Durante la Misa Crismal celebrada este Jueves Santo en la Catedral Metropolitana de Asunción, el cardenal Adalberto Martínez recordó con emoción y firmeza la vocación sacerdotal y renovó el llamado a vivir el ministerio como “peregrinos de esperanza”, en comunión con un pueblo que sufre y clama por justicia, dignidad y consuelo espiritual. Instó a los sacerdotes del país a renovar su compromiso pastoral en medio de una realidad nacional marcada por la pobreza, la violencia, el desempleo y la desesperanza.

En su homilía, el purpurado destacó que los sacerdotes han sido ungidos por el Espíritu Santo para anunciar la Buena Noticia a los pobres, vendar los corazones heridos, proclamar libertad a los cautivos y llevar esperanza a quienes viven en las “periferias existenciales” del dolor, la injusticia y el abandono.

El prelado recordó que la unción sacerdotal no es un privilegio, sino una misión urgente: llevar consuelo a los que sufren y alzar la voz por los que han sido olvidados. “Hemos sido ungidos por el Espíritu Santo para anunciar la Buena Noticia a los pobres y proclamar la liberación de los cautivos”, expresó ante un clero reunido en oración y reflexión.

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La homilía no esquivó la crudeza de la situación social. El cardenal habló del dolor que atraviesan miles de familias paraguayas: jóvenes sin oportunidades, mujeres violentadas, niños abandonados, presos sin esperanza, y comunidades enteras que viven en condiciones inhumanas, sin acceso a servicios básicos.

“Los sacerdotes sentimos y vivimos en carne propia los dolores de tantas familias golpeadas y disgregadas por las necesidades básicas insatisfechas y por la emigración forzada. Nuestro pueblo necesita que caminemos a su lado como peregrinos de esperanza”, subrayó.

En plena Semana Santa y en el marco del Año Jubilar de la Esperanza, el cardenal llamó a los ministros de la Iglesia a “salir a las periferias existenciales”, no sólo geográficas sino también espirituales, donde se concentran el dolor, la injusticia y el abandono. Citó al Papa Francisco al referirse a estas periferias como lugares donde “el poder de la gracia se activa y crece”.

Martínez cuestionó la indiferencia social y política frente a realidades dolorosas que afectan a gran parte de la población paraguaya. “Estamos llamados a ser Iglesia con olor a pueblo, no a despacho. Ungidos para estar con los últimos, no para ocupar lugares de privilegio”, dijo, en clara alusión a la necesidad de una Iglesia comprometida con los más vulnerables.

“Nuestra misión es profundamente profética. No podemos callar frente a tanta desigualdad ni escondernos detrás de una religiosidad cómoda. La unción que recibimos es para darnos a los demás, para recomponer lo que está roto y volver a atar los vínculos sueltos del tejido social”, expresó.

El Cardenal también pidió perdón a sus hermanos sacerdotes por no haber podido acompañarlos más de cerca y los animó a fortalecer la comunión entre el obispo y su presbiterio, como signo de una Iglesia sinodal, reconciliadora y misionera.

Al finalizar, instó a traducir en acciones concretas las propuestas contenidas en la reciente Carta Pastoral de la arquidiócesis, con proyectos parroquiales que apunten directamente a la promoción humana y la defensa de la dignidad de cada persona.

“Jesús dijo: ‘Vine para que tengan vida y la tengan en abundancia’. Esa es nuestra tarea: hacer que cada persona viva con dignidad en este país tan golpeado. La prioridad de la Iglesia es la vida plena de nuestro pueblo en Jesucristo”, concluyó.

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