de la obra literaria.
Será una oportunidad única para descubrir de cerca su mirada sobre la comunicación como “alma de los procesos”, la importancia de la diversidad y los desafíos del mundo actual.“La comunicación no puede ser solo un apéndice, tiene que estar en el corazón de cada proyecto”, recuerda el autor en cada página del libro que fue lanzado en el país el 10 de octubre del año pasado, de la mano de la editorial Arandura.
Se trata de un relato de situaciones apasionantes de las asesorías comunicacionales en medio de la complejidad política.
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Dos Santos se desempeña ahora como asesor externo de la Presidencia de la República. Así también ocupó el cargo de director periodístico de Nación Media y en la actualidad ejerce labores de asesoría externa en el Gobierno.
El especialista había ejercido la función de ministro-director de Comunicaciones durante el mandato del presidente Fernando Lugo, quien en su gobierno había impulsado la creación de la Secretaría de Información y Comunicación (Sicom), el 27 de agosto del 2008. La mencionada institución tenía como misión central desarrollar estrategias comunicacionales que vinculen al Estado y la comunidad en la construcción de una comunicación eficaz.
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“Py sevo’í” en Paraguay del siglo XX y la experimentación en humanos
En la presente entrega de “Expresso”, Augusto dos Santos visita el campus de la Universidad Nacional de Asunción para conversar con el Dr. en Filosofía, profesor e investigador José Manuel Silvero, quien publicó recientemente su nuevo libro “Pysevo’í. La campaña sanitaria de la Fundación Rockefeller en Paraguay (1923-1928)”, en el que aborda con un importante archivo a disposición la problemática local de la anquilostomiasis de hace un siglo y la consecuencia social que acarreaba, la situación precaria del sanitarismo paraguayo de entonces y los trabajos de la fundación norteamericana, incluyendo la experimentación en humanos que se dio en ese contexto.
- Fotos: Pánfilo Leguizamón
ADS –¿Cómo es que un filósofo lleva a interesarse en un tema como anquilostomiasis?
JMS –La historia guarda relación con una anécdota. Siendo niño nos convocan en la escuela a presenciar, a visualizar una película. Yo estaba entusiasmado porque ya tenía noticias de que había un personaje de nombre Popeye, de que había una pantera de color rosa, me contaban mis amigos y de tanto en tanto algún que otro vecino que tenía algún televisor nos dejaba ver estas maravillas. Todo esto en Caazapá, zona de San Juan Nepomuceno. Entonces automáticamente me dije “esta es mi oportunidad, voy a disfrutar de una hermosa película”. Llegamos, nos acomodamos todos los “mita’i” para visualizar la película en cuestión y era una de las películas de la Fundación Rockefeller, que le enseñaba a los niños a cómo gestionar de manera responsable sus excretas. Años después, (…) en el marco de los 100 años de aquella gran campaña sanitaria, entro en comunicación con la Fundación Rockefeller, y me liberan los archivos oficiales que para mí fue espectacular, porque no solamente tenía datos, informes, sino también imágenes.
–¿Qué hacía la Fundación Rockefeller entre el año 1923 y 1928?
–En Paraguay, en ese arco de tiempo se desarrolla la cooperación, que es una acción oficial que la firman la Fundación y el gobierno de aquel entonces. Eligio Ayala fue el firmante, y se salvaguarda eso a través de una ley ¿Qué hace la fundación? La fundación (Rockefeller) ya venía desarrollando desde 1916, estimativamente, acciones en terreno, en algo así como 140 países del mundo. Y el tema de fondo, el tema más importante de esa acción de la Fundación Rockefeller es la lucha contra la anquilostomiasis. Y en una de esas, un par de médicos muy relevantes de nuestra historia paraguaya, el Dr. Migone y el Dr. Andrés Barbero envían cartas a la Fundación, porque la Fundación tenía una especie de informe anual de sus acciones, envían cartas comentando, por un lado, que aquí también hay una prevalencia muy alta, y por el otro lado, muestran un interés para que la Fundación eventualmente pudiera cooperar. Entonces la Fundación responde diciendo que sí, que tienen interés de cooperar, pero en principio esa cooperación se basaría en el envío de unas cajas, que contenían una especie de proyector a linterna, lo llamaban, folletos, folletitos y algunos pósters. Una campaña educativa que el propio Migone lo paga de su bolsillo. Es interesante. Esa acción es la acción precedente, inmediata que va a dar pie luego a la firma oficial de la cooperación. ¿Y por qué es importante todo esto? Porque en el año 1917 y en el año 1920 se desarrolló en Paraguay sendas campañas de lucha contra el py sevo’i. Pero con un éxito relativo. Se necesitaba el acompañamiento de una organización grande, enorme, importante como lo fue en aquel entonces y como lo sigue siendo la Fundación Rockefeller. Y bueno, ese es el antecedente.
–¿Cuál era la importancia de enfrentarse a esa enfermedad? ¿Cómo afectaba al momento paraguayo?
–Estudios de aquel entonces, de hecho, van a ser los médicos de la Universidad Nacional de Asunción; el Dr. Velázquez, el primer decano de la Facultad de Medicina, y todo un equipo de médicos, quienes a insistían en la necesidad de contrarrestar al sevo’i, la lombriz, el parásito que se metía por los pies y que empezaba a debilitar al niño, al adulto, da igual. Era tan grande esa incapacidad que uno tenía que administrar que, por supuesto, lo volvía anémico, lo volvía incapaz para trabajos de todo tipo y también de aquel entonces viene el famoso estigma del sa’yju, mita’i sa’yju y compañía. Es una enfermedad, es un mal que le debilitaba al pueblo, le volvía incapaz de producir. El doctor Velázquez cuenta en uno de sus textos cuenta ese escenario dantesco de niños famélicos y de adultos también incapaces de emprender algún tipo de tarea. (…) Manuel Domínguez, en una carta al doctor Insfrán, él habla del py sevo’i, en unos términos muy interesantes, donde dice: “El paraguayo tiene la manera de solucionar este problema y lo mata con el ka’arê –que es el quenopodio– y con la caña”.
–¿Y qué hacía la medicina y los médicos paraguayos antes de la llegada de la Fundación Rockefeller? ¿Era paliativa la tarea?
–Era paliativa. Había una química que probablemente era muy ineficiente, se habilitaron algunos puestos de distribución de algunas medicinas, y el problema más grave de aquel entonces, para llevar adelante esta lucha contra la anquilostomiasis era, por un lado, la eficiencia de la química, que los médicos de la Fundación Rockefeller calibraron muy bien, calibraron a costa de muchas muertes, pero, por un lado, la visión de la Fundación Rockefeller era una visión integral, por eso es una campaña de salubridad.
–Aquel no era un momento de bonanza en nuestro país, precisamente.
–Ese es un punto que a mí me hizo pensar mucho de cómo lo iba a plantear en el libro. Un Paraguay carente de infraestructura, un Paraguay carente de un sistema de salud medianamente fuerte y un Paraguay donde a la gente del campo se le proveía de algunos cuadernillos para consumir, para usufructuar, pohã ñana. De hecho, yo critico eso en un apartadito. Genaro Romero era el jefe de tierras y colonias, y él le recomendaba a los campesinos consumir o usar los yuyos, en ausencia justamente de un sistema medianamente justo, en el sentido de acceso a la salud. Teníamos muy pocos médicos, había una inestabilidad política tremenda
–¿Decís que en el marco de esta sistematización que hiciste del aporte de la Fundación Rockefeller, que esta crea casi lo que se diría es la burocracia a la gestión sanitaria en Paraguay?
–La Fundación Rockefeller tiene una incidencia política administrativa total en la configuración de la salud global. No se puede entender el nacimiento y el desarrollo de la Organización Mundial de la Salud y especialmente de la Organización Panamericana de la Salud sin el concurso y la “inteligencia”, entre comillas, de la Fundación Rockefeller, y su modo de trabajar. En ese modo de trabajar, la estadística, por ejemplo, es muy importante, la recogida de datos es muy importante, la organización con informes, con muchos detalles, el conocimiento del terreno, todo eso formaba parte de esa gran estrategia que lo desarrollaron a nivel mundial y también en Paraguay, por supuesto. En la historia de la salud pública, de la sanidad pública, el ministerio que llevaba, que tenía el control sobre la sanidad, era el Ministerio del Interior, sobre todo el Departamento de Higiene en este caso.
–Hay un capítulo que aborda experimentos humanos, especialmente con niños, que es éticamente cuestionable o condenable. ¿Cuál es la realidad en relación a ese capítulo en la historia de la presencia de la Fundación en Paraguay?
–Efectivamente, la campaña sanitaria, así como habíamos manifestado, se había repartido en diferentes acciones: grupos propiciando la construcción de letrinas, grupos de guardas sanitarios medicando a la población, otro grupo levantando datos para corregir el atlas de Gásperi del año 20, es decir, el tema de censo, una cuestión estratégica, la guerra va a venir después, y otro grupo trabajando en la divulgación, pero un grupo pequeño, sí, efectivamente se dedicó a llevar adelante trabajos de experimentación en contexto de encierro, con grupos vulnerables, en ausencia de criterios éticos razonables para aquel entonces, hay que acordarse que el código de Nuremberg y todo lo que pasó en los campos de concentración va a ser muy posterior, esto es 1923. Entonces en mi investigación yo me encontré con una conducta que se había repetido tanto en Brasil, en Colombia y en varios lugares de los médicos que se metían en los hospicios, en los orfanatos, en la policía, en el ejército, a llevar adelante experimentos con seres humanos. En este caso, con niños, menores de edad, con jóvenes probando sustancias químicas, probando sobre todo dosis. Lo llamativo y lo reprochable, si cabe el término, es que en función a lo que yo investigué, Fred Soper (el director) sabía exactamente que esas sustancias eran tóxicas y que podían causar la muerte. Aun así, siguieron utilizando hasta que llegaron a un punto que causaron muertes, entre 15 y 16 fallecidos durante toda la campaña, mirando la envergadura. El 90 % de ellos eran niños menores de edad, niños pequeños de 2 años, 4 años, 6 años, algunos soldaditos también.
–¿Esto tenía que ver con la aplicación de diversas formas de químicos o algún químico en particular con el que se experimentaba?
–Sí, el tetracloruro de carbono con la mezcla con el aceite de quenopodio. En los informes lo que yo pude notar es, porque claro, tenían que justificar, tenían que dar cuentas, tenían unas fichas donde comentaban las posibles razones de la muerte, y hablaban también de ciertas enfermedades de base. Entonces, que no lo tenían muy manejado, decían “a los epilépticos no hay que suministrarle; a los alcohólicos, tampoco, y a ciertos niños que tenían otros parásitos, tampoco”. Lo que pasa es que esa fundamentación o esa explicación venía después de la muerte. No antes.
–¿En qué momento de la investigación te encontraste con este hecho tan contrastante con el lado positivo de esta campaña y qué generó en vos como investigador?
–La investigación en sí es una tarea en solitario muy interesante. Es un tiempo en que uno se sumerge completamente de manera obsesiva en llevar adelante este trabajo. Funciona unos mojones que es el esquema del trabajo, pero uno piensa muchas cosas. Como docente investigador de la UNA, yo envío un correo institucional y ellos me envían paquetes, paquetes muy importantes de información. En uno de esos paquetes me encuentro con los muertos.
–¿Y en uno de esos paquetes te encontrás con las fotos de esos experimentos?
–En uno de esos paquetes me encuentro con fotos de niños, de niñas, del orfanato, con enfermos mentales, del neuropsiquiátrico, con soldaditos, con militares. Esas fotos están en el libro. Son 60 imágenes inéditas que por primera vez se está viendo en el Paraguay. Estaban guardadas en el archivo de la Rockefeller Center.
–¿En este camino de contacto con la Fundación Rockefeller encontraste en los líderes actuales de la Fundación alguna actitud de ocultamiento digamos?
–Ninguna. En todo momento fueron muy amables conmigo, tengo que recalcar eso en todo momento, fueron cordiales, me ayudaron. Sí les envié un correo cuando el trabajo ya estaba listo, les dije que quería utilizar esas fotos en el marco de la investigación y me dijeron que sí, llené una proforma como se suele hacer.
–¿En estos 100 años, antes de tu libro, antes de tu investigación, ¿hubo algún tipo de denuncia por parte de alguna autoridad de Paraguay respecto de estos experimentos?
–De paraguayos no, yo por lo menos no encontré. Sí, en Brasil. Un médico de aquel entonces que ya en el año 22, en un evento científico del Brasil de aquel entonces, sale a gritar, a vociferar que la Fundación estaba matando a gente inocente, a niños y sobre todo a gente de color, porque en el Brasil la envergadura y la dimensión de la campaña fue muy diferente. Y en Guatemala, si no me equivoco, también se presentó en el año 2010 una investigación que daba cuenta de ciertos abusos que se cometieron con personas en situación de encierro, de grupos vulnerables, la cárcel, el orfanato, un calco de lo que fue en Paraguay. Esto es del año 40 más o menos.
–¿Y cómo reaccionaron las autoridades de la Fundación?
–Ellos sí pidieron una explicación. Obama estaba como presidente, Obama le pide a la Comisión Nacional de Bioética que investigue si eso es cierto. Corroboran que efectivamente porque los datos estaban guardados en un archivo en los Estados Unidos, y Obama pide oficialmente disculpas al gobierno de aquel entonces y ese es un precedente que yo encontré. En este caso de experimentación con seres humanos en Guatemala, Fred Soper aparece en la lista de los médicos. Acá Fred Soper fue el director de la campaña de Paraguay; que, por cierto, fue director de la OPS durante creo que 4 periodos.
–¿Cómo y por qué culmina esta misión finalmente en Paraguay, en el 28?
–Culmina porque la guerra iba a desatarse en cualquier momento. El gobierno de aquel entonces destina los fondos para fines estratégicos. Y entonces se desfonda, se queda sin fondos la campaña. Pero, además, se venía arrastrando una serie de pequeñas inquinas entre médicos paraguayos y médicos paraguayos que trabajaban para la Fundación, y especialmente médicos norteamericanos.