Los alumnos de la Escuela Básica n.º 2.959 Mbokajaty Sur de la ciudad de Itauguá se alzaron con el primer puesto en dos categorías durante la competencia de robótica denominada First Tech Challenge, en la cual participaron varias delegaciones representantes de colegios privados y públicos del área Central.
El instructor del proyecto, Pablo Elías Morínigo Soto, en conversación con La Nación/Nación Media destacó que esta no es la primera competencia en la que el equipo de alumnos que representó al colegio sale victorioso. Añadió que anteriores nominaciones en los primeros puestos le valieron la invitación al último amistoso organizado por el colegio The American School of Asunción (ASA).
“La competencia consistía en que los alumnos, de acuerdo a su imaginación, armen un robot con el diseño que a ellos le pareciera el más adecuado y les guste y que sean manejados a través de radio controles. El robot tenía que estar diseñado para que pueda cargar o arrastrar cubitos de esponja en una cancha con obstáculos”, indicó Morínigo.
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Los ítems calificados en la competencia eran el mejor diseño de robots, el mejor desempeño durante toda la competencia y el mayor puntaje obtenido durante las pruebas llevadas adelante; en este sentido, los alumnos de la escuela Mbokajaty Sur obtuvieron el primer puesto por el mejor desempeño en toda la competencia y primer puesto con el mayor puntaje de dicha competencia.
Los alumnos que participaron del concurso fueron Tatiana Elizabeth Cabral, Alexis Ramón Rivas García, Lidia Rosa Arce Torales, todos alumnos del 9.º grado. Los mismos fueron acompañados por la docente Dalila Margarita Soto Miranda y el instructor Pablo Elías Morínigo Soto, quien cuenta ya con varias competencias ganadas a nivel nacional e internacional.
“Este tipo de espacios son muy importantes para los alumnos en general porque no solo mejora la educación, sino que sacan a luz los talentos ocultos que tienen. Esta es un área en donde ellos sienten más interés por aprender y trabajar por robot, hecho que los mantiene más entretenidos y pueden aprovechar para dejar volar la imaginación”, remarcó el instructor.
Datos clave
- Alumnos de la Escuela Básica N.º 2959 Mbokajaty Sur de la ciudad de Itauguá se alzaron con el primer puesto en dos categorías en la competencia de robótica denominada “First Tech Challenge”.
- Los alumnos partícipes de esta competencia fueron Tatiana Elizabeth Cabral, Alexis Ramón Rivas García, Lidia Rosa Arce Torales.
- Obtuvieron el primer puesto por el mejor desempeño en toda la competencia y el primer puesto con el mayor puntaje en dicha competencia.
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El ñandutí: una tradición que lleva el pan a los hogares
- Jimmi Peralta
- Fotos: Matías Amarilla
El ñandutí, tejido tradicional del Paraguay, presenta en sí misma una sutil metáfora de su naturaleza dentro de la ciudad que sin dudas es su hogar, Itauguá. Situado a 30 kilómetros de Asunción, el distrito es conocido como el centro de producción de vestidos, cuadros, blusas y manteles confeccionados a base de este tejido artesanal, que representa al suelo guaraní en todo el mundo en diversas instancias y certámenes. Las artesanas redoblan la apuesta y ahora van por el Récord Guinness.
El ñandutí es realizado generalmente de manera individual por manos de mujeres. En su desarrollo, tejen más allá del bastidor una trama de producción en comunidad que traza formas, líneas rectas y curvas interconectadas en la diversidad de colores y direcciones.
Como artesanía, el ñandutí se aprende en la casa, con la magia de la formación no sistemática, que da vuelo y vida a su esencia. Al mismo tiempo, pone el sentido de la transmisión de conocimiento de madres a hijas y de hijas a madres, entretanto se cimenta parte del sustento familiar. Este tejido primero pone pie en la función más elemental: llevar el plato de comida a los hogares de los itaugüeños para después barnizar el vínculo colectivo de una ciudad que cuenta con varios centenares de tejedores y tejedoras.
“Mi abuela no sé si tejía, pero yo aprendí de mi mamá, de muy chiquita, y ni bien cuando yo empecé a hacer los bordados, me daba la plata mi mamá. ‘Este es tu trabajo. Te va a servir para comprar otra vez tus materiales’, me solía decir mi mamá. Y así nunca dejé de hacer. Este trabajo también ayudó para criar a mis tres hijas”, comenta Antonia Morínigo, tejedora itaugüeña que esta semana se sumó a la Red Tejiendo Cultura, una plataforma que nuclea a más de 500 artesanas del ñandutí del Paraguay y de países como Australia, Puerto Rico, Chile, Reino Unido, España y Argentina.
Más de 150 de estas artesanas son de Itauguá, algunas jóvenes y otras de más de 90 años. Ahora forman parte de este proyecto que busca sumar el trabajo individual para armar el tejido de ñandutí más grande el mundo, que será de 120 metros de largo por 5 metros de ancho, buscando el récord mundial.
TEMPRANA INICIACIÓN
Como la mayoría de las tejedoras, Antonia empezó de niña. Ahora es abuela y ya no puede producir en bastidores grandes como antes. Ella tiene a su cargo las labores del hogar y todos los días, después del almuerzo, se sienta en su dormitorio a dibujar con el hilo y la aguja sobre su tela. “Este bastidor armado yo termino en un día, porque yo soy ama de casa, tengo que cocinar todo, yo soy la mamá de la casa. A la tarde, puede comer la comida, me suelo sentar acá en mi pieza y hago mi ñandutí, a la noche ya quiero descansar”, comenta. El proceso de producción arranca con el dibujo sobre el papel “y regla”, recuerdan las tejedoras. Luego se estira la tela en el bastidor, se dibuja en la tela y se comienza a tejer. Terminado el trabajo, se separa el tejido de la tela, se lo lava y finalmente se le pone el almidón para que se endurezca.
“Hay gente que tuvo que migrar a otros países, pero se llevaron parte de sus culturas y otras que se dedicaron a enseñar y así esparcir por todo el mundo. La ciudad de Itauguá es conocida como la capital del ñandutí y cuna de la misma. En cada compañía de Itauguá te encontrarás con un o una artesana elaborando su trabajo porque la técnica fue otorgada de generación a generación y se ha vuelto una tradición para las familias. Es por ello que hay más cantidad de artesanos en la localidad de Itauguá”, comenta Guillermo Acosta, coordinador de la Red, itaugüeño y profesor de ñandutí, quien en su propio perfil vital narra la historia del tejido y las familias de su ciudad.
“Todo se inició desde la tristeza de mi querida Maximina Quiñónez. En una tarde se puso triste y observaba su ñandutí y me dice ‘qué pena que ninguna de mis hijas va a legar esto que yo hago, ninguna de ellas dos sabe hacer’. Sentí tanta pena al oírla decir eso que entonces le pregunté cuál era el dechado más difícil y complicado de hacer. A lo que ella me respondió el arasape y la filigrana, que coincidentemente estaba haciendo. Entonces me fijo en sus idas y vueltas que realizaba sin decirle nada en absoluto. Como ella trabajaba cama adentro y venía a casa los fines de semana, la sorprendí con un trabajo que estaba realizando sin decirle nada. Era una imagen de san Blas, pero en ñandutí. Me pregunta quién hizo y le digo que yo.
Me mira y dice que no me cree. Para que me pudiera creer, me siento y le muestro que sí lo podía hacer y desde entonces le tomé como hobby”, narra Acosta sobre cómo en el ñandutí se reafirma el tejido social y el empoderamiento económico de las mujeres de una ciudad.
TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL
Juliana Centurión (88) y Esmérita Antonia Centurión (91) son dos hermanas tejedoras que viven junto a la hija de la segunda en una humilde casa en el centro de Itauguá, donde las tres comparten además el amor al ñandutí y su creación.
Las hermanas aprendieron el oficio desde pequeñas. Su madre transmitía el conocimiento a su descendencia femenina, “porque los varones buscaban otras formas de aportar, como trabajando en la carpintería y otras cosas”.
“Cuando teníamos entre 7 u 8 años nosotros mirábamos a escondidas cómo trabajaba nuestra mamá y hacíamos que practicábamos en papel. No podías hacerlo bien porque ella no quería que nosotras trabajemos. Pero cuando se dio cuenta de que ya lo hacíamos, finalmente decidió mostrarnos cómo hacerlo bien”, comenta Esmérita.
“Cuando me siento puedo producir rápido, pero ahora ya no puedo sentarme por mucho tiempo, ya estoy grande”, explica Juliana.
“Antes valía más nuestro trabajo, se pagaba mejor por el ñandutí. Nosotras ya no salimos a vender ahora, no nos vamos a ninguna parte. Vienen a hacernos el pedido y hacemos. Antes salíamos, ahora tenemos una patrona. Antes producíamos muchísimo más”, explica Esmérita.
El oficio que le legó su madre le sirvió para sostenerse durante una larga vida y para la crianza de su hija, que también teje. Las hermanas se sumaron esta semana al proyecto que busca batir el récord mundial con un tejido de producción colectiva.
ENSAMBLE
Actualmente la producción de las tejedoras se realiza de diversas maneras, pero la preferida es la realización individual de piezas que después son acopiadas e integradas a vestidos, manteles y otras piezas.
Los precios pueden variar y los productos se realizan en algunos casos bajo pedido y en otros es un proceso a la espera de clientes. Las pequeñas piezas se suman entre sí y de esta manera diversas tejedoras pueden finalmente articular sus trabajos en un producto final, que provee a sus hogares de sustento y de prendas a las principales tiendas especializadas de la ciudad o, como varias de ellas dicen, “a mi patrona”.
Entre tanto, para el proyecto del tejido más grande del mundo se les proveerá a todas las artesanas de insumos (bastidores, lienzos, hilos, agujas) y ellas decidirán cuántos módulos realizarán de acuerdo a sus capacidades y habilidades. Las piezas serán posteriormente certificadas para el ensamble. Como es dable esperar, la producción del tejido significará un ingreso económico.
Se estima que se juntarán unas 2.200 piezas a través de la red. Esta será de los diez dechados (dibujos) seleccionados para la ocasión: jazmín poty, mbokaja poty, buey pypore, machete punta, arasape, arapaho un lado, estrella de cuatro puntas con kurusu’i, takuru con karê’i doble, margarita y pensamiento. A los costados la pieza contará con randas con cadenilla doble y en las esquinas estrellas de cuatro puntas con filete. La puesta en valor del ñandutí a través de este proyecto genera un aporte inmediato mediante la generación de pedidos para las tejedoras. A mediano plazo centralizará una red de trabajadoras, lo que podría facilitar a futuro la producción, la adquisición de insumos y la comercialización. A largo plazo se busca la valoración cultural y pecuniaria a nivel nacional e internacional de este tejido que data del XVI, y que surgió en estas tierras de la unión de una técnica europea y la creatividad de la mujer paraguaya.
“CADA VEZ QUE TE TENGO PEDIDO VENDO TODO MI ÑANDUTÍ”
Porfiria González (61), de Itauguá Guasu Costa Dulce, teje desde los 13 años. Ella valora la iniciativa del proyecto y celebra que significará más trabajo para ella.
“Aprendí a hacer ñandutí viendo a mi tía y mi prima. Al darle el primer trabajo que hice, mi tía ya lo llevó, vendió y me trajo ya directamente materiales para hacer más”, comenta Porfiria, quien trabaja mechando su artesanía con las labores domésticas con la ayuda de su hija.
“Yo me levanto a la mañanita y en medio de mi mate hago mi ñandutí. Después me levanto a hacer para el almuerzo, hago todo eso y ya me siento otra vez a trabajar. Si no hay pedido, igual nomás hago yo. En algún momento va a venir el pedido. Cada vez que tengo pedido vendo todo mi ñandutí; si no hago mi ñandutí, hago chipa”, comenta.
Relata que para ella la parte más difícil es el dibujo. “Eso se hace primero, el dibujo, con la regla se hace, se hace bien eso en el papel, después tenés que estirar con el bastidor la tela y dibujar. Ahí se trabaja”, narra sobre el proceso de producción.
“DESDE MUY CHIQUITA ME PAGABAN POR MI TRABAJO”
Felipa López (63) desde los 7 años se sumó a su mamá, su abuela y sus hermanas, todas de la ciudad del ñandutí, en el oficio de tejedora.
“Hago diferentes dibujos, con hilo fino y con hilo grueso, de ambas formas. Eso también me enseñó mi mamá. A ella le enseñó mi abuela. Desde muy chiquita me pagaban por mi trabajo. La plata me servía para mi escuela, para mis útiles. Tengo siete hijos, ahora conmigo ya solo vive uno. A tejer le enseñé solo a dos hijas mías”, comenta Felipa, quien desde sus manos y el arte dio de comer a su familia junto con su marido, quien es constructor.
“JAGANA´I, PERO JAGANA, UPÉA LA HE´ISÉVA”
Filemona Figueredo (68) arrancó como tejedora a los 12 años con su madre y sus seis hermanas. Ella también se sienta con su bastidor entre las actividades de cuidado y de la labor doméstica en su hogar itaugüeño.
“Recuerdo que cuando era chiquita cada 15 días nos tocaba a cada una ir a vender. De esa plata comprábamos para nuestra ropa para farrear”, comenta entre risas.
“Nunca trabajamos para otra persona”, refiere acentuando que nunca tuvo un trabajo en situación de dependencia.
“Siempre jagana’i, pero jagana, upéa la he’iséva. Igusto remba’apo, revende ha rejúma nde platamíre” (siempre ganamos poco, pero ganamos, eso es lo que importa. Da gusto trabajar, vender y venir con tu platita), explica Filemona, quien es madre de tres hijos.
SOBRE EL PROYECTO
Tejiendo Cultura – El Ñandutí Más Extenso del Mundo es una iniciativa impulsada por Innovaciones Comerciales y la Asociación de Ñandutí en Japón, con el acompañamiento de la Municipalidad de Itauguá y la alianza estratégica de la EBA.
Su objetivo no solo es confeccionar de forma colaborativa la pieza de ñandutí más grande del mundo, sino también visibilizar el trabajo artesanal, fortalecer el turismo cultural y abrir nuevas oportunidades económicas para las tejedoras del país a través del arte textil.
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Inician obras de 60 viviendas en Itauguá en el marco del programa Che Róga Porã
El Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH) dio inicio a las obras del proyecto habitacional Casa Mood, que contempla la construcción de 60 nuevas viviendas en el distrito de Itauguá, departamento Central. La iniciativa se enmarca en el programa Che Róga Porã.
El acto de lanzamiento fue encabezado por el ministro del MUVH, Juan Carlos Baruja, junto a autoridades municipales. El objetivo del proyecto es facilitar el acceso a soluciones habitacionales a familias trabajadoras, mediante planes de financiamiento a largo plazo.
Las viviendas estarán compuestas por sala-comedor, cocina, sanitario, dos dormitorios, lavadero y quincho. Según el ministerio, los espacios fueron diseñados para atender las necesidades básicas de una familia tipo.
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Además del impacto habitacional, las autoridades señalaron que el proyecto tendrá un efecto positivo en la economía local, a través de la generación de empleos en el sector de la construcción y la demanda de materiales y servicios nacionales.
El programa Che Róga Porã ofrece créditos de hasta G. 500 millones con una tasa del 6,5 % y plazos de hasta 30 años. Con este nuevo emprendimiento, el programa amplía su cobertura en el departamento Central.
Cabe mencionar que recientemente el Congreso aprobó el proyecto de contrato de préstamo suscrito entre la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) y de Export-Import Bank de la República de China (Taiwán) por un monto de hasta USD 200 millones. Estos recursos serán administrados por la (AFD) con el fin de financiar el programa Che Róga Porã y así permitir que más personas puedan ser beneficiarias de este plan del Gobierno.
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Homenajean a estudiantes de UPTP tras logro histórico en el Mundial de Robótica
Tras ubicarse en el séptimo puesto mundial en el VEX Robotics World Championship 2025, estudiantes de la Universidad Politécnica Taiwán-Paraguay (UPTP) fueron reconocidos por la casa de estudios y la Tecnología de Seguridad y Vigilancia del Paraguay (TSV) para potenciar su desarrollo en ingeniería y robótica.
Para seguir impulsando la formación en las áreas de tecnología, durante el homenaje la universidad recibió un kit de robótica de última generación por parte de la TSV. Los competidores representaron a Paraguay en la categoría VEX U del evento internacional y se midieron con 109 equipos de 50 países de todo el mundo.
Lograron el séptimo lugar en a nivel global y el cuarto mejor puesto por país, un hito histórico ya que por primera vez un equipo nacional accede a la final mundial de este campeonato.
Josías Méndez, capitán académico del equipo de la UPTP, expresó su profundo agradecimiento y orgullo por el desempeño alcanzado en la reciente competencia mundial de robótica.
“El grupo no solo demostró su capacidad a nivel nacional, sino que logró destacarse internacionalmente, ubicando a Paraguay en el cuarto lugar del mundo y a la universidad en el séptimo puesto, un resultado que los llena de satisfacción y que deja en alto el nombre del país”, expresó durante una conferencia de prensa este miércoles.
La delegación compitió contra potencias como China, Canadá y Estados Unidos, a quienes superó con un desempeño destacado. Además, recibió dos prestigiosos reconocimientos como el Community Award que reconoció al equipo con el mejor programa de robótica enfocado en la inclusión y el desarrollo de STEM - ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés- en su comunidad y el Inspire Award, galardón que significa el liderazgo, innovación y diseño creativo dentro del área robótica.
Por su parte, el decano de la UPTP, Joel Prieto, resaltó que el apoyo recibido por parte de la institución fue inmediato y clave para el desarrollo del equipo. Destacó que esta experiencia permite a los estudiantes potenciar su imaginación y creatividad al construir proyectos que integran distintas áreas del conocimiento, como la electrónica, la programación, la física y la matemática, además de habilidades blandas fundamentales como la comunicación, la gestión de proyectos y el trabajo en equipo.
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Ñandutí: una tradición que une generaciones
- Fotos: Gentileza
Adriana Aguilera, una tejedora de Itauguá, forma parte del proyecto colectivo que busca alcanzar un Récord Guinness. El pasado viernes se realizó en la Estación de Buses de Asunción (EBA) el lanzamiento oficial de la campaña nacional #SomosÑandutí, que busca posicionar al ñandutí como símbolo cultural del Paraguay y construir, de manera colectiva, la pieza más extensa de este tradicional encaje.
A los 13 años, Adriana Aguilera aprendió a tejer ñandutí observando a las madres y abuelas de sus compañeras de colegio en Itauguá. Había llegado desde Argentina con su familia y fue en esta ciudad –considerada la capital del ñandutí– donde descubrió la técnica que marcaría su vida.
Hoy, más de tres décadas después, es una de las artesanas que trabaja en la confección del ñandutí más extenso del mundo, un proyecto colectivo que busca alcanzar un Récord Guinness y posicionar al Paraguay en el escenario internacional.
“El ñandutí es un arte muy noble que se transmite de generación en generación. Yo lo aprendí mirando, preguntando, estudiando en comités, asociaciones, cursos del Instituto Paraguayo de Artesanía y otros espacios comunitarios”, explica Adriana.
Además del aprendizaje empírico, Adriana se formó como maestra artesana y participó de capacitaciones organizadas por instituciones nacionales e incluso por especialistas extranjeros. Uno de los momentos más significativos fue un curso impartido por un arquitecto ecuatoriano, quien introdujo nuevos enfoques geométricos al diseño tradicional del ñandutí.
OFICIO Y CULTURA
El ñandutí –cuyo nombre en guaraní significa “tela de araña”– es una técnica de encaje tradicional que simboliza la identidad cultural de Itauguá. “Cuando uno regala un ñandutí, está entregando una parte de nuestra historia. Donde hay un ñandutí, está presente el Paraguay”, afirma Aguilera.
En la actualidad, muchas mujeres y también varones de diferentes edades se dedican a este oficio, ya sea como actividad principal o complementaria. Algunas familias enteras dependen económicamente de la elaboración y comercialización de estas piezas.
Adriana destaca que el trabajo diario de una tejedora combina las tareas domésticas con la producción artesanal. “Hay quienes trabajan día y noche. Y aunque hay dificultades, como el acceso a materiales, el clima o la falta de valorización, seguimos adelante”, señala.
Uno de los principales retos, según explica, es la falta de reconocimiento del valor real del trabajo artesanal. “Muchas veces la gente no quiere pagar lo que realmente cuesta hacer un ñandutí. Es un trabajo completamente manual, que lleva tiempo y requiere mucha precisión”, agrega.
DESAFÍO COLECTIVO
Adriana forma parte de la red de tejedoras que impulsan la campaña #SomosÑandutí, cuyo objetivo es confeccionar la pieza de ñandutí más extensa del mundo. Se trata de una obra colectiva que reunirá 2.200 módulos de 50x50 cm, tejidos en diez dechados diferentes, con diseños y colores coordinados, para formar un techo textil de más de 100 metros de largo.
“El proyecto nos entusiasma muchísimo porque nos permite mostrar al mundo lo que somos capaces de hacer unidas. Estamos organizadas en grupos, nos comunicamos por WhatsApp y definimos juntas qué tipo de hilo vamos a usar, cómo serán los colores, la estructura y los métodos de endurecimiento para asegurar la durabilidad de la pieza”, explica.
La meta es lograr un montaje visualmente impactante, resistente al clima y transportable, que pueda exhibirse en diferentes ciudades del país y eventualmente del extranjero. “Participar en esta obra es una oportunidad única. Nos da visibilidad, nos une como comunidad y fortalece nuestra identidad”, valora.
PERSPECTIVAS
Más allá del récord, la campaña tiene como objetivo visibilizar el trabajo de cientos de tejedoras y promover la cultura paraguaya como parte del patrimonio vivo del país.
“Esto no solo nos va a dar reconocimiento a nivel local e internacional, también puede generar oportunidades económicas, turísticas y educativas”, afirma Adriana.
En un contexto donde muchas expresiones culturales enfrentan el riesgo de desaparecer, el desafío de estas mujeres va más allá de los números: es una apuesta por la memoria, la transmisión del saber y la revalorización del trabajo artesanal.