Una fruta jugosa que al morderla es carnosa, dulce y fresca, aunque si no está bien madura también puede ser muy ácida. Reconocida por combatir el estreñimiento y ayudar al tránsito intestinal, también posee otras bondades que son muy buenas para nuestro cuerpo.
Originaria de las zonas del Cáucaso, Anatolia y Persia, los historiadores griegos la describen como una fruta salvaje. Se hizo popular recién en la Edad Media y en la actualidad crece en casi todo el mundo.
Según la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sus valores nutricionales aportan cada 100 gramos: 46 calorías, calcio, potasio, hierro, cobre, zinc y vitamina A, C y K.
Entre sus beneficios están:
- Aumenta las defensas y combate los radicales libres gracias a los flavonoides que contienen y actúan como antoxidante.
- Previene y mejora los trastornos intestinales por sus alto contenido en fibra y agua.
- El hierro y la vitamina C combaten la anemia.
- Evitan la retención de líquidos por sus propiedades diuréticas.
- Favorecen la buena visión y el cuidado de los ojos.
- Depura el hígado, los riñones y los intestinos, favorece la desintoxicación del cuerpo.
- Favorecen la buena salud del cabello, la piel y las mucosas.
- Están recomendadas en las dietas de descenso de peso.
Además de ser una fruta deliciosa y nutritiva, se puede consumir de muchas maneras, por ejemplo en jugos naturales, secas, agregados al yogurt, postres, budines, flanes, gelatinas y hasta picadas saladas.