Sin dudas, Semana Santa en Paraguay es sinónimo de Tañarandy, y Tañarandy es sinónimo de Koki Ruiz, aunque tiene un legado mucho mayor. Este artista paraguayo, fallecido este viernes 20 de diciembre, a los 67 años, fue un pintor autodidacta, formado como arquitecto, y que, desde 1985, realizó numerosas exposiciones en todo el mundo, tanto individuales y colectivas, antes de hacerse más famoso por sus monumentos en dos eventos históricos de la espiritualidad paraguaya.
Nació el 16 de agosto de 1957, en San Ignacio (Misiones). Realizó sus estudios en San Ignacio Misiones, y en el Colegio San Blas de Obligado (Itapúa). Cursó la carrera de arquitectura en la Universidad de Mackenzie, en Sao Paulo (Brasil). En 1975 realiza su primera exposición individual en la ciudad de Encarnación, y en la galería Dafam de Sao Paulo (Brasil), en 1977. Acá repasamos sus obras más memorables, dentro de una producción mucho más amplia, que abarca murales, pinturas e instalaciones.
Tañarandy
En el Viernes Santo de 1992, una procesión experimental cambiaría para siempre la historia de Tañarandy y de un país. A principio de 1990, Koki Ruiz había sido invitado por la Municipalidad de San Ignacio para realizar una obra a la entrada de la ciudad, lo que lo llevó a instalarse varias semanas en La Barraca, la antigua granja de sus abuelos, en la colonia Tañarandy. Ese ensayo artístico fue creciendo hasta convertirse en un fenómeno y emblema nacional, que este año atrajo a más de 30.000 visitantes.
“Qué inmenso trabajo hicieron”, alcanzó a decirle el papa Francisco, poco antes de abordar un vuelo, el 12 de julio de 2015, cerrando una visita de tres días. El sumo pontífice había oficiado la histórica misa ante el altar de maíz en Ñu Guasú, una obra de arte al estilo barroco, de 40 metros de ancho y 17 metros de altura, con más de 32.000 espigas de maíz, 20.000 calabazas y 200.000 cocos. Un titánico trabajo elaborado durante tres meses en el Taller de Molino de San Ignacio, y que tuvo una emotiva caravana, que emocionó a su paso a los feligreses de todo el país.
El altar en Ñu Guasú en julio de 2015. Foto: Pánfilo Leguizamón
Chiquitunga
Tres años después, la beatificación de la monja paraguaya María Felicia de Jesús Sacramentado, conocida popularmente como Chiquitunga, convocaba nuevamente a un momento histórico de la espiritualidad nacional y nadie dudo en convocar a Koki para otro desafío monumental. El 23 de junio de 2018, en el estadio de Cerro Porteño, el acto fue inmortalizado ante una imagen de la nueva beata creada con más de 30 mil rosarios, dentro de un cuadro de 9 metros de alto por 7 de ancho, integrado a un retablo.
El increíble retrato hecho con 30.000 rosarios. Foto: Carlos Juri
Víctimas del covid
La pandemia del covid-19 interrumpió dos años la realización de la procesión de Tañarandy, en 2022 y 2021. Sin embargo, el 2 de abril de 2021, que fue Viernes Santo, Koki Ruiz compartió en redes sociales un sentido homenaje a todos los fallecidos por el virus con un monumento simbólico, en que pidió que le enviaran los nombres de los familiares fallecidos para colocarlos en las bases de apepu (naranja hái), en que se encendieron velas.
Sentido homenaje con velas y frutas de apepu a los fallecidos por el coronavirus. Foto: Archivo
Expo 2020 Dubái
Para la mayor muestra de países, que tuvo lugar en Emiratos Árabes Unidos, el pabellón de Paraguay apostó decididamente por la obra de Koki Ruiz como “Marca País”. Del 1 de octubre del 2021 hasta el 31 de marzo de 2022, la obra de 10 por 3 metros, titulada “La recolección de los frutos”, plasmó con semillas la fusión del pueblo paraguayo y árabe, presentando a mujeres recolectando los frutos de una tierra ganada al desierto.
El mural de Koki en el pabellón paraguayo en Emiratos Árabes Unidos. Foto: Archivo
Stand de Energía
En julio pasado, en la Expo 2024 de Mariano Roque Alonso se unieron, por primera vez, las hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá para estrenar un estand dedicado a la fuerza de la energía, y que fue caracterizado por tres murales de Koki Ruiz, siendo su última exposición destacada públicamente. Un extenso mural representaba al río Paraná, con su rica fauna íctica nativa, y el lecho del curso hídrico con tierra de la región, todo elaborado con láminas de acrílico, terciadas y una iluminación especial. Las otras obras mostraban a las mujeres recolectoras de maíz, así como a los trabajadores de ambas hidroeléctricas.
Las binacionales participan en la Expo 2024, en Mariano Roque Alonso, con obras del destacado artista plástico nacional. Foto: Itaipú
Itaipú expone obras de Koki Ruiz de forma permanente
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El Centro de Recepción de Visitas de Itaipú en Hernandarias se convirtió en una muestra permanente del legado del artista misionero Delfín Roque “Koki” Ruiz Pérez, fallecido el pasado 20 de diciembre, exponiendo ante los turistas algunos de sus últimos trabajos que diseñó este año para el montaje del Stand de Energía que, por primera vez, unió a esta central con la de Yacyretá en la Expo de Mariano Roque Alonso.
Una de las obras centrales del recinto ferial fue un mural dedicado al río Paraná y su biodiversidad íctica.
Este trabajo destacó la importancia del agua como elemento vital para la vida y la generación de energía, reflejando su papel crucial en la sostenibilidad y la conservación ambiental.
El stand en la Expo MRA 2024 también incluyó dos murales que ilustraban la energía del trabajo. Uno rendía homenaje a las mujeres recolectoras de maíz, representando la continuidad de la vida en la cultura guaraní. El otro retrataba a los trabajadores que participaron en la construcción de las hidroeléctricas, resaltando su esfuerzo como motor del desarrollo nacional.
Un espacio adicional estuvo dedicado a la energía de la naturaleza, donde árboles nativos y acciones ambientales reflejaron la importancia de preservar los recursos naturales. Este sector también permitió destacar las iniciativas sostenibles de Itaipú en las áreas de influencia de las binacionales.
La colaboración de Koki Ruiz con Itaipú en la Expo 2024 se convirtió en un ejemplo de cómo el arte puede transmitir mensajes profundos y promover el valor de los recursos naturales, culturales y energéticos del Paraguay. Su legado artístico continuará inspirando, recordando su compromiso con la cultura y la sostenibilidad.
Itaipú expone obras de Koki Ruiz de forma permanente
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El Centro de Recepción de Visitas de Itaipú en Hernandarias se convirtió en una muestra permanente del legado del artista misionero Delfín Roque “Koki” Ruiz Pérez, fallecido el pasado 20 de diciembre, exponiendo ante los turistas algunos de sus últimos trabajos, que diseñó este año para el montaje del “Stand de Energía” que, por primera vez, unió a esta central con la de Yacyretá en la Expo de Mariano Roque Alonso.
Una de las obras centrales del recinto ferial fue un mural dedicado al río Paraná y su biodiversidad íctica. Este trabajo destacó la importancia del agua como elemento vital para la vida y la generación de energía, reflejando su papel crucial en la sostenibilidad y la conservación ambiental.
El estand en la Expo MRA 2024 también incluyó dos murales que ilustraban la energía del trabajo. Uno rendía homenaje a las mujeres recolectoras de maíz, representando la continuidad de la vida en la cultura guaraní. El otro retrataba a los trabajadores que participaron en la construcción de las hidroeléctricas, resaltando su esfuerzo como motor del desarrollo nacional.
Un espacio adicional estuvo dedicado a la energía de la naturaleza, donde árboles nativos y acciones ambientales reflejaron la importancia de preservar los recursos naturales. Este sector también permitió destacar las iniciativas sostenibles de Itaipú en las áreas de influencia de las binacionales.
La colaboración de Koki Ruiz con Itaipú en la Expo 2024 se convirtió en un ejemplo de cómo el arte puede transmitir mensajes profundos y promover el valor de los recursos naturales, culturales y energéticos del Paraguay. Su legado artístico continuará inspirando, recordando su compromiso con la cultura y la sostenibilidad.
Koki Ruiz, la élite derrotada y el arte en las manos del pueblo
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Por Augusto dos Santos
Asesor político y comunicacional, escritor
Fotos: Archivo
En “La desaparición de la santa”, de Jorge Amado, la imagen de madera de santa Bárbara, la del trueno, huye de su inminente misión sagrada al amarrarse el barco que la conduce hasta el puerto de Salvador de Bahía y, de un salto, corre y se sumerge en el caserío de marineros, bares y borrachos, prostíbulos y plazas bohemias buscando respirar el aire de la humanidad. No pude sino recordar esta maravillosa novela, tan bahiana y sincrética cuando trataba de configurar qué era lo más importante que nos deja Koki Ruiz a su muerte.
En más de 30 años de conocerlo y cultivar su amistad, creo que eso más importante es que Koki supo derrotar a los caballeros templarios del elitismo cultural y llevar a su pueblo campesino no solo la llama del arte, que ya hubiera sido suficiente, sino la creación del arte.
El legado más importante de Koki ha sido la fundación de una comunidad de hacedores de arte. Fui testigo, en los albores de los 90, de la “huida hacia el interior” de Koki cuando ya era un artista plástico célebre, que bien podría haberse quedado en la capital a cosechar el susurro lisonjero del vernis
sage semanal y las charlitas de arte con personas que no dejan de mencionar Europa. Pero a Koki no le interesaban los cenáculos culturosos, aborrecía el elitismo y las élites, ante lo cual, en vez de gozar del éxito de su obra pictórica en la centralidad de la todopoderosa Asunción, decidió dejar el mundanal fluido de autoelogios para refugiarse en el campo, rodeado de un pueblito de personas asentadas sobre una misma calle polvorienta, que en tales 90 terminaría llamándose Yvága Rape (Camino al Cielo).
EL “SONSERERO” DE MISIONES
En su propio pueblo, San Ignacio, Roque Ruiz Pérez, o Koki, pudo haberse sumergido en la siesta placentera de un “ilustre hijo del pueblo” mediante su apellido de linaje local preponderante mientras seguía cosechando éxitos de venta con sus pinturas generosamente escénicas y descriptivas, pero su espíritu inquieto no se detenía en el continente del lienzo que lo convocaba diariamente, sino necesitaba –y luego intentaría– producir intervenciones cada vez más rotundas en las comunidades del entorno, con razones muy simples y a veces con arrebatos, como su etapa de buscador de huellas prehistóricas, su concurso de árboles gigantes, la búsqueda de vestigios de un pasado cerámico, de lo cual también he sido testigo porque este episodio produjo uno de los diálogos más jocosos de Koki con un campesino de Santa María, Misiones.
Este señor, tras llevarlo a localizar el entierro de una vasija de barro de solo pocas décadas de entierro, se puso muy feliz con la recompensa de Koki y ante ello, en tono de valoración, le regaló esta calificación con la que le haríamos chanzas toda la vida: “Don Koki –le dijo–, usted es el gran sonserero de Misiones”. El “sonserero”, en el fondo, lo que estaba haciendo era reclutar campesinos y vecinos en general a la predisposición de colaborar con el todo cultural, deselitizando, también, desde tal perspectiva.
KOKI RUIZ Y TAÑARANDY FIRMAN SU AMISTAD ETERNA
Koki resignifica Tañarandy en lo que supone otra de sus obras cruciales, cuya resultante en dinámicas sociales merece un estudio sociológico y académico que quizás aún se demora o quizás ya exista y no lo conocemos. Pero no fue fácil el inicio y no estuvo exento de incidentes.
El artista produjo en la comunidad del entorno de su “Barraca” el escozor por la organización en torno al asunto estético. Primero mediante la generación de sentidos, reflotando un mito sobre un supuesto pasado de rebeldía del pueblo adyacente a San Ignacio, enfrentando a una historia indígena colaboracionista con los jesuitas con otra insurrecta. Acto seguido, organizó a los pobladores en relación con una consigna singular: que cada uno haga del frente de su casa una imagen de su pensamiento, oficio, sueño o temores.
Así aparecieron ventanas con escenas de cultivo en el rancho agricultor, de martillo y cuero en lo del talabartero, pero también de un plato volador y vecinos mirando para arriba a la misión extraterrestre en aquella familia que aseguró que la principal historia de ese hogar fue el avistamiento de un ovni. Hoy, fines de 2024, todas estas imágenes siguen allí, generosas, como fotografía de un corpus comunitario que decidió expresarse mediante la cultura. Ya no hablaremos de la pléyade de artistas plásticos que surgieron de a borbotones tanto desde Tañarandy como desde San Ignacio siguiendo a este flautista que no conducía a la muerte como en Hamelin, sino una nueva vida, a una vida en la que las personas podían reconocerse como artistas y retratistas de su propia vida y la multiplicación de ella en la relación social.
Koki Ruiz, el artista que dejó un legado en Paraguay.
LA SEMANA SANTA EN TAÑARANDY
Koki Ruiz provenía de una familia con raíces profundamente insertas dentro de la fe cristiana y el culto católico. De hecho, San Ignacio, condición de punto de partida de la cruzada jesuítica hacia los 30 pueblos a partir de 1609, es una comunidad en la que tal sentimiento religioso está muy presente.
El establecimiento de la Semana Santa en Tañarandy, con la recuperación de los ritos tradicionales de los estacioneros, sus canciones dolorosas, la procesión igualmente lacerante y el montaje artístico de los cuadros vivos, más la poderosa escenificación del fuego de las candelas en todo el recorrido, despertaron en sus años iniciales cierta inquietud en la Iglesia local, que fruto de la explosión del cambio político de 1989 vivía un instante progresista elocuente, siendo una de sus expresiones el cuestionamiento a las formas tradicionales.
Sin embargo, este breve “roce” no sirvió sino para proyectar la iniciativa de Ruiz a un estamento aun superior desde que la vocación popular por tomar parte del evento fue una reacción aún más determinante que cierto desdén eclesiástico.
Probablemente fueron los tiempos cuando se produjo el momento cúlmine de la apropiación de San Ignacio y, obviamente, Tañarandy sobre la celebración. Las noticias y reportajes que durante todas estas décadas compiten con la calidad de las fotos y los videos hacen innecesaria la descripción de tal arte de combinar pasión popular con calidad.
EL ESCENÓGRAFO PRODIGIOSO Y LOS ACTORES SOCIALES
Varias veces le bromeábamos a Koki sobre la pertinencia de que se dedicara a la cinematografía. Su calidad para mover multitudes, colocar un ojo en el sitio donde se desarrollarán los cuadros, escalar su visualidad en la distancia y trabajar con los personajes eran de un arte teatral y cinematográfico. El día y
la hora señalada todo debía suceder en un tiempo acotado y sin errores, desde la procesión de la Dolorosa por Yvága Rape hasta los cuadros escénicos en la Barraca. Este era el primer conjunto de personas cumpliendo un rol, la actuación desde un lugar que combinaba fe, voluntarismo, aventura y, con el tiempo, naciente tradición. Otra actoría se hacía presente y a borbotones: los visitantes espectadores. Estos debían volver, decía Koki, convencidos de que todo lo que vieron se hizo en homenaje a ellos. Arte efímero, en dos horas todos volvían de Tañarandy con la sensación de haber visto dos horas conmovedoras, no importa si fuera la primera o la decimosexta vez que estuvieran viniendo. Lejos quedó aquella primera experiencia en la que un pequeño grupo de amigos y parientes de Koki observábamos el nacimiento de esta obra y todavía alcanzaban los termos de cocido y el oportuno mbeju para todos los concurrentes. Hoy tal logística constituye la tercera actoría e incluye hotelería, restaurante, transportes, agencias de turismo que ocupan miles de agentes emprendedores y empresarios, vecinos y voluntarios cuando la Semana Santa convierte a San Ignacio en ese sitio que visitar.
Una vez más, como cotidianamente, debía estar Koki charlando con su inseparable amigo Carlucho, cuando el celular sonó, a fines de 2014, y era la voz del Gobierno de Paraguay pidiendo una mano muy especial: “Queremos pedirte que te encargues de un altar para la visita del papa Francisco”. Y ese altar se hizo para julio de 2015. Pero, nuevamente, pudo haber sido una tarea solitaria de Koki y sus colaboradores y ya sería una obra histórica e inolvidable, pero el artista decidió que eso no era suficiente. Que la dimensión de este altar no estaría constituida por su alto y ancho, sino por la colaboración de miles de paraguayos, decenas de miles de paraguayos que colaboraron en su hechura. “Qué inmenso trabajo”, le dijo el papa argentino y Koki en ese instante pensó en su madre, Rosa, aquella que en una tarde de su niñez le pidió que pusiera arte sobre una torta de cumpleaños que acababa de concluir y, consumado el decorado, había dicho lo mismo: “Qué inmenso trabajo”.
Otro día de 2017 lo volvieron a llamar como viejo general afincado en el campo al que llaman para dirigir las más grandes batallas. Ahora se trataba de la canonización de Chiquitunga, María Felicia de Jesús Sacramentado, que se produciría en junio de 2018. Y Koki no solo lo hizo, sino lo consumó con ternura y belleza, con una misión comunitaria gigantesca colaborando y de nuevo “con un inmenso trabajo”.
Fue, probablemente tras el abrazo del papa, el mejor regalo de su vida: las 40.000 personas en la Olla coreando a ritmo de estribillo futbolero su nombre artístico: “Koki, Kokiii”. No es fácil despedir a Koki porque, hablando en paraguayo, “sabes bien que no se va a ir” de la memoria del pueblo.
El artista plástico Koki Ruiz y Augusto dos Santos
Koki Ruiz ya descansa en Tañarandy, lugar donde creó su arte
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Los restos de Koki Ruiz llegaron a su última morada: La Barraca, lugar donde creó la revolución de su arte y dio vida a su comunidad Tañarandy, en su querido San Ignacio, en el departamento de Misiones. En el lugar, familiares, amigos y una multitud de personas dieron el último adiós al artista plástico, reconocido por sus magistrales obras.
Antes, en el velorio, lo estacioneros cumplieron con la última voluntad del artista. En tanto, la Intendencia anunció una plaza temática en nombre de Ruiz.
“Estamos acompañando en los últimos momentos al gran maestro Koki Ruiz. Gracias a él, Tañarandy es reconocido a nivel mundial, ahora la gran responsabilidad es sostener eso en el tiempo”, opinó Cristina Ayala, intendenta de San Ignacio, en una entrevista con Nación Media. Anunció que, con la Junta Municipal, prevén la habilitación de una plaza que no solamente lleve su nombre, sino que tenga como temática las obras más conocidas del artista plástico.
Por su parte, Julián Zaracho, coordinador del Grupo de Estacioneros “19 de Marzo - Luque”, explicó que Koki los consideraba parte de su familia y que, en su momento, hizo saber su última voluntad.
Julián Zaracho
“Para nosotros es nuestro papá guasu, siempre nos pedía esa música (”Salve madre pena”), por eso le dijo a su hija: ‘En mi entierro quiero que canten esa música que ellos saben que a mí me gusta’”, contó Zaracho. Además, otro de los deseos de Koki, reveló Zaracho, es que Tañarandy no abandone a los estacioneros y que las tradiciones de Semana Santa se mantengan.
Por su parte, Carlos Bedoya, secretario de Cultura de San Ignacio y ayudante de Koki en sus obras, dijo que el legado de Ruiz es a nivel departamental, nacional e internacional.
“Él tenía una filosofía que decía que cada persona es un artista, que cada uno tiene una posibilidad de dar obras de arte”, comentó. Koki formará parte de la historia paraguaya a través de su arte y será recordado por su gran talento.
Una multitud se congregó ayer en La Barraca para dar el último adiós al artista plástico. Foto: A.G.