La copiosa lluvia que abrazaba el lodoso camino hacia la comunidad Sawhoyamaxa, en el corazón del Chaco paraguayo, no logró empañar la celebración que allí se vivía. Por primera vez en su historia, esta comunidad del Pueblo Enxet Sur, cuyo nombre evoca un pasado de escasez “del lugar donde se acabaron los cocos”, recibe el programa Hambre Cero, una iniciativa que promete transformar el presente y futuro de sus niños y niñas.

A unos 370 kilómetros de la capital, en una tierra marcada por históricas luchas por el reconocimiento de sus derechos ancestrales, como aquella emblemática restitución de 14.404 hectáreas lograda en 2014 tras un largo litigio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la llegada de Hambre Cero a las cuatro escuelas indígenas de Sawhoyamaxa marca un hito trascendental.

Ahora, los cerca de 280 estudiantes indígenas de estas instituciones educativas reciben diariamente desayuno, almuerzo y merienda, una garantía alimentaria que va mucho más allá de llenar estómagos vacíos.

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Como relata con emoción el docente y líder de la comunidad, Eriberto Ayala, “a la mayoría de los que habitamos Sawhoyamaxa nos tocó la mayor parte de la infancia al costado de la ruta, hoy en día, podríamos decir que tuvo un impacto muy positivo lo que antes era un derecho denegado”.

“Hoy en día podemos decir que el Estado se está responsabilizando de la protección en materia social con la comunidad indígena del bajo Chaco. Creo que es algo muy ponderable”, añadió.

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Cerca de 300 niños de esta comunidad indígena son beneficiarios de Hambre Cero. Foto: Gentileza

No se limita a entrega de alimentos

La implementación del programa no se limita a la entrega de alimentos. Hambre Cero también contempla la construcción e instalación de cocinas equipadas en cada escuela, dotadas de espacios para el almacenamiento, refrigeración y la adecuada preparación de las comidas.

Además, se ha concretado la contratación de una cocinera, una asistente y una limpiadora por cada promedio de 80 alumnos, generando oportunidades de empleo dentro de la propia comunidad.

La motivación que irradia esta iniciativa es palpable. La directora escolar, Alma Escobar, comparte su alivio y la transformación que ha presenciado. “Hambre Cero fue un programa que desde un comienzo no sabíamos cómo iba a funcionar, verdad. Yo busqué colaboradoras, nuestras cocineras siempre fueron colaboradoras de la escuela, ellos no sabían que iban a tener una remuneración. Contentas ellas dijeron: ‘Bueno, yo voy a cocinar, yo voy a ayudar’. Y es así que a mí me alivianó mucho esta tarea porque yo vengo, por ejemplo, la que es ayudante ya me ayuda a limpiar las clases también, y ellas muy contentas están, contentos ahora con ser parte de la institución”.

La profesora Celeste Cristaldo corrobora este impacto positivo en la asistencia escolar, incluso bajo la intensa lluvia chaqueña: “Ahora ya no faltan a la escuela”.

Poderoso incentivo

La alimentación se ha convertido en un poderoso incentivo para que los niños y niñas enxet acudan a sus aulas con renovado entusiasmo. Como bien lo resume Eriberto Ayala: “Si bien hay un dicho que dice de que el hombre con hambre no puede pensar bien, ahora con este programa los chicos aprenden, eh, se sienten muy familiarizados, no solamente por esta cuestión del programa de Hambre Cero, sino que se muestran más alegres, con entusiasmo de seguir aprendiendo cada día en la escuela”.

La llegada de Hambre Cero a Sawhoyamaxa es un paso significativo dentro de un esfuerzo estatal más amplio. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social, 11.869 estudiantes indígenas matriculados en el Chaco ya se benefician de este programa. De ellos, 1.074 se encuentran en Alto Paraguay, 4.335 en Presidente Hayes y 6.460 en Boquerón.

Para las escuelas de la comunidad Sawhoyamaxa, esto se traduce en un apoyo vital para sus 80 alumnos de la Escuela N⁰ 6.250 Sawhoyamaxa Centro, los 80 de la Escuela N⁰ 8.209 “12 de Octubre”, los 50 de la Escuela N⁰ 8.389 “24 de Enero” de Santa Elisa y los 70 de la Escuela N⁰ 7.700 “16 de Agosto”.

La implementación de Hambre Cero en estas comunidades indígenas del Chaco no solo garantiza una alimentación nutritiva para los estudiantes, sino que también representa un reconocimiento de sus derechos y una inversión en su futuro.

En una tierra donde la lucha por la dignidad ha sido una constante, la llegada de este programa siembra semillas de esperanza y bienestar, permitiendo que los niños y niñas indígenas puedan crecer, aprender y soñar con un futuro más próspero. La historia de Sawhoyamaxa, marcada por la resiliencia y la búsqueda de justicia, escribe hoy un nuevo y esperanzador capítulo gracias a un plato de comida caliente en sus escuelas.

Pese a la distancia, Hambre Cero llega por primera vez a esta comunidad indígena. Foto: Gentileza

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