Desde la Policía Nacional buscan identificar y dar con el paradero del hombre que siguió y manoseó a una niña mientras estaba esperando a ser atendida en una despensa de la ciudad de Itauguá. La pequeña encaró al hombre, tanto la cajera como la abuela reclamaron al hombre, pero este negó todo y se retiró del lugar.
Según el reporte policial, el hecho se registró esta semana en un comercio de Itauguá, pero recién hoy se hicieron viral los videos en los que se puede ver cómo este hombre sigue a una abuela y su nieta, una niña de unos 8 años. Tras la denuncia, desde la Policía buscan identificar a esta persona para que pueda ser procesado por el hecho de intento de abuso y coacción a una menor.
En las imágenes de cámaras de seguridad que se socializaron en redes sociales para que la ciudadanía pueda reconocer al acusado, se puede ver cómo el hombre presumiblemente sigue a la mujer y a la niña por varios metros. Sin embargo en un momento dado ambas entran al comercio, este simuló que pasó de largo, pero retrocedió y entró detrás de ambas.
Ya dentro de la despensa, la mujer junto con su nieta quedaron en el mostrador para pedir lo que necesitaban a la cajera y detrás de ellas entró el sujeto. Este aparentó que iba a comprar una bebida, pero cuando se acercó a la caja aprovechó para manosear a la niña, que se asustó y cambió de lugar.
Tras cometer el hecho, la infante le dijo a su abuela lo que el hombre hizo y la cajera lo encaró, pero este negó rotundamente la situación diciendo que solo se acercó, pagó su bebida y salió. La cajera no contenta con eso pidió la revisión de los videos y se pudo constatar que la denuncia de la niña era real. Ante la terrible situación radicaron la denuncia a las autoridades.
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Rápida acción de maestra salva la vida a una niña de un año que se atragantaba
El evento se desarrollaba como estaba previsto, cuando de pronto hacia el costado del tinglado una maestra corrió al percatarse de que una niña estaba en serios problemas, ya que la abuela de daba insistentes palmadas en la espalda, señal inequívoca de que estaba atragantada.
Con gran afluencia de invitados, alumnos, padres y familiares se desarrollaba con total normalidad la feria de ciencias en el polideportivo de colegio Sagrada Familia de la ciudad de San Lorenzo. Era toda una fiesta, con colorido y un clima que se aliaba para que todo sea una fiesta, pero la alegría y el bullicio de pronto se cortaron cuando una mujer mayor comenzó a golpear con desesperación la espalda de una pequeña de aproximadamente un año de edad.
Sus gestos nerviosos, su rostro desesperado y sus lágrimas denotaban que necesitaba ayuda, que no sabía que hacer. Su pequeña nieta se le estaba muriendo en sus brazos y ella no lograba que reaccionase.
Fue entonces cuando de entre el público apareció con prisa una mujer, que se dio cuenta de la situación. La niña se estaba ahogando con un caramelo que le había dado la abuela.
Era la profesora Luciana Barrios, quien con rapidez y eficiencia, arrancó la criatura de las manos de la abuela y con movimientos exactos procedió a salvarle la vida al colocarle boca abajo y presionar varias veces el pequeño abdomen hasta lograr que expulse la golosina que estaba atorada en la garganta infantil.
La efectiva maniobra de la heroína había logrado su propósito. La niña comenzó a respirar con normalidad y el susto había pasado.
Barrios devolvió la niña a la abuela, que no cabía en sí de tanta alegría y agradecimiento. En unos segundos todo había transcurrido. Pocas personas se dieron cuenta de lo ocurrido, sin embargo una cámara de circuito cerrado fue silencioso testigo de lo que había sucedido. No hubo aplausos ni premios, solo la satisfacción del deber cumplido de una maestra, que no solo salvó una vida, sino que dio cátedra de sabiduría y humildad.
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Rescatan a niña de dos años, cuya madre en aparente estado etílico había caído en una cuneta
Una niña de dos años de edad fue encontrada a las tres de la madrugada en una calle del barrio Jardín en Cambyreta, departamento de Itapúa. La madre de la niña tiene 21 años de edad y estaba en una cuneta, aparentemente bajo los efectos del alcohol.
Un guardia de seguridad que estaba recorriendo el barrio fue quien pudo observar a la niña y de inmediato llamó a la comisaría de la zona. Ante el llamado, los agentes policiales llegaron al sitio y confirmaron que la mujer no podía estar de pie, estaba sucia, mojada y con mucho frío.
De acuerdo a los datos proporcionados por la policía, la madre de la niña de dos años estuvo en una fiesta con algunos amigos y se llevó a la fiesta a su hija. Por suerte pasó en ese momento el guardia de seguridad y a su vez intervinieron los uniformados para evitar que el caso se convierta en una tragedia.
Tanto la niña como la madre fueron trasladadas hasta la comisaría local, donde los uniformados dieron aviso a la Codeni, la cual hizo entrega de la niña a la abuela, quien se quedo como encargada. Por suerte la niña está fuera de peligro y se encuentra en buenas condiciones de salud.
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Concepción: imputan y piden prisión para presunto autor de feminicidio
La agente fiscal de Concepción, Carolina Quevedo, formuló imputación contra Javier Ayala Benítez, de 31 años de edad, por feminicidio en calidad de autor. Asimismo, solicitó al juzgado de Garantías la aplicación de la medida cautelar de prisión preventiva.
Ahora el imputado deberá comparecer ante un Juzgado Penal de Garantía para la audiencia de imposición de medidas cautelares en la que se definirá si el procesado estará privado de su libertad como lo solicitó el Ministerio Público en su acta de imputación.
En caso de que se decrete la prisión preventiva, la defensa de imputado tendrá la posibilidad de apelar el presente fallo judicial y en caso de ser así será un tribunal de apelación el que defina si corresponde la determinación adoptada por el juez de Garantía.
El hecho ocurrió en el distrito de José Félix López, donde efectivos de la Comisaría n.° 15 procedieron a la detención del sindicado, quien habría disparado a su pareja, María Luz Domínguez, de 30 años, ocasionándole una herida de bala en la frente, que le provocó la muerte. En el lugar del crimen fue incautada el arma presumiblemente utilizada en el ataque.
La investigación se inició tras la denuncia realizada por el padre de la víctima. La representante del Ministerio Público continúa recabando elementos de prueba a fin de esclarecer plenamente las circunstancias del hecho.
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El ñandutí: una tradición que lleva el pan a los hogares
- Jimmi Peralta
- Fotos: Matías Amarilla
El ñandutí, tejido tradicional del Paraguay, presenta en sí misma una sutil metáfora de su naturaleza dentro de la ciudad que sin dudas es su hogar, Itauguá. Situado a 30 kilómetros de Asunción, el distrito es conocido como el centro de producción de vestidos, cuadros, blusas y manteles confeccionados a base de este tejido artesanal, que representa al suelo guaraní en todo el mundo en diversas instancias y certámenes. Las artesanas redoblan la apuesta y ahora van por el Récord Guinness.
El ñandutí es realizado generalmente de manera individual por manos de mujeres. En su desarrollo, tejen más allá del bastidor una trama de producción en comunidad que traza formas, líneas rectas y curvas interconectadas en la diversidad de colores y direcciones.
Como artesanía, el ñandutí se aprende en la casa, con la magia de la formación no sistemática, que da vuelo y vida a su esencia. Al mismo tiempo, pone el sentido de la transmisión de conocimiento de madres a hijas y de hijas a madres, entretanto se cimenta parte del sustento familiar. Este tejido primero pone pie en la función más elemental: llevar el plato de comida a los hogares de los itaugüeños para después barnizar el vínculo colectivo de una ciudad que cuenta con varios centenares de tejedores y tejedoras.
“Mi abuela no sé si tejía, pero yo aprendí de mi mamá, de muy chiquita, y ni bien cuando yo empecé a hacer los bordados, me daba la plata mi mamá. ‘Este es tu trabajo. Te va a servir para comprar otra vez tus materiales’, me solía decir mi mamá. Y así nunca dejé de hacer. Este trabajo también ayudó para criar a mis tres hijas”, comenta Antonia Morínigo, tejedora itaugüeña que esta semana se sumó a la Red Tejiendo Cultura, una plataforma que nuclea a más de 500 artesanas del ñandutí del Paraguay y de países como Australia, Puerto Rico, Chile, Reino Unido, España y Argentina.
Más de 150 de estas artesanas son de Itauguá, algunas jóvenes y otras de más de 90 años. Ahora forman parte de este proyecto que busca sumar el trabajo individual para armar el tejido de ñandutí más grande el mundo, que será de 120 metros de largo por 5 metros de ancho, buscando el récord mundial.
TEMPRANA INICIACIÓN
Como la mayoría de las tejedoras, Antonia empezó de niña. Ahora es abuela y ya no puede producir en bastidores grandes como antes. Ella tiene a su cargo las labores del hogar y todos los días, después del almuerzo, se sienta en su dormitorio a dibujar con el hilo y la aguja sobre su tela. “Este bastidor armado yo termino en un día, porque yo soy ama de casa, tengo que cocinar todo, yo soy la mamá de la casa. A la tarde, puede comer la comida, me suelo sentar acá en mi pieza y hago mi ñandutí, a la noche ya quiero descansar”, comenta. El proceso de producción arranca con el dibujo sobre el papel “y regla”, recuerdan las tejedoras. Luego se estira la tela en el bastidor, se dibuja en la tela y se comienza a tejer. Terminado el trabajo, se separa el tejido de la tela, se lo lava y finalmente se le pone el almidón para que se endurezca.
“Hay gente que tuvo que migrar a otros países, pero se llevaron parte de sus culturas y otras que se dedicaron a enseñar y así esparcir por todo el mundo. La ciudad de Itauguá es conocida como la capital del ñandutí y cuna de la misma. En cada compañía de Itauguá te encontrarás con un o una artesana elaborando su trabajo porque la técnica fue otorgada de generación a generación y se ha vuelto una tradición para las familias. Es por ello que hay más cantidad de artesanos en la localidad de Itauguá”, comenta Guillermo Acosta, coordinador de la Red, itaugüeño y profesor de ñandutí, quien en su propio perfil vital narra la historia del tejido y las familias de su ciudad.
“Todo se inició desde la tristeza de mi querida Maximina Quiñónez. En una tarde se puso triste y observaba su ñandutí y me dice ‘qué pena que ninguna de mis hijas va a legar esto que yo hago, ninguna de ellas dos sabe hacer’. Sentí tanta pena al oírla decir eso que entonces le pregunté cuál era el dechado más difícil y complicado de hacer. A lo que ella me respondió el arasape y la filigrana, que coincidentemente estaba haciendo. Entonces me fijo en sus idas y vueltas que realizaba sin decirle nada en absoluto. Como ella trabajaba cama adentro y venía a casa los fines de semana, la sorprendí con un trabajo que estaba realizando sin decirle nada. Era una imagen de san Blas, pero en ñandutí. Me pregunta quién hizo y le digo que yo.
Me mira y dice que no me cree. Para que me pudiera creer, me siento y le muestro que sí lo podía hacer y desde entonces le tomé como hobby”, narra Acosta sobre cómo en el ñandutí se reafirma el tejido social y el empoderamiento económico de las mujeres de una ciudad.
TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL
Juliana Centurión (88) y Esmérita Antonia Centurión (91) son dos hermanas tejedoras que viven junto a la hija de la segunda en una humilde casa en el centro de Itauguá, donde las tres comparten además el amor al ñandutí y su creación.
Las hermanas aprendieron el oficio desde pequeñas. Su madre transmitía el conocimiento a su descendencia femenina, “porque los varones buscaban otras formas de aportar, como trabajando en la carpintería y otras cosas”.
“Cuando teníamos entre 7 u 8 años nosotros mirábamos a escondidas cómo trabajaba nuestra mamá y hacíamos que practicábamos en papel. No podías hacerlo bien porque ella no quería que nosotras trabajemos. Pero cuando se dio cuenta de que ya lo hacíamos, finalmente decidió mostrarnos cómo hacerlo bien”, comenta Esmérita.
“Cuando me siento puedo producir rápido, pero ahora ya no puedo sentarme por mucho tiempo, ya estoy grande”, explica Juliana.
“Antes valía más nuestro trabajo, se pagaba mejor por el ñandutí. Nosotras ya no salimos a vender ahora, no nos vamos a ninguna parte. Vienen a hacernos el pedido y hacemos. Antes salíamos, ahora tenemos una patrona. Antes producíamos muchísimo más”, explica Esmérita.
El oficio que le legó su madre le sirvió para sostenerse durante una larga vida y para la crianza de su hija, que también teje. Las hermanas se sumaron esta semana al proyecto que busca batir el récord mundial con un tejido de producción colectiva.
ENSAMBLE
Actualmente la producción de las tejedoras se realiza de diversas maneras, pero la preferida es la realización individual de piezas que después son acopiadas e integradas a vestidos, manteles y otras piezas.
Los precios pueden variar y los productos se realizan en algunos casos bajo pedido y en otros es un proceso a la espera de clientes. Las pequeñas piezas se suman entre sí y de esta manera diversas tejedoras pueden finalmente articular sus trabajos en un producto final, que provee a sus hogares de sustento y de prendas a las principales tiendas especializadas de la ciudad o, como varias de ellas dicen, “a mi patrona”.
Entre tanto, para el proyecto del tejido más grande del mundo se les proveerá a todas las artesanas de insumos (bastidores, lienzos, hilos, agujas) y ellas decidirán cuántos módulos realizarán de acuerdo a sus capacidades y habilidades. Las piezas serán posteriormente certificadas para el ensamble. Como es dable esperar, la producción del tejido significará un ingreso económico.
Se estima que se juntarán unas 2.200 piezas a través de la red. Esta será de los diez dechados (dibujos) seleccionados para la ocasión: jazmín poty, mbokaja poty, buey pypore, machete punta, arasape, arapaho un lado, estrella de cuatro puntas con kurusu’i, takuru con karê’i doble, margarita y pensamiento. A los costados la pieza contará con randas con cadenilla doble y en las esquinas estrellas de cuatro puntas con filete. La puesta en valor del ñandutí a través de este proyecto genera un aporte inmediato mediante la generación de pedidos para las tejedoras. A mediano plazo centralizará una red de trabajadoras, lo que podría facilitar a futuro la producción, la adquisición de insumos y la comercialización. A largo plazo se busca la valoración cultural y pecuniaria a nivel nacional e internacional de este tejido que data del XVI, y que surgió en estas tierras de la unión de una técnica europea y la creatividad de la mujer paraguaya.
“CADA VEZ QUE TE TENGO PEDIDO VENDO TODO MI ÑANDUTÍ”
Porfiria González (61), de Itauguá Guasu Costa Dulce, teje desde los 13 años. Ella valora la iniciativa del proyecto y celebra que significará más trabajo para ella.
“Aprendí a hacer ñandutí viendo a mi tía y mi prima. Al darle el primer trabajo que hice, mi tía ya lo llevó, vendió y me trajo ya directamente materiales para hacer más”, comenta Porfiria, quien trabaja mechando su artesanía con las labores domésticas con la ayuda de su hija.
“Yo me levanto a la mañanita y en medio de mi mate hago mi ñandutí. Después me levanto a hacer para el almuerzo, hago todo eso y ya me siento otra vez a trabajar. Si no hay pedido, igual nomás hago yo. En algún momento va a venir el pedido. Cada vez que tengo pedido vendo todo mi ñandutí; si no hago mi ñandutí, hago chipa”, comenta.
Relata que para ella la parte más difícil es el dibujo. “Eso se hace primero, el dibujo, con la regla se hace, se hace bien eso en el papel, después tenés que estirar con el bastidor la tela y dibujar. Ahí se trabaja”, narra sobre el proceso de producción.
“DESDE MUY CHIQUITA ME PAGABAN POR MI TRABAJO”
Felipa López (63) desde los 7 años se sumó a su mamá, su abuela y sus hermanas, todas de la ciudad del ñandutí, en el oficio de tejedora.
“Hago diferentes dibujos, con hilo fino y con hilo grueso, de ambas formas. Eso también me enseñó mi mamá. A ella le enseñó mi abuela. Desde muy chiquita me pagaban por mi trabajo. La plata me servía para mi escuela, para mis útiles. Tengo siete hijos, ahora conmigo ya solo vive uno. A tejer le enseñé solo a dos hijas mías”, comenta Felipa, quien desde sus manos y el arte dio de comer a su familia junto con su marido, quien es constructor.
“JAGANA´I, PERO JAGANA, UPÉA LA HE´ISÉVA”
Filemona Figueredo (68) arrancó como tejedora a los 12 años con su madre y sus seis hermanas. Ella también se sienta con su bastidor entre las actividades de cuidado y de la labor doméstica en su hogar itaugüeño.
“Recuerdo que cuando era chiquita cada 15 días nos tocaba a cada una ir a vender. De esa plata comprábamos para nuestra ropa para farrear”, comenta entre risas.
“Nunca trabajamos para otra persona”, refiere acentuando que nunca tuvo un trabajo en situación de dependencia.
“Siempre jagana’i, pero jagana, upéa la he’iséva. Igusto remba’apo, revende ha rejúma nde platamíre” (siempre ganamos poco, pero ganamos, eso es lo que importa. Da gusto trabajar, vender y venir con tu platita), explica Filemona, quien es madre de tres hijos.
SOBRE EL PROYECTO
Tejiendo Cultura – El Ñandutí Más Extenso del Mundo es una iniciativa impulsada por Innovaciones Comerciales y la Asociación de Ñandutí en Japón, con el acompañamiento de la Municipalidad de Itauguá y la alianza estratégica de la EBA.
Su objetivo no solo es confeccionar de forma colaborativa la pieza de ñandutí más grande del mundo, sino también visibilizar el trabajo artesanal, fortalecer el turismo cultural y abrir nuevas oportunidades económicas para las tejedoras del país a través del arte textil.