¿Cúal es la mirada que debe pesar sobre la moda, en pleno auge del feminismo? Analizamos las problemáticas de género y su relación con la moda, desde una arista académica.
Texto: Matías Irala
“La intelectualidad no se lleva con la moda” acusa severamente el sociólogo Gilles Lipovetsky en su libro El imperio de lo efímero, adelantándonos que en su momento, el mundo académico dio la espalda al fenómeno de la moda, etiquetándola como un producto de tendencias más o menos constantes y de marcado carácter frívolo.
Pero, ¿cuál es el primer elemento que nos viene a la mente a la hora de hablar del terreno de la moda? Definitivamente, su eslabón por excelencia: el cuerpo. Y es dentro de ese escenario dónde automáticamente los estereotipos físicos impuestos culturalmente han homogeneizado a hombres y mujeres, siendo quizás estas últimas las que más variaciones y modificaciones han tenido a lo largo de la historia.
“La noción de género como una construcción social y cultural diferente del sexo, la contraparte biológica, apareció con el feminismo de la Segunda Ola en los años 70. Esta distinción fue fundamental porque conlleva la idea de que los cuerpos adquieren significados que no son el resultado de la naturaleza, sino la huella de la cultura”, resume Jazmín Ruiz Díaz, periodista especializada en cultura, género y moda.
Entonces, ¿podemos hablar de la moda como un escenario que construye al género femenino? “La sociedad restringe a las mujeres al darles un conjunto de reglas o 'discursos culturales' con 'guiones' sobre lo que pueden y no pueden hacer, y la moda es parte de este guion. O como señala la socióloga Joanne Entwistle: 'La moda convierte cultura en naturaleza, naturaliza el orden cultural '. En este orden cultural del patriarcado, el 'guion' de cómo deben vestirse las mujeres (cómo se espera que 'naturalmente' se vean) está escrito desde la perspectiva de la mirada masculina. O al menos, así lo entendía esta Segunda Ola del feminismo”, explica.
En su libro Políticas de las apariencias, la socióloga Susana Saulquin, reflexiona que los problemas de género y la moda siempre han estado relacionados intrínsecamente, al punto de gobernar y sistematizar las identidades de género.
En una era dónde la mirada feminista y la perspectiva de género se instalan como movimiento, ¿puede la moda ser también parte de esta revolución? Ruiz Díaz libera un curioso dato: “En estudios sociológicos y culturales, la gran discusión es entre la preponderancia de agencia versus estructura. Mientras la agencia se refiere a la capacidad del individuo de elegir libremente, la estructura son los condicionantes sociales y culturales que restringen esta capacidad de elección. La misma discusión se ha aplicado a la hora de estudiar la moda como proceso cultural, y discutiéndola desde una perspectiva feminista, distintas respuestas se han encontrado según el momento histórico, las diferentes corrientes y las oleadas feministas”.
En su material Postfeminist Media Culture, Rosallind Gill destaca un cambio en la manera de intervenir que tiene el poder: desde una mirada juzgadora externa masculina a una mirada narcisista autocontrolada. Por lo tanto, el discurso posfeminista impone nuevas estructuras como autoviligancia, autocontrol y autodisciplina, que finalmente se puede ejemplificar como una reproducción del status quo de las relaciones patriarcales de poder.
Ruiz Díaz menciona que existen varias tesis a la hora de hablar de moda y feminismo, “ por ejemplo, la teórica Elizabeth Wilson, describe a la moda como un fenómeno performativo y es dentro de esta dimensión que debe ser vista cómo un vehículo de ambivalencia, de deseos contradictorios e irreconciliables. Sostiene en sus trabajos que vestirse cómo fenómeno cultural involucra elementos que hacen de la moda una poderosa arma de control y dominio”,
En la parafernalia de las campañas de moda, editoriales, desfiles y fotografías en los medios de comunicación, el cuerpo se vuelve parte de las construcciones que dictan la manera de relacionarnos con nuestro círculo. La imagen se establece al punto de ser parte del objeto de moda, por lo que es necesario el ejercicio de cuestionarnos como consumidores, la injerencia que tiene este hecho dentro de nuestro subconsciente.
Entonces, ¿cuál es la posición que debemos tomar al hablar de género, moda y feminismo? Al respecto, señala: “Personalmente, concuerdo que ni las limitaciones sociales y culturales pueden restringir absolutamente el compromiso de las personas con la moda, ni se puede reconocer la libertad absoluta en el acto de vestir. Nuestra relación con la moda debe ser ambivalente, dialéctica e incluso contradictoria porque como ha argumentado Elizabeth Wilson en sus trabajos: Cuando nos vestimos, llevamos inscrita sobre nuestro cuerpo la relación a menudo oscura del arte, la psicología personal y el orden social”.
+Kuña Jesareko
Si querés conocer más del trabajo de Jazmín Ruiz Díaz, podés adentrarte a www.kuñaJesareko.org, donde formula su proyecto que busca rescatar la mirada de las mujeres paraguayas, a través del valor artístico.