Con una marcha pacífica, pueblos indígenas de Paraguay solicitan una mesa de trabajo con los tres poderes del Estado. El lugar de congregación de indígenas de varias comunidades del país es la plaza Uruguaya, antes de marchar por la capital reclamando reivindicaciones históricas. Hoy se conmemora el Día de la Raza y, en la ocasión, unos 2.000 indígenas marcharán, recordando lo que consideran la primera gran invasión a sus tierras y haciendo llegar al gobierno sus pedidos.
“Nos estamos juntando, para nosotros hoy no es un día de celebración, esta es la fecha de la primera invasión a la nación indígena”, expresó Mario Rivarola, líder indígena de la Articulación Nacional Indígena por una Vida Digna, en comunicación con la 1020 AM.
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Indicó que hasta ahora no tienen una política de Estado para su pueblo. “Por eso hoy salimos, ya presentamos una carpeta para que se haga una mesa de trabajo. Nosotros queremos tierra y territorio, salud y educación. Si el Gobierno tiene la mínima voluntad política, no va a ser nada esto”, apuntó.
El líder indígena mencionó además que los menonitas, los brasileños, los árabes y los japoneses son los privilegiados. “Nosotros somos los dueños y se nos destierra. Para ellos la tierra es una mercancía, para nosotros es nuestro territorio”, sostuvo.
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Peña destaca revolucionaria descentralización social con la titulación de tierras
El presidente de la República, Santiago Peña, resaltó que no existe antecedente en la historia del Paraguay sobre una política pública con un enorme contenido social para ayudarle a la gente más humilde como la que están llevando hoy adelante con el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert). El Ejecutivo entregó en la fecha más de 400 títulos de propiedad en el departamento de Itapúa, durante un acto en la colonia Naranjito, distrito de San Rafael del Paraná.
Esta entrega de documentos de propiedad se suma a los más de 5.000 titulaciones que se tienen previstas solo en esta zona sur del país.
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El mandatario destacó la gestión que viene impulsando el ente agrario en favor de las familias campesinas. Precisó que en 20 meses entregaron más de 9.000 títulos a nivel país, de los cuales, el 60 % de las beneficiarias son mujeres jefas de hogar.
“No hay antecedente en la historia del Paraguay de una política pública con un enorme contenido social para ayudarle a la gente más humilde como la que estamos haciendo hoy con el Indert”, remarcó Peña.
Agregó que además de los resultados positivos, también hay muchas “barbaridades” que se deben corregir y que fueron perpetradas durante administraciones pasadas.
“En nombre de la reforma agraria mucha gente se benefició indebidamente a costa de la gente que debía ser beneficiada; hoy estamos trabajando para cambiar eso. Esta es la política que más satisfacción me genera, la entrega de títulos, porque es lo que finalmente le da valor a la tierra en el Paraguay”, expresó el mandatario.
En ese orden, aseguró que el Paraguay está cambiando de la mano de mujeres jefas de hogar, que día a día trabajan por un futuro mejor, haciendo alusión a Deisy, una de las beneficiadas con la regularización de su propiedad, tras años de lucha.
En la localidad de Naranjito, familias campesinas de las colonias 8 de Diciembre, del distrito de Tomás Romero Pereira; Ñemityrâ, distrito de San Pedro del Paraná, y Amistad, del distrito de Alto Verá, departamento de Itapúa, recibieron sus títulos de propiedad, de manos del jefe de Estado, el vicepresidente Pedro Alliana, y el titular del Indert, Francisco Ruiz Díaz.
Al respecto, Ruiz Díaz explicó que se puso en marcha en la fecha el revolucionario sistema de descentralización en titulación masiva de tierras, con la creación de una División Sur que unirá a los departamentos de Itapúa, Ñeembucú y Misiones.
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Flechas contra tractores: guardia indígena vigila el bosque amazónico
- Masisea, Perú. AFP.
Cuando los indígenas irrumpieron con arcos y machetes, Daniel Braun y otros menonitas huyeron. Se escabulleron por entre cultivos de arroz antes de que su granero terminara en llamas en la devastada Amazonía peruana. En Masisea, una localidad limítrofe con Brasil a la que se llega después de horas de navegación por el río Ucayali o por caminos agrestes que destroza la lluvia, este grupo ultrarreligioso protestante no sólo enfrenta la ira de los nativos.
También aquí encara un proceso penal que puede llevar a la cárcel a decenas de sus miembros acusados de destruir el bosque en su expansión agrícola por Sudamérica. Una de las comunidades implicadas en el pleito es la de Caimito. A orillas de la laguna Imiría, en este caserío viven 780 shipibos-konibo en casas de madera con techos de zinc o de shapaja (palmera amazónica).
“Los menonitas están haciendo chacras dentro del territorio comunal (...) Siempre deforestan. Es un crimen ambiental lo que ellos hacen”, sostiene el dirigente shipibo Abner Ancón, de 54 años, en diálogo con AFP. En Caimito los llaman “las termitas del bosque”.
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“Falta de terreno”
Los menonitas -cuyo origen se remonta a la Europa del siglo XVI- han levantado cinco prósperas colonias desde su llegada a la Amazonía peruana hace casi una década. En 2016 salieron de Bolivia hacia Masisea, donde adquirieron grandes extensiones de tierra para la cría de ganado y el cultivo y comercio de arroz y soja.
La “falta de terreno” y la “izquierda radical” nos empujaron a migrar, resume David Klassen, de 45 años, uno de los jefes de la colonia, mientras alimenta los cerdos de su granja. Hoy conforman un enclave de 63 familias que viven a sus anchas en 3.200 hectáreas; en viviendas del mismo corte y color gris claro. Emplean tractores tanto para la faena diaria, como para transportarse.
Son autosuficientes, se oponen al mestizaje, no usan energía eléctrica y se surten de generadores a combustible. Apenas hablan español y entre ellos se comunican en alemán bajo una lengua germánica de sus ancestros. También conservan el atuendo tradicional: vestidos largos y velos las mujeres, y ellos, camisa a cuadros, tirantes y gorra o sombrero de ala ancha.
En América Latina los menonitas han formado poco más de 200 colonias agrícolas desde comienzos del siglo XX. Se han asentado en Argentina, Belice, Bolivia, Colombia, México y ahora Perú, según una investigación del académico belga Yann le Polain. En varios de estos países afrontan denuncias por deforestación.
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“Meten fuego”
En Perú, el pleito saltó a los campos. El 19 de julio de 2024, Daniel Braun estaba sentado a la entrada de un granero junto con otros hombres de la colonia, cuando irrumpieron los shipibos-konibo de Caimito. “Entraron con flechas, machetes (...) Y dicen: una o dos horas tienen para salir”, recuerda. “Metieron fuego”, agrega este menonita de 39 años, manos gruesas y sonrisa fácil. Finalmente, huyeron.
Todavía hoy se pueden ver techos de zinc oxidados tirados en la hierba y los esqueletos carbonizados de un galpón y un granero. El dirigente Ancón asegura que la guardia indígena sacó a los menonitas de su territorio “sin violencia”.
Jefes imputados
En 2024, la fiscalía ambiental imputó a 44 jefes de familia menonitas por la destrucción de 894 hectáreas de bosque primario, y pide entre ocho y diez años de cárcel para cada uno, según el auto de acusación. Ellos compraron legalmente tierras “ya deforestadas en la selva”, que están fuera del territorio indígena, alega su abogado Carlos Sifuentes.
Nos “gusta el campo” y no “queremos destruir todo”, remarca Klassen. Pero la defensa de los Shipibos-Konibo asegura que los extranjeros contratan a otros que quitan las malezas para luego entrar “con sus tractores a aplanar todo”, señala la abogada Linda Vigo.
El programa independiente de Monitoreo de la Amazonía Andina asegura que los menonitas han destruido al menos 8.660 hectáreas desde 2017. Apenas una mínima parte de los tres millones de hectáreas de bosque amazónico que perdió Perú en las últimas tres décadas, principalmente por incendios, deforestación y minería ilegal, según autoridades.
Contraste
Lejos de la colonia menonita, un oasis de prosperidad en la empobrecida Amazonía peruana, la comunidad de Caimito, de mayoría evangélica, sobrevive de la pesca y la agricultura. No cuentan con electricidad ni agua potable. Solo hay un comercio de víveres con paneles solares e internet. Su territorio abarca 4.824 hectáreas y poco menos de 600 fueron “invadidas” por los menonitas, calcula Ancón.
El modelo de producción agrícola de los menonitas riñe “con las expectativas ecologistas”. Pero lo cierto es que en Masisea compraron a colonos mestizos tierras que “ya estaban depredadas”, observa el experto en pueblos indígenas Pedro Favaron, de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Por lo pronto, en la colonia aguardan el que sería su primer juicio ambiental en América Latina.
Territorio amenazado
Apenas oyen el ruido de la motosierra, apuran el paso para sorprender a los que tumban la selva. La guardia ambiental indígena de Masisea, en Perú, es una pequeña fuerza con arcos y flechas y una tarea colosal: proteger de “invasores” el bosque amazónico. Comandados por un profesor de escuela de 54 años, una decena de shipibos-konibo con chalecos y gorras verdes rodean a un hombre que sierra un tronco caído. Una mujer con su sobrino lo observan.
La lluvia dio tregua y el calor es intenso. Abner Ancón, el jefe del grupo, ordena apagar la motosierra. “Estás en territorio caimito. Vas a tener problema con nosotros”, le espeta al aserrador, al que luego dejan ir con su herramienta. Ancón dirige la guardia indígena de Caimito, una comunidad de 780 nativos a orillas del lago Imiría, en la localidad de Masisea.
Lo que “conservamos no es solamente para nosotros, sino para toda la humanidad”, señala este hombre de mediana estatura que lleva una gorra con la inscripción CIA. Su territorio de casi 4.900 hectáreas, asegura, “está amenazado”. Primero irrumpieron los traficantes de madera, luego los cocaleros, que “envenenan” el agua con los químicos con los que procesan la planta de la que extraen la cocaína. Y más recientemente los menonitas con sus tractores.
A los tres los trata de “invasores” y “depredadores”. Hace dos años que los shipibos-konibo de Caimito cuentan con su propia fuerza de vigilancia. Según Ancón, debieron organizarse ante la desprotección del Estado. La guardia de Caimito fue la primera de 19 que han conformado los shipibos-konibo de 176 comunidades amazónicas.
La que dirige Ancón llegó a tener 80 miembros, pero hoy están activos 30, la gran mayoría hombres. El resto migró, algunos por trabajo. Antes de salir a patrullar en grupos se forman en el centro del caserío al grito de “guardia, guardia, fuerza, fuerza”. Llevan machetes y algunos arcos y flechas que, según Ancón, jamás han disparado en sus choques con los deforestadores. No cuentan con armas de fuego ni con radios para comunicarse. Tampoco tienen apoyo de autoridades.
Únicamente disponen de un vehículo y unas lanchas. “Enfrentamos a los pescadores que sacan en toneladas nuestro pescado”, sostiene Hermógenes Fernández, un shipibo-konibo de 59 años. En esos enfrentamientos, dicen los guardabosques, varias veces los han golpeado o amenazado con escopetas.
Cuando la guardia indígena “interviene” lo hace de manera pacífica y para pedir que desalojen su territorio, pero algunas veces han “quitado motosierras”, sostiene Ancón. En julio pasado el jefe de la guardia indígena recibió amenazas de muerte. Asegura que le llegó el recado de que ya habían contratado a tres sicarios. Sus propios guardias lo protegieron. Interpuso la denuncia, pero las autoridades no han identificado a los responsables. “Todavía me pregunto por qué el medio ambiente tiene enemigos”, reflexiona Ancón, quien teme por su vida.
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Envían 34.000 kilos de alimentos para las comunidades indígenas de Presidente Hayes e Itapúa
Desde la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) preparan el envío de 34 mil kilos de alimentos no perecederos para 686 familias de diferentes comunidades indígenas apostadas en los departamentos de Presidente Hayes e Itapúa, cumpliendo así con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Estas asistencias humanitarias se vienen llevando a cabo desde hace varios meses con envíos de alimentos de cantidad similar para las comunidades indígenas más desprotegidas y aisladas, brindándoles así un respaldo alimenticio.
“Enviamos ayuda a siete comunidades indígenas, seis de las cuales se encuentran en la región occidental y una en la oriental. Son comunidades indígenas que han obtenido una sentencia favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde el Estado paraguayo debe asistirles en diferentes ámbitos”, explicó el ministro de la SEN, Arsenio Zárate, en conversación con la 1020 AM.
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El mismo explicó que regularmente realizan el envío de los alimentos durante la primera semana de cada mes, momento en que los equipos se trasladan hasta las diferentes comunidades para que, tras previa aprobación de los líderes de cada comunidad sobre la calidad y cantidad de alimentos, se proceda a la entrega de los kits.
“Tratamos de hacer las entregas de la manera más transparente posible, demostrando que la calidad de los productos es buena, así también garantizamos que se encuentran satisfechos con los envíos realizados”, remarcó el ministro Zárate.
En el marco de la mencionada sentencia de asistencia a las comunidades indígenas, está establecida la construcción de caminos, la provisión de agua potable y el acceso a los servicios básicos, áreas donde el Estado paraguayo está trabajando de manera continua.
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Miles de indígenas llegan a Bogotá para marchar a favor del gobierno
- Fuente: AFP
Más de 10.000 indígenas se concentran este lunes en una universidad pública de Bogotá, donde esperan la llegada de más comunidades originarias para apoyar las marchas del 1 de mayo convocadas por el gobierno en defensa de sus reformas de izquierda.
Al interior de algunos edificios y a lo largo del campus estudiantil, los indígenas se organizan en carpas y refugios improvisados con plásticos donde pasan la noche desde el fin de semana. Varios camiones llenos de personas hacían fila en la mañana para entrar a las instalaciones.
“Hasta el momento no ha habido afectaciones, ni violencias dentro de la universidad” Nacional, dijo el secretario de Gobierno de la alcaldía de Bogotá. Según el funcionario local, hasta ahora hay unos 11.000 indígenas en la mayor universidad pública del país, pero “van a llegar más”.
A poco más de un año de terminar su mandato, el presidente Gustavo Petro llamó a apoyar sus proyectos rechazados por el Congreso en el marco de las marchas del Día Internacional del Trabajo.
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El primer gobierno de izquierda en la historia del país llegó al poder en 2022 con una ambiciosa batería de iniciativas, pero solo ha podido hacer realidad una reforma pensional y una tributaria.
Impedido por ley para ser reelegido, el mandatario anunció una consulta popular con doce preguntas sobre la ampliación de derechos laborales y de salud.
Más de 157 vehículos con unos 5.500 indígenas han entrado a la capital desde el fin de semana y unos 180 autobuses adicionales vienen en camino, según la policía.
Algunos senadores opositores y profesores de la Universidad Nacional se han quejado de la ocupación del campus, aunque la institución ha negado cualquier afectación.
“Rechazamos la instrumentalización de la situación (...) así como la estigmatización de las comunidades indígenas”, indicó la universidad en un comunicado.
Los indígenas han apoyado a Petro desde su campaña por la presidencia. La ministra de Ambiente, la embajadora ante la ONU y otros funcionarios de su gobierno son de comunidades originarias, que representan el 4,4% de los 50 millones de habitantes en Colombia.
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